Hace justo un año, escribí un post en el que os invitaba a sumaros a un desafío: dejar de gritar a nuestros hijos. Puede que os acordéis, el reto del rinoceronte naranja, que tuvo bastante repercusión entre otras madres blogueras y en redes sociales. Un año después, constato con cierta vergüenza que no lo he conseguido. Me planteé estar un mes entero, seguido, sin gritar a mis niños. Durante cuatro meses, estuve llevando la cuenta de los días que pasaba sin levantar la voz, y empezando otra vez cada vez que la fastidiaba, aunque cada vez con menos convencimiento. Finalmente, dejé de llevar la cuenta. He tenido periodos buenos y malos (escribir el libro, quedarme por dos meses sin la cuidadora de la pequeña, y preparar una boda no han ayudado a relajarme, precisamente), pero creo que ni en los mejores he estado un mes entero sin perder la paciencia y gritar.
Aun así, solían ser estallidos ocasionales, una vez cada unos cuantos días o semanas. Algo que no me termina de satisfacer, pero tampoco demasiado terrible. Pero resulta que llega julio, se acaba el colegio, y con él, el comedor escolar, y me encuentro una semana seguida enfureciéndome y volviéndome Darth Vader todos los días. ¡Qué casualidad! Otra vez tengo el periodo crítico de gritos y enfados en verano. ¿O puede que no sea casual?
"A más tiempo de contacto, más posibilidades de que surjan situaciones de conflicto. Te pasa con tu pareja, te pasaría con tu madre si te fueras de vacaciones con ella, y también te pasa con los niños", me confirma Mónica Serrano, psicóloga infantil responsable de la web psicologiaycrianza.com y experta de la Pedagogía Blanca. De hecho, después de las vacaciones, suelen aumentar los divorcios. La combinación de niños ociosos y padres cansados es explosiva. Sobre todo cuando ellos están de vacaciones y nosotros aún estamos trabajando. "Los niños siguen teniendo la necesidad de estar activos, jugando, explorando, que durante el curso se cubre con el colegio y la extraescolares", explica. Y claro, llegas tú, adulto, cansado después de tu jornada laboral y deseando tirarte en el sofá, y te encuentras con que están aburridos y ya han visto demasiada tele, que tienes que planificar sus comidas, conseguir que se lo coman, bajarles al parque o a la piscina, separar hermanos que se pelean...
¿Qué podemos hacer para sobrevivir, e incluso disfrutar de este periodo? No, no vale mandarlos de campamento, ni a casa de los abuelos...