Hubo un tiempo en que visitaba con ilusión la sección de pañalería de los grandes almacenes, en que celebraba como una conquista el paso de una talla a otra de la escueta escala de cinco. Pasó luego que consideraba un triunfo el hecho de no haber llegado a la talla cinco. Volvimos a empezar y estas querencias se atenuaron hasta que, finalmente, pasé a desear no volver a ver un pañal en todos los días de mi vida, lo cual incluye, evidentemente, los míos propios en caso de que llegue a una edad de incontinencia. No obstante, por el momento, no puede ser. Aún tengo pañales que comprar. No sé hasta cuándo y realmente no me preocupa demasiado, no todavía. Pero me ha dado pie a escribir este post, sobre la enuresis.