El 6 de febrero de 1977 se jugaba en el Camp Nou un partido aparentemente intrascendente. El Barça, en el que Cruyff estaba en su cuarta temporada, iba líder. Se enfrentaba al colista, el Málaga, que además llegaba con bajas y dudas en la alineación. Su mejor jugador, Esteban, había sido además ya traspasado al Barça, y el entrenador Pavic dudaba si debía alinearle o no. Finalmente le alinearía, y sería decisivo en los sucesos, como se verá luego.
El Barça estaba el primero, el Madrid séptimo, pero había cierta inquietud en el barcelonismo. Tras su espectacular llegada, Cruyff se había acomodado visiblemente. Capitán, con la señera de brazalete, le puso Jordi a su hijo y pareció conforme con eso. El Barça ganó su primera Liga con él, pero luego el Madrid se había recompuesto con Miljanic y había ganado las dos siguientes. Cruyff solía culpar a los árbitros. Todo el barcelonismo solía culpar a los árbitros entonces, quizá con más intensidad que nunca. Estábamos en los años de la transición, en los que más que nunca se definió al Madrid como club protegido del franquismo.
Estaban recientes varios episodios llamativos entre los dos clubes: un gol fuera de hora concedido por Ortiz de Mendibil, la final de las botellas de Rigo, el penalti fuera del área de Guruceta… Por entonces hizo fortuna la frase de que mientras José Plaza fuera el presidente de los árbitros el Barça no podría ganar la Liga. La frase se debió al árbitro madrileño Antonio Camacho, al que Plaza había apartado, encontrándole culpable de estar al frente de una red de árbitros que se dejaban tocar. En el mismo barullo se le fueron quitando partidos, hasta aburrirle, a Rigo, el árbitro favorito del Barça en esos años, a decir del Madrid.
En esas circunstancias, ocurrió que el Barça-Málaga se le adjudicó a un árbitro madrileño, Ricardo Melero Guaza, al que se tenía por protegido de Plaza. Su designación no fue bien vista. Era un árbitro joven, con algunos desaciertos ya en su carrera. Andaba por su cuarta temporada en Primera.
El partido empieza como estaba previsto, con superioridad del Barça, que en el minuto 18 ya ha marcado el 1-0, por mediación precisamente de Cruyff, en dejada de Clares tras buena jugada de Amarillo. Luego el Barça se relaja en exceso, y el público se impacienta. Las crónicas del día cuentan que Vilanova y Laguna pegan mucho y que Melero Guaza lo consiente. Ya está el público irritado cuando en el minuto 34 Esteban recibe un centro en posible fuera de juego y remata visiblemente con la mano. Melero Guaza concede el 1-1. Ante las protestas, consulta al linier y mantiene el gol, al tiempo que enseña tarjeta al meta barcelonista, Mora. Caen almohadillas en un ambiente de indignación que va a más. El primer tiempo se prolonga siete minutos, por las protestas, lo que resucita el recuerdo de aquel día de Ortiz de Mendibil en el Bernabéu.
Cuando se retiran en el descanso, Esteban es interpelado por Ricard Maxenchs, reportero de Radio Juventud, y confiesa la verdad:
—Sí, he rematado con la mano.
La confesión corre por la grada y predispone aún más los ánimos, porque es la confirmación para los pocos que aún pudieran tener dudas.
Y así empieza la segunda parte, en la que el enfado va a ser creciente. Melero anula un gol a Neeskens y se le reclama un penalti en el área del Málaga que no concede. En el minuto 59, llega el 2-1, en un córner que saca Cruyff, remata Neeskens y el balón entra, tras pegar en el cogote de Vara. Pese a ir por delante, sigue la inquietud y la irritación en la grada, que teme algún contraataque que acabe en empate. En el minuto 63 hay una caída de Cruyff en el área, muy protestada. Al minuto, gol del propio Cruyff que Melero anula por falta previa que nadie admite haber visto. La irritación está ya al máximo cuando hay una mano en el área del Málaga, que tampoco señala Melero. En las protestas, expulsa a Cruyff, que se niega a irse. Acaban por entrar los policías para convencerle. Caen almohadillas…
Cuando pita el final, salta un grupo de exaltados, uno de los cuales alcanza a Melero con un puñetazo que le hace sangrar por la ceja. La policía interviene: hay empujones, coscorrones, atendidos. Melero sufre un mareo en el vestuario, donde pasa dos horas. Mientras, fuera, la turba intenta volcar una ambulancia en la que se evacúa a un aficionado que ha sufrido una angina de pecho, porque corre la voz de que están sacando ahí al árbitro. Luego, queman la furgoneta de TVE…
Melero pone en el acta que ha expulsado a Cruyff por insulto grave. Concretamente por decirle:
—¡Marica, que eres un marica!
Acabado todo, ahora el revuelo lo produce el debate sobre cuántos partidos le caerán a Cruyff y cuántos de cierre al Camp Nou. Conocedor el Barça de lo que pone el acta, escribe un anexo, en el que además de describir la actuación de Melero como provocativa, explica que lo que Cruyff ha dicho es:
—¡Manolo, marca ya!
Como pidiéndole a Clares que marcara el gol de la tranquilidad cuando se reanudase el partido. En algunos lados se reprodujo como “Manolo, marca allá”, haciéndole ver que debía estar más pendiente de una zona del terreno que estaba descuidando.
El Comité se ha de reunir el miércoles. Ante la presión del Barça, toma la decisión insólita de organizar un careo entre Melero y Cruyff, lo que indigna a Plaza. Además, Cruyff se va con Holanda a jugar un amistoso en Wembley, así que no podrá haber careo hasta su vuelta.
En medio del jaleo, el mismo miércoles la revista Don Balón, muy popular, hace ese día su portada más polémica. Titula La semana de la Cruycifixión, y la ilustración es una réplica del Cristo de Velázquez con la cara de Cruyff. La reacción de la España Católica, muy mayoritariamente entonces (y particularmente de El Alcázar, el periódico de la extrema derecha, pero no sólo de él) es tremenda. José María García, que codirige la revista con compañeros de Barcelona, no se hace responsable de ella y anuncia en su escuchadísimo programa de radio que abandona la revista, que fue creación suya. “Mis compañeros de Barcelona me han metido un gol”, dirá. Ese hecho sacude aún más el asunto.
A la espera del careo, a Cruyff se le pone un partido de suspensión, mientras se calman los ánimos. Luego, se ampliará en dos más, la semana siguiente. El Camp Nou no se cerrará. Melero Guaza, suspendido por dos meses, se retira, considerando que ha sido tratado con indignidad. Don Balón saca la semana siguiente una portada color violeta, en la que en letras amarillas pone: “PERDÓN”. Y debajo: “(Nos hemos equivocado)”. La reacción de la revista, que había recibido cantidades industriales de cartas de creyentes ofendidos, es bien recibida hasta por El Alcázar, cuyo editorial el día siguiente dice: “La juventud es impulsiva, y eso lleva a errores, pero también generosa, y eso…”
Sin Cruyff, el Barça perderá en Salamanca (2-0), en casa ante el Athletic (0-2) y empatará, de nuevo en casa, con el Atlético (1-1). En tres partidos hizo un punto de seis posibles. Acabará la Liga segundo, con 48 puntos. Campeón fue el Atlético, con 49. El Madrid fue noveno, una de las peores clasificaciones de su historia. El Málaga, último, descendió.