Los pequeños gigantes de la historia

Por: | 29 de julio de 2012

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Los gigantes se han repartido también el pastel del deporte. Pero a lo largo de la historia olímpica se han repetido rachas triunfales de pequeños países que han roto moldes y hegemonías globales. No todo ha seguido el guion que parecía escrito por las grandes potencias. Lo demuestran casos como Hungría, sobre todo, Finlandia, las islas del Caribe, India o Pakistán, y hasta China en sus primeros años del retorno al concierto mundial. La desaparecida RDA fue un punto y aparte. Otra historia.

Estados Unidos ha dominado el medallero olímpico de forma casi constante. Incluso desde los primeros Juegos de Atenas, en 1896, pese a que sus primeros representantes fueron allí prácticamente de vacaciones, como si se tratara de un campamento de verano. Su potencial y su firme unión frente a las disgregaciones de sus dos principales rivales, Rusia y Alemania, le ha permitido casi doblarlas en los éxitos. Roza ya las 1.000 medallas de oro (930) y las 2.500 totales (2.298).

Rusia, el gran rival, le ha dado demasiadas ventajas. Para su suma real apenas cuenta con participación de 1900 a 1912 y desde 1996 hasta hoy. Por el medio está la etapa clave de la URSS, de 1952 a 1988, y en 1992 ya como Equipo Unificado. Pero a las 1.122 medallas conseguidas habría que restar un buen número, pertenecientes a atletas de las otras repúblicas actuales. En cualquier caso, la suma total apenas se acerca a las 1.500. La ausencia soviética en seis ediciones, entre 1920 y 1948, ha sido decisiva en el retraso.

El caso de Alemania es también particular. Se acerca a las 1.000 con sus tres etapas: 529 como país unido (de 1896 a 1952, y desde 1992); 118 antes de la separación oriental (de 1956 a 1964), y 204 como República Federal (de 1968 a 1988). Pero las 409 de la época clave de la RDA, todo un récord, entre el asombro y la mentira, incluso parece una suma que mancha el historial y que todos quieren olvidar o pasar por alto.

Por detrás, en la gran lista de medallas, casi lo normal. Países de peso como el Reino Unido (715), Francia (636) e Italia (522). Pero inmediatamente después, sorpresa. Con menos medallas que la histórica Suecia, pero más de oro, está Hungría. Con 458 podios, 159 en lo más alto, y por delante de Australia, la pujante China, Japón, o Finlandia.

¿Explicación? Dedicación especial desde los primeros pasos del olimpismo moderno, y a modalidades clásicas. Por ejemplo, la esgrima. Los tiradores húngaros ganaron todas las finales olímpicas desde Londres 1908, precisamente, hasta México 68. Solo les faltó Amberes 1920 porque no pudieron participar. Fueron de los castigados entre los perdedores de la I Guerra Mundial. Por equipos también cayeron ante Italia en París 1924 y con la URSS a partir de Roma 1960. Pero 46 victorias en nueve Juegos asombran. Los maestros más destacados, Aladar Gerevich, Jeno Fuchs, Pal Kovacs o Rudolf Karpati, arrasaron. Incluso cuando el potencial en el sable decayó los tiradores húngaros brillaron en espada con cuatro títulos más, encabezados por Gyozo Kulcsar. Curiosamente, en dos de los tres oros por equipos de esta arma, los de México 1968 y Múnich 1972, estuvo Pal Schmitt, luego miembro del COI y presidente del país desde 2010 hasta su dimisión este mismo año tras el escándalo suscitado por copiar una tesis doctoral.

El dominio más moderno del sable pasó a ser de franceses y rusos, sobre todo, y con los italianos en las otras dos armas, florete y espada. Es indudable que en el pasado también hubo estrellas multilaureadas y polivalentes, como los italianos Nedo Nadi y el recientemente fallecido Edoardo Mangiarotti. O el francés Christian d’Oriola, primo del también leyenda de la equitación Pierre Jonquères. Pero la escuela húngara fue deslumbrante. Hasta con mujeres como Ilona Elek e Ildiko Rejto, esta última, sordomuda.

Hungría, un país polideportivo, ha sido también especialista en deportes muy variados. Piragüismo, tiro, en el imponente waterpolo, que mantiene su potencial hasta ahora; en el puntual , pero glorioso fútbol de los Puskas y Kocsis; en el aún superviviente pentatlón moderno con su mayor genio Andras Balczo, o en el boxeo del invicto peso medio Lazslo Papp, el primer triple oro antes de los pesados cubanos Teófilo Stevenson (fallecido el pasado 11 de junio), y Félix Savón. Papp, no muy alto, pero con tanta técnica como potencia con su guardia abierta, fue un caso insólito. Logró pasar a profesional, fue a entrenarse a Viena, ganó a Luis Folledo, logró el título europeo y solo el régimen comunista le paró los puños cuando iba por el título mundial.

Hungría también ha sentado cátedra en los deportes básicos. En atletismo, con prodigiosos lanzadores de jabalina (Miklos Nemeth) y martillo (Gyula Zsivotzky). Y en natación, especialmente, donde ha tenido la osadía de plantar cara selectivamente a todos los grandes desde los años 80. Apenas en estilo libre y en mariposa, pero siempre ha habido que contar con “el peligro húngaro” en braza, espalda y estilos. Lo atestiguan estrellas como la legendaria Kristina Egerszegi en espalda y estilos; el no menos imponente tuerto Tamas Darny, en estilos o Norbert Rozsa, en braza. Curiosamente, Alfred Hajos, el pionero, les abrió el camino de los triunfos en Atenas 1896, al ganar las dos pruebas del primer programa, 100 y 1.200 metros, velocidad y fondo, en estilo libre. Se disputaron en el mar, y el judío Arnold Guttman, como en realidad se llamaba, demostró aquel 11 de abril de hace 116 años que resistía mejor que nadie las frías agua de la bahía de Zea, cerca del Pireo. Por algo se entrenaba en el Danubio.

El pequeño país centroeuropeo es el mejor ejemplo de haber sacado el máximo rendimiento con astucia y dedicación. Al menos un tiempo. Incluso grandes como China, cada vez más polideportiva por su potencial, se reincorporó al concierto mundial apoyada en sus especialidades básicas: gimnasia, tenis de mesa, tiro, bádminton o saltos. Ella puede abarcar mucho más y ya lo está demostrando en la natación. Otras ya no. La India y Pakistán se redujeron al hockey hierba, pero pasó su tiempo.

Cuba, al estilo especialista húngaro, pero con la disciplina comunista, le ha sacado petróleo al boxeo, al atletismo, al voleibol y al yudo, sobre todo. Pero cada vez con más problemas para mantener el nivel. Su último reducto colectivo, el voleibol, cuyo equipo femenino fue campeón en Barcelona 92, Atlanta 96 y Sidney 2000, ni siquiera se ha clasificado ya para Londres. ¿Dónde está el atletismo de fondo finlandés? Aquello fue otra historia. A los Paavo Nurmi, Hannes Kolehmainen, o Ville Ritola sucedió un Lasse Viren a quien nunca se le encontró dopaje, pero siempre planeó sobre él. Sí cayó Martti Vainio y el peor dopaje fue la irrupción africana que acabó con el viejo poder nórdico.

Jamaica, ahora, pero también otras islas caribeñas como Bahamas y Trinidad, sobre todo, le han sacado rentabilidad a la privilegiada genética de sus atletas negros para la velocidad. Lo hicieron hace ya años Estados Unidos y Canadá. Donald Quarrie fue el gran adelantado jamaicano con su oro en los 200 y la plata en los 100 metros de Montreal 1976, pero en el país no olvidan nunca (y de ahí que sus cuatrocentistas continúen brillando), la gloriosa etapa de hace más de medio siglo. Arthur Wint, Herbert McKenley y George Rhoden se llenaron de oros y platas ante los omnipotentes estadounidenses entre Londres 1948 y Helsinki 1952. Sólo en los 800 Malvin Whitfield pudo con Wint, que se lesionó durante el relevo en el viejo Wembley, pero solo aplazó la fiesta nacional en Jamaica hasta la gran revancha cuatro años después.

Foto: El lanzador húngaro Miklos Nemeth celebra su victoria en Montreal 76. / SYGMA 

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Memorias Olímpicas

Sobre el blog

Sobre el autor

Juan-José Fernández ha estado en 13 Juegos Olímpicos, seis de verano, desde Los Ángeles 84 hasta Atenas 2004, y siete de invierno, desde Sarajevo 84 a Turín 2006. Pero le ha interesado el deporte y el olimpismo desde mucho antes de ver por televisión las imágenes de Tokio 64. Ha escrito en EL PAÍS desde su fundación, en 1976.

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