Yashin se come un gol olímpico

Por: | 06 de julio de 2014

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Yashin, tras recibir el gol olímpico de Colombia. /as

En el fútbol se llama gol olímpico al gol cobrado directamente en un saque de córner. Una rareza. Se llama así porque al poco de aceptarse como válidos en el reglamento los goles cobrados de esta forma (antes se consideraba el saque de córner como indirecto) consiguió uno el argentino Cesáreo Onzari sobre Uruguay, reciente campeona olímpica. Fue en fecha tan lejana como el 2 de octubre de 1924. Argentina ganó 2-1. En rechifla sobre la campeona olímpica, Uruguay, lo llamaron gol olímpico.

En la Copa del Mundo sólo ha habido uno, y lo vino a encajar el tenido como mejor portero de todos los tiempos, el ruso Lev Yashin. El autor, menos conocido, fue Marcos Coll, interior colombiano, que aún vive, rodeado de una tenue aura de celebridad por aquello. Cada nuevo Mundial, su pequeña proeza vuelve a relucir.

Fue un suceso de verdad extraordinario. Entonces no era Rusia, era la URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En su lengua y su alfabeto, no era URSS, sino CCCP, lo que un chusco periodista mexicano tradujo por “Cucurrucucú, Paloma”.

La URSS no acudió a la Copa del Mundo hasta 1958, y lo hizo rodeada de aura y misterio. Ya para entonces se tenía a Yashin como un portero sensacional, tras su actuación en los Juegos Olímpicos de Melbourne, que le encumbraron. Aportó un estilo nuevo, dominando todo el área, aparte de ser también un coloso bajo los palos. En ese Mundial de 1958 dejaron fuera a Inglaterra, tras duro desempate, y cayeron dos días después en cuartos, ante la selección local, Suecia, finalista a la postre.

Desde entonces hasta el 62, el prestigio de aquel fútbol y el de Yashin no habían hecho más que crecer. La URSS había ganado la primera Eurocopa que se celebró, la de 1960. Al Mundial de 1962 acudió como la alternativa europea al gran juego de Brasil. El prestigio de aquella selección lo apuntalaba la carrera espacial, en la que para entonces la URSS había cobrado delantera sobre Estados Unidos, con sus Sputnik I y II, su perrita Laika y su primer hombre en órbita, Yuri Gagarin. Se tenía a la URSS por una gran potencia en todo.

La forma misteriosa y aislada en que encaraba sus concentraciones acrecentaba su leyenda. Formó grupo junto a Yugoslavia, Colombia y Uruguay. Ganó el primer partido, 2-0, a Yugoslavia, el tenido por más difícil. Ese día los palos nublaron el sol, cuentan. Hubo varios lesionados. Uno de ellos, el soviético Dubinski, sufrió una fractura de tibia tan mal tratada que en el plazo de siete años perdió primero la pierna y después la vida.

El segundo partido era ante Colombia, que tenía como entrenador a Pedernera, aquel que había sido el delantero centro de La Máquina de River, luego compañero y casi hermano mayor de Di Stéfano en el Millonarios. Colombia acudió a ese Mundial sin más aspiración que hacer experiencia. Había perdido dignamente en la primera jornada, ante Uruguay. El partido contra los soviéticos amenazó en sus inicios con ser un diluvio de goles, porque en 12 minutos la URSS ganaba 3-0. Pero el roto no fue a más, y para el minuto 68 el marcador estaba en un razonable 4-1. Fue entonces cuando Marcos Coll sacó un córner, en principio sólo eso, un córner.

Marcos Coll, un interior muy activo, era hijo de árbitro, el primer árbitro colombiano reconocido por la FIFA para partidos internacionales. Era un buen jugador, pero digamos que uno más. Ese córner le iba a cambiar la vida para bien. El saque se produjo desde el ala izquierda del ataque colombiano. Lo lanzó con la derecha, no muy bien, bajo y muy cerrado. Luego confesaría alguna vez que pegarle exactamente así no había sido su intención. El balón botó al llegar al área chica, tras pasar junto a Ivanov y luego se coló entre Chokheli y el palo derecho de Yashin, que quedó paralizado como un espantapájaros: 4-2. Lo llamativo fue que ese gol desplomó a la URSS y a su portero, cuyas recriminaciones a los defensas fueron muy visibles. Colombia, que se vino arriba acabó empatando a cuatro, lo que hasta el gol a los alemanes en Italia (“¡Dios es colombiano!”, ¿lo recuerdan?) se tuvo por la jornada más feliz de Colombia en la Copa del Mundo. Aún hoy hay veteranos que lo ponen sobre cualquier logro.

Marcos Coll fue apreciado y querido en Colombia desde aquello como ningún jugador antes. Aquel gol fue un poco como los de Zarra o Marcelino entre nosotros.

En cuanto a Yashin, aquel suceso pudo liquidar su carrera. Ya se ha dicho que a ese gol sucedieron otros dos. El tercer partido del grupo, ante Uruguay, lo ganó la URSS y Yashin dejó nuevas notas de inseguridad. Y ya en cuartos, ante Chile, llegaría el fin. Un tiro libre de Leonel Sánchez, ante el que hizo la estatua, y un disparo lejanísimo de Rojas dieron la victoria a Chile, 2-1. La URSS quedaba fuera y Yashin, muy mal.

La selección estuvo acompañada de un comisario político que a su vez hacía de enviado especial de Pravda. Sus escritos y su informe final sobre Yashin fueron durísimos. El propio portero contó años después, en France Football, que se erigió en su enemigo personal y que aquello estuvo a punto de quitarle del fútbol. Para más complicarle las cosas, ese año de 1962 el Balón de Oro fue para el checoslovaco Joseph Masopust, excelente medio.

En la URSS, que uno de sus países satélite acaparara tal honor resultó casi una ofensa. Tan fue así, que Checoslovaquia puso sordina, por miedo a incomodar al gigante soviético, a aquel éxito. Mucha gente en Checoslovaquia no se enteró de ese Balón de Oro, fue un secreto muy bien guardado. Así nos lo contaba en AS hace pocos años el propio Masopust, al que provocamos un encuentro con Amancio, Di Stéfano y Gento con ocasión de un partido en Praga.

El fútbol internacional se apiadó de Yashin. En octubre de 1963 se celebró un partido solemne en Wembley para conmemorar el Centenario de la creación del fútbol. El partido enfrentó a Inglaterra con una selección mundial. Yashin fue el portero. Jugó sólo el primer tiempo, pero hizo paradas soberbias y dejó el arco invicto en el descanso. Dos meses después, France Football le daba el Balón de Oro, todavía el único que ha recibido un portero.

Estaba rehabilitado. El gol olímpico de Coll y sus consecuencias quedaban atrás.

Hay 4 Comentarios

Karl, el partido con la URSS fue el segundo. En el tercero los yugoslavos le metieron cinco goles a los colombianos.

Como Relaño ni vio el partido de eliminación en Bogotá - no se ganó de chiripa - ni en Lima, se empató con cojones. Menos vio el partido en Arica. Fue el tercer partido, no el segundo. Y otra vez con cojones se empató lo perdido, contra la gran CCCP...
Curioso, los dos entrenadores argentinos llevaron a Colombia al mundial.

en Chile despues de ese memorable partido donde Co;ombia empato a 4 deciamos sobre las iniciales CCCP= Con Colombia Casi Perdimos

Agrego dos cosas: lo de Dubinsky fue una agresión en toda regla propinada por Mujic y la propia federación yugoslava botó al agresor de la concentración y lo mandó inmediatamente de vuelta a Belgrado. Segundo, la prensa internacional especuló que Yashin estaba viviendo un tempestuoso romance y que llegó a Chile con la cabeza en Moscú, temiendo que su adorada le pusiera los cuernos (los celos son algo típico en los mundialistas, recuerden lo que le hicieron a Julio Alberto en México 86).

Ah, y Colombia clasificó casi de casualidad. Se eliminó con Perú, el gran favorito. Pero una cadena de errores y excesos de confianza, hizo que los cafeteros ganaran 1-0 en Bogotá y empataran a uno en Lima. Pero eso es otra historia.

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Sobre el blog

Este blog pretende rescatar la memoria vivida en el deporte.

Sobre el autor

Alfredo Relaño

es director de AS y antes de ello fue sucesivamente responsable de los deportes en El País, la SER y Canal +. No vio nacer el cine, como Alberti, pero sí llegó al mundo a tiempo de ver jugar a Di Stéfano y Kubala, escalar montañas a Bahamontes y ganar sus primeras carreras a Nieto. ¡Y ya no se morirá sin ver a España campeona del mundo de fútbol!

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