Memorias en Blanco y Negro

Sobre el blog

Este blog pretende rescatar la memoria vivida en el deporte.

Sobre el autor

Alfredo Relaño

es director de AS y antes de ello fue sucesivamente responsable de los deportes en El País, la SER y Canal +. No vio nacer el cine, como Alberti, pero sí llegó al mundo a tiempo de ver jugar a Di Stéfano y Kubala, escalar montañas a Bahamontes y ganar sus primeras carreras a Nieto. ¡Y ya no se morirá sin ver a España campeona del mundo de fútbol!

Kubala-Oliva, ‘el Caso K.O.’

Por: | 27 de octubre de 2013

El 5 de abril de 1953 el Real Madrid visitó Les Corts, el viejo campo del Barça. A cinco jornadas del final, la cabeza de la Liga está apretada: Valencia, 35 puntos; Español, 34; Real Madrid, 33; Barcelona, 32… De modo que lo que tenemos en Les Corts es un partido entre dos aspirantes. En el Madrid aún no está Di Stéfano, pero tiene un paquete de grandes jugadores. Juanito Alonso, Navarro, Muñoz, Zárraga, Olsen, Pahíño, Molowny… El Barça, nucleado en torno a Kubala, es el campeón, ha hecho doblete el curso anterior. Es aquel Barça de la delantera que cantó Serrat: Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Arbitra Juan Gardeazábal, debutante en Primera División esa temporada. Era su primer partido de tanta envergadura. El tiempo hará de él el mejor árbitro español de siempre, según criterio general. Fue el único español que llegaría a arbitrar en tres Mundiales y se retiraría cargado de prestigio.

Pero ese día tomó una decisión muy polémica. El partido había empezado con cierta normalidad, juego de ida y vuelta y mejor el Barça, que en el minuto 15 marca por medio de Moreno. No mucho después, Gardeazábal advierte un altercado entre Kubala y Oliva. El azulgrana ha hecho una tijereta y casi golpea a Oliva, que se queja. Discuten, se zarandean, se golpean… Gardeazábal, que ha seguido el juego, se vuelve, les ve en plena faena y expulsa a ambos. El partido queda nervioso y alterado, se hace más duro. El público culé se ha inquietado por la expulsión de Kubala, sobre el que se teme que caiga una sanción que debilitaría al Barça en el decisivo tramo final. Encima, Basora y Manchón renquean por duras entradas sufridas. ¡Parece que el Barça se va a quedar sin delantera para la inminente visita al Español!

El partido acaba así, 1-0, tras dos paradones de Velasco en el último minuto. El Barça, que ha acabado exhausto, adelanta al Madrid en la tabla. Pero en los vestuarios de lo que se habla es del incidente. Samitier, secretario técnico del Barça, repite indignado que Oliva le ha llamado “extranjero” a Kubala. “¡Eso no tiene explicación! ¡Kubala es español como el que más! ¡Él es español porque lo ha elegido!” Oliva, que es catalán y ha pedido permiso al Madrid para quedarse en Barcelona hasta el martes, quita hierro al asunto y declara: “No hubo agresión entre Kubala y yo, sólo un forcejeo”. Sus palabras serán luego invocadas en el Comité.

Y empieza una feroz batalla de despachos. Desde Barcelona se trata de minimizar el asunto como un intercambio de empujones que no podría ser calificado más que como desconsideración mutua. Según esa versión, Gardeazábal se habría precipitado en la expulsión, sería más lo que habría creído ver que lo que vio, los jugadores no merecen otro castigo que una multa. Desde Madrid, se pone énfasis desde el mismo día del partido en que Gardeazábal ha hecho constar en el acta “agresión mutua”. No se trataría de empujones, sino de bofetadas.

En aquel tiempo, la agresión se sancionaba con de cuatro partidos a ocho; repelerla, con de dos a cuatro. Los cuatro partidos que le quedaban al Barça eran de aúpa, sobre todo los dos primeros: Español, Valencia (otros dos aspirantes), Valladolid y Atlético de Bilbao. Quedarse sin Kubala para los cuatro, o incluso para los dos primeros, es una catástrofe. Para el Madrid, Oliva es menos estratégico y el calendario que le queda es más amable: Santander, Zaragoza, Real Sociedad y Celta. Kubala es el mejor jugador del campeonato sin discusión, Oliva sólo es el central titular del Madrid. Una doble fuerte sanción interesa al Madrid, que no tienen el menor interés en proteger a su jugador y se le nota. Un poco como reza ese proverbio persa, en el que sale un genio de la lámpara y le dice a su liberador que puede pedirle un deseo, pero al tiempo le advierte que a su enemigo le dará el doble.
—Que yo me quede tuerto—.

FotomierderLa tijereta de Kubala ante Oliva que provocó la polémica entre los dos grandes./ as

El miércoles, MARCA lleva en portada copia del acta manuscrita de Gardeazábal, que es inequívoca: “A los veinte minutos del primer tiempo, expulsé a los jugadores Ladislao Kubala Stecz, del C.F. BARCELONA, y Joaquín Oliva Gomá, del REAL MADRID por agredirse mutuamente con la mano, no pudiendo apreciar de quién partió la agresión”. Del acta había cuatro copias: una en la Federación, otra en el Colegio de Árbitros y dos en los clubes contendientes. Nadie tiene duda de que la copia publicada procede del Madrid. Español y Valencia están alineados también, obviamente, con la sanción dura. Ellos ganan por las dos partes, por la de Kubala y la de Oliva. Los ánimos se calientan en todas las partes implicadas, el tema se debate en la calle.

Acta en mano, son al menos cuatro partidos para cada uno de los protagonistas del que ya se llama a esas alturas Caso K.O. Pero en esas, Francisco Ramón Cenarro, miembro del Comité de Competición y delegado federativo en el partido, tercia con unas declaraciones polémicas: “Si sólo tuviéramos que fijarnos en los informes arbitrales para sancionar, ¿de qué serviría el Comité de Competición?”. Cenarro es personaje españolista, incluso había sido cinco años antes presidente del club, y su intervención indigna al mundo perico. Hace tiempo que se sabe que ha rebotado con los que en ese momento llevan el Español, pero nadie esperaba de un ex presidente algo así. ¡El Español tenía que recibir al Barça el domingo siguiente, y aspiraba al título!

Por su parte, Eulogio Aranguren, presidente del Comité de Árbitros y jugador del Madrid antes de la guerra, defiende el peso de carga de toda acta arbitral.

El jueves se reúne el Comité, a las siete de la tarde. La reunión dura más que de costumbre, hasta las nueve y media. Cuando acaba, salen apresuradamente, sin atender a la prensa, y remitiendo a una nota que “se entregará en breve”. La nota colma las expectativas del Barça: se amonesta a Oliva y se amonesta y multa a Kubala por “incorrección y desconsideración mutua”. Multa para Kubala, no para Oliva, lo que no se explica sino como un deseo forzado de disimular el favor. Hay más: en la misma jornada se habían pegado Becerril y Puchades en el Valencia-Málaga. Acogidos al revuelo, se salvan también de la suspensión. Para ambos también la cosa queda en amonestación y multa. ¡Sólo faltaba que hubieran suspendido al valencianista Puchades después de exonerar a Kubala! ¡Hubiera sido inimaginable!

El caso provocó un pequeño seísmo. Trascendió luego que la decisión había llegado por tres votos a favor, dos en contra y una abstención. Eulogio Aranguren dimitió a la mañana siguiente como presidente de los árbitros y de su puesto en el Comité de Competición. A los pocos días caería el Comité de Competición en pleno, vencido por el descrédito que le provocó esa decisión.

Kubala jugará los cuatro partidos restantes, el Barça los ganará, y con ellos, la Liga. También ganará la Copa. Segundo doblete consecutivo. Francisco Ramón Cenarro llegaría cuatro años después a la presidencia de la Federación Catalana gracias al apoyo del Barça.

El metro de Londres ignora a Di Stéfano

Por: | 20 de octubre de 2013

Esta semana se cumplen 150 años del nacimiento del fútbol. El feliz alumbramiento se produjo en una taberna inglesa, Freemason’s Tavern, en Great Queen Street, Drury Lane, en el centro de Londres. Por eso el metro de Londres homenajea estos días al fútbol, dando a sus bocas los nombres de grandes jugadores de la historia. Se han olvidado de uno.

Cuando se cumplieron cien años, la FIFA decidió celebrar el asunto por todo lo alto, con un partido entre los inventores, Inglaterra, y una selección del Resto del Mundo. Stanley Rous, presidente de la FIFA, en un guiño a América, encargó la selección al chileno Fernando Riera, que había llevado a los suyos al tercer puesto en el último Mundial. Fernando Riera, hijo de emigrantes mallorquines, era un avanzado. Consolidó la línea de cuatro defensas y muchos le achacan a él la invención de la trampa del fuera de juego. Había jugado en Chile y luego en Europa, donde también entrenó, de modo que se le tenía por un hombre que armonizaba bien dos escuelas que entonces aún se tenían por muy distintas: el talento y la técnica sudamericana con la preparación física y la disciplina táctica de los europeos.

Se fijó la fecha del 23, miércoles, para no chocar con los campeonatos locales. La llamada fue bastante bien atendida, pero hubo algunas ausencias notables. Sobre todo, Pelé. El Santos no le dejó ir. El Santos abusaba de Pelé, vivía de sus giras, y no quiso cederlo gratis et amore para una cosa así. Tampoco el Milan, campeón de Europa entonces, quiso ceder a Maldini y Rivera. Con todo, Riera consiguió reunir un grupo muy interesante, aunque con sólo tres americanos: Yashin (URSS), Soskic (Yugoslavia), Djalma Santos (Brasil), Eyzaguirre (Chile), Popluhar, Pluskal y Masopust (Checoslovaquia), Schnellinger y Uwe Seeler (Alemania), Kopa (Francia), Baxter y Law (Escocia), Eusebio (Portugal) y los madridistas Di Stéfano, Puskas y Gento, argentino, húngaro y español, respectivamente. Dieciséis.

Y empezaron los problemas. Los ingleses querían la máxima formalidad y en la época sólo se usaban cambios en los amistosos. La prensa inglesa y la propia FA rechazaban de plano las sustituciones. Concebían el partido como una revancha ante la historia del 3-6 sufrido diez años antes, en el mismísimo Wembley, ante Hungría. Sólo vencer al Resto del Mundo el día del centenario podría lavar esa afrenta. Si se admitían cambios, el partido perdería formalidad. Pero ¿cómo hacer viajar a estrellas mundiales para estar sólo en el banquillo? El XI FIFA haría cambios. Inglaterra era libre de hacerlos o no.

La víspera del partido, Saporta lleva a comer a la embajada española a los tres madridistas. Allí se enteran del debate, por la traducción que les hacen de los periódicos, y de los enormes elogios que acapara Gento: Centella española, Torero moreno del balón, Heredero de los capitanes de la Armada… Gento cumple justo ese día 30 años. Por la tarde hay entrenamiento, ante el Chelsea, arbitrado por el propio Riera, que le da vueltas al rompecabezas. Sí, habrá cambios, pero ¿con quiénes hará el once inicial? Hay una cuestión especialmente delicada: los interiores. Está Eusebio, del Benfica, fulminante. Está Puskas, ya con 35, pero aún ha marcado tres goles en la final de la Copa de Europa del 62 (ya había marcado cuatro en la del 60) y tiene un aura tremenda en Londres, desde aquel 3-6. Y está Law, escocés del Manchester United. Es bueno que haya un escocés en el equipo inicial. El medio Baxter no da tanta talla…

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Di Stéfano, con Puskas tras él, capitanea al ‘Resto del mundo’ que se midió a Inglaterra en el centenario del fútbol./ as

Hay negociaciones en el desayuno, en el que a Di Stéfano le asombra cómo embuchan huevos con bacon los ingleses y plátano con yogur los alemanes. Le parece admirable que luego puedan jugar bien. Al final, Riera decide éstos: Yashin; Djalma Santos, Popluhar, Schnellinger; Pluskal, Masopust; Kopa, Law, Di Stéfano, Eusebio y Gento.

Puskas se queda fuera, pero con trato especial. El partido, a las tres menos cuarto hora española, televisado a treinta países y con Wembley abarrotado (90.000 libras de recaudación), está precedido de un sencillo protocolo. Los equipos salen juntos, en dos filas. En cabeza, los capitanes. Di Stéfano capitanea el XI FIFA, en eso no ha habido discusión. Pero tras él no van diez, sino once, y el que le sigue es Puskas. No viste con la camiseta azul y el pantalón blanco del resto, sino con el chándal rojo de los suplentes, pero va el segundo. Y cuando baja el Duque de Edimburgo, junto a Stanley Rous, a saludar a los jugadores con un pequeño séquito, Di Stéfano es el encargado de presentarle uno por uno a los demás… A su vez, tras ellos, Puskas deja la fila y hace lo propio con el Duque de Gloucester. Primer suplente, segundo capitán.

Inglaterra, que está a tres años de proclamarse en ese mismo campo de Wembley campeona del mundo, va con: Banks; Armfield, Wilson; Milne, Norman, Moore; Paine, Greaves, Smith, Easthman y Charlton. Sólo cuatro de ellos, Banks, Wilson, Moore y Charlton, jugarán la final de 1966, pero lo que sale es un buen equipo, juramentado a ganar en esa fecha tan señalada.

Y gana. Se nota la mayor conjunción. En la primera mitad, Yashin para una enormidad. Ese partido le valdrá el Balón de Oro de aquel año. El Resto del Mundo ataca menos, Gento se queda aislado, porque Eusebio tiende a moverse por todos lados. En la segunda mitad entran Soskic por Yashin, Eyzaguirre por Djalma Santos, Seeler por Kopa y Puskas por Eusebio. Sólo Baxter se queda sin jugar. Gento brillará entonces.

Soskic juega nervioso e inseguro, nada que ver con Yashin. Le recuerdo volatinero y con manos de mantequilla. En el minuto 54, el escocés Davidson (¡ay, ay, las rivalidades insulares!) anula mal un gol de Greaves, por ignorar la ley de la ventaja. En el 66, 1-0, de Paine. En el 82' jugadón Law-Gento-Puskas-Law con gol de éste, 1-1. Y en el 87, Greaves remacha un rebote de Soskic a disparo de Smith: 2-1.

Inglaterra ha ganado y se crece tanto que lanza la idea de una Liga Internacional de Selecciones, con el fin de superar su viejo y querido Torneo Británico, que se venía jugando desde 1884 con Escocia, Irlanda y Gales. La idea no cuajará. El propio Torneo Británico morirá cuando cumpla un siglo justo.
A los fifos les dan 60 libras a cada uno y el recuerdo de la foto, formados los dieciséis, antes de partido, y con las firmas de todos.

A Di Stéfano le quedó un recuerdo más: la foto en el centro del campo, intercambiando el banderín de la FIFA por el de la FA con Armfield, en presencia del escocés Hugh Davidson. Nunca llegó a jugar en un Mundial, pero fue capitán de la Selección FIFA en Wembley el día solemne del centenario del fútbol. ¿No hubiera merecido eso el nombre de una estación de metro en estas fechas? 

Aquel gol de Katalinski en Fráncfort

Por: | 13 de octubre de 2013

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Katalinski marca ante Iribar el gol que eliminó a España en el Mundial de 1974.

No crean que España se ha clasificado siempre con facilidad para el Mundial. Hubo veces que no fue así. De hecho, hemos faltado a seis, y si bien al de 1930, el primero, no fuimos porque no nos apuntamos, y el de 1938 nos pilló en guerra civil, a los de 1954, 1958, 1970 y 1974 no fuimos porque nos eliminaron antes. La última vez fue por culpa del gol de Katalinski, cuyo nombre quedó para siempre en el depósito de desdichas de nuestro fútbol, en aquella época en que tanto abundaron.

Kubala era el seleccionador. Optimista, expansivo, líder, creó un gran ambiente, los jugadores le querían porque era avanzado en métodos, cariñoso con ellos, les daba gran información… La prensa le respaldaba y la afición también. Pero ganó más batallas que guerras. Entró cuando ya estábamos eliminados para el Mundial 1970 y tras elevar el ánimo y ganar importantes amistosos no consiguió meternos en la Eurocopa de 1972. Nos eliminó la URSS: 2-1 allí y 0-0 en Sevilla. Primera decepción.

El siguiente objetivo era el Mundial de Alemania, en 1974. El sorteo nos mete en un grupo con Yugoslavia y Grecia. Empezamos con pinchazo, un 2-2 con Yugoslavia en Las Palmas, y eso gracias a un gol de Asensi en el segundo minuto del descuento. La decepción es enorme, llueven las críticas y Kubala habla entonces del pecado latino, que consiste, en sus palabras, en “presentar antes del partido a la selección como un dragón de dos cabezas y cuatro colas, y echarla por tierra después si no gana”. Y tenía razón. Luego mejoramos, ganando 2-3 a Grecia en Atenas y 3-1 en Málaga. Queda la visita a Yugoslavia, donde nos jugamos el bigote: 0-0 en Zagreb, jugando bien, muy bien, con un tiro al palo que luego tendremos que lamentar. Dos victorias, dos empates. No está mal, después de todo. A Yugoslavia le queda visitar Grecia y la situación, contados puntos y goles, está así: España irá al Mundial si Yugoslavia pierde, empata o gana por un gol de diferencia. Yugoslavia irá al Mundial si gana por tres o más goles. Y si gana por dos, habrá que desempatar.

El Grecia-Yugoslavia se televisa en directo en España, coincide con la hora de comer. Empieza ganando Yugoslavia 0-2 y a nosotros se nos hacen los dedos huéspedes pensando en un tongo. Al descanso se llega 2-2. Luego, 2-3 y en el 90, cuando ya nos veíamos en el Mundial, 2-4, lo que desata la ira nacional contra el portero griego, Kelesidis, distinto del que había jugado los dos partidos contra nosotros, Konstandinou.

Hay que desempatar. Se fija el 13 de febrero, en Fráncfort, la misma ciudad en la que se ha de jugar el partido inaugural del Mundial otro día 13, el de junio, y que enfrentará a Brasil, campeón de 1970, precisamente con el ganador de ese desempate.

Las vísperas son solemnes. Se suspende una jornada de Liga y Kubala concentra en Eurovillas, a las afueras de Madrid, a 22 jugadores, como si fuera un Mundial. La prensa, la radio y la tele se vuelcan en esta concentración, que culmina con un amistoso en el Calderón, ante el Atlético, a puerta cerrada, de noche y con el Atlético vestido de Yugoslavia: pantalón blanco y camiseta azul. Que no faltara un detalle. A la hora de la verdad, de puerta cerrada, nada. Hay mucho aficionado ávido en las puertas, y como tenían pase muchos enchufados se formó un motín y hubo que abrir. Entraron 20.000 personas, lo que da idea del interés que había. La megafonía pide una y otra vez silencio, y más o menos se cumple. Sólo se rompe con aplausos. En la primera mitad salen los mismos que jugarán en Fráncfort: Iríbar; Sol, Benito, Jesús Martínez, Uría; Juan Carlos, Claramunt, Asensi; Amancio, Gárate y Valdez. Amancio marca tres golazos y España se va al descanso 3-1. Luego salen los suplentes y el partido acaba 5-3. Buenas impresiones. Se confía mucho en Amancio, que a sus 34 años todavía brilla, y eso que el Madrid está en crisis: esa temporada cayó Miguel Muñoz.

 

Kubala da la lista final de 16. Caen Reina (de segundo portero viaja Deusto), Costas, Gallego, Pirri, Galán y Chechu Rojo. Los descartes provocan la consiguiente polémica, en particular por el de Pirri, que dice no tener ninguna molestia.

Llegamos a Fráncfort entre clamores en el aeropuerto. Acuden grupos de españoles (Alemania y Suiza estaban llenas de emigrantes), con pancartas que revelan sus orígenes: Gandía, Écija, Puentedeume… La organización ha facilitado 17.000 entradas a la Federación y están todas colocadas. Vamos a tener ambiente. El Hotel Air Port, rodeado de un bosque, gusta a todos. Pero los aficionados que llegan a Fráncfort se van encontrando malas sorpresas: la ciudad está toda levantada por las obras del metro, hay huelga de empleados públicos, que afecta a los transportes (y que puede afectar a la transmisión de televisión, lo que nos espanta a quienes lo vamos a seguir desde España) y además se sabe que hay 12.000 entradas falsificadas, indistinguibles de las reales. ¡Un desdoro en un país que va a organizar el Mundial en pocos meses! La organización avisa de que se pondrá una pantalla gigante fuera del campo, para que el que encuentre su sitio ocupado pueda al menos verlo desde fuera. Pero, ¿y si no se televisa?
Otro mal augurio: la víspera, cuando el grupo va al cine a ver Papillon (la historia real de un célebre aventurero, fugado de un penal francés en el Caribe), el veterano masajista Ángel Mur sufre una angina de pecho que da un gran susto. Se repondrá, pero las piernas de nuestros chicos las tendrá que tratar el masajista de la selección alemana, Eich Denser. No es lo mismo.

Empieza el partido, con lluvia. El Waldstadion está a reventar y toda España ante el televisor. Los yugoslavos son más altos, más fuertes y vuelcan el juego por su ala derecha, donde está Uría, extremo izquierda del Oviedo al que Kubala ha decidido convertir en lateral. Nadie está convencido de que eso funcione, aunque lo cierto es que más adelante Uría fichará por el Madrid… para jugar de lateral. En el 13’ hay una falta en ese lado, una obstrucción de Uría a Petkovic. Lanza el lateral Buljan, largo, al segundo palo, bastante cerrado; Iríbar inicia el movimiento de salida pero el pie le resbala, no le agarra en el suelo, recupera la raya… y aparece Katalinski, el fenomenal líbero, que cabecea a placer, sin marca. Los defensas han pensado que el balón era de Iríbar; éste rechaza como puede, pero el rebote vuelve a Katalinski, que en una acrobacia remacha con el pie. Es el 1-0…

Y así acabará. España se agarrota, juega muy mal, Yugoslavia se siente segura, es firme, juega y pega (hará 31 faltas, por 11 de España), Kubala se bloquea y no toca el equipo hasta el 76’, cuando quita a Amancio, lo que creará más polémica, y a Juan Carlos, para dar entrada a Quini y Marcial, que no tienen ni tiempo de hacerse al juego. En las casas apagamos la tele con una sensación lúgubre. Nuestro último Mundial, el de 1966, empieza a quedar tan lejos…

Katalinski sacaría buen partido a aquello. El Mundial le abriría la puerta para fichar por el Niza, ya con 30 años y después de 10 temporadas en el Zeljeznicar de Sarajevo, y hacer unos ahorros. Ya retirado, siguió conectado al fútbol hasta que le atrapó un cáncer. Falleció hace dos años, en su ciudad de siempre, Sarajevo. Allí sigue estando muy presente su nombre, como lo está en una generación de aficionados españoles, que sufrimos aquel gol suyo como un drama.

Cuatro días después, el Barça gana 0-5 al Madrid en el Bernabéu, con Cruyff de estrella. Para reconstruirse, Bernabéu fichará a Miljan Miljanic, técnico de aquella Yugoslavia que nos dejó sin Mundial.

El sonado debut de Kubala con España

Por: | 06 de octubre de 2013

Ahora que le estamos dando vueltas al caso Diego Costa viene a cuento recordar el debut de Kubala, primer nacionalizado en la selección. Fichado por el Barça a principios de los cincuenta, prodigio técnico adelantado varios lustros al nivel del fútbol español, fue convertido por el Régimen de Franco en mito anticomunista. Fugado de Hungría en condiciones novelescas (llegó a la frontera disfrazado de soldado ruso, en un camión, y luego cruzó andando el monte hasta Austria) no pudo hacer carrera en Italia, como era su pretensión, por la denuncia del Vasas de Budapest, propietario de su ficha. A partir de un momento no pudo ni ser contratado para amistosos, por la fuerte influencia del Partido Comunista en Italia. Convertido en el alma del Hungaria, un equipo apátrida de fugados del otro lado del Telón de Acero, apareció en España en la primavera de 1950. Bernabéu intentó ficharle, pero él pretendió meter en el paquete a su cuñado, Daucik, el entrenador. Eso y las dificultades que le opuso la Federación echaron a Bernabéu para atrás. El Barça fue más atrevido, aceptó a Daucik y contó con el apoyo en la Federación (cuyo secretario era personaje barcelonista, Ricardo Cabot) para ir colando al jugador poco a poco. Primero, como amateur para amistosos. Al final de la 50-51, ya como profesional.

Kubala fue un suceso extraordinario, tanto por su calidad como por su condición de símbolo anticomunista. Rodó una película, Los Ases buscan la paz, que narraba su fuga, según el guion porque los comunistas le obligaban a espiar y eso a él le parecía feo. Aunque la Federación no consiguió de la FIFA el transfer internacional hasta el verano de 1954, jugó sin él ese tiempo en el Barça e incluso en la selección. Pero a la hora de tratar de utilizarle para la clasificación del Mundial surgieron los problemas.

En la temporada 52-53 Kubala era la estrella rutilante del fútbol español. Pedro Escartín había entrado como seleccionador, en sustitución de Ricardo Zamora, que dejó el cargo por una oferta para entrenar en Venezuela. Eran tiempos de magníficas relaciones con Argentina, cuando Perón mandaba trigo y carne a un país empobrecido y aislado. En 1947 había visitado España su mujer, Eva Perón, en cuyo nombre se disputó la Supercopa de España durante esos años.

España recibió a Argentina en el Bernabéu el 7 de diciembre de 1952, presentación de Escartín como seleccionador. El partido tuvo una expectación nunca antes conocida, tanto por el prestigio natural del fútbol argentino como por el interés oficial que hubo en engrandecerlo. España había sido cuarta en el Mundial de 1950. Argentina no había participado en él, porque a Perón le enfadó que no se otorgara a su país la organización. Ganó Argentina 0-1, en un raro error de Ramallets que se comentó durante años: Allegri lanzó directamente a puerta un libre indirecto y Ramallets, en lugar de dejarlo pasar, en cuyo caso el árbitro hubiera debido decretar fuera de gol, rechazó en corto y el rebote lo aprovechó Infante para marcar el solitario tanto. Entre eso y que el partido empezó media hora tarde (luego se supo que los argentinos pretendían hacer más cambios de los autorizados y Escartín se negó, de ahí el retraso) los comentarios fueron inagotables.

Así que cuando se devolvió la visita, aquello se presentó como el acabose. Se adelantó en una semana la final de Copa (Barcelona-Atlético de Bilbao) porque casi todos los seleccionados eran de esos dos equipos. Hubo concentración “de recuperación” en El Escorial, con debate sobre si debían entrenarse o solo recuperar el peso perdido “durante la durísima temporada”. Se llamó por primera vez a Kubala, nacionalizado español (previo bautizo en Águilas, el pueblo del que a su llegada era presidente de la Federación, Muñoz Calero) y despistando el hecho de que aún no cumplía el requisito de llevar tres años completos de residencia. Para dar más emoción al asunto, Kubala había superado ese mismo año una tuberculosis que fue noticia nacional, y por la que se llegó a temer que tuviera que dejar el fútbol. El viaje se adelantó unos días “principalmente para volar en un avión que llevara nuestra bandera”, según cuenta en sus memorias de esos años el presidente de la Federación, Sancho Dávila, reputado falangista. A los pilotos les concederá la Secretaría General del Movimiento, a petición de la Federación, el ingreso en la Orden de Cisneros.

Madrid-Río-Montevideo-Buenos Aires, con recibimiento apoteósico. España se aloja en el Club Hindú, en la finca Don Torcuato, lugar paradisíaco, nada que ver con aquella Martona que tanto dará que hablar en 1978. El embajador, Manuel Aznar (abuelo de José María Aznar), se cuenta entre los informantes de Escartín sobre la última hora de la selección argentina. Aznar había sido periodista, por un tiempo crítico deportivo, y era buen conocedor del fútbol. Su esposa era hermana de Acedo, extremo izquierda de la primera selección que tuvo España, la de la medalla de plata en Amberes en 1920.

Kubala
Once de España el día del debut de Kubala, ante Argentina en 1953. De izquierda a derecha, arriba: Ramallets, Navarro, Biosca, Segarra, Manolín, Bosch y Eizaguirre. Abajo: Basora, Venancio, Kubala, Moreno y Gaínza. / AS

Entre un partido y otro, Argentina había ganado a Inglaterra, el 15 de mayo, 3-1, con un primer gol de Grillo que hizo que aquel día se consagrara en Argentina como El Día del Futbolista. España, mientras, ha jugado dos partidos en casa, 2-2 contra Alemania y 3-1 contra Bélgica. No estaba mal. Además, esta vez tendríamos a Kubala… si bien a costa de sacrificar a Zarra. Solo alguien como Kubala justificaba tal sacrilegio. Kubala ya había sido internacional con Hungría y Checoslovaquia. Se convertirá en el primer (aún hoy es el único) internacional con tres países distintos.

Es el 5 de julio, invierno argentino, cuando nuestros muchachos saltan al campo de River Plate. Preside el partido Perón. Juegan: Ramallets; Navarro, Biosca, Segarra; Manolín, Bosch; Basora, Venancio, Kubala, Moreno y Gaínza. Siete del Barça, tres del Athletic y el madridista Navarro. Trío arbitral inglés, lo que da más rigor al choque.

Pero resulta un fiasco. Escartín, asustado por los informes de Aznar y algún otro sobre el gran juego de Argentina ante Inglaterra con su delantera “en abanico” (delantero centro retrasado, los interiores algo más arriba y los extremos, abiertos y más adelantados) coloca a Venancio muy atrás, sobre el nueve argentino, Lacasia, al que Biosca espera en el área. Manolín y Bosch no se ocupan más que de marcar a los interiores, Grillo y Cecconato. Además, Kubala recibe un tantarantán de Dellacha en el minuto 21 que le deja medio rengo. España, embotellada, aguanta el resultado hasta el minuto 86, cuando marca Grillo, el héroe ante los ingleses. Escartín recibirá fuertes críticas en uno y otro país, por su táctica ultradefensiva, que él negará en escritos posteriores.

Al menos ganamos una semana después, ante Chile, en Santiago. A Chile la entrenaba Plattko, el meta húngaro que jugó en el Barça y que mereció aquel poema de Alberti. Repiten todos menos Manolín, a quien sustituye el madridista Muñoz. Zarra se queda de nuevo sin jugar. Esta vez España juega con más alegría y gana 1-2, con goles de Venancio y Kubala. Algo es algo.

Por desgracia, Kubala no pudo dar a España lo que se esperaba. No nos clasificamos para el Mundial de 1954, eliminados por Turquía por sorteo tras empatar en partido de desempate en Roma. Justo antes del mismo, con Kubala ya vestido, llegó un telegrama de la FIFA en el que se llamaba la atención sobre su presencia. (Ya queda dicho que su situación no se legalizó del todo hasta el propio Mundial de 1954). No pudo jugar. Y tampoco fuimos al Mundial de 1958, pese a una delantera con Miguel, Kubala, Di Stéfano, Suárez y Gento. Un 2-2 en casa contra Suiza nos averió la fase de grupo.

Para 1962 sí fuimos al Mundial, pero Kubala ya no participó en la fase de clasificación. Fuimos con cuatro nacionalizados, Di Stéfano (que no llegó a jugar, por lesión), Puskas, Eulogio Martínez y Santamaría. Pero no pasamos la fase de grupo…

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