Memorias en Blanco y Negro

Sobre el blog

Este blog pretende rescatar la memoria vivida en el deporte.

Sobre el autor

Alfredo Relaño

es director de AS y antes de ello fue sucesivamente responsable de los deportes en El País, la SER y Canal +. No vio nacer el cine, como Alberti, pero sí llegó al mundo a tiempo de ver jugar a Di Stéfano y Kubala, escalar montañas a Bahamontes y ganar sus primeras carreras a Nieto. ¡Y ya no se morirá sin ver a España campeona del mundo de fútbol!

Aquel duelo entre Esnaola e Iríbar

Por: | 23 de febrero de 2014

La Copa de 1977, cuya final jugaron el Athletic y el Betis, volvió a llamarse Copa del Rey, después de tantos años de ser Copa del Generalísimo. Ningún bético lo olvida, porque la ganaron los suyos. Y porque fue la más thriller de la historia. Se resolvió a los penaltis, en un duelo final, como de viejos pistoleros, entre Esnaola e Iríbar. Sucedió el 25 junio de aquel 77, cuando España bullía entre ilusión e inquietudes, en los albores de la Transición. Todavía ahora, todos los últimos viernes de mes se reúnen a comer en el restaurante Cambados, a tiro de piedra del Villamarín, los veteranos de aquella jornada gloriosa.

El Athletic era favorito. Había sido tercero en la Liga y aquel mismo año había sido finalista de la Copa de la UEFA, que se le escapó por muy poco ante la fabulosa Juventus de aquellos años, cuya alineación empezaba en Zoff y terminaba en Bettega. Era el Athletic de Koldo Aguirre entrenador, un Athletic que a su vez empezaba en Iríbar y terminaba en Rojo I, ahí queda eso. Se anunciaba gran mayoría de hinchas del Athletic, en cuyas manos ya se mezclaban las banderas rojiblancas con las ikurriñas. Lo de acudir a Madrid en masa a la final de Copa era una vieja tradición del club. En Madrid se tomaba como una invasión grata, de gente alegre y nada pendenciera. Aunque, esta vez, con eso de las ikurriñas…

Por su parte, el Betis había sido quinto en la Liga. Un gran Betis también, cargado de internacionales, que empezaba por Esnaola y terminaba por Benítez, a falta de Rogelio, ya mayor, y de Anzarda, lesionado. Benítez era un excelente jugador, ambidextro, que podía jugar por la banda en la defensa, en la media o en el ataque. Por menos costumbre (la anterior final del Betis databa de 46 años antes) hay menos reserva de entradas. Pero Núñez Naranjo, presidente bético, no se arredra cuando en la víspera le señalan esto:

—Cada bético anima por cuatro vascos.

El Betis sufre otras bajas, además de la de Anzarda: Muehren y Ladinski, porque en la Copa no valen los extranjeros, y su fulgurante aparición, Gordillo, que ya había jugado en Copa con el Betis Deportivo. Pero al menos, el club sevillano tiene sus gotas de solera copera en el entrenador, Rafa Iriondo, nada menos. Cuatro veces campeón con el Athletic como jugador, en los 40, cuando la célebre delantera, y una más como entrenador, también con el Athletic, en 1969. Ya con Iríbar y Rojo I, por cierto.

La final está precedida por la de juveniles, Barça-Zaragoza. El Príncipe Felipe acude a verla íntegra. Sus padres llegarán a tiempo justo para dar la Copa y presenciar la de los mayores. Sale un partido precioso: el Barça se adelanta 3-0, el Zaragoza arranca el 3-3, finalmente, un jugadón de Lobo Carrasco acaba en gol de Calderé. Los dos jugarán en el Barça y en la Selección.

A las nueve empieza la final de los mayores. Arbitra García Carrión, con Soriano Aladrén y Sánchez Arminio como linieres. Los equipos salen solemnemente y forman para escuchar el himno. Banderas españolas se mezclan entre las del Betis, como se mezclan ikurriñas entre las del Athletic. Pero no hay bronca. Juegan estos:

Athletic: Iríbar; Lasa, Guisasola, Alexanco, Escalza; Villar, Irureta, Churruca; Dani, Carlos y Rojo I. (Astrain por Lasa en el 38’ y Amorrortu por Carlos en el 80’).

Betis: Esnaola; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Cobo; López, Alabanda, Cardeñosa; García Soriano, Megido y Benítez. (Del Pozo por Cobo en el 57’ y Eulate por Megido en el 107’).

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Iríbar y Esnaola se saludan durante la tanda de penaltis. © ruesga bono

Se adelanta el Athletic, en el 13’: Rojo I lanza un córner, Dani remata, Esnaola rechaza y Carlos remacha. 1-0. En el 45’, golpe franco contra el Athletic, que lanza Cardeñosa al palo, hacia donde ha volado Iríbar; el rebote lo recoge López y marca a puerta vacía. Forcejeo en la segunda parte, sin goles. Prórroga. En el 97’, Benítez cede un balón atrás sin advertir que Dani andaba por ahí, y el astuto extremo bilbaíno recoge y marca con facilidad. Benítez se echa las manos a la cabeza. 2-1. En el 117’, llega una falta sobre el área del Athletic: lanza Cardeñosa y López cabecea a gol. 2-2. Hay que ir a los penaltis. Y aquí llegarán los sucesos extraordinarios.

Tanda de cinco. Tira el Betis por delante. Marcan alternativamente García Soriano-Guisasola, Del Pozo-Churruca, López-Escalza y Biosca-Irureta. Queda el quinto lanzamiento por bando, que los dos entrenadores han reservado al mejor especialista: Cardeñosa y Dani. Va primero Cardeñosa: pega mal, medio en el suelo, y el balón sale fuera. El Betis está perdido. Dani, especialista no solo del Athletic sino también de la Selección, tiene la final en su bota. Esnaola recuerda que le miró, sonriéndole con suficiencia. Algo en su espíritu guipuzcoano y realista (procedía de la Real Sociedad), se le revolvió por dentro: ese dichoso aire de superioridad bilbaíno… ¡Y lo paró! Las banderas béticas y rojigualdas se agitaron más fuerte que nunca.

Hay que seguir. Ahora, lanzamientos alternos hasta que un equipo coja ventaja. Benítez se quita las botas, no quiere tirar, aún le escuece el regalo que le hizo a Dani.

Se adelanta Sabaté: gol. Va Amorrortu: gol. Hay que seguir. Alabanda: para Iríbar; el Betis está otra vez con la soga al cuello, si ahora marca el Athletic se habrá acabado todo. El turno es para Villar, hoy presidente de la Federación. Tira… ¡y para Esnaola! ¡Otra vez jolgorio en el lado bético! A seguir. ¡Y ahora es Esnaola el que se adelanta para tirar! ¡Esnaola frente a Iríbar! Tira… ¡y gol! Luego se queda bajo los palos y encaja el tiro de Alexanco. Se sigue. Tira Eulate y gol. Tira Rojo I y… ¡para Esnaola! ¡Betis campeón! Pero no. García Carrión dice que Esnaola se ha movido previamente y, entre la indignación bética, ordena la repetición. Esta vez, Rojo I marca. Así que hay que seguir. Van diecinueve penaltis, contando los dos de Rojo I. Nadie puede más.

Bizcocho tira el número veinte, y marca. Ahora es Iríbar el que decide jugársela. Por el Athletic sólo quedaba por lanzar Astrain y no se tenía confianza. Así que Iríbar recoge el guante que le lanzó Esnaola un rato antes, rato que ya parecía una eternidad. Y el tiro de Iríbar, con el interior del pie, a media altura, y a la izquierda de Esnaola, lo atrapa éste. Han pasado las doce de la noche, ya no es sábado, ya es domingo. Y el Betis es campeón de Copa por primera vez en su historia. En el palco, Felipe González, Secretario General del PSOE y sevillano del barrio de Bellavista, muy cerquita del campo del Betis, saca pecho. No es que le importara mucho el fútbol, pero se entiende que de ser de algo, sería bético. Y esta Copa, primera tras las del Generalísimo, concuerda con la leyenda izquierdista del Betis, que en su palmarés solo tiene una Liga, a su vez conquistada en la República. Y con mayoría de vascos, por cierto, como vascos son Iriondo (superviviente del bombardeo de Guernica) y Esnaola.

La vuelta de la hinchada del Athletic es amarga y conflictiva. Al paso por Burgos se producen enormes incidentes, de los que se culpan ambas partes. Según los burgaleses, los bilbaínos les arrojaron mendrugos y monedas, al tiempo que exhibían billetes de mil y agitaban las ikurriñas. Según los bilbaínos, les estaban esperando. Por la tarde hubo enorme tapón en el Gamonal, hoy otra vez célebre, apedreamiento de autobuses, peleas. La Guardia Civil pudo a duras penas contener la situación y decidió desviar el tráfico, parte hacia Santander por Villarcayo, parte a Logroño, por Pedraza. No, la Transición no iba a ser tan tranquila como se deseaba.

Todo lo contrario en Sevilla, claro. Noche de trompetas, cohetes, tambores, cante, baile por sevillanas… El Betis aterriza a mediodía y la multitud barrió a la policía, tomó la pista y sacó a los jugadores a hombros, como toreros grandes. El más grande, Esnaola, el sencillo vasco de Andoain. Sevillano para siempre. Tras ocho años en la Real, completó doce en el Betis, donde luego se quedó en el cuadro técnico 28 años más. Acaba de jubilarse y se ha quedado a vivir en Sevilla, donde ya tiene nietas sevillanísimas.

El próximo viernes, 28, se reunirán de nuevo. Faltará uno, Benítez, el primero que se va. Le enterraron el viernes, en su ciudad, Jerez de la Frontera. Pero estará vivo en las conversaciones de todos. Recordarán que no le gustaba nada lo de Currobetis. Siempre se quejaba de eso. Él, como buen jerezano, era devoto de Rafael de Paula.

Cruyff y el año ‘mil novecientos cero cinco’

Por: | 16 de febrero de 2014

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Sotil cabecea entre Zoco y Benito para lograr el tanto que cerraba el 0-5 en el marcador. as

En la temporada 73-74 se abrió de nuevo la posibilidad de fichar jugadores extranjeros, cerrada desde la 62-63, a consecuencia del fracaso del Mundial de Chile. Madrid y Barça siempre presionaron en favor de ello. Cerradas las fronteras, el mercado nacional se les hacía muy caro, y además a la hora de competir en Europa, notaban que les faltaba algo. Con todo, le había ido mucho mejor al Madrid, gracias a Amancio, Pirri, Zoco y una buena cosecha de canteranos, los Velázquez, Grosso, Serena, De Felipe… La generación ye-yé. Desde 1960, cuando se fue Helenio Herrera, el Barça no había ganado la Liga. Aquello se convirtió en una obsesión. Y fue en esos años sesenta cuando se desarrolló la fobia al Madrid, alimentada por una cadena de acontecimientos en pocos años: un gol de Veloso fuera de hora en el 66, la final de las botellas en el 68, una estrepitosa declaración de Bernabéu (“quiero a Cataluña a pesar de los catalanes”) también en el 68, la lesión de Bustillo en el 70, el penalti de Guruceta en el 71, el gol de penalti de Fermín en Córdoba en el 72… Una cadena de episodios de los que el Barça salió dolido, casi humillado. Fue por esos mismos años cuando a partir de un artículo de Permanyer en La Vanguardia empezó a circular que el fichaje de Di Stéfano había sido un despojo al Barça a instancias del Régimen. Y cuando salió la expresión “el Barça es más que un club”, propuesta por un publicista para los actos del LXXV aniversario. No llegó a utilizarla intensamente el Barça, porque enseguida saltó el chiste. “Más que un club, pero menos que un equipo”. También es de ese tiempo la afirmación “mientras Plaza sea presidente de los árbitros, el Barça no ganará la Liga”.

En esas circunstancias, el Barça tuvo en el verano del 73 un éxito entusiasmante: incorporó a Johan Cruyff, del Ajax, el gran jugador de la época. Pagó una cifra récord, 100 millones. Bernabéu también lo había pretendido, pero paró en 60. Luego diría, en plan la zorra y las uvas, que no le contrató porque “no me gustaba su jeta”. El Madrid trajo como gran estrella al alemán Netzer, por 36 millones. Y al extremo argentino Mas. El Barça fichó también al peruano Sotil. Se admitían dos extranjeros por club.

La incorporación de Cruyff se retrasó, porque las negociaciones fueron arduas e incluso el parlamento holandés debatió su salida. El Barça empezó la Liga sin él. Organizó una serie de amistosos para ponerle en forma y recaudar, mientras el equipo empezaba mal la Liga. Tras cinco jornadas, estaba por abajo en la tabla: tres salidas, tres derrotas, en Elche, Vigo y San Sebastián. En casa, victoria sobre el Espanyol y empate a cero con un Madrid que tampoco gustaba. Además, el Barça cayó en la primera ronda de la UEFA, ante el Olympique de Niza. Era enorme la ansiedad por que Cruyff compareciera de una vez. En Madrid se hacía burla. Corría un chiste:

—¿Sabes que hay una plaga de ranas en Las Ramblas?

—¡No me digas!

—Sí: van todos gritando cruyff, cruyff, cruyff

Cruyff apareció, por fin, el 28 de octubre, en casa, ante el Granada. Deslumbró. El Barcelona ganó 4-0, con dos goles suyos. El Barça fue otra cosa, se proyectó hacia arriba.

Mientras, el Madrid entraba en depresión. Netzer salió vago y Mas también. Netzer pasaba bien en largo, Mas colocó alguna volea magnífica, pero nada más. El público gritaba cada día “¡Fuera Muñoz!”. Cae el 13 enero, tras una derrota en Castellón, con nueve ligas ganadas de catorce. Le sustituye Luis Molowny.

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Once inicial del Barça en el Bernebéu el 17 de febrero de 1974 en el 0-5 ante el Madrid: Mora, Rifé, Costas, De la Cruz, Torres, Juan Carlos, Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial. efe

El 17 de febrero, jornada 22, el Barça visita el Bernabéu. Desde que llegó Cruyff, no ha vuelto a perder: doce victorias y cuatro empates. Es líder destacado. El Madrid es séptimo, ya a nueve puntos. Esa misma semana, el miércoles, España se ha quedado sin billete para el Mundial de Alemania, tras caer en Frankfurt ante Yugoslavia. Hay un cierto aire de decadencia del fútbol español y de su gran bandera, el Madrid, frente a lo cual Cruyff inspira un viento de modernidad, por su juego, por su estilo. Se presiente una nueva época. Aun así, las declaraciones previas del Barça son respetuosas. Y hay prima doble: 60.000 pesetas por ganar, más las 8.000 por ser líderes.

Salen al campo a las ocho de la noche. El partido se televisa y el campo tiene buen aspecto pero no está lleno. Arbitra José Luis Orrantía. Forman así:

Real Madrid: García Remón; Morgado, Benito, Zoco, Rubiñán; Pirri, Netzer, Velázquez; Aguilar, Amancio y Macanás. Entrenador, Luis Molowny.

Barcelona: Mora; Rifé, Torres, Costas, De la Cruz; Juan Carlos, Marcial, Asensi; Rexach, Cruyff y Sotil. Entrenador, Rinus Michels.

El Madrid sale con furia y crea dos ocasiones, de Pirri y Velázquez, que escapan por poco. Pero pronto el Barça se apodera del medio campo, al que se retrasa Cruyff, para enlazar. Netzer está perezoso, como es. Pirri y Velázquez quedan casi mano a mano contra cuatro. Arriba, el Barça varía posiciones, desconcierta. Su juego es fluido, rápido, límpido. Corre el balón, suave, preciso. El tranco elegante de Cruyff, Marcial y Rexach embellece aún más la exhibición. Los defensas del Madrid corren de un lado para otro, sus entradas siempre alcanzan el vacío, llegan un instante después de que el atacante azulgrana haya escapado. Asensi abre el marcador en el 31’. 0-1. En el 39’, Cruyff aprovecha un boquete en la defensa para marcar el 0-2. Molowny retira a Aguilar en el descanso, para dar entrada a Santillana. Amancio pasa a extremo derecha. Pero eso no remedia nada. En el 53’, otra vez Asensi, el mejor del partido, con buen tiro cruzado,  logra el 0-3. Poco después, marca Macanás, en fuera de juego. Se anula. En el 65’, un centro tiro desde la derecha de Juan Carlos sobrevuela a García Remón y aterriza en la segunda escuadra. 0-4. En el 70’, falta sobre el área del Madrid que Sotil cabecea a placer, desmarcado. 0-5. Al momento, Michels sustituye a Marcial, con molestas en la rodilla, por Tomé. Parece que se da por conforme.

Final. Los madridistas se retiran alicaídos. (Zoco anunciará a Bernabéu la mañana siguiente su determinación de abandonar el fútbol). Velázquez reflexiona: “De la lucha a la precipitación hay un paso”. Benito salva de culpas a la defensa: “La derrota se fraguó en el medio campo”. Marcial consuela: “Lo siento por el Madrid, tengo buenos amigos allí”. Cruyff está exultante: “Ha sido un sueño para mí. Hemos sido más rápidos. Hemos jugado todos para todos”. En Barcelona, la explosión de júbilo es colosal, quizá mayor que la de las finales de Basilea y Wembley o que las de los grandes éxitos de Guardiola. El muelle de tantos agravios concentrados en poco tiempo salta, liberado de golpe. No ha sido una victoria, ha sido una liberación. Se ha ganado al Real Madrid, pero con él a Madrid, capital de España, al Régimen, a un tiempo oscuro que ahora ilumina Cruyff. La gente salta a las calles en los coches, va a las Ramblas, a la plaza de Sant Jordi. Junto a las banderas entremezcladas aparecen senyeras, por primera vez en cantidad, en plena identificación pública de barcelonismo y catalanismo. La Trinca hará una célebre canción, perfecta síntesis de alegría futbolera, orgullo catalán, mirada oblicua hacia Madrid y expectativa de un tiempo nuevo. La penúltima estrofa termina: “¡Visca Catalunya lliure!”/“Visca el Barça y en Montal!”.

Pero, paradojas, sólo once días después del partido el presidente Montal y su directiva visitarán a Franco en El Pardo para ofrecerle la medalla de oro del club, que ese año cumplía sus bodas de platino.

El Barça ganará la Liga, con 8 puntos de ventaja sobre el Atlético. El Madrid acabó octavo, a 16. Se desquitaría en parte ganando 4-0 al Barça la final de Copa, jugada en el Manzanares. En la Copa no podían jugar extranjeros. Sin Cruyff y Sotil por un lado ni Netzer y Mas por el otro, era otra cosa. Ese día se despidió Zoco, inactivo desde el 0-5, jugando los últimos minutos. Grosso, capitán, se retiró para que él cogiera la Copa.

El tiempo nuevo que pareció anunciar aquella goleada sí llegó en la política, pero no en el fútbol. Cruyff se hizo tan perezoso como Netzer, el Barça tardó otros doce años en ganar una Liga... No fue el fin del dominio madridista, como muchos pensaron.

Quizá fuera como lo que dijo Churchill cuando el desembarco aliado en Norteáfrica: “Esto no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero sí el fin del principio”. Aquel 0-5, que hizo que los culés rebautizaran 1974 como el mil novecientos cero cinco, no fue en efecto el fin, ni siquiera el principio del fin. Pero sí podría decirse que fue el fin del principio.

Llaudet cerró el baloncesto del Barça

Por: | 09 de febrero de 2014

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La plantilla del Barcelona en la 1962-63, en su regreso después de la desaparición de la sección.

Hasta que apareció en el Madrid Raimundo Saporta, el baloncesto del club no había sido una gran cosa. El Barça acumulaba más títulos de la entonces llamada Copa del Generalísimo, que se resolvía en una fase final de campeones regionales. A Saporta le conoció Bernabéu cuando se lo recomendaron para organizar un torneo de baloncesto durante los actos del cincuentenario del club. Le fascinó su eficacia y le incorporó, y su mano se notó para bien en muchas cosas, pero sobre todo en baloncesto. Impulsó la creación de una Liga Nacional, antecedente de la ACB, cuya primera edición, en la 56-57, ya ganó el Madrid. Saporta, que a su vez era vicepresidente de la federación y fue el delegado del equipo nacional en los Juegos Mediterráneos de 1955 disputados en Barcelona, le dio el primer pisotón al Barça al fichar a Joaquín Hernández, el gran fenómeno español de la época, hoy quizá demasiado olvidado. Era la estrella de la selección, jugaba para el Espanyol de Barcelona y lo pretendía el Barça.

También a impulso de Saporta se creó la Copa de Europa, a imagen de la de fútbol, y, claro, en la primera edición, la 57-58, el representante español fue el Madrid. Y también para la segunda, porque repitió triunfo en la Liga.

El Barça reaccionó. Miró Sans, presidente, escuchó al delegado de secciones, Enrique Llaudet, un hombre joven y emprendedor que le convenció para dar la batalla al Madrid en ese frente. Y el Barça hizo un gran equipo. Repescó del Madrid a los hermanos Alfonso y José Luis Martínez, catalanes ambos, reclutados por Saporta un año después que a Joaquín Hernández. También contrató a Joan Canals, del Joventut, a Jordi Bonareu, del Mataró, y a Nino Buscató, llamado a las mayores glorias, del Pineda (hoy es comentarista de la SER). En realidad, casi todos los grandes jugadores españoles de la época eran catalanes. El Barça hizo doblete, Liga y Copa, en la 58-59, y para la 59-60 contrató a dos puertorriqueños, Ruaño e Hiram Ruiz. Quería la Copa de Europa. Pero cayó en octavos, ante el campeón polaco. Ese curso y el siguiente resultaron malos, pese a la fuerte inversión.

  DEn junio de 1961, Enrique Llaudet accede a la presidencia, tras unas elecciones en las que gana apretadamente (122 a 98, sólo votaban los socios compromisarios) al joyero Jaume Fuset (Llaudet era empresario textil, en línea con la tradición de los presidentes del Barça). Se encuentra el club en una situación económica casi de bancarrota, y eso que la Gestora de transición entre la salida de Miró Sans y las elecciones había vendido (de acuerdo con ambos candidatos) a Luis Suárez al Inter por 25 millones. Pero el Barça arrastra el costo de la construcción del Camp Nou, y tiene el viejo campo, Les Corts, parado, sin más uso que el que le da el equipo de baloncesto, que venía jugando en un espacio habilitado debajo de un graderío.

Y Llaudet toma una decisión drástica, entre otras: cierra la sección de baloncesto, que aunque seguía figurando como amateur se estaba profesionalizando de forma perceptible. La nota del club para justificar la decisión es inequívoca:

“En el Barcelona sólo queremos deportistas que quieran defender sus colores por el mismo honor que ello representa, que estén dispuestos a pagarse el tranvía de sus desplazamientos, las zapatillas y el equipo. Bajo estas condiciones nosotros no les cerramos la puerta”.

La noticia cae como una bomba. Se acusa a Llaudet de haber utilizado el baloncesto para auparse, hacerle la cama a Miró Sans y luego, tirarlo. Los grandes jugadores que había reunido se dispersan. Buscató y los hermanos Martínez pasarán al Aismalíbar, Bonareu se retira… Sólo sigue Joan Canals, del que Buscató y Bonareu hablan con admiración todavía hoy por aquel gesto. Internacional (24 partidos llevaba), prefiere quedarse en el Barça sin cobrar nada (se entiende que pagándose hasta el tranvía y la ropa) y jugar con muchachos de verdad amateurs, entre los que se encuentra Valbuena, que luego despuntará. No alcanzó la internacionalidad número 25, que procuraba una distinción muy deseada en la época, por esa inmersión en el mundo amateur.

Paralelamente, Saporta le encarga la sección a Pedro Ferrándiz, un joven e impetuoso entrenador de la cantera, que provocará un despegue formidable. De mirada grande, renovó el equipo, dio bajas polémicas, ascendió a varios del filial Hesperia, que él misno había entrenado, y cruzó el Atlántico para fichar a Hightower, un globetrotter.

PeticionImagenCA57VUVFLlaudet rectificó al año. El Barça fue readmitido en Primera, pero dos años más tarde bajó a Segunda. Allí entró de entrenador Eduard Portela, el ahora Presidente de Honor de la ACB, que le volvió a subir. Poco a poco el Barça fue a más. Pero el mal estaba hecho. Aquellos primeros años sesenta fueron los de la irrupción de la televisión. El Real Madrid de baloncesto ocupó la pantalla, con sus partidos de Copa de Europa, que familiarizaron al conjunto de la población con ese nuevo deporte. Baloncesto y Real Madrid llegaron a ser sinónimos. Con frecuencia, el rival era de más allá del Telón de Acero, lo que le daba un morbo especial al asunto. El club hasta creó para la televisión un Torneo de Navidad, un cuadrangular de prestigio que cubría los ocios de los hombres en Nochebuena y Navidad, mientras las madres se afanaban en las cocinas.

En los sesenta, el Madrid ganó cuatro veces la Copa de Europa y llegó a otras tres finales. Y ganó nueve Ligas y seis Copas del Generalísimo. El Barcelona no ganó nada. España identificó baloncesto y Real Madrid, y con eso Saporta consiguió de Televisión Española, mezclando los paquetes de baloncesto y fútbol, un contrato de televisión muy ventajoso.

Llaudet tuvo un mandato de luces y sombras. Consiguió la recalificación y venta de Les Corts por 226 millones de pesetas, resolviendo el gran problema que había heredado. Creó el Gamper, homenaje al fundador. También cometió algún desliz, como el fichaje de Silva, para forzar la reapertura del mercado de jugadores extranjeros, con aquella declaración: “Siempre quise tener un chófer negro”. Y no consiguió hacer un Barça realmente fuerte en fútbol en siete años de mandato.

En conjunto no fue un mal presidente, pero aquella decisión le provocó al Barça un retraso de decenios en el segundo frente, el del baloncesto. No supo ver la oportunidad que la naciente televisión ofrecía a este deporte. Saporta, sí.

FOTOS integradas en el texto:
1.- Enrique Llaudet recibe el cheque simbólico de la venta de Les Corts.
2.- Raimundo saporta.

Madrid y Atlético desempatan en Zaragoza

Por: | 02 de febrero de 2014

PeticionImagenCAIZSO1ZTemporada 58-59. Era la cuarta Copa de Europa, el Madrid había ganado las tres anteriores. En ese tiempo, sólo jugaban los campeones de Liga de cada país y el campeón de la edición anterior. El Madrid fue ambas cosas, lo que dio derecho al Atlético a entrar por España, como subcampeón. Había eliminado sucesivamente al Drumcondra, al CDNA de Sofia y al Schalke 04. El Madrid, exento de la primera ronda como campeón anterior, eliminó al Besiktas y al Wiener. La Liga ya ha acabado. La ha ganado el Barça, con el Madrid segundo y el Atlético, quinto.

El primer partido se juega el 27 de abril, en el Bernabéu. El mismo día empieza la Vuelta a España, con Rivière, Bahamontes, Loroño y Van Looy como figuras. Las vísperas son tensas. El Madrid está en El Escorial, donde Carniglia se duele de las bajas de Juanito Alonso (Domínguez no convence), Zárraga y Kopa. Estos dos han jugado hasta la fecha 26 partidos de Copa de Europa, sin perderse ninguno (Kopa, con el Stade de Reims en la primera edición, con el Madrid las dos siguientes). El Atlético está en El Plantío, a cargo de Daucik, que tiene fe. Su equipo es más joven y brioso, confía en que el Madrid, con más años en sus figuras, acuse la larga temporada.

<CW-19>El Bernabéu está lleno. La afición atlética se instala en la lateral baja, de pie, sobre los vestuarios. Delante de lo que hoy es el palco, que en la época estaba enfrente. Se juega a las 20.30 con luz artificial y arbitraje del escocés Mowatt. Carniglia elige a Domínguez; Miche, Santamaría, Lesmes; Santisteban, Ruiz; Mateos, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. Daucik opone a Pazos; Rivilla, Callejo, Mendiondo; Chuzo, Calleja; Miguel, Mendoza, Vavá, Peiró y Collar.

Se juega con cautela. La afición atlética comprueba con desilusión que, como pasó en Liga, en el Metroplitano, el excelente extremo Miguel es desplazado por Daucik al medio para perseguir a Di Stéfano. En el minuto 12, a la salida de un córner, Chuzo recoge fuera del área y lanza por la escuadra derecha de Domínguez: 0-1. Dos minutos después, Gento se va por su lado, centra pasado, Rial cabecea en plancha, el balón pega en la base del palo y se cuela; el linier agita el banderín señalando fuera de juego, pero Mowatt lo concede: 1-1. En el 35, colada de Di Stéfano y penalti que Puskas transforma, aunque Pazos llega a tocar el balón: 2-1. En el 37, penalti por derribo a Peiró que Vavá lanza y para Domínguez. Eso y un cabezazo de Di Stéfano al poste definen la primera parte, briosa, casi agotadora.

 

La segunda mitad es peor. Santisteban se lesiona (un problema muscular amargó su carrera) y pasa a extremo, como figura decorativa. Di Stéfano se incrusta en la media, apenas sube. Puskas no se mueve. Gento queda aislado. El Atlético se conforma con el 2-1. La cosa acaba así, con protestas atléticas por el gol de Rial y opinión general de que los dos penaltis han sido rigurosos. Mowatt, en todas las conversaciones.

La vuelta es el jueves 7 de mayo, en el Metropolitano. A las cinco de la tarde, porque aún no tiene luz artificial. No es grave, porque es fiesta de guardar, La Ascensión. La expectación es tan grande que se instalan graditas portátiles en el Metropolitano, a la derecha de la tribuna cubierta y en la lateral, para conseguir 400 asientos más. Telefónica instala líneas especiales para corresponsales extranjeros. Los madridistas ocuparán la inmensa gradona del Fondo Este, de pie, donde se vende papel sin tasa, como en la lateral baja del Bernabéu.

El Atlético repite alineación, salvo Agustín por Mendoza: Pazos; Rivilla, Callejo, Mendiondo; Chuzo, Calleja; Miguel, Agustín, Vavá, Peiró y Collar. En el Madrid vuelve Kopa y Santisteban está recuperado. Carniglia, que nunca se sintió feliz con Puskas, lo deja fuera y saca a Domínguez; Miche, Santamaría, Lesmes; Santisteban, Ruiz; Kopa, Mateos, Di Stéfano, Rial y Gento. Arbitra el inglés Leafe.

Volvemos a ver un partido prudente, resuelto con un solitario gol de Collar. En la segunda mitad, el público se impacienta tanto que hay gritos de “¡Tongo, tongo!”, desde la suposición exagerada de que ambos clubes habrían acordado repartirse una tercera taquilla. Un tirazo de Kopa al larguero acalla los gritos. Pero vuelven…

A la noche hay discusiones duras para ver dónde se desempata. El Madrid propone Madrid y, claro, el Bernabéu, que ofrece más capacidad. El Atlético exige escenario neutral. Esgrime que la UEFA le ha impuesto escenario neutral (Suiza) para su desempate con el CDNA de Sofia. Propone Bilbao y Barcelona. El Madrid contrapropone Valencia. Se habla de Sevilla, pero el Madrid, que después tendrá que jugar en la Copa en Barcelona, dice que le quedaría muy lejos. Hay gritos, tantos que protesta el cliente de la habitación de al lado (la reunión es en el hotel Velázquez) y sube una camarera a calmarle, porque hasta las once se puede hacer ruido. Sin acuerdo, se van a la cena oficial, al Palace. Allí, tras el ágape, los discursos y los regalos, las partes se retiran a seguir el debate. No hay acuerdo. Se propone que cada cual dé ocho nombres de ciudades con equipo en Primera, para ver si hay coincidencias. Sale Pamplona, pero se echa atrás. Se decide Zaragoza, que había sido descartada antes por miedo al Moncayo. Eso del miedo al Moncayo creará cierto mosqueo en Zaragoza.

 

Llega el Día D, 13 de mayo. Será a las cinco de la tarde. 10.000 madrileños se desplazan, en una hilera interminable de autobuses y coches particulares. Han comprado sus entradas en las taquillas oficiales que tienen ambos clubes repartidas por Madrid. La carretera parece en algún tramo la Gran Vía. En Zaragoza vuelan las otras 20.000 entradas. El partido se va a televisar, pero entonces casi nadie tenía tele. De hecho, la transmisión fallará hasta la segunda parte. Los equipos se hospedan en sendos hoteles en el Paseo de la Independencia, a poca distancia uno de otro. El árbitro, Míster Ellis, se encuentra cuando llega con que el Atlético está en el hotel que ha escogido y, discreto, se marcha a otro. A las cinco empieza el partido. Carniglia tiene otra vez lesionado a Santisteban, aunque recupera a Zárraga. Vuelve a contar con Puskas y saca a Domínguez; Miche, Santamaría, Lesmes; Ruiz, Zárraga; Kopa, Mateos, Di Stéfano, Puskas y Gento. El Atlético repite el equipo del segundo día: Pazos; Rivilla, Callejo, Mendiondo; Chuzo, Calleja; Miguel, Agustín, Vavá, Peiró y Collar.

Miguel arranca en la media, pero pronto regresa al extremo. Esta vez será Agustín quien vigile al genio. El partido empieza bien por las dos partes, aunque al Atlético le falla Vavá, que parte en dos la delantera. Por el contrario, Puskas está con todas las luces encendidas. En el 15, buena jugada Mateos-Gento-Mateos-Di Stéfano con preciso remate de este: 1-0. En el 18, Miguel se va por la derecha, cruza un balón raso al que fallan Santamaría, Vavá y Miche y aparece Collar para batir a Domínguez. 1-1. En el 40, un insistente ataque del Madrid acaba en un remate cruzado de Puskas con la derecha, su pata de palo: 2-1.

En la segunda mitad, el Atleti se desploma. Falta de moral, agotamiento… Di Stéfano se hace el dueño. Ni siquiera la lesión de Lesmes, que se retiró dos veces y regresó, a 15 minutos del final, para hacer número, animó al Atlético. Kopa y Puskas fallaron goles cantados. Eso le pudo costar caro al Madrid, porque a dos minutos del final Peiró falló a su vez un gol claro que hubiera llevado a la prórroga.

Hay abrazos en el centro del campo, entre ovación colectiva. La gente vuelve en orden, sin peleas. No eran años de ultras, sino de grupos familiares. La Vuelta a España la ha ganado un madrileño, Antonio Suárez. Y otro madrileño, un chico de 20 años llamado Luis Aragonés, ha jugado su primera temporada como profesional, en el Recreativo de Huelva. Pertenece al Real Madrid, sueña con suceder a Mateos y jugar algún día junto a Di Stéfano. Pero la vida le tiene señalado otro camino…

El País

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