Cuando te conviertes en madre, descubres muchas cosas. Descubres que puedes pasar noches sin dormir aunque antes fueras un lirón, que eres capaz de inventarte disfraces aunque te den pánico las agujas, que puedes querer infinito a uno, dos o tres niños sin que tu amor se acabe, en fin, que eres capaz de hacer mil cosas que antes ni se te habían pasado por la cabeza. Pero también descubres con horror que eres capaz de enfadarte hasta perder el control, que llegas a comprender a los padres que pegan a sus hijos porque aunque nunca lo hayas hecho, a veces te tienes que contener para no hacerlo. Que te puedes convertir en una madre opuesta a la que quieres ser (Eloísa, que está pasando por una situación muy dura, explica muy bien ese miedo en su blog). Que, como advertía el maestro Yoda, eres capaz de caer en el lado oscuro de la fuerza:
"La fortaleza de un Jedi fluye de la Fuerza. Pero cuidado con el lado oscuro: ira, temor, agresión, de la Fuerza el lado oscuro son. Fácil fluyen rápidos a unirse en el combate. Si una vez tomas el sendero del lado oscuro para siempre dominará tu destino. Te consumirá, al igual que lo hizo con el aprendiz de Obi-Wan".
¿Por qué tienen los niños esa capacidad de sacarnos de quicio? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Cómo lograr que nos obedezcan sin recurrir a los gritos y los castigos?