Si un portero juega la Liga y el otro la Champions, ¿cuál es el titular? Es una de las preguntas del momento. Recuerda las discusiones en Barcelona en la Liga 70-71, cuando Vic Buckingham decidió durante bastantes jornadas que Sadurní jugara los partidos de casa y Reina los de fuera.
Miguel Reina, surgido en el Córdoba, había fichado por el Barça para la 66-67, por ocho millones de pesetas. Era el gran portero emergente del fútbol español. Pero el Barça tenía la portería bien guardada por Salvador Sadurní, heredero directo de Ramallets. Criado en la casa, había saltado por delante de Pesudo, un porterazo comprado al Valencia, al que pronto retornó. Sadurní era fiable, alto, elástico, seguro. Llegó a jugar 10 partidos en la Selección, en rivalidad con Iríbar.
Así que a Reina le tocó esperar. Pero ya en la temporada 69-70 alternaron un tiempo hasta que finalizó Reina como indiscutible. Vic Buckingham, el entrenador, le prefería. Aprovechó el 3-3 del Bernabéu en el primer partido de Liga (el día de la lesión de Bustillo) para quitar a Sadurní, que sólo volvió en alguna racha esporádica. El curso acabó con Reina de portero el célebre día del penalti de Guruceta.
Reina tenía un estilo muy distinto al de Sadurní. Era más eléctrico. El Camp Nou prefería al sosegado Sadurní, que no había llegado a la treintena, y el run-rún estaba en la calle. Sadurní había sido el héroe de la final de las botellas del 68 y todo en su figura transmitía credibilidad. Vivía lejos de la ciudad, en el campo, donde cuidaba su propia granja. Una especie de futbolista-payés, un adelantado de la ecología moderna. Gustaba en toda España. El Bernabéu le respetaba.
Empezó la 70-71 y se vio claro que Reina iba para titular. Jugó los primeros tiempos en los partidos amistosos, Sadurní, los segundos, con los suplentes. Así estaban las cosas cuando llegó el Gamper, el 25 de agosto. Entonces era un día casi solemne. Era la presentación del equipo, con los nuevos fichajes. Ese curso no había adquisiciones llamativas y la gente estaba de mal humor. El Barça llevaba 10 años sin ganar la Liga. El último curso había empezado con la lesión de Bustillo en Madrid y terminado con el penalti de Guruceta. El hincha culé se sentía desdichado, humillado, toreado por el Madrid y los poderes federativos y en manos de directivas ineptas y desunidas.
La víspera hubo una entrevista a Sadurní, que barruntaba que no iba a jugar. Se confesó triste. Y en efecto, no jugó la semifinal del Gamper, en la que el Barça se enfrentó al Dinamo de Moscú, todavía con Yashin. Buckingham tuvo además la mala ocurrencia de colocar al navarro Zabalza, un medio con estupenda zurda, pero muy lento, de lateral izquierdo. El extremo derecha ruso, Estrekov, se lo comió. Una y otra vez llegaba a los fotógrafos y centraba atrás. A Reina le cayeron pronto dos goles, y los gritos del público, también. Los 80.000 espectadores volvieron contra él todas sus iras.
Tanto fue así, que el propio Reina me contaba hace poco:
—En el descanso, cuando íbamos al túnel de vestuarios, le dije al árbitro, el madrileño Antonio Camacho, con el que me llevaba muy bien: 'Oye, ¿y tú eres mi amigo? ¡Haz algo, ¿no ves que me están friendo?' Se lo dije entre bromas y veras, ¡y en el segundo tiempo les anuló dos goles!
Pero, con todo y eso, fueron 0-5. Hecatombe. Cómo sería la cosa que el público jaleaba a los rusos y hasta protestó las anulaciones de Camacho. Reina sufrió rechiflas cada vez que tocó la pelota. El día siguiente, tercer y cuarto puesto, Barça-Schalke, jugó Sadurní. Ganó el Barça 1-0 con Sadurní aplaudidísimo. El Ujpest Dosza ganó 3-1 la final al Dinamo de Moscú, con lo que el 0-5 de la víspera resultó aún más lacerante.
Buckingham hizo saber a Reina a través de Minguella, técnico de la cantera del que se servía de intérprete, que para tranquilizar las cosas iba a empezar la temporada con Sadurní. Y así fue. Sadurní jugó los tres amistosos restantes, en Santander, Vallecas y Sabadell, y arrancó la Liga como titular. Reina, mientras, era un trueno en los entrenamientos. Sadurní no andaba mal, pero Buckingham aprovechó la conjunción de una derrota 0-2 en casa ante el Valencia más la eliminación en Copa de Ferias ante la Juventus para sacar a Reina en el Sánchez Pizjuán. El Barça ganó 0-1. Era la jornada novena. Pero no se atrevió a sacarle en el Camp Nou. Se produjo entonces una curiosa alternancia que dio mucho que hablar. Sadurní jugó las jornadas 10, 12, 15, 16 y 18, todas en el Camp Nou, ante Granada, Sporting, Atlético, Athletic y Celta. Reina jugó las 9, 11, 13, 14, 17 y 19, en Atocha, La Rosaleda, El Insular, La Romareda y la Creu Alta. El Barça ganó tres y perdió tres de esas salidas, pero Buckingham se decidió por fin a sacar a Reina en el Camp Nou en la jornada 20, ante el Elche (0-0). Hay protestas, pero ya se quedará titular. Aquella fue la Liga del final apasionante ganada por el Valencia mientras Atlético y Barça empataban en el Calderón. El Barça se compensó en la final de Copa, que ganó, 4-3, con prórroga, al Valencia. Con Reina en la portería.
Reina siguió en el Barça dos temporadas más y el run-rún de la grada nunca cedió. Alternó con Sadurní, ya no en casa y fuera, sino por rachas. A comienzo de la 73-74 se marchó al Atlético, donde completó una gran carrera. Sadurní se retiraría en el Barça en 1976, tras 16 temporadas en el club, récord para un portero, y con 465 partidos. Pero la salida de Reina no tuvo que ver nada con esa competencia:
—Yo tenía un negocio de textiles con 54 empleados. Lo llevaba mi hermano, yo no tenía tiempo. Estuvo de baja muchos meses, por un trasplante de hueso de la tibia a la columna. Dos sinvergüenzas, el encargado de almacén y el jefe de ventas, me hicieron un agujero de 32 millones. Tuve que declarar suspensión de pagos...
Al Barça no le hacía gracia que un jugador suyo declarase suspensión de pagos. Reina empezó a notar que le miraban mal. A través de Antonio Camacho, que era perejil de muchas salsas, entró en contacto con Santos Campano, vicepresidente del Atlético. Le ficharon por 12 millones.
—Calderón me pagó por adelantado la ficha de cinco años. Fue un segundo padre para mí. En tres años levanté la suspensión de pagos y recuperé bienes de Córdoba que me habían embargado: mi restaurante y la casa de mi padre.
Sadurní recuerda así aquellos días. "El público se puso en contra de Reina. No fue culpa de nadie". Reina lo ve igual. Y descarta que le atacaran por ser forastero:
—¡Más que conmigo se metían con Martí Filosía, que era de allí! Un gran chico. Y ya que va a escribir de esto, ponga una cosa bien clara: el puesto de portero no es propiedad de nadie. Juega el que convenza al entrenador. No hay más.