La historia española se escribió sin Blume

Por: | 18 de agosto de 2012

Blume bueno
Joaquín Blume, con su hija de cuatro meses, en 1952

La gimnasia termina hoy con los cuatro últimos concursos de aparatos masculinos y femeninos. Ayer ganó en las anillas el brasileño Arthur Nabarrete, subcampeón mundial, aunque fuera muy discutible que superara al chino Yibing Cheng. Una vez más, las discutibles puntuaciones. Incluso hizo historia el búlgaro Iordan Iovtchev, récord de longevidad a sus 39 años, aunque acabara séptimo. Pero estuvo en la final con su constancia increíble. Y  todos efectuaron el clásico ‘Cristo’, ejemplo máximo de la imponente potencia de los gimnastas para permanecer estáticos en el aparato más movible. El ‘Cristo’ que hacía Joaquín Blume en los años 50 llenó de asombro más allá del raquítico deporte español  de aquellos viejos tiempos. Pero él nunca pudo luchar por las medallas. Le cogió muy joven Helsinki 52, la estupidez política le impidió estar en Melbourne 56 y la muerte en Roma 60. Fue la gran tragedia, el verdadero eslabón perdido que ha quedado para siempre en el recuerdo. Él fue uno de los grandes deportistas que nunca pudieron ser campeones olímpicos. La historia española, que tanto necesitaba entonces las medallas, se escribió sin él. Años después pareció ya una maldición que a Jesús Carballo, la nueva estrella, doble campeón mundial en barra fija, también se le escapara la medalla en Atlanta 96. Solo pudo ser séptimo. Tuvo que surgir el explosivo y extrovertido Gervasio Deferr para llegar en Sidney 2000 a la cumbre en el ejercicio de salto, toda una metáfora. Era capaz de tanto en los aparatos de explosión pura que repitió el oro en Atenas 2004 y sumó la plata en suelo.

Blume era uno de los pasajeros del DC-3 que cubría  la ruta Barcelona-Madrid. Necesitaba hacer escala en la capital para ir a una exhibición a Tenerife. No había vuelos  directos. Sobre las cinco de la tarde del 29 de abril de 1959 el avión se estrelló contra el pico de la Toba, entre las provincias de Cuenca y Teruel, en medio de una fuerte tormenta. No hubo supervivientes y entre los fallecidos estuvo también la esposa de Blume y el grupo de gimnastas que le acompañaba. Nunca el deporte español pudo lamentar tanto de una pérdida tan temprana. El dominio entonces de la gimnasia estaba en poder exclusivo de soviéticos y japoneses. El español, con solo 19 años, apenas sin experiencia, sólo había tomado los Juegos de 1952 como contacto con el mundillo internacional. Quedó el 52º de 262 participantes. Pero su inmediata progresión le llevó al décimo puesto de la Copa de Europa de 1955. En la cita olímpica australiana del año siguiente hubiese podido dar ya una gran sorpresa. Pero el régimen franquista se sumó al escaso boicot internacional a aquellos Juegos por la presencia de la URSS, que acababa de aplastar el levantamiento húngaro.

Avión blume
Una imagen del avión siniestrado en el que viajaba Joaquín Blume y que se estrelló en la sierra de Valdemeca, en 1959 / EFE

Aún le quedaba Roma, cuatro años después. Llegaría con 27 años. A tiempo. Incluso de mejorar. Lo demostró muy pronto. Brilló en el Campeonato de Europa de 1957 de forma fantástica. Los resultados fueron para enmarcar al tratarse de un deporte importante y más aún en aquellos niveles de miseria española en la élite. Fue todo un síntoma de lo que ya era capaz de hacer. No solo ganó el concurso individual, sino que se impuso en tres de los seis aparatos: caballo con aros, paralelas y, naturalmente, en sus preferidas anillas. Fue segundo también en barra fija. Su potencia de brazos le permitía ser mejor en los aparatos que más lo requerían. Blume superó al soviético Yuri Titov, que años después llegaría a ser presidente de la federación Internacional durante 20 años, de 1976 a 1996. Era uno de los grandes de la gimnasia de la época, cuádruple campeón mundial y con un oro por equipos más cuatro platas y tres bronces individuales entre 1956 y 1960. Pensar que Blume hubiera ganado medallas en ambos Juegos, con siete posibilidades entre aparatos y el concurso general, no resulta nada descabellado.

Al año siguiente volvió a perderse otro gran torneo, el Mundial, porque la política también se interpuso en el camino del escenario: Moscú. Hubiese sido el refrendo de su calidad ya en la élite. Pero su destino estaba marcado por la mala suerte en todos los sentidos. Al final, entre la política y un accidente, acabaron con Achim, el diminutivo de su nombre en alemán, parte del origen de su padre. El tiempo que toca vivir a cada uno es una lotería y la fortuna se convierte también a veces en una ruleta rusa fatal.

La pequeña gimnasta soviética Elena Mujina fue un caso paradigmático. Llegó a ser de las más grandes tras superar una triste infancia, abandonada por su padre y con su madre muerta en un incendio cuando tenía cinco años. No contó entre las mejores hasta que asombró en los Mundiales de Estrasburgo, en 1978. Encabezaba ya la  recuperación de la URSS ante el ‘tsunami  Comaneci’ de Montreal 76 que había humillado a toda una escuela. Incluso la legendaria Larisa Latynina había dimitido como responsable tras declarar que el único problema de la gimnasia soviética era “no tener una Nadia Comaneci”.

Mujina
Elena Mujina, en una actuación en suelo / EFE

La explosión de Mujina era un alivio soviético y se presentaba como clara favorita en casa para los Juegos de Moscú 80. Forjada desde pequeña en las desgracias, superó incluso una rotura de pierna previa, pero su coqueteo con el riesgo le iba a pasar una durísima factura. Sucedió mientras se entrenaba apenas dos semanas antes de la cita olímpica. Una maldición añadida. Estaba de moda un peligroso salto que practicaba el estadounidense Kurt Thomas, pero que suponía un riesgo enorme para las ‘niñas’. Incluso acabaría siendo retirado del código de puntuación. Mujina se rompió el cuello y quedó tetrapléjica. Tenía 20 años. Murió en 2006 a causa de un tumor cerebral.  Nunca fue campeona olímpica.

Sin llegar a la tragedia  o a la desgracia reales, dos casos en el atletismo han pasado a la historia como emblemáticos de la frustración. No lograron nunca ganar un título olímpico pese a  dominar en sus momentos récords y carreras con una autoridad aplastante. El fondista australiano Ron Clarke solo pudo ser bronce en Tokio 64 en una carrera donde el indio estadounidense Bill Mills dio una de las grandes sorpresas del atletismo con una carrera extraordinaria para un desconocido. En México 68, Clarke tuvo incluso un desfallecimiento que pudo tener consecuencias gravísimas. También allí, en la altitud mexicana, el mediofondista estadounidense Jim Ryun, plusmarquista mundial, no pudo revalidar los  éxitos que le acreditaban como el gran favorito de los 1.500 metros. Llegó recién sufrida una mononucleosis que le había dejado sin fuerzas, pero lo peor fue que tuvo enfrente a un keniano anárquico, pero genial: Kipchoge Keino, el primer gran anuncio de la marea africana que se avecinaba. Fue su verdugo y le dejó con su única plata olímpica. África pareció marcarlo para siempre. En Múnich, cuatro años después, volvió a la competición después de haberse retirado, pero tampoco le salió bien. En la serie, tropezó con dos modestos, Vitus Ashaba, ugandés, y Billy Fordjour, ghanés, que normalmente debía haber sido velocista, y se cayó. Aunque llegó con pundonor a la meta, fue eliminado. Fue su última oportunidad perdida.

Hay 4 Comentarios

Me parece que Alberto tiene Razón sino mal recuerdo fue en Montreal 76 http://goo.gl/c4hyE

Por cierto la medalla de ORO de Deffer en Sidney 2000 fue en SALTO, lo que repitió en SALTO en Atenas 2004 y PLATA en SUELO en Pekin 2008. Si no recuerdo mal. Nunca logró la medalla de oro en suelo aunque ha sido el mas grande olímpico de la gimnasia española.

Muy interesante el recordar al grandísimo Blume ya que siempre tendremos la duda de hasta donde hubiera podido llegar. La inclusión de la información sobre Mujina me parece innecesaria y alarmante para un deporte en el que las medidas de seguridad y las metodologías de entrenamiento has cambiado radicalmente para que estos casos no vuelvan a suceder. Preferiría que destacaran mas aspectos positivos de la gimnasia artística, que los tiene y muchos. Aunque debo felicitarles por acordarse de este deporte con pocos pero fieles seguidores en nuestro país.

Buenas tardes.
Perdone, pero creo que se equivoca al situar a Nadia Comaneci en la Olimpiada de Mejico. Si no recuerdo mal, fue en Montreal 76.
Por otro lado, agradecerle sus posts, que son todos muy interesantes e ilustrativos.
Un saludo.

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Memorias Olímpicas

Sobre el blog

Sobre el autor

Juan-José Fernández ha estado en 13 Juegos Olímpicos, seis de verano, desde Los Ángeles 84 hasta Atenas 2004, y siete de invierno, desde Sarajevo 84 a Turín 2006. Pero le ha interesado el deporte y el olimpismo desde mucho antes de ver por televisión las imágenes de Tokio 64. Ha escrito en EL PAÍS desde su fundación, en 1976.

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