El Mundial de 1966 se celebró en Inglaterra y lo ganó Inglaterra. No fue un Mundial bonito y mucho menos bien arbitrado. Stanley Rous, presidente de la FIFA, inglés, expresidente de la Federación Inglesa, exárbitro y hombre de gran prestigio por su redacción en la que reordenó el Reglamento en 1925 para hacerlo más sencillo de entender y aplicar, se dejó gran parte de su prestigio en el empeño de que el título se quedara en casa de los inventores.
Para empezar, se atribuyó, junto a su asesor directo, el también exárbitro inglés Aston, la designación directa de los árbitros para la primera fase. Además, vulneró el acuerdo según el cual habría dos árbitros de cada país participante. Los españoles fueron Gardeazábal y Ortiz de Mendibil. Los ingleses designados en principio fueron Finney y Howley, pero a la hora de la verdad aparecieron más: McCabe y Dagnall, que arbitraron partidos, y Taylor, Clements y Crawford, que hicieron de liniers, como Howley. Además del irlandés Aldair, el escocés Phillips y el galés Callaghan, que hizo de linier.
Schnellinger salva el gol con el puño. El árbitro no pitó nada./as
A Brasil, que había ganado los dos últimos campeonatos, le tocó árbitro alemán con liniers ingleses para el primer partido y árbitros ingleses para los otros dos. El primer día, ante Bulgaria, Pelé fue golpeado inmisericordemente y estuvo inútil durante el tramo final del partido. Aun así, Brasil ganó, 2-0. El siguiente partido, contra Hungría, no lo pudo jugar Pelé y Brasil perdió 3-1. En el tercero, ante Portugal, McCabe permitió que Morais terminara con lo que quedaba de Pelé, que a duras penas había podido reaparecer. Brasil perdió y quedó fuera. Aconsejo ver en youtube la patada de Morais, por la que le recrimina el propio Eusebio, pero no el árbitro.
Como se armó cierto revuelo con las designaciones a dedo, Rous aceptó que las designaciones para cuartos las hiciera el Comité de Árbitros, en el que figuraba, entre otros, el español Pedro Escartín. El día 20 de julio se celebró la última jornada de la primera fase. A las diez de la noche de ese día, los miembros del comité fueron convocados a la reunión para designar los cuartos que se había de celebrar… ¡a las nueve de la mañana del 21, en Londres! La mayoría estaban fuera. Escartín había asistido el 20 al URSS-Chile, en Sunderland, como informador. Imposible plantarse en 11 horas en Londres, no había tren nocturno. Lo mismo les ocurrió al ruso Latychev, delegado permanente en esa sede. Y al sueco Lindeberg, al que la comunicación le pilló en Sheffield.
A las nueve de la mañana del 21 sólo estaban en la reunión de Londres tres personas. Stanley Rous, su fiel Aston y el malayo Ko, al que bizcocharon sin problema. Así que colocaron un árbitro alemán, Kreitlein, para el Inglaterra-Argentina, y un árbitro inglés, Finney, para el Alemania-Uruguay.
Ambos partidos se jugaron simultáneamente, el día 23. El Inglaterra-Argentina, en Wembley, dejó una de las imágenes más recordadas de la historia de la Copa del Mundo, la expulsión del capitán argentino, Rattin, por reiteradas protestas al árbitro. Rattin se negó durante 15 minutos a abandonar el campo, argumentando que como capitán tenía derecho a hacer observaciones al árbitro. Kreitlein explicaría luego que le había insultado, cosa que no podía saber con certeza, porque desconocía el castellano, pero que dedujo de la forma en que le miraba. El partido se televisó en directo, por satélite (fue el primer Mundial en ser emitido por este medio) y en muchas casas del mundo se pudo ver la bochornosa escena. Cuando por fin salió, Rattin se quedó un rato sentado en la alfombra roja que cortaba la pista que rodeaba el campo para conectar a este con el palco. “En el corazón podrido del Imperio Británico”. Luego, se marchó parsimoniosamente, rodeando el terreno de juego hacia el fondo por donde estaba la entrada de vestuarios. Al pasar por un córner retorció el banderín, que tenía los colores de la Union Jack.
El mismo día, a la misma hora, Uruguay y Alemania Occidental jugaban en Sheffield. Arbitró el inglés Finney. Todavía con 0-0, un córner sacado por Domingo Pérez fue cabeceado a portería por Rocha. Con Tilkowski batido, Schnellinger salvó el gol con el puño. Finney estaba en plena línea de vista, pero dejó seguir. Una buena foto publicada el día siguiente le delató. Después de eso marcó Haller el 1-0. Los uruguayos fueron dando rienda suelta a su indignación y a Finney no le costó mucho expulsar a dos de ellos, Troche y Silva. Sin ellos, Uruguay se desmoronó y en los últimos 20 minutos encajó tres goles más. Total, 4-0. Crimen perfecto.
Aquello creó una ola de indignación en toda Sudamérica, enconó una rivalidad que aún subsiste. El tono despectivo de Ramsey, seleccionador inglés, y de la prensa británica para con los argentinos no contribuyó a calmar los ánimos.
Inglaterra y Alemania Occidental llegaron a la final, donde a los ingleses les validaron aquel gol que no entró. Inglaterra ganó la Copa del Mundo. Stanley Rous pasó a ser sir Stanley Rous.
Para el Mundial siguiente, en México 70, se introdujeron las tarjetas, amarilla y roja, a fin de evitar hechos pasados. Brasil volvió a ganar el Mundial. Con Pelé, al que nadie lesionó.