—¡La etapa de hoy la televisan en directo!
Era el 8 de julio de 1964 y la noticia corrió de boca en boca. Todavía no había televisores en todas las casas, pero sí en algunas, y desde luego en todos los bares. Y, si no, se podía ver en los escaparates de las tiendas de electrodomésticos, que en caso de transmisión deportiva encendían los aparatos.
La etapa prometía. Bahamontes, ganador del Tour de 1959, había sido segundo en el de 1963.
Acumulaba ya cinco premios de la montaña, y andaba detrás de ese Tour. Estaba en pugna con Anquetil y Poulidor, los dos ídolos de Francia. Los recorridos se habían ido haciendo cada vez más a la medida de Anquetil y menos a la de Bahamontes, pero éste había adquirido un saber estar en la carrera que le había faltado en sus primeros años. La gente lo decía:
—Si hubiera corrido siempre así, ya llevaría cuatro Tours por lo menos. ¡Si no se hubiera dedicado solo a la montaña!
Sí, se había dedicado solo a la montaña en sus primeros años, pero ahora había aprendido a rodar en el llano, y a defenderse bien contra el reloj, lo que minimizaba las pérdidas.
Le estaba saliendo en España un competidor, Julio Jiménez, El Relojero de Ávila, porque había trabajado de chaval en la relojería de su primo. Con 30 años, corría su primer Tour. Había tenido muchas dificultades y muy mala suerte hasta encontrar un hueco en el ciclismo profesional, a base de peleárselo en carreras menores por toda España. Por fin, a los 28, le fichó el Faema, un equipazo, pero que al Tour no le llevaba, porque en la prueba francesa sólo quería rodadores al servicio del gran Van Looy. Sólo cuando pasó al Kas, tras ganar el Campeonato de España, pudo por fin ir al Tour. Y ya había ganado una etapa, la decimotercera, Perpignan-Andorra, con una colosal ascensión a Envalira. Algunos decían que Bahamontes estaba celoso de ese relojerito que subía tan bien. Bahamontes hacía como que no le miraba, como que su única preocupación era Anquetil. Él también llevaba ya ganada una etapa de montaña, la octava, Thonon-les-Bains-Briançon. Pero…
El día 8, el de la etapa en directo, víspera del cumpleaños número 37 de Fede, la etapa es de bigote: Luchon-Pau, con el Peyresourde, el Aspin, el Tourmalet y el Aubisque… Y una pega: desde la última cima hasta la meta de Pau, quedan 60 kilómetros.
Bahamontes, que tiene a Anquetil a 2m31s en la general, ataca de salida, echándose sobre las primeras rampas del Peyresourde como un león. Tras él salta Julio Jiménez. Ambos se unen durante un rato, pero luego se miran desconfiados, se atacan, se vigilan. Una foto muy comentada el día siguiente les muestra rodando en paralelo, sin apoyarse. Sus respectivos directores, Raoul Rémy (del Margnat Paloma, el de Bahamontes) y Dalmacio Langarica (del Kas, y que había dirigido a Bahamontes en la victoria de 1959) parlamentan y pactan. El acuerdo es así: que se releven, que Bahamontes deje coronar a Julio Jiménez en cabeza los cuatro puertos, para que se haga con el Gran Premio de la Montaña, y Julio Jiménez le apoyará a muerte al final, en la cabalgada hasta Pau, para que Bahamontes consiga la mayor ventaja posible.
Luego lo que pasó no fue exactamente así. Los dos lo cuentan de distinta manera, y aún al cabo de los años he disfrutado más de una vez con la discusión entre ambos:
Julio Jiménez: “¡Quedamos en que yo pasaba delante los cols y tú me esprintabas!”.
Bahamontes: “¡Eso no es verdad! ¡Si te llego a esprintar de qué ibas a haber pasado tú primero! ¡Lo que pasa es que yo quería que tú fueras más deprisa y tú racaneabas, sólo querías los puntos para quitarme la Montaña!”.
Julio Jiménez: “¡Yo te decía que había que regular un poco más, que si no acabaríamos agotados!”.
Bahamontes: “¡Claro, eso te convenía a ti, ir cómodo y coger los puntos! ¡Pero yo tenía que hacerle el mayor hueco posible a Anquetil!”.
Bahamontes (a la izquierda) y Julio Jiménez./ as
El caso es que galoparon juntos sobre el Pyresourde, el Aspin y el Tourmalet, todos los cuales coronó por delante Julio Jiménez, según Bahamontes porque le dejó y según Julio Jiménez en buena ley, mientras su compañero le esprintaba. Ya metidos en el Aubisque, Julio Jiménez empezó a flojear, le pidió a Bahamontes que regulara, que le dejara reponerse un rato, que así recuperaría después el ritmo y que luego le haría todo el trabajo hasta Pau. Pero Bahamontes no quiso esperar, le dejó, coronó el Aubisque en solitario y se lanzó hacia Pau. Pasó por la cima con 3m35s sobre Julio Jiménez y 6m13s sobre el grupo de Anquetil, Poulidor y todos los gallos de la época. Jiménez, muerto de sed, para en la bajada y entra en un bar para comprar una Coca-Cola (Entonces el coche de equipo no podía dar bebida). Cuando llegan los gallitos se pone a la cola.
La persecución es despiadada. Bahamontes se parte el pecho los 60 kilómetros de descenso y llano, en solitario, perseguido por lo más florido del Tour: Anquetil, Poulidor, Janssen, Junkermann, Desmet, Groussard, Gabica, Adorni, Kunde y Esteban Martín. Julio Jiménez iba a cola de pelotón. Tiraban todos menos Esteban Marín (coequipier de Bahamontes, buen escalador, que había dedicado toda la etapa a marcar a Anquetil) y Julio Jiménez, que a duras penas se mantenía a rueda.
Ante la tele, los españoles nos comíamos las uñas. No teníamos referencias tan frecuentes como se dan ahora, pero se notaba a ojos vistas que le comían terreno. Dolió ver que Gabica entraba alguna vez al relevo, pero él luchaba por la clasificación por equipos del Kas, que tenía dos hombres en la fuga. O quizá cosa de Langarica, por lo cabezota que había sido el toledano. Con todo, Bahamontes entró ganador, con 1m54s de ventaja sobre el grupo, a lo que sumó el minuto de bonificación. El sprint del grupo lo ganó Janssen, así que Anquetil no bonificó y en total cedió 2m54s con Bahamontes. El toledano quedó segundo en la general, con sólo ya Groussard por delante, líder por una lejana escapada cuya renta iba agotando. Anquetil quedaba tercero.
Anquetil tomaría el amarillo el día siguiente, en la contrarreloj. En el Puy de Dôme aún habría una gran batalla, terminada con Julio Jiménez primero, Bahamontes segundo, Poulidor tercero, Adorni cuarto y Anquetil quinto. De ese día es la foto de los dos franceses cargándose ferozmente hombro con hombro. Al final, Anquetil ganó el Tour, Poulidor fue segundo y Bahamontes tercero… y Premio de la Montaña por sexta vez.
Julio Jiménez aún dice: “Fue un cabezota… Si me hubiera dejado reponerme en el Aubisque, podría haber ganado ese Tour”. Bahamontes dice: “Si le espero, me cazan todos esos, como a él…”. Se estaba preparando el relevo. El año siguiente, Bahamontes abandonaría y Julio Jiménez ganaría el primero de sus reinados de la montaña. Pero esa es otra historia…
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Gracias por estos artículos excelentes.
Publicado por: Kim | 15/07/2013 8:39:26