En un mundo tan cambiante como este en el que vivimos, reconforta que algunas de las cosas que llenaban tu infancia sigan estando vigentes. Te hace sentir que aún tienes los pies en el suelo, que tienes algo a lo que agarrarte, que no te adentras en lo desconocido totalmente desprovisto de referentes. Es más que probable que, desde que he tenido hijos, tenga idealizada mi infancia. En general la considero más afortunada, feliz, variada y sana que la que están viviendo mis hijos, pero seguro que no es así la cosa, que ellos la están teniendo tan variada, sana y feliz como yo la tuve. Eso sí, a su manera. O no. No sé, no puedo estar en su cerebro, vivir lo que ellos viven, aunque esté a su lado, como mis padres no podían vivir mi vida, y de eso fui consciente casi desde que soy consciente. A ver, que me pierdo. Hablaba de cosas que han saltado de mi generación a la de mis hijos, supongo que pasando por las intermedias. Una de ellas son los cromos, con sus salvedades.