Concluye una campaña electoral en Francia que ha situado a España en el papel de peor alumno de la escuela europea. El encarnizamiento de Nicolas Sarkozy se ha prolongado hasta el final: “Mire a España. ¿Quiere usted la misma situación? No es cuestión de dar miedo. La cuestión es mirar al otro lado de nuestra frontera. España ha relajado su disciplina, España no ha hecho las reformas que necesitaba, España ha contratado a funcionarios. ¿Quién lo paga en España? 375.000 parados más en los dos últimos meses”, argumentaba el último día de campaña en la emisora de radio Europe1. Y más: “Un país que no paga sus deudas, que no reduce sus déficits (…) es un país en peligro en el mundo de hoy”.
Hurgar en las heridas ajenas para salvarse, eso es lo que Sarkozy ha intentado, agitando el espantajo de la crisis española ante los electores. No elijan a François Hollande, que lo hará como José Luis Rodríguez Zapatero al sur de los Pirineos, les dice. Pero a los españoles no nos interesaba en absoluto esta publicidad, ni un trato semejante por parte de un primer espada europeo. Ni siquiera al Gobierno de Mariano Rajoy que, aunque comparta el argumento de la “herencia recibida”, no saca beneficio alguno de que se consolide la imagen de España como la oveja más negra del euro. Demonizar a España no ayudará en nada. Hace falta mucha más Europa, no menos.
El problema que se observa en Francia es la tentación de encerrarse con sus propios problemas, como si el proteccionismo nacional fuera la fórmula para defenderse de un mundo muy complejo. También hay un afán de elevar barreras internas, en una sociedad de múltiples procedencias donde la diversidad molesta cada vez más, como lo evidencia el avance del extremismo. Lo plantea el editorial del diario "Le Monde": "Si el candidato electo no lograr reparar nuestra sociedad, y volver a instaurar las condiciones de este indispensable "vivir juntos", mañana -en 2017 o antes- no será una ola "azul marino" la que amenace nuestra democracia, sino más bien un tsunami del mismo color inquietante". Sería muy deseable tenerlo en cuenta a la hora de restablecer consensos básicos y, por supuesto, convencerse de ello en la relación entre socios y vecinos europeos.
Si las urnas hacen presidente a Hollande, la jefatura del Estado francés se convertirá en una excepción dentro del panorama de poderes conservadores del continente, pero sería un aliado de los que intentan desbloquear una salida europea a la crisis. Sarkozy se ha empeñado en luchar contra todos, en identificar adversarios de todo tipo, como si lo viviera desde fuera del sistema y no hubiera formado parte del corazón de ese entramado. Si Sarkozy lograra la reelección, tendría que ocuparse rápidamente de restañar heridas: entre otras las de España, que tan agradecida le estaba por su ayuda contra ETA, y a la que ha maltratado en la campaña electoral.