Uno de esos pequeños cambios de los que nadie te avisa antes de tener hijos es, como contaba la semana pasada, que se acabó el sexo a deshoras. Salvo conjunciones astrales que implican movilización de abuelos, tíos, niñeras o viajes, los encuentros de pareja se limitan a esos momentos en los que los niños duermen, y muchas veces, estilo ninja: a oscuras, rápido y silencioso.
El tema ha dado mucho de sí esta última semana. Aparte de los comentarios que dejasteis en el post, ha originado un jocoso pero a la par sincero y esclarecedor debate en el grupo de Facebook El médico de mi hij@, del que ya os he hablado en otras ocasiones y que os vuelvo a recomendar. Más de 1.000 intervenciones, casi todas de madres, que muestran que la situación es mucho peor que el limitarse al sexo ninja.
Una de las participantes, Nerea, planteó, al grito de "¡somos mujeres, no muebles!", un reto al que os animo también: al menos dos "arrimes" a la semana. La sorpresa para mí fue ver cómo muchas madres lo consideraban inalcanzable, y relataban cómo el agotamiento, el estrés, las discusiones, los distintos horarios, habían minado su vida sexual tras la llegada de los hijos hasta el punto de no mantener relaciones en semanas o meses. Gema Rubio, doctora en Psicología y terapeuta de pareja en Sinews, me confirma que es más frecuente de lo que pensamos. Me responde a los testimonios recogidos del grupo de Facebook que le planteo, y da valiosos consejos, y en un lenguaje entendible, para salir de estas situaciones.