La teoría de que los jugadores británicos no funcionan fuera de las islas tiene una gran excepción: John Charles, Il Gigante Buono. El mejor jugador galés de nunca, hasta que Bale consiga desplazarle de ese podio simbólico, si lo consigue. Triunfó en el Juventus a caballo de los cincuenta y los sesenta, disputó una eliminatoria de Copa de Europa extraordinaria con el Madrid y se retiró dejando muchos goles y una estela de deportividad que no se olvida.
Nació en Swansea y estaba destinado a ser minero. Pero era tan grande y fuerte que los amigos le animaban a que probara en el deporte. Le empujaron al boxeo, pero era demasiado buena gente para sacudirles a los demás. No le gustó. Luego le tentaron con el fútbol y de él hizo su vida. El Leeds, entonces en Segunda, supo de él y le fichó cuando aún tenía 15 años. Debutó en el primer equipo con 17 y con 18 ya era el internacional más joven en la historia de Gales. Sus remates ayudaron subir al Leeds, y en la 56-57 fue máximo goleador de la Liga, con 38 goles. Ese mismo verano le fichó el Juventus por 105 millones de liras, 65.000 libras, cantidad jamás pagada antes por un jugador británico. Para convencerle se desplazó allí en persona Umberto Agnelli, entonces joven presidente del club. Padre del actual.
En la Juve formó una tripleta central de ataque con Boniperti y Sívori en los interiores. Se les llamó Il Trío Mágico. Empezó mal. Demasiado tímido y noble. Le costaba adaptarse. Un día, el chispeante Sívori (un diablo argentino, de medias caídas, juego exquisito y pícaro, pero al tiempo fullero y provocador) le dijo tras un partido:
—A ver si espabilas, John, a ver cuándo te vemos.
Los compañeros contaron que fue la única vez que se le vio enfadado. Se levantó, con su 1,93 (y sus 88 kilos) y amenazó con el dedo al pequeño insolente:
—¡A John no se le dice eso!
Y de repente rompió a jugar bien. Al final de ese curso había sido capocannoniere con 28 goles, que le dieron el título a la Juve. El décimo, el que valió la primera estrella sobre el escudo. Ese verano fue al Mundial, el único al que ha acudido Gales. Llegaron a cuartos, pero no pudo jugar el partido decisivo, ante Brasil, que Gales perdió 1-0, con el primer gol mundialista de Pelé. Volvió a ganar las Ligas 59-60 (doblete con la Copa) y la 60-61. En 1959 fue Balón de Bronce, tras Di Stéfano y Kopa.
John Charles, con el Juventus.
John Charles y Sívori hicieron una extraña cuan eficaz pareja. Gigante, pausado y deportivo el uno, pequeño, regateador, agitado y bronquista el otro. Pero amigos del alma, después de aquella pequeña advertencia. La pareja se rompía cuando, por necesidades ocasionales, John Charles jugaba de central o medio defensivo, cosa que pasaba con relativa frecuencia, lo que valora aún más sus registros goleadores. Era igual de bueno en cualquier puesto. Y siempre modelo de fair play.
En esas hubo una eliminatoria tremenda contra el Madrid. Era la séptima edición de la Copa de Europa, la 61-62. Tres partidos en febrero del 62. El Madrid tuvo que volar por Niza, porque había revueltas y huelgas en Italia y el aeropuerto de Turín estaba cerrado. Tuvieron que hacer una noche en autobús y al llegar al hotel a descansar, el mismo día del partido, se encontraron con una tremenda manifestación antiespañola. En el ambiente de protesta izquierdista que había provocado las huelgas, prendió la idea de que no se debía permitir jugar en Turín a un equipo de la España de Franco. Uno de los manifestantes se coló en el hotel y habló con Di Stéfano. Le razonó que no debían jugar, que debían sumarse a ellos. Di Stéfano le dijo que esa decisión no le correspondía a él, sino a la directiva, y que hablara con Muñoz Lusarreta, vicepresidente que había viajado con el club. Lusarreta llegó a esconderse tras una columna, para que no le pillara, cuenta Di Stéfano en sus memorias.
El partido se jugó, en suma. John Charles bajó a la media, a vigilar a Di Stéfano, del que siempre diría que fue el mejor jugador que conoció. Ganó el Madrid por 0-1, gol de Di Stéfano. A la semana fue el partido de vuelta. La Juve (medias blancas, pantalón blanco, camisa a rayas blancas y negras como equipación habitual) viajó con su segundo uniforme, todo negro, como fue el de sus orígenes. El árbitro, el francés Guiguen, no había previsto tal cosa y también iba de negro. Era un lío. “Veíamos al árbitro y le gambeteábamos”, me diría Di Stéfano años después. Así que en el descanso, antes de sacar de centro, exigió al árbitro que se cambiara. Este accedió, fue al vestuario y se puso lo único que pudo proporcionarle el Madrid: una camiseta morada (la segunda del club) que se puso del revés, para que el escudo quedara por dentro. Se sintió tan mal que a su regreso a Francia renunció a arbitrar nunca más.
Aquel partido lo ganó la Juve, 0-1, gol de Sívori a balón que le bajó con la cabeza John Charles. Su juego de cabeza era tan preciso que una vez declaró: “Otros tienen dos manos, yo tengo tres”.
Aquel fue el primer partido de Copa de Europa que perdía el Madrid en el Bernabéu desde que se creó la competición. Hubo desempate en París, ganado por el Madrid 3-1 en una noche en la que Sívori se peleó con todos y todos con Sívori. Le dieron más que una estera. En la noche, en la cena entre los equipos (hasta ese día eran usuales, al estilo del tercer tiempo en rugby) hubo discusiones y amago de gresca. Los más calientes (Del Sol, Pachín…) se querían citar con Sívori para pegarse fuera. Del Sol le siguió después de la cena hasta el autobús, retándole a que bajara para pegarse. John Charles retuvo a su compañero. Bernabéu suspendió desde esa noche las cenas tras los partidos. Y, lo que son las cosas, en verano Del Sol ficharía por la Juve y se haría a su vez gran amigo de Sívori.
El Gigante Bueno declinó poco a poco, como todos. Volvió al Leeds fugazmente, pasó al Roma, acabó en el Cardiff. Se quedó a vivir en la isla, entre Gales e Inglaterra. Le colmaron de honores. En 2002 le nombraron Caballero del Imperio Británico. Pero en Italia no le olvidaron. De vez en cuando se le entrevistaba, se le invitaba. Un domingo de enero de 2004 estaba en Milán, para intervenir en el célebre programa La Domenica Sportiva, cuando tuvo un ataque cardíaco que conmocionó a Italia. Le operaron de urgencia, a corazón abierto. Sívori le visitó continuamente en el hospital. Pareció repuesto, le trasladaron a Inglaterra, pero murió allí el 21 de febrero de ese año.
Jugador grande. Un día le llegué a preguntar a Santiago Bernabéu si no había tenido alguna vez la tentación de ficharle. Me dijo: “Todo buen equipo tiene que tener dos argentinos y ningún inglés”. Le pregunté que por qué y me dijo con sencillez que eran demasiado cándidos, demasiado deportivos, que carecían de malicia. Lo contrario que los argentinos. Entonces recordé que a John Charles los italianos le habían bautizado como Il Gigante Buono.
Hay 4 Comentarios
Alfredo, es un verdadero placer leerte.Aparte de bien documentado sabes contarlo de una manera extraordinaria.Enhorabuena.Un saludo desde Astorga, en León.
Publicado por: Jim | 03/10/2013 12:14:34
Sr. Relaño bien traido el tema, aunque con errores como le recuerdan otros comentaristas. A mi me gustaría saber cuando va usted a hablar de las nuevas pruebas que han aparecido este año y demuestran que el Madrid lleva 60 años engañando a la gente y que confirma que lo de Di Stéfano fue un robo en toda regla. Le dejo los documentos oficiales que lo certifican y que ustedes en Madrid ocultan: http://xurl.es/j5yat
Publicado por: Mls | 07/09/2013 23:59:31
Lo de los jugadores británicos que no funcionan bien fuera de las islas es una teoría que últimamente se repite mucho, pero no por ello es cierta. Sin ir más lejos y en la liga española se puede hablar de varios jugadores que cuajaron muy buenas temporadas: Aldridge, Lineker, Beckham...
Publicado por: Xavi | 02/09/2013 13:00:31
Don Alfredo, le suena un tal Ryan Giggs? Sabe que es galés? Ya podía ser bueno John Charles para proclamarle en este artículo como el mejor jugador galés de la historia, omitiendo a Giggs de la pugna directamente. Ya solo podrá superarle según usted Bale. De verdad cree que conseguirá los títulos que consiguió Giggs? Llegará a jugar MIL PARTIDOS como los que ha jugado The Welsh Wizard?
A parte de esto, me gustó su artículo.
Publicado por: Samuel | 02/09/2013 2:27:29