El miércoles 13 de junio de 1956, a las 20.30, bajo la luz tenue del crepúsculo, saltaban al Parque de los Príncipes el Stade de Reims y el Real Madrid para jugar la final de la primera Copa de Europa. Se culminaba así una tarea iniciada no muchos meses antes, a iniciativa del periódico parisiense L’Equipe. En respuesta al entusiasmo de la prensa inglesa por sendas victorias del Wolverhampton sobre el Spartak de Moscú y el Honved, L’Equipe propuso una competición entre los campeones europeos, a ida y vuelta, para determinar quién era el mejor. No fue fácil. Sólo hacía diez años que había terminado la II Guerra Mundial. Según dónde, aún se estaban retirando cascotes. Media Europa estaba separada de la otra media por un Telón de Acero, según la expresión lanzada por Churchill. Había monarquías y repúblicas, democracias y dictaduras, capitalistas y comunistas… Católicos, protestantes, ortodoxos y musulmanes…
No fue fácil, pero funcionó. Tras meses de gestiones, L’Equipe reclutó a dieciséis equipos, de los que sólo ocho eran campeones de la Liga de su país el curso anterior. En los otros casos, el campeón rehusó y su federación correspondiente le sustituyó por el campeón del año anterior, o por el campeón de Copa, o por el equipo de más prestigio del país. Hubo ausencias notables. No se apuntó Inglaterra. Tampoco la URSS. Ni Checoslovaquia. Pero hubo dos representantes del lado comunista, el Gwardia de Varsovia y el Voros Lobogo (luego MTK) de Budapest, el equipo de Hidegkutti. Sí estuvieron entre otros los campeones de Francia, Italia, Bélgica, Alemania Occidental… y España. El Real Madrid, campeón de la Liga 54-55.
La final se fijó en París, tributo debido a los padres de la idea. El Stade de Reims llegaba invicto, con tres victorias y tres empates, 14 goles a favor y 9 en contra. Se había deshecho sucesivamente del Aarhus danés, el Voros Lobogo húngaro y el Hibernian escocés. Enfrente, el Madrid: cuatro victorias y dos derrotas. También 14 goles a favor, 8 en contra. Ha eliminado al Servette, al Partizán de Belgrado y al Milan.
Cuando llega la final, algo está claro: el campeonato ha cuajado, contra la impresión inicial de la UEFA, que lo había visto con displicencia e incluso había prohibido que se utilizara el nombre de Copa de Europa, que pretendía reservarse para un campeonato de selecciones, lo que ahora conocemos como Eurocopa, y que aún estaba en proyecto. Así que la primera edición se disputa bajo el nombre de Copa de Clubes Campeones Europeos. Todos los partidos se habían celebrado con normalidad, habían acudido 800.000 espectadores en total, de ellos, 250.000 al estadio Bernabéu, en los tres partidos jugados por el Real Madrid en casa. France Football, revista asociada a L’Equipe, destacaba en su edición de esa semana: “El triunfo de la Copa de Europa es debido, en gran parte, al Real Madrid y al apasionamiento de los españoles por el fútbol”.
Hay huelga de lecheros en París y se teme que se extienda a otras ramas alimenticias, pero la ciudad habla sobre todo de la final. Se va a televisar a Francia (se esperan tres millones de telespectadores), Bélgica, Inglaterra, Holanda, Suiza, Alemania e Italia. A España no llega aún la señal, ni apenas hay televisores, pero al Madrid le corresponden 200.000 pesetas de derechos de televisión. El primer dinero que un club español cobra por este concepto. En España, el partido se seguirá por Radio Nacional, en la voz de Matías Prats.
El equipo del Real Madrid que ganó la Copa de Europa de 1956. Di Stéfano, agachado con el cartel del trofeo. AS
En las conversaciones están sobre todo Di Stéfano (la Flecha de Oro, le llamaban entonces allí) y Kopa (el Fuego Loco por apodo). En Francia están algo moscas. Se rumorea que Kopa se va a ir al extranjero después del verano. Su dice que quizá al Madrid, con el que ya ha jugado como invitado (junto a Kubala y el atlético Collar, entre otros) el homenaje a Molowny, compartiendo delantera con Di Stéfano. Hasta se dice que tiene una molestia, que quizá no juegue. Kopa hace unas declaraciones enérgicas, asegurando que jugará. Y, sí, jugará. Pero luego fichará por el Madrid.
Entradas de 900 francos se venden a 15.000. Hay sesenta periodistas acreditados.
Antes del partido hay discusión: ¿qué hacer en caso de empate, tras prórroga? Se acuerda, tras ciertas tensiones, jugar la semana siguiente el desempate en el Bernabéu. No hará falta. También se acuerda que el ganador de la final tendrá derecho a participar el año siguiente en el torneo, aunque no haya sido campeón de Liga. El país del ganador tendrá dos participantes en la edición siguiente. Bueno para el Madrid, que ese curso no gana la Liga. La ganó el Athletic.
Se ha pedido a FA (la federación inglesa) que envíe el árbitro, y esta designa al tenido por el mejor del mundo: Míster Ellis. Los equipos forman así:
Stade de Reims: Jacquet; Zimmy, Jonquet, Giraudo; Siatka, Leblond; Hidalgo, Glovacki, Kopa, Bliard y Templin.
Real Madrid: Alonso; Atienza, Marquitos, Lesmes; Muñoz, Zárraga; Joseíto, Marsal, Di Stéfano, Rial y Gento.
El Stade de Reims es un torbellino (tourbillon se llamaba su táctica, con sus delanteros intercambiando frenéticamente las posiciones). En once minutos gana 2-0, goles de Leblond y Templin. Pero el Madrid no deja que la ventaja se le seque encima: en el 15’, poco antes de que se encienda la luz artificial, Muñoz adelanta un balón a Di Stéfano, que hace el 2-1. El Madrid se serena, Zárraga se hace con Kopa, Di Stéfano, Muñoz y Rial mandan en la media, Gento siembra el pánico. En el 35’ Rial hace el 2-2, cabeceando un córner. Hasta el descanso hay un festival de juego por las dos partes. Gento pega un balonazo en el larguero.
El Madrid es mejor, pero en el 62’ tiene un descuido: Muñoz le hace una falta a Glovacki y Kopa saca con picardía y rapidez y da lugar al 3-2, marcado por Hidalgo. Entonces el Madrid se vuelca, avasalla, arrastrado por Di Stéfano. Un tiro de Gento da en el palo y se pasea por la raya, sin que llegue Joseíto al remate. En el 67’, con todo el Madrid volcado, el central Marquitos hace el 3-3. En el 79’, Rial remata un buen pase de Gento, es el 3-4. Ahora le toca pasarlo mal al Madrid. Agotado por el trance de la remontada, recula. El Stade de Reims se vuelca. Se juega cerca del área del Madrid. Juanito Alonso responde. Una vez le ayuda la suerte, cuando un cañonazo de Templin, en el 88’, pega en el larguero. Fue el último cartucho del Stade de Reims.
Muñoz coge la Copa, la primera Copa de Europa, que llenarán de vino (no champán) en el vestuario. El embajador español, conde de Casa Rojas, sonríe feliz. Esta gesta del Madrid y las de Bahamontes, que también reinará en París, asociarán su imagen a la retina de los aficionados españoles al deporte, como hombre que daba buena estrella.
El jueves, el Madrid visita L’Equipe y el Ayuntamiento de París, entre agasajos. El viernes regresa a mediodía, aclamado en Barajas. Pero no hay tiempo para el festejo. Inmediatamente viaja a Bilbao, para jugar el partido de vuelta de semifinales de Copa. La ida, jugada el domingo anterior, había acabado 2-2. Ahora ganará el Athletic, 3-2. Será finalista y luego campeón de Copa, como lo había sido de Liga. Doblete. En la segunda edición participará y tras eliminar al Honved de Puskas caerá ante el Manchester United, al que a su vez eliminaría el Madrid, camino de su segunda Copa… Hará cinco de tacada. Y luego, otras cinco. La última, la de anteayer. La Décima.
Una leyenda que empezó en París. Con Di Stéfano y Kopa frente a frente.