En alguna ocasión me he ocupado de temas sobre literatura infantil. No es demasiado fácil para mi. Puede ser que te enfrentes a un bonito álbum ilustrado, lo que todos llamamos cuentos, o puede ser que te caiga entre manos alguna novela infanil o juvenil. Si es el primer caso, es fácil. Los álbumes se pueden admirar y leer en poco tiempo y la fuerza de las ilustraciones enseguida te conquista o no. En cambio, cuando lo que se trata es de leer un libro de 150 o 200 páginas destinado a niños o adolescentes, la cosa cambia. Para ser sinceros, el problema es que generalmente no te interesa. Las historias son más lineales; los personajes, más sencillos, menos profundos, y el lenguaje, más plano. En fin, que no atrae; para mi es como comer coliflor, no suele apetecerme.