Memorias en Blanco y Negro

Sobre el blog

Este blog pretende rescatar la memoria vivida en el deporte.

Sobre el autor

Alfredo Relaño

es director de AS y antes de ello fue sucesivamente responsable de los deportes en El País, la SER y Canal +. No vio nacer el cine, como Alberti, pero sí llegó al mundo a tiempo de ver jugar a Di Stéfano y Kubala, escalar montañas a Bahamontes y ganar sus primeras carreras a Nieto. ¡Y ya no se morirá sin ver a España campeona del mundo de fútbol!

Griffa, de San Mamés al calabozo y a El Pardo

Por: | 30 de marzo de 2014

Jorge Bernardo Griffa fue un central argentino que jugó en el Atlético del 59 al 69 y luego en el Espanyol. Todo un carácter. Hoy es un hombre apacible, simpático, gran anfitrión. Le visité en su casa de Buenos Aires no hace mucho, cuando nos dieron el chasco con la candidatura olímpica de Madrid. Viéndole ahora nadie le emparentaría con aquel tremendo defensa, al que el entusiasmo por su causa llevaba con frecuencia demasiado lejos. Para el madridista de la época fue el enemigo público número uno. Pero la peor bronca la tuvo en San Mamés, de donde fue directamente al calabozo.

Aquello ocurrió el 3 de marzo de 1963, a ocho jornadas del final de la Liga. El Atlético era segundo, el Madrid se le escapaba. El Atlético había hecho una gran campaña en casa, donde cedió solo un empate, pero fuera había perdido cinco. Griffa estaba harto. Aspiraba a ganar la Liga. El Atlético aún tenía que visitar el Bernabéu y eso le daba esperanzas. Griffa conjuró a los suyos: “¡Ya está bien! ¡En Bilbao tenemos que ganar!”.

Y no ganaron, empataron a cero, pero el partido fue bravo. El Atlético no era bien recibido esos años en San Mamés. Casi nunca lo ha sido, a pesar de ser hijo del club bilbaíno. Pero aquel día fue peor. Hubo palos y tensión, con Griffa en medio de casi todas las broncas. Cuando Bueno, aquel buen árbitro aragonés, pitó el final del partido, a Griffa le pilló al otro lado del campo. Mientras acudía a la bocana de vestuarios se desató un vendaval de abucheos. Se detuvo en la puerta a saludar a Bueno y el público entendió que lo hacía con retintín. Arreció la bronca. Cuando se retiró Bueno, él se quedó encarándose a la grada. Ahí se dividen las versiones. Según se contó en Bilbao, y siguen contando los que lo vieron, desafió al gentío echándose las manos a las partes pudendas. Según él, no pasó de levantarse la parte de arriba de la camiseta, con las dos manos, para hacer ver el escudo. En todo caso, su actitud encrespó aún más al público.

GRIFFAGriffa, en un partido con el Atlético. /as

—¡Me volví loco! Yo era así. ¡Estaba dispuesto a pegarme con los 10.000 de esa grada, uno por uno, me sentía capaz! ¡Qué sé yo lo que me pasó por la cabeza! Por el Atleti, era capaz de cualquier cosa…

Al fin, la policía (los grises de la época), le retiró a empujones, no sin esfuerzo. Una vez dentro, le dijeron que quedaba detenido por alteración del orden público. José Villalonga, secretario técnico del Atlético y capitán del Ejército, se enfrentó a los policías. Hubo una larga disputa, en la que intervinieron directivos de ambas partes. La grada seguía llena, con la gente exigiendo que Griffa saliera otra vez. Al fin, Griffa fue detenido. Le metieron en un furgón de la policía que colocó su trasera en la misma puerta central de San Mamés. La multitud siguió enfurecida, en la grada o alrededores del campo, hasta que el insistente mensaje de la megafonía convenció a todos de que había sido trasladado a la comisaría.

—Allí me encontré con un comisario gallego, lo recuerdo aún por un detalle que luego le contaré. Me dijo: “Hombre, chico, ¡que yo soy del Atleti! ¿Cómo has hecho esto? Los vascos son muy suyos… ¿Qué hago yo contigo ahora?”. Me tomaron declaración y me dejaron en el calabozo, con cuatro cinco carteristas. Yo quería pelearme con todos, no me bajaba el calentón, pero estuvieron amables conmigo.

El Atlético decidió que el resto del equipo partiera. Con Griffa se quedó un directivo, el Conde de Cheles, con su coche y su chófer. Consiguió que por la noche le dejaran salir, un poco de tapadillo, a ducharse y a dormir en el hotel, con la condición de regresar temprano a la mañana siguiente, para completar las diligencias. Así lo hicieron.

—A las once de la mañana habíamos acabado y salimos. Pero yo le dije al chófer que parara en la Avenida un momento. Paró y me bajé a pasear, y miraba a todos los que veía retándolos. ¡Aún me duraba el calentón! El chófer me seguía despacio, el Conde de Cheles me hacía señales de que me subiera en el coche, pero yo no quería. ¡Quería pegarme con alguien! ¡Así de loco estaba yo! Todos me miraban extrañados.

Después de un cuarto de hora de desafío itinerante subió por fin al coche, que partió hacia Madrid. Comieron en el Landa, en Burgos, llegaron por la tarde, directamente al club, a Barquillo 22, donde estaba entonces.

(Lo que sigue no se conocía. Todo lo anterior fue relatado en los diarios de la época. Lo que sigue me lo contó en ese encuentro en Buenos Aires y me chocó muchísimo).

—Allí me recibieron bien. Pero Fuertes de Villavicencio, un vicepresidente nuestro que era el Jefe de la Casa Civil de Franco, me dijo que al día siguiente teníamos que ir a ver a Franco a El Pardo. Me quedé muy inquieto...

—¿Y…?

—Pues que al día siguiente, después del entrenamiento, me recogió en su coche y me llevó a El Pardo. Llegaríamos sobre las doce y media. Pasamos varias salas hasta llegar a un salón muy largo, lleno de tapices. Al fondo había una puerta y junto a ella una mesita con un militar escribiendo a máquina. Villavicencio me dejó ahí:

—Espera aquí hasta que te avisen. Luego te recogerá un coche.

—Yo me quedé ahí, sin atreverme casi ni a respirar. Había unos asientos pegados a la pared. Yo no sabía si estar de pie o sentado. Me sentaba, me levantaba… En eso se abrió la puerta del fondo y salió Franco. Me pilló de pie y eso me alegró. Cruzó el salón hacia mí. Se paró, me miró y me dijo:

—¿Así que tú eres Griffa?

—Sí, Excelencia (Me habían advertido que se le dijera Excelencia).

—…el que la armó el domingo en Bilbao…

—Sí, Excelencia, es que no me pude contener… Yo soy de una manera…

—Mira, muchacho. Los vascos piensan que son más altos, más fuertes, más ricos y más listos que nadie. Pero a mí, que soy gallego y bajito, me hacen caso. Porque sé cómo tratarles. No montes otro lío así. Y ahora, vete en paz.

Insisto: me extrañó este relato. He tratado a personas que hablaron con Franco y todas coinciden en que siempre escuchaba y rarísima vez arriesgaba un juicio, y menos imprudente. Pero Griffa me aseguró que la escena se produjo como tal y una vez transcrita dio el visto bueno a su publicación.
Por eso me he decidido, no sin dudas, a rematar así aquella historia.

Por lo demás, tuvo una sanción gubernativa de 10.000 pesetas. Mucha multa para la época. El Atlético le hizo un acto de desagravio, defendiendo que en Bilbao corrió una versión exagerada de los hechos. Incluso mandó una carta al padre a Argentina, para tranquilizarle, porque el asunto trascendió hasta allá. Él hoy lo recuerda con cariño:

—Y es que yo era así. Por el Atleti me volvía loco…

Y tenía que ser verdad. Aún tiene el salón de su buen piso, en La Recoleta, decorado con fotos del Atleti de esos años. Ahí, por esas paredes, se le ve en distintas alineaciones con los Pazos, Madinabeytia, Rodri, Rivilla, Colo, Griffa, Calleja, Ramiro, Glaría, Jayo, Jones, Cardona, Ufarte, Adelardo, Luis, Mendoza, Gárate, Peiró, Collar…

La polémica entrada de De Felipe a Bustillo

Por: | 23 de marzo de 2014

El campeonato 69-70 nos trajo un Madrid-Barça en la primera jornada. Ahora tal cosa no puede ocurrir, porque el sorteo se condiciona a fin de que los dos clásicos caigan en fechas convenientes, pero en aquel tiempo el calendario se definía por sorteo puro. El Barça llevaba sin ganar la Liga desde 1960, exactamente desde la marcha de Helenio Herrera. Salvo por una irrupción del Atlético, en 1966, el Madrid estaba acaparando el título en los sesenta. El Barça estaba harto.

Eran años del cierre de fronteras. El Madrid había sacado de la cantera sus ye-yés, un grupo espléndido, que unidos a Amancio, Pirri, Zoco, lo que quedaba de Gento y alguno más, le bastaba para el dominio en España. El Barça cada año fichaba en busca de mejorar el equipo, pero no le llegaba.

Esta vez esperaba que sí. Para ese campeonato incorporaba a Marcial, imponente interior que ya había triunfado en el Elche y en el Espanyol, y a un gran delantero de futuro, Bustillo, que había desplazado nada menos que a Marcelino del eje de la delantera del Zaragoza. El Barça había pagado por él 8.900.000 pesetas, un dinero en la época, más Borrás y Oliveros, dos buenos jugadores, y el costo de la presencia del Zaragoza en el Gamper. El fichaje se hizo al inicio de la 68-69, pero Bustillo jugó ese curso en el Zaragoza, como parte del acuerdo. Marcó 11 goles en 20 jornadas. En mayo del 69 apareció en la selección, donde fue en los siguientes cuatro partidos. La Copa de 68-69 ya la jugó con el Barça, pero como éste cayó ante la Real en dieciseisavos, apenas se le vio. Su presentación a lo grande fue en el Gamper del verano del 69, a dos semanas de la Liga. El Barça ganó en la semifinal al Slovan de Bratislava (que le había ganado la final de Recopa tres meses antes) y en la final, al Zaragoza. Bustillo marcó el gol de la victoria. A la salida, había esperanzas. Eran más los que decían aquest any, sí que los del aquest any, tampoc.

Y el 14 de septiembre empieza la Liga, con el Madrid-Barça en el Bernabéu. El Madrid estrena mejoría del alumbrado nocturno para la ocasión. El Barça presenta una delantera prometedora: Rexach, Marcial, Bustillo, Zaldúa y Puyol. Dos jóvenes extremos de la cantera, dos grandes fichajes y el valioso Zaldúa. El arranque de Bustillo es fulminante: marca en los minutos 3 y 5, ante el estupor del Bernabéu. El Madrid reacciona, se vuelca y consigue empatar a dos antes del descanso, ambos goles de Fleitas, que juega por baja de Amancio. En el descanso se saborea el partidazo. Pero a los 10 minutos de la segunda parte, la vida de Bustillo va a dar un vuelco. Calpe intercepta un ataque de Puyol por la izquierda, pero este consigue enviar a Bustillo, que ataca el área del Madrid en diagonal. El central madridista De Felipe sale a su encuentro y le cruza violentamente en la frontal. Bustillo ha llegado antes al balón, que consigue enviar a Rexach con la puntera del pie derecho, pero su pierna izquierda se queda enganchada, sufre una torsión de rodilla y se queda en el suelo. Ortiz de Mendibil no pita falta porque el balón llega a Rexach, que pronto lo pierde ante Sanchís.

El juego sigue. El Madrid produce un ataque, el Barça despeja, el Madrid vuelve a retomar el balón y ataca de nuevo, vuelve a cortar y a avanzar el Barça… De cuando en cuando, la tele enfoca fugazmente a Bustillo, que se duele visiblemente en el suelo. En la primera imagen, Calpe está junto a él, consciente quizá de la gravedad. Luego se incorpora al juego. Miguel Ors comenta en la transmisión de televisión que ha habido una circular recomendando a los jugadores no parar el juego, salvo decisión del árbitro, a la vista de abusos que se estaban produciendo para robar tiempo, como pasa hoy. Pero no es el caso. Al fin, Castro envía el balón fuera. Acuden Ortiz de Mendibil, Puyol y Zoco. Bustillo no se puede sostener en pie. Le retiran entre Puyol y Junquera, el meta del Madrid, hasta el fondo, donde el masajista Ángel Mur, que no ha recibido permiso para ingresar en el campo, le espera. Bustillo va con la pierna izquierda en el aire. No podrá reintegrarse. Sale Pellicer en su lugar. El partido sigue, acaba 3-3, con nuevos goles de Gento y Rexach. La sensación final es de partidazo, pero queda un malestar por Bustillo.

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Bustillo se retira lesionado. / DIARIO AS

¿Qué tendrá? Hasta que no baje la hemorragia, se informa, no se podrá conocer en detalle el alcance, pero se da por hecho que tiene roto el ligamento interior.

El martes se conoce el parte provisional: “Ruptura completa de ligamento lateral interno de la rodilla izquierda con posible lesión meniscal que requieren inmediata intervención quirúrgica, con un pronóstico de inactividad para la práctica del fútbol en un periodo de tres meses, salvo complicaciones”. El mismo día, El Mundo Deportivo de Barcelona se pregunta si será suspendido De Felipe por el tiempo que dure la baja de Bustillo. En la época era uso relativamente común. Eso le había costado al zaragocista Cortizo una sanción de 24 partidos por fractura de tibia de Collar dos años antes y, más recientemente, una de 12 a Guedes por lesionar a Planas II.

El miércoles se efectúa la operación, por los doctores Cabot, Altisench y García Cugat. “La primera impresión al operar ha sido de catástrofe”, declara Cabot al finalizar. Las consecuencias han sido más graves de lo temido, según informa el parte: “1.— Rotura total de la inserción del ligamento lateral interno en sus dos capas, superficial y profunda. 2.- Desinserción periférica del menisco interno. 3. — Ruptura del ligamento cruzado anterior”. Se augura recuperación completa, pero sin plazo.

Con el parte aún reciente, se conoce la decisión del Comité de Competición, que colma de indignación a los barcelonistas. No hay suspensión a De Felipe. Hay seis jugadores del Barça amonestados y multados por formular reparos al árbitro: Torres, Eladio, Castro, Gallego, Marcial… ¡y Bustillo! Bustillo se había quejado en la primera mitad de una entrada dura. Se recuerda entonces que Ortiz de Mendibil había estado recusado por el Barça dos años antes, por un gol del Madrid en el descuento y la directiva recibe críticas por haber levantado ese curso la impugnación. Ortiz de Mendibil era tenido entonces como árbitro de cámara del Madrid, lo mismo que Rigo del Barça.

El asunto llega a la Delegación Nacional de Deportes que preside Juan Antonio Samaranch. Este acude al NO-DO, junto a Antonio Calderón y De Felipe, a ver hasta 20 veces la repetición de la jugada, filmada con mucha nitidez. De Felipe y Calderón defienden que no hay impacto, que la lesión es un accidente. De Felipe ha ido abajo, la lesión es en la rodilla. Y así es. El propio Bustillo la describirá así, veinte años más tarde, en La Vanguardia: “Quedé con los pies trabados y al no poder articular bien el movimiento salté por encima de De Felipe pero caí en mala postura”.

Bustillo no jugó más esa temporada. En las dos siguientes jugó un partido cada una. Luego, aún con 25 años, se fue al Málaga, ya en posición de segundo delantero, donde jugó en las siguientes cuatro temporadas 31, 27, 24 y 13 partidos, con una producción de goles también menguante: ocho, tres, dos y por fin ninguno. Por supuesto, nunca volvió a la selección. Con 29 años dejó el fútbol. Se casó con una malagueña y hoy regenta un hotel en la Costa Dorada. No le gusta hablar del tema.

De Felipe jugó en el Madrid hasta la 72-73, cuando se marchó al Espanyol. Allí jugó hasta el 78, cuando se retiró, con 33 años. Volvió a enfrentarse con Bustillo, en el Málaga, y no hubo incidentes. Pero en sus años en Barcelona encontró con bastante frecuencia quien le recriminaba aquella acción. Un cúmulo de acontecimientos (la prometedora juventud de Bustillo, sus dos goles-relámpago, la actitud de Ortiz de Mendibil, la gravedad de la lesión y la ausencia de sanción a De Felipe junto a las cinco amonestaciones a blaugranas) convirtió aquel suceso en una de las partes principales de la leyenda negra del Madrid en Barcelona.

De las manoletinas a las ‘montalvinas’

Por: | 16 de marzo de 2014

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Ahora que el Madrid ha multado a Illarramendi por recortar vaquillas
me saltan a la memoria imágenes de un tiempo en que el fútbol no tomaba tantas cautelas, ni en el Madrid ni en general, y los jugadores se exponían con gloriosa irresponsabilidad en fiestas camperas, sin el menor disimulo. En realidad era algo casi clásico. Con frecuencia, cuando visitaba España algún equipo extranjero, selección o club, se le invitaba a una tienta, y siempre había algún jugador de los nuestros que se lanzaba. Y no hacía falta que fuera andaluz o salmantino, tierras ganaderas por excelencia. Gento, cántabro, era de los más atrevidos, y toreó muchas vaquillas en festivales benéficos. Un veterano periodista me contó que Segarra y Gensana despuntaron con el capote y la muleta en la finca de Sancho Dávila, expresidente de la Federación, en las vísperas de aquel célebre Betis-Barça del “ganaremos sin bajarnos del autobús”.

El tiempo hizo que los reglamentos internos de los clubes fueran proscribiendo esa práctica, por peligrosa, del mismo modo que los jugadores tienen prohibido montar en moto o practicar deportes de riesgo. Se entiende. En el Madrid posterior vulneró la prohibición Juanito, de sangre muy torera, que presumió de ello mostrando fotos y vídeos y se llevó una multa sonada. Más recientemente los ha habido que han toreado con discreción en la finca de algún amigo torero, pero la intención de este artículo no es delatarles.

La intención es contar cómo de diferentes eran las cosas tiempo atrás. En primavera de 1952 y dentro de los festejos de las Bodas de Oro del Madrid, que ese año cumplía los 50, se introdujo un evento taurino: un festival en homenaje a Vicente Pastor, El Chico de La Blusa, entonces ya muy mayor y en dificultades económicas. Vicente Pastor, madrileño él mismo, había tomado la alternativa de manos de Luis Mazzantini (gran espada y cantante de ópera) el mismo año en que naciera el Madrid, de ahí que se estableciera el vínculo. El Madrid no sólo auspició el homenaje y lo introdujo en la programación de sus Bodas de Oro, sino que le dotó de mayor atractivo al permitir que algunos de sus jugadores (entre ellos Molowny y Pahiño, las dos figuras del club en ese tiempo previo a la llegada de Di Stéfano) participaran activamente.

El cartel del festival (los toreros vestían de corto, no de luces) está encabezado por un letrero que reza: “Gran corrida homenaje a beneficio a Vicente Pastor… del Real Madrid C. de F. en sus Bodas de Oro”. Estuvo anunciada para el 29 de marzo, sábado (el domingo 30 no había Liga, por la selección), pero el mal tiempo aconsejó retrasarla hasta el jueves siguiente, 3 de abril. El Duque de Pinohermoso abriría plaza rejoneando un novillo de su propia ganadería. Luego actuarían tres figuras del momento, Domingo Ortega, Antonio Bienvenida y Luis Gómez, El Estudiante, más un jovencísimo Antoñete (17 años) que aparecía en el panorama como un trueno. Novillos de la viuda de Montalvo.

Y finalmente se anunciaba, como cierre del cartel, que Montalvo (nada que ver con la ganadería), finísimo medio o interior del Madrid, torearía y mataría un becerro, ayudado por una cuadrilla formada por cuatro compañeros de equipo: Molowny, Pahiño, Gabriel Alonso y González. La curiosidad por verles tiró tanto de la taquilla como la presencia de las figuras del toreo, y aunque la tarde fue gélida (hasta granizó), la plaza se llenó y a Vicente Pastor (al que Santiago Bernabéu impuso sobre el ruedo, nada más acabar el paseíllo, la insignia de oro y brillantes del club) le quedó un dinero. La gente le quería. Fue el primer torero al que se concedió una oreja en la plaza de Madrid.

Quedaban dos jornadas para acabar la Liga y el Madrid aún tenía posibilidades. El domingo recibía al Real Santander (estaba proscrito lo de Racing), pero a nadie extrañó que sus jugadores se expusieran. Otro tiempo. De Molowny y Pahiño ya he dicho que eran las máximas estrellas. Gabriel Alonso era el lateral derecho titular, había estado en el Mundial de 1950, en sus botas arrancó la jugada del célebre gol de Zarra a los ingleses. González, defensa, jugaba menos, estuvo sólo un año en el club. (Su hijo fue muchos años jugador del Zaragoza y es tío de Lucas Alcaraz). En cuanto a Montalvo, llevaba varias temporadas en el Madrid. Para ese tiempo alternaba en la media con Muñoz y Zárraga.

 

Y Montalvo armó el lío. Cuando acabaron los toreros, tocó el becerro de los futbolistas. El becerro que salió resultó ser un pregonao que la presidencia tuvo a bien devolver. El sustituto, un eral crecidito y cómodo de cara, funcionó, y aunque Molowny demostró más atrevimiento que desenvoltura (canario al fin y al cabo, con infancia tan lejana a las pasiones taurinas) los demás se apañaron. En El Ruedo (revista que era la biblia taurina de la época) siguiente hay una doble gráfica del festival que incluye la foto de un impecable par de banderillas de Gabriel Alonso al bicho, que no es un cuatreño, pero tampoco una mona. Lo suficiente para quitar a un futbolista de unos cuantos partidos.

Pero, decía, el que la lio fue Montalvo. Muleteó bien, pero sobre todo creó un gran revuelo con una tanda interminable de manoletinas que tendría consecuencias muy duraderas. La manoletina, pase lanzado por Manolete (fallecido cinco años antes) era considerada por aficionados y críticos como un pase de ventaja, efectista y sin mérito. Un truco para engañar a turistas y a isidros. Ángel Luis Bienvenida las daba por entonces mirando al tendido, a fin de dotarles de más mérito, pero ni así. De modo que cuando Montalvo soltó aquel chaparrón de manoletinas los tendidos se encendieron en revuelo. Muchos lo tomaron incluso como una denuncia, un algo así como “esto lo hace cualquiera, no hay que ser torero”, y así quedó. Montalvo cortó la oreja y dio la vuelta al ruedo, pero al tiempo las manoletinas quedaron proscritas.

El Ruedo las llamó desde entonces y por un tiempo montalvinas y los matadores dejaron de practicarlas. Mondeño (un torero atormentado que se metió a monje) intentó resucitarlas a mediados de los sesenta, pero no pudo. Ahora, con José Tomás, han vuelto a ser aceptadas. Claro, que José Tomás todo lo hace de una forma…

Montalvo, por cierto, acabó mal con Bernabéu. Montalvo tenía en sus papeles que había nacido en 1924 en Sevilla. Alguien le demostró a Bernabéu que en realidad había nacido en 1921 y en La Granja de Torrehermosa, pueblo de la provincia de Badajoz cerca del límite con la de Córdoba. Seguro que a Bernabéu le pareció peor la falsificación del lugar que la de la edad. Bernabéu era de pueblo (Almansa) y aborrecía de forma automática a los que habiendo nacido en un pueblo trataban de presentarse como de ciudad. No había nada que desacreditara más a alguien ante sus ojos.

Así que Montalvo se tuvo que ir. Terminó su carrera en el Jaén. La media pasó a ser en firme Muñoz-Zárraga. Pero en Madrid quedó el recuerdo de su nombre en el ámbito taurino, donde cada vez que alguien pretendía echarse la muleta a la espalda para dar una tanda de manoletinas, los tendidos se encendían:

“¡Para dar montalvinas vete a tu pueblo, que esto es Madrid!”.

Campeones de Europa en Tercera

Por: | 09 de marzo de 2014

El 28 de octubre de 1970, salta una noticia chocante: un grupo de grandes jugadores retirados va a fichar por el Toluca, un desconocido equipo de Santander. Se habla de Marquitos, de Mateos, de Atienza, de Pantaleón, de Peiró, de Collar, de Pachín, de Félix Ruiz, de Casado… ¿Cómo era eso posible? ¿Qué era eso del Toluca?

El Toluca era un modestísimo club santanderino, cuyo nombre de origen había sido Paredón Vista Alegre, rebautizado como Toluca por un santanderino que entrenó al club de aquella ciudad mexicana y los hermanó. El Toluca había aparecido esa temporada en Tercera División. Era su primera experiencia en categoría nacional, y había llegado un poco de rebote, por renuncia del Balmaseda. En ocho jornadas había perdido ocho partidos. Marquitos, santanderino de pro, había decidido salir al rescate. Marquitos, Marcos Alonso Imaz, había sido uno de los grandes protagonistas de las cinco Copas de Europa del Madrid de Di Stéfano (paradójicamente, su hijo triunfaría en el Atlético y en el Barça). Mateos también perteneció a aquella gloriosa generación, como Atienza, aunque este participó menos. Pachín había enlazado la quinta copa, la del 7-3 al Eintracht, con la sexta, la de los ye-yés. Félix Ruiz había sido jugador destacado del Madrid en los sesenta, aunque las lesiones le frenaron algo. Peiró y Collar habían formado el ala infernal del Atlético. Collar fue protagonista de la mejor época del club, y Peiró, de la primera mitad de ella, hasta que se fue a Italia por un dineral.

Así que aquella noticia conmovió al mundillo del fútbol, que miró con simpatía el asunto. Finalmente, no se apuntan todos los que Marquitos tanteó, pero sí un grupo muy consistente: Marquitos, Mateos, Pachín, Pantaleón y Atienza, a los que a veces se agregan Félix Ruiz y Casado. Todos ellos andaban más cerca de los cuarenta que de los treinta y su intento les hizo ser vistos rodeados de un halo romántico. Algo así como si ahora La Quinta del Buitre se apuntara al rescate de un club menor en apuros. Sólo que más. Estamos hablando del Madrid de las primeras cinco Copas de Europa…

De repente, todo pareció iluminarse en torno al Toluca. Cada día una noticia: todos los miembros del Circo Atlas, de los célebres Hermanos Tonetti, se hacen socios de golpe. Se habla de Juan Julio Priso, un guineano de 21 años del que se dice que es un Pelé. Y de un panameño llamado Iván Simón, con un marcón en 100 metros lisos. Se apunta Vicedo, joven prodigio en el Barça a mediados de los cincuenta al que las lesiones frenaron. Otro día sale que la categoría es amateur, que es que ellos no van a cobrar, que hay un límite de edad para jugar como aficionado...

Toluca1De pie, con el Toluca, Marquitos, Pachín, Pantaleón. Agachados, Atienza y Mateos./ as

Al fin llega el día del debut de los refuerzos, en Barreda. Allí aparecen Pantaleón, Marquitos, Pachín, Atienza y Mateos. Entre todos reúnen 13 Copas de Europa con el Madrid. La expectación es tremenda. El Toluca empata, 1-1, es su primer punto, y ese empate se convierte en noticia nacional.

Pronto llegan los problemas. Marquitos declara que ayudan al Toluca porque el Racing no lo hace y en el Racing eso sienta mal. Tienen un acuerdo con el Toluca para disponer de sus juveniles a cambio de dejarles el campo para determinados partidos, y se rompe. Ante la visita de la Ponferradina no le dejan al Toluca El Sardinero. Entonces llega la oferta del campo del Regimiento Valencia, por amistad de Marquitos con el Coronel. Se instalan gradas supletorias, hay locura por ver el partido. La Ponferradina protesta antes del choque, considera irregular la presencia de los ex en el Toluca. Salen a relucir párrafos contradictorios de la legislación federativa. Al final, juegan. El partido acaba en tablas, y ese nuevo empate sabe bien. Pero mejor sabrá la primera victoria, cuatro semanas después, ante el Lugo, por 4-0. El Lugo era entonces el tercero del grupo.

La aventura sigue, con un halo entre rebelde, canalla y romántico. Viven en Madrid, viajan en el día, en un par de coches, y vuelven a dormir a casa. Pachín lee durante el viaje novelas de Lafuente Estefanía que luego utiliza como espinilleras. El mundo federativo está en contra, lo encuentran todo una transgresión, un absurdo. Marquitos hace unas declaraciones muy inspiradas:

—Somos demasiado viejos para ser jóvenes, pero demasiado jóvenes para sentirnos viejos.

Caen bien. En Madrid se pregunta cada noche de domingo qué ha hecho el Toluca. Circulan noticias infamantes contra la iniciativa. Se desliza que cuando llegan a un campo exigen dinero al presidente del club local:

—Esto está lleno porque jugamos nosotros. O nos da la mitad de la taquilla o no salimos.

Eso se aseguraba en círculos federativos. Incluso decían que iban más allá:

—Está bien. Nos conformamos con un cuarto de la taquilla. Pero si nos da la mitad nos dejamos ganar.

Y que luego intentaban ganar. Si ganaban o empataban, decían que les había podido el corazón y cobraban sólo la cuarta parte de la taquilla. Si perdían, cobraban la mitad.

Eso corrió y probablemente era mentira, porque a la vista de ello decidieron acudir sólo a los partidos de casa, al campo del Regimiento Valencia, en Santander, donde la concurrencia siempre fue alta. Iban sacando puntos hasta que todo se fue al traste el 28 de marzo, a ocho jornadas del final. Para entonces habían ganado ya siete partidos y empatado cuatro. No estaba mal si pensamos que llegaron con cero puntos. Era la jornada treinta, a ocho del final, y estaban cuartos por la cola, empatados con el Barreda. Bajaban cuatro. Estaban en línea de salvación. Ese día les visitó la Cultural Leonesa, el líder, cuyo ataque dirigía el fenomenal Marianín, El Jabalí del Bierzo, un gran goleador que quizá merecería más recuerdo y reconocimiento del que tiene.

En el minuto 56, con 0-1, sobreviene la catástrofe. Pachín reclama un penalti al árbitro, el guipuzcoano Anasagasti. Este le expulsa. Entra en acción Marquitos, que también es expulsado. Se niega a irse, se pone de rodillas, el público se pone de su lado, hay una interrupción de veinte minutos. Al final se lo lleva la Guardia Civil. Hay conato de invasión de campo. Para entonces estaba muy extendida la impresión de que los arbitrajes tendían a ser adversos al Toluca. Por fin se reanuda el partido. Lo ganará la Cultural, 0-2, ambos goles de Marianín. El acta de Anasagasti es durísima.

A Pachín le caen seis partidos: tres por insultos al árbitro y tres por blasfemar. A Marquitos, trece: cuatro por insultos al árbitro, dos por desacato a órdenes, dos por provocar al público y cinco por amenazas al árbitro. Son sanciones desusadas, dejan la impresión de que el Comité ha ido a degüello. Eran los dos grandes animadores de la iniciativa. Huérfano de ellos, el Toluca se deshincha, pierde el difícil impulso adquirido y acaba penúltimo, descendido, mientras Marquitos y Pachín se comen los puños de rabia. El Toluca sobrevive como puede en Regional unos años y acaba por desaparecer.
Mucho tiempo más tarde, cuando vi Space Cowboys, aquella película de los astronautas cincuentones que interpretaron Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner, recordé aquella aventura. Eran gente que se negaba a dejarse ganar por el tiempo.

Sólo que la película, claro, acabó bien.

De la manita a la mano de Alsúa

Por: | 02 de marzo de 2014

Los dos derbis madrileños (entonces se decía encuentro de la máxima rivalidad) de la temporada 47-48 fueron pródigos en acontecimientos notables y quedaron unidos en el recuerdo de los aficionados por una misma palabra: mano. Manita de cinco goles en la primera vuelta, mano de Alsúa en la segunda.
Aquella temporada el Madrid lo pasó muy mal. Fue el curso en el que inauguró el nuevo Chamartín (estrenado el 14 de diciembre de 1947), para lo que jugó como local en el Metropolitano, campo del Atlético, durante la primera vuelta. El esfuerzo para la construcción del nuevo campo (cuya dimensión, gigantesca para la época, provocó que muchos tacharan a Bernabéu de megalómano y le auguraran la ruina del club) había impedido reforzar el equipo. El Madrid tenía jugadores buenos, pero algo envejecidos.

En esas condiciones se llega al partido de la máxima. Novena jornada, en el Metropolitano. El Atlético es quinto; el Madrid, octavo. La Liga es de 14. El partido se juega el 23 de noviembre y Hernández Coronado, el inteligente, avanzado y también algo excéntrico secretario técnico del Madrid, incorpora una llamativa novedad: los números en las camisetas. Introducidos por Chapman en el Arsenal en 1928, aún no los había utilizado nadie en España. Hernández Coronado, siempre al tanto de las novedades, decidió que el Madrid los incorporara ese día. Ya que las cosas no iban bien, era una forma de ponerse por delante al menos en algo.

Los hombres que estrenaron los números en España, quede constancia aquí para la pequeña historia del fútbol, fueron estos: Clemente (2), Corona (3), Pont (4), Ortiz (5), Huete (6), Macala (7), Alonso (8), Pruden (9), Molowny (10) y Cabrera (11). Calleja, el portero, no llevó número.

Enfrente, un Atlético que iba a más, con una alineación que remata una delantera de lujo: Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escudero. El partido es un monólogo del Atlético, que donde pone los números es en el marcador: uno (Escudero), dos (Campos), tres (Juncosa), cuatro (Juncosa otra vez) y cinco (Vidal). (Úbeda, exjugador del Madrid y para las fechas crítico de Pueblo, bautiza a la gran delantera como La Delantera de Seda. El apodo colectivo hará fortuna). El lunes es duro para los madridistas. Por primera vez se habla de manita, tan en boga ahora. Los atléticos agitan la mano con los cinco dedos abiertos ante la cara de los madridistas, en los colegios, las oficinas o los cafés. También circula el “Os hemos ganado por Ortiz a cero”. Ortiz era el número cinco, un veterano que había jugado en el Athlétic de Bilbao a caballo de la guerra.

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Alsúa marca con la mano./ AS

El partido de la segunda vuelta será el 29 de febrero del 48, año bisiesto. El Atlético ha ido a mejor, ya es tercero, a dos puntos del Valencia y a uno del Barça, segundo. Por su parte, el Madrid ha ido a peor. Y eso que ya juega sus partidos de casa en el nuevo Chamartín (no se llamará Santiago Bernabéu hasta 1955). Y que ha sustituido al entrenador, Albéniz, por el inglés Míster Keeping, que llega con la WM bajo el brazo. La WM se consideraba entonces la fórmula atómica. A España, tan aislada e inmovilista esos años, tardó en llegar.

Pero, decía, aun así el Madrid está bordeando la catástrofe. En la jornada vigésima ha perdido en casa con el Gijón (entonces, prohibidos los términos extranjeros, se le llamaba así) y ha caído al penúltimo puesto, en descenso, pues bajan dos. En la vigésimoprimera ha visitado al Sevilla, donde fue recibido con gritos de “¡A Segunda, a Segunda!” y despedido con gritos de “¡Tongo, tongo!” tras ganar por 2-3. Aun así, cuando en la jornada siguiente, a cuatro del final, recibe al Atlético, es cuarto por la cola, a un punto del descenso.

Las vísperas son tensas. El Madrid se concentra en El Escorial, el Atlético en El Plantío. Este va a ser el primer derbi en el nuevo campo. Marca hace gran despliegue. A Bernabéu le escuecen las preguntas sobre si el Madrid puede bajar. Opinan los entrenadores, los jugadores, camareros, taxistas, famosos... Hasta las bellas oficiales de la época: Felisa Núñez, Mari Martínez, Dioni Peralta, Maribel López, Mari Gracia, Charito Martínez, Julita González, Elena Sander… En portada aparece el árbitro, Azón, número uno de la época (irá al Mundial de 1950). Se muestra confiado…

El nuevo Chamartín revienta. Se calculan 80.000 espectadores, muy de largo el récord hasta el momento en el fútbol español. Hay feroz reventa. Por primera vez, los críticos con Bernabéu empiezan a admitir que quizá su idea no fuera tan mala… Por el Madrid salen: Bañón; Azcárate, Corona; Moleiro, Pont, Ipiña; Molowny, Alonso, Pruden, Barinaga y Alsúa. Por el Atlético: Saso; Riera, Aparicio; Mencía, Arnau, Cuenca; Juncosa, Vidal, Jorge, Silva y Escudero. Falta Campos en la Delantera de Seda.

El Atlético, que es claramente más, sale a por el partido, se vuelca y a los cinco minutos se adelanta, por medio de Escudero. Luego se deja ir un poco, confiando en que el vaivén del partido le traiga nuevos goles. El Madrid juega con nerviosismo y desesperación, carga con el partido ante un Atlético cómodo. Domina por ímpetu y orgullo. A tres minutos del descanso, llega la jugada de la que se hablará durante años: ataque por el centro, remate de Barinaga al larguero, un pequeño lío en el área chica y Alsúa (Antonio Alsúa o Alsúa I, para diferenciarle de su genial hermano Rafael) marca con un manotazo furtivo. Los atléticos protestan, pero Azón da el gol. La jugada ha sido rápida, no tan fácil de ver en el barullo, y en la grada cada cual opina lo que le conviene. En el segundo tiempo no hay más goles. La cosa acaba 1-1 y el Atlético se ve alejado de la cabeza un punto más, porque Valencia y Barça han ganado.

Las discusiones se avivan cuando el día siguiente aparece en la prensa una foto inequívoca del instante en que Alsúa golpea con la mano. A su lado están el meta Saso y el defensa Riera. La foto no deja lugar a dudas. Los atléticos blanden el periódico ante la cara de los madridistas, que se encogen de hombros (en blogs de inclinación atlética o barcelonista que reproducen esta foto se suele leer que el que sale junto al Alsúa es el árbitro. Pero no, es Saso. Suplantarle por Azón resulta un exceso).

Cuando la jugada llega al NO-DO, se provocan alborotos en el cine, hasta el punto que acaba por retirarse. Lo mismo ocurrirá más adelante con jugadas como el gol no concedido al Sevilla en la última jornada de la 50-51, los cuatro anulados al Madrid por Míster Leafe en el Camp Nou o el penalti de Guruceta, entre otras jugadas. La consigna era paz en los cines. Que el alboroto del fútbol no entrara en ellos.

La Liga acabó de forma curiosa. El Madrid se jugaba el descenso la última jornada. Recibía al Oviedo, mientras que el Atlético visitaba al Gijón. Si el Madrid perdía y el Gijón ganaba, descendería el Madrid. Así que el Atlético viajó a Asturias primado por el Madrid. Allí ganó 2-7. Por su parte, el Madrid ganó 2-0 al Oviedo, no hubiera necesitado de la mano (otra vez una mano) que le echó el Atlético. Bajaron el Gijón y la Real. El Madrid fue cuarto por la cola. No había promoción. Nunca antes ni después estuvo tan cerca del descenso. Le sobraron sólo dos puntos. En cuanto al Atlético, terminó tercero, a cuatro puntos del Barça, cuyo rush final fue impresionante.

Y en Madrid se hablaba y no se paraba de la mano de Alsúa, punto histórico de partida de las numerosas quejas arbitrales del Atlético en sus partidos contra el Madrid.
alfredo relaño

El País

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