Durante años, las discusiones entre madridistas y atléticos solían acabar así:
—¿Pero qué dices, chalao? ¡Si vosotros no os fuisteis a Segunda porque os dejamos a Grosso!
—¡Ya estás otra vez con aquello! ¡Siempre que no tenéis otra cosa que decir salís con lo mismo…!
El inicio de los sesenta fue una época de oro para el Atlético: ganó la Copa en 1960 y 1961, en sendas finales en el Bernabéu ante el Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento. Ganó la Recopa en 1962, fue finalista de la de 1963. En la Liga, siempre por arriba. Pero la temporada 1963-64 empezó mal. El club había emprendido la construcción de un nuevo estadio (el de hoy, junto al río) y mientras no consiguiera vender los terrenos del viejo, el Metropolitano, el empeño le excedía en lo económico. Los refuerzos del verano fueron débiles. Buenos jugadores de Segunda División, sólo eso.
Para mayor complicación, Collar, capitán, internacional y canterano, se declaró en rebeldía porque le habían incumplido la promesa de que siempre ganaría tanto como el que más. Supo que Ramiro ganaba más y se plantó. Por parecidos motivos dejó de jugar Mendoza, astro de la delantera. Eso y las lesiones recurrentes de Jones y Adelardo debilitaron mucho el ataque. Aunque Collar cedió en su postura (y luego Mendoza, pero éste tuvo que pasar por el quirófano), en el ataque se solía componerse con uno o dos titulares junto a nombres que al aficionado de hoy le dirán poco: Aramburu, Polo, Ribes, Loma, Olalde, Trallero… El Atlético llega a ser colista tras las jornadas séptima, novena, décima y undécima. La Liga era de treinta jornadas.
El 1 de enero juega partido de Copa de Ferias contra la Juve. En el Bernabéu, por cierto. El escenario se debe a que el presidente atlético, Javier Barroso, gran amigo de su homólogo madridista, Santiago Bernabéu, desde los tiempos en que ambos fueron futbolistas, manejaba la idea de que el Atlético jugara en el Bernabéu una temporada, mientras se vendía el Metropolitano y con ese dinero se terminaba el nuevo campo. La Juve, con Del Sol en sus filas, muy aplaudido por los socios madridistas (que entraron gratis), ganó 1-3 y eliminó al Atlético. Monzeglio, entrenador de la Juve, declaró: “He visto al Atlético muy mal, está desmoralizado y me ha dado lástima”.
Cae Tinte, el entrenador. Le sustituye Escudero, mientras aparece un sucesor en firme, que será Barinaga. El 5 de enero, Escudero dirige el partido, con Barinaga al lado. El Atleti gana apuradamente (3-2) al Pontevedra en el Metropolitano. Termina la primera vuelta tercero por la cola.
Barinaga pide reforzar el ataque y se tantea a Veloso, del Depor, y a Abel, del Racing. Pero no hay dinero. Entonces surge una idea: en el Plus Ultra, que vuela en Tercera División, con 14 victorias y un empate en 15 partidos, despunta un joven delantero, Grosso, ya conocido en los ambientes del fútbol desde que jugaba en el juvenil del Madrid, con Julio Iglesias entre otros. El curso anterior había marcado 71 goles en el Madrid Amateur. Era habitual de la Selección Amateur (7 partidos, 8 goles), que lucha para clasificarse para Tokio. Acababa de cumplir 20 años. Llevaba 13 goles en 15 partidos en el Plus Ultra. Alguien sugiere que puede ser la solución. Claro, que hay que pedirle el favor al Madrid…
Borrachero, presidente del Plus Ultra, trata de resistirse, pero no hay nada que hacer. El viernes 10, a las 20.15, se firma el acuerdo: Grosso, aún amateur, jugará como cedido en el Atlético hasta el 27 de abril, cuando finalice la Liga. ¿Y para la Copa? (Entonces se jugaba después). Para la Copa, no. Antonio Calderón, gerente del Madrid y tipo que no gastaba cumplidos, lo explica con una imagen muy gráfica. “Yo presto mi coche para llevar un enfermo al hospital, no para ir a dar un paseo”. Se trataba, en suma, de ayudar al Atlético a eludir el descenso. Y se aclara que no jugará contra el Madrid.
Y esa responsabilidad cae sobre los hombros de Ramón Moreno Grosso. Sus palabras son prudentes. “¿Es usted el salvador del Atlético?”. “¿Yo? Yo no soy nadie. Estoy empezando y tengo mucho que aprender”.
Y así llega el domingo 12, ya con Barinaga en el banquillo. El Atlético repite en el Metropolitano (empieza la segunda vuelta) y el rival es el Murcia. El partido se televisa a toda España. En el minuto 84, con 1-1 y el público sufriendo, Grosso ve venir un balón desde la derecha y en impecable chilena consigue el 2-1.
El Atlético despierta con él: gana en Valladolid, empata en Zaragoza, gana al Barça en el Metropolitano, empata en Sevilla, recibe al Levante y le golea, empata en Oviedo con gol de Grosso, luego recibe y gana al Athletic… Cinco victorias y tres empates. La semana antes de la visita del Madrid, Grosso descansa ante la visita del Elche, para probar un ataque sin él. El Atlético pierde los dos partidos. Así que Grosso no sólo es salvador, es talismán. Pasado el partido del Madrid vuelve al equipo. El Atlético, que era decimocuarto cuando llegó él, termina la Liga en el séptimo puesto. Grosso sólo ha marcado tres goles, pero el eco del primero, su buen trabajo general y su condición de talismán le hacen célebre.
Y todo se acelera. El Madrid le incorpora para la Copa y debuta precisamente… ¡ante el Atlético! Un Atlético muy cambiado. Barroso ha dado paso a Calderón, que ha cerrado la venta del Metropolitano, ha reemprendido las obras del nuevo estadio y ha fichado a los béticos Colo, Martínez, Luis y Matito y al hondureño Cardona. Todo tiene otro aire.
La ida, en el Bernabéu, la juega el Madrid con diez suplentes, porque faltan tres días para la final de Copa de Europa contra el Inter. Es el día del debut de Grosso. Los suplentes van ganando 2-0 cuando el Bernabéu empieza con la rechifla del “¡Olé! ¡Olé!” (es la primera vez que escuché, creo que nació ahí) y el Atlético se encorajina y empata. Para la vuelta, en el Metropolitano, Di Stéfano no es convocado. La derrota en la final ante el Inter habrá sido su último partido en el Madrid. Su mítico nueve lo carga Grosso, que regresa al Metropolitano vestido de blanco. Nuevo empate y el sorteo fija el mismo escenario para un tercer partido. Ganará el Atlético, pero Grosso marcará ese día su primer gol como madridista. En cinco meses, pasa de jugar Tercera a llevar el nueve de Di Stéfano. Y en el camino se ha hecho una leyenda de salvador del Atlético.
Le esperaban 12 años de gloria en el Madrid, con el 9 de Di Stéfano. Las necesidades del equipo le hicieron abandonar el eje del ataque para convertirse en un tragamillas del mediocampo, con Pirri y Velázquez. Renunció a goles y a brillo en bien del equipo. El suyo fue el Madrid ye-yé, el de la sexta Copa de Europa. Un Madrid de grandes jugadores, como otros antes y otros después.
Pero sólo uno fue capaz de salir en un mismo año en las portadas de los boletines del Atlético y del Madrid: Ramón Moreno Grosso. Para el fútbol, Grosso a secas.