Memorias en Blanco y Negro

Sobre el blog

Este blog pretende rescatar la memoria vivida en el deporte.

Sobre el autor

Alfredo Relaño

es director de AS y antes de ello fue sucesivamente responsable de los deportes en El País, la SER y Canal +. No vio nacer el cine, como Alberti, pero sí llegó al mundo a tiempo de ver jugar a Di Stéfano y Kubala, escalar montañas a Bahamontes y ganar sus primeras carreras a Nieto. ¡Y ya no se morirá sin ver a España campeona del mundo de fútbol!

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El mito de los ‘clásicos’ el 1 de mayo

Por: | 27 de abril de 2014

Se acerca el 1 de mayo, fecha que me recuerda la cantidad de veces que he escuchado (y leído) que en tiempos de Franco siempre se colocaba un partido entre el Madrid y el Barça en esa fecha, para mantener a la gente en casa, alejada de la tentación de salir a manifestarse. Es una leyenda urbana. Eso sólo pasó una vez, pero ya muerto Franco, en 1976. Presidía el gobierno Arias Navarro y era Ministro Secretario General del Movimiento Adolfo Suárez. El Madrid-Barça de Liga se adelantó al viernes 30 de abril, no al 1 de mayo. Lo que se buscaba era evitar las reuniones que prepararan la manifestación.

La leyenda urbana, desde luego, tiene su base. Desde que la televisión, entrados los sesenta, empezó a ser común en los hogares españoles, el Régimen tendió a proponer veladas tentadoras el 30 de abril mediante el deporte (en general fútbol) o los toros, a fin de sabotear esa posible preparación de actos como manifestaciones o lanzamiento de propaganda subversiva. Siempre el 30 de abril, nunca el 1 de mayo, día en el que el horario estelar estaba dedicado invariablemente a la Demostración Sindical, un espectáculo de bailes regionales y exhibiciones de gimnasia de grupo bastante ñoño. Se inició en el 58 y se extendió hasta 1975. Con el Bernabéu como escenario, salvo la tercera edición, en 1960, que se celebró en el Camp Nou porque Franco estaba de viaje por Cataluña, dándose baños de masas. Para el Régimen, el 1 de mayo era fecha de gran brillo, bajo la advocación de San José Obrero.

Pero, decía, la leyenda tiene su base real. Basta con repasar en la hemeroteca la programación de televisión en cualquier periódico en los sesenta y primera mitad de los setenta. Pero siempre el 30 de abril, para disuadir las reuniones preparatorias. Al hacerlo, hasta se puede determinar con claridad qué años se temía más y cuáles menos un 1 de mayo caliente según el esfuerzo de TVE para mantener a la gente en casa.

En 1964 se ofreció un Atlético de Madrid-Berlín Sport de balonmano, cosa que ahora parecería muy poco, pero que entonces era mucho, por lo que suponía el balonmano como novedad y por el tirón que tenía el Atlético en esa especialidad.

Rel

Homenaje a Stanley Matthews, a hombros de Lev Yashin y Puskas, en 1965./ as

En 1965 debió de haber mucha conflictividad, porque TVE bombardeó tres días: el miércoles 28, Zaragoza-West Ham, de Recopa; el jueves 29, homenaje a Stanley Matthews, el gran extremo inglés que jugó hasta los 50 años; y el viernes, 30, Vasas-Benfica, de la Copa de Europa, cuyo interés en España era muy relativo. En 1966, curiosamente, no hay nada. Fechas de calma, o es que se consideró que el reciente estreno del segundo canal (UHF) era un reclamo en sí.

En 1967 se anuncia un programa deportivo especial, del que circuló el rumor de que sería algo grande y lo fue, porque lo que nos ofrecieron fue un manguerazo de goles de Pelé que maravilló.
En 1968 se anunció, en el UHF, un documental llamado El mundo del deporte, que atrajo a muchos con el recuerdo de lo del año anterior, pero que no dio tanto de sí. En 1969, un especial sobre los caballos jerezanos y el España-Yugoslavia de fútbol. En 1970, un especial con todos los goles de la selección registrados en el NO-DO desde la posguerra, y locutado por Matías Prats. Una gran pieza que se tituló Los de la Furia.

En 1971, triple esfuerzo, todo el día 30, que cayó en domingo. Primero se ofreció en diferido (se disputó la noche anterior, ya muy tarde) el combate de boxeo por el mundial de los superwelters entre nuestro José Hernández (campeón de Europa, sordomudo, al que el público animaba agitando los pañuelos) y el italiano Carmelo Bossi. Fue match nulo, con lo que Bossi retuvo el título. Luego, el Español-Betis de Liga y finalmente un España-San Lorenzo de Almagro de baloncesto, amistoso jugado en Balaguer.

En 1972 se bombardea ya el 29, con un Alemania-Inglaterra de clasificación para la Eurocopa, y el día 30 se ofrece un Atlético-Real Gijón (nada de Spórting por entonces).

En 1973, el 29, domingo, sí hay un Madrid-Barça, pero de baloncesto. Y el lunes 30, a falta de fútbol, corrida, con Miguelín, El Viti y Palomo Linares. En 1974, de nuevo boxeo, Tony Ortiz-Roger Zami, título europeo de los superwelters que ganó el español a su rival francés.

Y en 1975 se adelantan anómalamente al miércoles 30 tres partidos de Liga: Barcelona-Elche, Celta-Valencia y Zaragoza-Real Madrid. Tras jugar con los tres, se televisa el último de ellos (el Madrid, que acababa de cantar el alirón en San Sebastián y lo había celebrado intensamente, fue barrido por el Zaragoza, que le endosó un 6-1).

Así que ningún clásico (que entonces no los llamábamos así) hasta el primer 30 de abril tras la muerte de Franco. El presidente, Arias Navarro, temía que se prepararan movilizaciones para ese 1 de mayo. La mejor solución a mano era adelantar al viernes, 30, el Madrid-Barça, que correspondía jugarse ese fin de semana. Quedaban tres jornadas pare el final, el Madrid iba en cabeza con cuatro puntos sobre el Atlético y seis sobre el Barça. Adolfo Suárez negoció directamente con Saporta y se adelantó al viernes, 30, víspera del puente, tras negociar con el Madrid una compensación de 14 millones.

Ganó el Barça 0-2, goles de Rexach y Heredia, en un partido muy duro en el que fue expulsado Benito. Jugaron por el Madrid: Miguel Ángel; Sol, Benito, Pirri, Camacho; Breitner, Netzer, Del Bosque; Amancio, Santillana y Macanás. Y por el Barça: Mora; De la Cruz, Costas, Migueli, Corominas (Rifé, 63’); Neeskens, Marcial, Asensi; Rexach, Cruyff y Heredia (Sánchez, 81’). La derrota pudo apretar la cabeza, pero el domingo el Atlético perdió en el campo del Español y el Madrid respiró. De hecho, sería campeón el domingo siguiente, a una jornada del final, tras ganar en Granada.

Por cierto, al Madrid le costó cobrar los 14 millones por un asunto curioso, que García Candau recoge en su libro El fútbol, sin ley. El director de TVE era Andrés Reguera Guajardo, atlético de pro (fue directivo del club) pero abonado también en el Bernabéu porque, como a tantos otros, le gustaba mucho el fútbol y quería partido cada domingo. Sus vecinos de entrada en el Bernabéu recibían mal sus comentarios, en los que no disimulaba su inclinación. Esa tensión hizo crisis cuando en febrero de ese mismo año Fraguas fue gravemente lesionado en Salamanca por un jugador local, que procedía de la cantera del Madrid. Reguera, que estaba en el Bernabéu y seguía el partido de los suyos por el transistor, se quejó:

—¡Esto es lo que traen las primas a terceros!

Esa insinuación de que el Madrid hubiera primado al Salamanca llevó a algunos de sus vecinos a denunciarle ante la Comisión de Vigilancia. El Madrid sugirió a Andrés Reguera que pidiera él mismo la baja y finalmente lo hizo. Luego retuvo el pago más allá de lo razonable, hasta el punto de que el Madrid tuvo que movilizar toda su fuerza para cobrarlo, y con retrasos. García Candau contó el asunto en este mismo periódico, lo que le costó amenazas de Reguera con los tribunales que no llegaron a concretarse.

En definitiva: mucho deporte y algo de toros en los 30 de abril, nunca en los 1 de mayo, y sólo un Madrid-Barça… ya sin Franco. La leyenda tiene una base, pero es leyenda.

Nota Bene.- Este artículo fue publicado en la edición de papel del El Pais del pasado lunes (28-IV-2014) con un error de difícil perdón. En el momento de los hechos, Adolfo Suárez era ya Ministro Secretario del Movimiento, no Director de RTVE. En todo caso, entiendo que ese fallo (de poco sirve que ahora explique que preparé la corrección pero envié la versión equivocada) no altera la sustancia de los hechos. Esta versión va corregida. Durante dos días he preferido mantenerla en la edición digital de El País con el error, como mortificación a mi descuido.

 

La final de las botellas

Por: | 13 de abril de 2014

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Una de las dos semifinales de la Copa de 1968 enfrentó al Atlético de Madrid y al Barça y fue muy polémica. Del partido del Calderón salió el Atlético indignado, reclamando dos penaltis. Con todo, ganó 1-0 y viajó al de vuelta esperanzado. Allí se llegó al final con 2-1, lo que daría paso a la prórroga. Pero Rigo, el árbitro, aplicó un descuento excesivo a ojos del Atlético y Zaldúa marcó el 3-1. El Barça iba a la final. El Atlético regresó indignado y la prensa de Madrid se hizo amplio eco de ello.

Salió a relucir entonces que ambos partidos, el de ida y el de vuelta, los había arbitrado el balear Rigo. El mismo que había dirigido los dos partidos de cuartos entre el Barça y el Athletic, provocando también malestar en Bilbao. El mismo que había arbitrado once de los treinta partidos de Liga del Barça, con frecuentes quejas de los adversarios. En medio del debate se conoció la designación del propio Rigo para arbitrar la final, en la que el contendiente del Barça iba a ser… ¡el Real Madrid!
¡Para qué más! Sobre la ola de enfado de los atléticos se montó la de indignación y protesta de los madridistas, que sospechaban que Rigo era árbitro de cámara del Barça. Para más problema, entre las semifinales y la final hubo más tiempo del habitual, doce días. La final se retrasó hasta el 11 de julio por problemas de agenda de Franco. Visto con perspectiva, choca que Franco, al que tanto veíamos en el NO-DO cazando o pescando (salmones en Asturias o atunes desde el Azor) tuviera una agenda tan complicada. Pero esa vez la tuvo y la polémica se alargó.

El Madrid instó a la federación a que cambiara la designación, pero esta no quiso. En realidad, la costumbre entonces era designar a los árbitros cotejando la posición que tenían en la lista de los equipos contendientes. Tras cada partido, los dos clubes puntuaban al árbitro. Para cada partido se buscaba el mejor colocado en la suma de ambas listas. Para el Barça, Rigo era el primero y para el Madrid, el segundo. (Hasta después de esa final, claro). El primero en la del Madrid era Ortiz de Mendibil, que estaba recusado por los azulgrana desde un gol concedido también en el descuento a Veloso en un Madrid-Barça de 1966.

Ellos eran los dos grandes árbitros del momento y en caso de duda hacían lo posible por agradar al grande de turno. Así estaban arriba en sus dos listas y les arbitraban con frecuencia, lo que les daba fama y currículo. Pero cuando ambos se enfrentaban había que elegir, y… El caso es que se mantuvo a Rigo, contra las protestas del Madrid. El asunto fue comidilla durante doce días. Por su parte, en Barcelona se quejaban de que la final fuese en el Bernabéu, que la Federación defendía como “campo neutral”. No había privilegio en los precios de las entradas. Pero había el privilegio de la proximidad. Viajar desde Barcelona costaba dinero y ni había tanto ni era tan fácil ni habitual viajar como ahora. Para más inri, ese 11 de julio encontrado en la apretada agenda del Caudillo era jueves, día laborable. Para los barcelonistas era muy difícil acudir.

El Madrid llega como campeón de Liga, pero con tres bajas duplicadas. Le faltaban el lateral Calpe y su suplente, González; el interior Velázquez y su suplente, Félix Ruiz; el extremo izquierda, Gento, y su suplente, Bueno. Y además, el delantero Veloso. Muñoz recompone el equipo como puede: Betancort; Miera, Zunzunegui, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena, Amancio, Grosso, José Luis y Miguel Pérez. A este último se le ha conseguido repescar de la mili la víspera, con un permiso extra. Se intenta lo mismo con el interior De Diego, pero no se consigue. El Barça sale con los mejores: Sadurní; Torres, Gallego, Eladio; Fusté, Zabalza; Rifé, Pereda, Mendoza, Zaldúa y Rexach, joven canterano éste que a última hora pasa por delante de Oliveros.

Cien mil espectadores, con abrumadora mayoría de madridistas. En el palco, los popes del Régimen, junto a los presidentes, Santiago Bernabéu y Narcís de Carreras. El partido empieza mal para el Madrid: centro desde la izquierda e intento de despeje en pifia de Zunzunegui, que manda el balón cruzado al segundo palo de Betancort. Gol. El Barça se parapeta, el Madrid ataca. Al público madridista este inicio le frustra. Hay indignación cuando Pereda, con la pierna en alto, golpea a José Luis, que queda un rato conmocionado. Más cuando, un poco más tarde, Serena se va por la banda, Rigo pita porque el balón se le ha escapado fuera de la línea, pero el extremo sigue y Gallego le cruza violentamente, sin necesidad, puesto que no hay juego. Caen algunas botellas en el lugar. Poco más tarde, el propio Gallego voltea a Pirri, que queda en el suelo, dañado. Otro pequeño lanzamiento de botellas. Pirri está fuera ocho minutos, vuelve con luxación de clavícula y así termina el partido, con el brazo doblado hacia arriba, corriendo con dificultad.

El Madrid ataca y ataca. Brilla Amancio, brilla Sadurní. Se llega al descanso. A los doce minutos de la segunda parte se desata el pandemónium. Serena entra por el centro del área y cae ante la entrada de Eladio. Rigo deja seguir. La lluvia de botellas es bestial, lo nunca visto. Por la época eran muy frecuentes los lanzamientos de almohadillas al terreno de juego, pero excepcionales los de botellas. Botellas de cristal, de cuarto o tercio de litro, de cerveza, Coca-cola o Fanta. En caso de impacto podían hace mucho daño. En general, cuando algún salvaje tiraba una los vecinos de localidad se lo reprobaban. Se arriesgaban incluso a salir detenidos.

Algo más tarde, una fricción entre Torres y Amancio provoca otra tremenda lluvia de botellas, que los propios jugadores blancos piden al fondo que cese. Sadurní decide pasar el resto del partido, cuando no tiene el juego cerca, dentro de la portería, esperando que la red le proteja, porque algunos hacen tiro al blanco con él. En cada zona del campo, cualquier falta de un barcelonista cerca que la banda es replicada con una lluvia de botellas. Sadurní, pese a todo, completa un gran partido, con una presencia de ánimo ejemplar. También ha sido ejemplar el esfuerzo del Madrid, con tantas bajas y Pirri mermado. (No había cambios). Se llega al final con el solitario autogol de Zunzunegui. Cuando Zaldúa recoge la Copa de manos de Franco, el estadio es un grito unánime: “¡Rigo, campeón!” El Barça se retira al túnel entre más botellas, parece mentira que aún queden.

En el palco, cuentan después en Barcelona, la señora de Camilo Alonso Vega, ministro de Gobernación, está muy afligida. Le dice a Bernabéu: “¡Qué desgracia, hemos perdido!” Su marido le reconviene: “Felicita al presidente del Barça…” Y ella se vuelve hacia este: “¡Ah, sí, perdón! Felicidades. Porque Cataluña también es España, ¿verdad?” A lo que Narcís de Carreras responde: “Señora, no fotem”.
El Barça se va con su Copa y queda la polvareda. ¿Merece el Madrid una sanción? La federación no lo aplica, porque estima que es ella la organizadora del partido, no el Madrid. Eso provoca enfado en el mundo culé. Eso sí: antes de comenzar la Liga siguiente, la federación emitió una circular prohibiendo despachar envases de vidrio en los estadios. Desde entonces debían ser previamente escanciados por el expendedor en vasos de plástico. Eso provocaba grandes colas en las barras, retrasos y barullos, lo que hizo que todas las aficiones de España pagaran en cierto modo la zaragata.

Respecto a Rigo, quedó marcado. Llegó a estar recusado por nueve clubes. En 1975, la federación, que entonces presidía Porta, le relacionó con una trama de árbitros cuya cabeza era el madrileño Antonio Camacho, que supuestamente se ofrecían para venderse. El asunto trascendió en sus detalles (algún día lo contaré en esta sección), pero no hubo sanción oficial. Simplemente, se les fue apartando. Rigo cayó en ese viaje, aunque la relación con la trama nunca estuvo clara. Para el Barça, la eliminación de Rigo fue un síntoma más del poder del Madrid. Para el Madrid, su designación para la final fue una concesión inaudita al Barça. Rigo ahora hace declaraciones de cuando en cuando. Dice que no era barcelonista ni antimadridista hasta aquella final, pero que desde ese día se convirtió en ambas cosas a la vez. 

Conchiamancio, folclóricas y finolis

Por: | 06 de abril de 2014

La selección sub-17 de chicas ha sido finalista de la Copa del Mundo, la de mayores encabeza el grupo de clasificación para el Mundial, la sub-19 es favorita en el suyo para el preeuropeo… Gol T televisa cada domingo un partido de la Liga femenina, cuyos resultados recoge regularmente la prensa deportiva. Nuestros clubes de campanillas (menos el Madrid, feo detalle) participan en esa Liga. Informe Robinson prepara un reportaje sobre el fenómeno…

Pero hubo tiempos difíciles. Fue en el arranque de los setenta. Algunas chicas empezaban a jugar al fútbol, ante la mirada generalmente hostil de sus padres, madres, hermanos y hasta compañeras de colegio. Pero les gustaba y eran atrevidas. Empezaron a organizarse equipos de barrio y en Villaverde, a las afueras de Madrid, un tipo emprendedor y entusiasta, llamado Rafael Muga, le dio un gran impulso. El 8 de diciembre de 1970 organizó una especie de partido fundacional entre su propio equipo, llamado Mercacredit, nombre de una empresa de Villaverde que ayudaba, y el Sizan de Madrid. Sizan de Nazis escrito al revés, porque su promotor era un feroz ultra.

Rafael Muga tenía amigos, activó sus contactos, consiguió interesar en el acontecimiento a José María García, la gran estrella de la radio de la noche en la época, y a AS. Acudió mucha gente al estadio del Boetticher. Ganó el Sizan 5-1 y súbitamente saltó a la fama, con solo 15 años, una chica llamada Concepción Sánchez Freire, para las amigas Conchi, y rebautizada de un día para otro como Conchiamancio. Jugaba como Amancio, con regate brujo, salida rápida y el gol entre ceja y ceja. Abundaron los reportajes sobre ella. Rafael Muga la fichó para su equipo, rebautizado como Olímpico de Villaverde, un poco en homenaje a Juan Antonio Samaranch, delegado nacional de Deportes y presidente del Comité Olímpico Español al que Muga escribió una carta pidiendo apoyo, de vuelta de la cual le llegó equipación completa para todo el equipo.

Concepción Sánchez, en 1974. / AS

Empezó entonces una lucha desigual entre el grupo de pioneras, con sus valedores masculinos y el mundo que les rodeaba. La Sección Femenina, que tenía a cargo el deporte femenino, escribió una severa carta a todas sus delegadas provinciales y locales, advirtiéndoles contra la peligrosidad de la práctica del fútbol para las mujeres. La delegada de Valdemoro fue despedida porque desoyó la instrucción y amparó la creación de un equipo. Pero no era solo la Sección Femenina. En general se miraba a las chicas que jugaban al fútbol como marimachos o chaladas que querían llamar la atención.

El presidente de la Federación de Fútbol, José Luis Perez Payá, que había sido notable jugador del Atlético y del Madrid, abogado de carrera y con buena formación, negó la inscripción del fútbol femenino en su organismo. Y lo justificó así:

—No estoy contra el fútbol femenino, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida. Cualquier traje regional le sentaría mejor.

Pero siguieron. Hubo campeonatos regionales y partidos amistosos interregionales. El gran Antonio Ramallets entrenó al Peña Femenina Barcelona, que amparó el presidente, Agustín Montal. Se jugó un partido de selecciones en Murcia, contra Portugal. La Federación se opuso, negó árbitro. Finalmente arbitró Sánchez Ríos, pero vestido de chándal, no con la equipación arbitral. Se concertaron tres partidos con Italia, uno allí y dos aquí, en Córdoba y Badajoz. El de allí se televisó, y eso dio a la organización para pagar el viaje de las españolas. La devolución de visita de las italianas dejó pérdidas, porque en el partido de Córdoba llovió a mares.

Muga editó una revista, que distribuía gratis a todos los equipos de España. Se recogían los resultados, entrevistas (el propio Ramallets aparece en una de ellas)… Era el hilo que unía todo aquello. Pero siempre río arriba. Se enfrentaron a dos iniciativas que ridiculizaron el fenómeno. Una fue el partido entre folclóricas y finolis. Las folclóricas, con Lola Flores de capitana, su hermana Carmen, Rocío Jurado, Marujita Díaz y demás, vestidas de Betis. Las finolis eran las Encarnita Polo, Luciana Wolff y cía, con los colores del Rayo Vallecano. Manolo Gómez Bur como masajista chulón. Buena asistencia al campo del Rayo, recaudación para las guarderías del Patronato de Nuestra Señora del Socorro, pero imagen bufa del fenómeno. También apareció una oportunista película de Pedro Masó, bastante infame, titulada Las Ibéricas FC, con las macizas de la época (Ingrid Garbo, Rosanna Yanni, Claudia Gravy, María Kosty…) viviendo las zozobras entre su afición al fútbol y el enfado de sus novios.

El Stade de Reims hizo una gira por España con buenas asistencias. Un Olímpico-Standard de Lieja metió 8.000 personas en Las Margaritas, en Getafe. Pero poco a poco la llama de la novedad fue languideciendo. Demasiadas dificultades. El 28 de abril de 1973, justo el día en que se casaba Rafael Muga, Conchiamancio dejó el Olímpico y se fue a Italia, al Padua, con una ficha de 75.000 pesetas. Aquello fue un bajón.

Conchiamancio hizo carrera en Italia. Jugó en cinco equipos, alcanzó fama, hizo algún dinero. Pero, con un contrato mal hecho, cuando tuvo una lesión de ligamentos tuvo que pagarse ella casi completa la operación y la estancia en el hospital, con lo que se le esfumaron casi todas las ganancias. La lesión le llegó justo cuando, ya legalizado el fútbol femenino (en 1980, a instancias de FIFA) le iban a llamar por primera vez para la selección. Había sido pionera y capitana de la selección apócrifa en aquellos partidos contra Portugal e Italia, pero no llegó a debutar oficialmente.

Recuperada, jugó en Inglaterra, en el Arsenal, el Brighton y el Bristol, donde también entrenó. Hizo la carrera de Terapia Nutricional. Al cabo del tiempo, se muestra contenta de haber vivido durante 25 años del fútbol, de su experiencia, de sus tres idiomas, de sus recuerdos, de aquellos reportajes que le hicieron con Amancio. La niña que jugaba en la Plaza del 2 de mayo con los chicos y asombraba (o escandalizaba) a los vecinos tiene todavía una aspiración: hacerse entrenadora en España.
Rafael Muga prepara un libro con todas aquellas vivencias. Cuando la Federación adoptó por fin el fútbol femenino no contaron con él, ni con Agustí Mallol, concejal de Tarragona, alma máter en Cataluña en aquellos años. Eso le desencantó. Se le dio el mando a Antonio Alberca, polémico hombre del fútbol sala.
El tiempo, el cambio de mentalidad, la presión de la FIFA, el estímulo del entorno, permitieron por fin cierto apoyo real al fútbol femenino en España. María Teresa Andreu, que fuera portera del Peña Femenina de Barcelona bajo el mando de Ramallets, entró en la Federación y lo activó. Ahora hay presupuesto, categorías inferiores, se llama a las que juegan fuera, aunque cueste dinero. Hay 25.000 fichas, aún muchas menos que en nuestro entorno, pero ya es algo. Hay figuras exportadas, como lo fue Conchiamancio en su día, con más dinero que ella, claro, y mejores condiciones.

Sobre todo, a nadie se le ocurriría ahora organizar un partido de folclóricas contra finolis, ni con la mejor intención, ni hacer una película como Las Ibéricas FC. Contra aquello lucharon Muga, Conchiamancio, Mallol, María Teresa Andreu y tantos más. El hoy les hace felices. Este hoy es posible por aquel ayer.

El País

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