“LA SALA DE QUIMIO MOLA”. Así, en mayúsculas. Estas cuatro palabras y media -sí, a “quimio” le falta “terapia”- dan una idea de la persona de la que hablamos hoy. Es una persona que ha convertido el cáncer, su cáncer de mama, en una aventura, en un relato. Una historia que encanta, como un crêpe de Nutella, a sus hijos, dos, mellizos de apenas cuatro años. Un relato de piratas, de caricias en la cabeza, de un botón mágico por el que transmitir energía. Un cuento que se desarrolla en un año. Un cuento para todos. Y con final feliz, seguro.