Había llegado a Primera hace cincuenta años en circunstancias mágicas. A dos jornadas del final, le bastaba con un punto. Aquel día visitó Pasarón nada menos que el Celta de Vigo, primadísimo por el Español y por su propio orgullo de gran club de la provincia que no se quería ver desplazado. El Celta se adelantó en el marcador, jugó bien y con serenidad. El Pontevedra estaba nervioso. No había manera. A Ceresuela, el ariete, se le desató una bota y salió a atársela en el fondo de la portería Norte. El público se impacientó con él, pero un gris (a los policías nacionales se les conocía entonces así, por el color del uniforme) le dijo:
—¡Te has sentado sobre un ajo! ¡Ahora meterás el gol!—
Al poco hubo un córner. Quedaban ocho minutos. Sacó Recalde, rechazó de puños Cantero, el balón le cayó a Ferreiro, que lo tocó de costado a Ceresuela… Y éste, desde el borde del área, con la frase del gris acudiéndole a la mente golpeó con toda su fe y lo puso en la escuadra. El Pontevedra ya era de Primera aun perdiendo en la última jornada, que se jugaría en El Sardinero. Desde entonces se conoce a la portería Norte la portería del ajo. Era el 14 de marzo de 1963.
La ciudad vivió apasionada en primer ascenso, preludio de una época gloriosa. Y eso que costó asentarse. La 63-64 acabaría en descenso, pero había el presentimiento de algo bueno. La gente estaba tan volcada que eso no podía ser fugaz. Una colecta organizada desde las ondas de Radio Pontevedra por Fuentes Mora y Ricardo Barajas había conseguido recaudar un millón de pesetas. Pasarón se llenaba y la pasión con que se vivía allí el fútbol la describe muy bien en sus memorias Xosé Fortes, uno de los nueve oficiales procesados en la Transición por pertenecer a la UMD. Ocurrió que, en el periodo en que fue teniente de la Policía Armada (o sea, de los grises), le tocó tutelar los partidos de Pasarón. Entre ellos, la primera visita del Real Madrid, el 1 de abril de 1964, justo el día del XXV aniversario de La Victoria. Era aún aquel Madrid cuya alineación terminaba por Di Stéfano, Puskas y Gento. El ambiente era apasionadísimo, porque el público juzgaba el arbitraje descaradamente parcial. Al descanso, pese a un gol de Ceresuela en el minuto 42, el árbitro, González Echevarría, no podía ganar el túnel. Tuvo que ser protegido por la policía. Pálido, temblando, se encomendó a Xosé Fortes con estas palabras:
—Teniente, mi vida está en sus manos—.
Fortes contestó con sabiduría gallega:
—No estoy seguro. Me parece que está más bien en las suyas—.
En la segunda mitad, cuentan, el arbitraje cambió de tono y el partido terminó con la victoria del Pontevedra por 1-0.
El equipo bajó al término de ese curso, pero subió un año más tarde. Con jugadores de poca celebridad, pero bien buscados, se creó un grupo del que empezó a decirse que era “un hueso duro de roer”. Un día apareció en el Insular de Las Palmas, con ocasión de la visita del Pontevedra, una pancarta con un hueso pintado y la leyenda “Hai que roelo”, llevada por unos pontevedreses que vivían allí. Aquello hizo fortuna y se conoció al equipo como el “Hai que roelo”. Antes se le había llamado “Atila, rey de los Hunos”, porque en Pasarón siempre daba un uno en la quiniela.
De pie, Celdrán, Azcueta, Batalla, Cholo, Calleja, Vallejo; Fuertes, Martín Esperanza, Ceresuela, Neme y Odriozola.
El gran día llegó el 28 de noviembre de 1965, cuando, segundo en la tabla, recibió al líder, el Atlético. Llegaron cincuenta autobuses de atléticos, y coches privados con matrículas de muchas provincias próximas, porque el Atlético siempre tuvo afición por todas partes. Una gran pancarta paseada por la calle desde la mañana ponía: “Llegó el can”. En el campo se vería una réplica: “Pouco can para tanto oso”. El partido lo radió en directo la emisora La Voz de Vigo para México, con locución de Villot. Pontevedreses emigrados pusieron un millón de pesetas para lograrlo.
Y ocurrió que ganó el Pontevedra y saltó así al liderato. Ese día jugaron. Celdrán; Azcueta, Batalla, Cholo; Calleja, Vallejo; Fuertes, Martín Esperanza, Ceresuela, Neme y Odriozola. Es el once del “hai que roelo” que saltó a la historia, aunque también alternaron en ese equipo con frecuencia el meta Cobo, el lateral Irulegui y los delanteros José Jorge y Roldán II, entre otros. Fue el éxtasis.
MARCA publicó entonces un reportaje desvelando a toda España algo que en Pontevedra no era ningún secreto, pero que fuera de allí se desconocía: el capitán, el lateral izquierdo Cholo, era conductor de trolebús de la ciudad. Cholo había nacido en las cocheras del tranvía, donde su padre era el encargado. Su hermano mayor había conducido primero el tranvía, y luego el trolebús. Él mismo había empezado muy joven a trabajar en eso y no lo había querido dejar. En parte porque como jugador no ganaba mucho, en parte por lealtad a la tradición familiar, en parte porque sabía que el fútbol acababa pronto, o aún antes, si te pilla una lesión, en parte porque le gustaba… Además, le permitían ajustar los horarios a los entrenamientos. A la gente le gustaba pillar el trole de Cholo aunque no le podían dar la lata. Por entonces, los vehículos públicos llevaban un cartel muy visible en el que ponía: “Prohibido hablar con el conductor”.
El asunto fue hasta portada en Pravda, el gran diario de Moscú, que destacó en primera página que en el superprofesional fútbol español era líder un equipo cuyo capitán no era un millonario, sino un honrado conductor de trolebús urbano. De tal publicación se supo aquí por Radio España Independiente, La Pirenaica.
Al Pontevedra se le televisó bastante y siempre se enfocaba alguna pancarta del “Hai que roelo”. Un día, en Zaragoza, pasó algo extraordinario. Era noviembre del 68. El partido televisado iba a las ocho, una vez concluidos todos. Antes del encuentro, a Batalla consigue localizarle en el estadio su mujer, que está excitadísima: ha hecho una quiniela, y tiene trece aciertos. Aunque ella es de Valladolid, por una vez no le puso un 1 al Valladolid, sino una x, y a falta del Zaragoza-Pontevedra tiene pleno. Si hay empate en Zaragoza, tendrán catorce. La noticia circula entre bambalinas del estadio y en el descanso, Matías Prats lo comenta. Para entonces el Pontevedra gana 0-1. En el minuto 85, un jugadón de Fuertes permite a Roldán II hacer el 0-2. Pero en una reacción mágica el Zaragoza empata en tres minutos. ¡Y Batalla era el defensa central! Fue uno de los veintisiete acertantes de catorce esa jornada, por lo que cobró 1.152.705 pesetas. Su ficha anual era de 400.000. Lo pasó mal, aunque nadie llegó a sospechar seriamente de él. Eso sí, dio lugar al debate de si a los jugadores se les debía prohibir apostar en las quinielas.
Todo terminó en el curso 69-70. La gran generación, reunida con poco dinero y mucha visión, había envejecido y los relevos no pudieron mantener aquello. El Pontevedra se fue hundiendo en la noche del fútbol. Hoy está en Tercera, con un campo magnífico. Pero nadie se olvida de aquello. El otro día, paseando por el casco antiguo de Pontevedra (un gran desconocido) mi mirada topó de refilón en la Rúa das Pontes con una foto añeja colgada a la entrada de una sencilla peluquería. Era la foto del once que batió al Atlético y se puso líder. Encima, estaba pegado el recorte de un titular de periódico que rezaba: Hai que roelo.
No, nadie se olvida.