Los españoles eran ya mayoritariamente partidarios del adelanto de las elecciones (52% en esta oleada) en el momento de anunciarse que tendrán lugar el próximo 20 de noviembre. Unas elecciones, por otra parte, que de forma masiva (84%) creen que ganará el PP, pues en el tiempo que queda hasta las mismas la clara mayoría (incluso de los votantes socialistas) no considera que el PSOE pueda ya ganarlas.
Esta intuición ciudadana sobre el resultado electoral más probable queda confirmada por los datos del actual Barómetro de Clima Social, terminado el día antes del anuncio oficial. De tener lugar mañana mismo las elecciones el PP las ganaría con el 44.8% de los votos, catorce puntos más que el PSOE, que quedaría en el 30.8%. Es decir, un resultado prácticamente idéntico al estimado hace un mes.
A lo largo de la última semana se ha especulado (sobre todo a raíz de la publicación parcial del Barómetro de julio del CIS) con la posibilidad de un sustancial recorte de la distancia entre PP y PSOE como consecuencia de un supuesto “efecto Rubalcaba”. Nada en los datos del presente sondeo parece avalar esta hipótesis. Ciertamente hay un mínimo recorte de la anterior distancia (tres décimas), pero la fidelidad de voto socialista sigue en un magro 52%, es decir, 29 puntos inferior a la fidelidad de voto popular. El electorado socialista sigue dando los mismos síntomas de desmovilización y apatía que en los últimos meses y ni siquiera la incuestionable buena imagen de Alfredo Pérez Rubalcaba parece estar logrando sacarle, por ahora, de su tendencia al desentendimiento. Por supuesto, cabe pensar que conocida ya la fecha electoral y en la inmediata cuenta atrás ya iniciada, la campaña del candidato Rubalcaba consiga una mayor atención por parte de esa mitad del electorado socialista que por ahora propende a dar la espalda a su partido. Pero hoy por hoy, en el momento del pistoletazo de salida para la carrera electoral, las posiciones de partida son muy desiguales: Rajoy parte con catorce puntos de ventaja. Y en estas condiciones le bastará con conservar el ya elevado apoyo de sus votantes; en cambio, para el candidato socialista se abre una carrera contra reloj en la que tendrá que tratar de elevar al máximo posible la actual fidelidad de voto a sus siglas. Empeño no imposible pero en modo alguno fácil.
Ciertamente entre el conjunto de la ciudadanía Alfredo Pérez Rubalcaba es mejor valorado, en conjunto, que Rajoy. En un sistema electoral a doble vuelta, como el francés actual, que posibilita que un candidato termine recibiendo el apoyo de electores que en un primer momento no le dieron su voto, Rubalcaba sería probablemente el vencedor final. Pero en un sistema parlamentario como el español cada candidato depende exclusivamente del apoyo de sus propios votantes, con independencia de la simpatía que pueda despertar en los votantes de otros partidos o de la medida en que pueda ser considerado por estos la segunda mejor opción. Por ello, en realidad, de poco sirve al candidato socialista ser mejor considerado que su contrincante por el conjunto de la ciudadanía como mejor líder y posible mejor Presidente del Gobierno (Rajoy, en cambio, es percibido como más preparado para hacer frente a la actual crisis —precisamente el principal problema ahora para los españoles—). Lo verdaderamente significativo es que los votantes del PP valoran en dos de esas tres dimensiones a Rajoy mejor de como los votantes socialistas valoran a Rubalcaba.
En todo caso, y pese a darse ya por descontada, de forma generalizada, la victoria del PP, la figura de Rubalcaba no sufre por ello menoscabo alguno. El 76% de los votantes socialistas consideran que no cuentan con otro candidato mejor para hacer ahora frente a Rajoy, y el 61% piensa que, aunque pierda las elecciones, debe seguir al frente del partido pues es quien mejor puede reorganizarlo con vistas al futuro. Además, la opinión dominante (la expresa un 48%) es que el hecho de concurrir a las elecciones sin ser Secretario General del PSOE no va a afectar sus posibilidades electorales; incluso un 33% estima que hasta le puede venir bien.
En cuanto al Gobierno y su Presidente, la ciudadanía los daba ya por amortizados incluso antes del anuncio del adelanto electoral. Tiende a aumentar de nuevo la sensación de pesimismo sobre la crisis mundial y sobre la española, suben hasta el 82% quienes definen como mala nuestra situación política y se mantiene en niveles máximos (80%) la sensación de que el Jefe del Ejecutivo sigue improvisando sobre la marcha según vienen las cosas. Una vez fuera Rubalcaba del Gobierno, solo la Ministra de Defensa, Carme Chacón, obtiene un balance positivo en su evaluación ciudadana, pero con el saldo más bajo de los últimos seis meses.
Los españoles eran ya mayoritariamente partidarios del adelanto de las elecciones (52% en esta oleada) en el momento de anunciarse que tendrán lugar el próximo 20 de noviembre. Unas elecciones, por otra parte, que de forma masiva (84%) creen que ganará el PP, pues en el tiempo que queda hasta las mismas la clara mayoría (incluso de los votantes socialistas) no considera que el PSOE pueda ya ganarlas.
Esta intuición ciudadana sobre el resultado electoral más probable queda confirmada por los datos del actual Barómetro de Clima Social, terminado el día antes del anuncio oficial. De tener lugar mañana mismo las elecciones el PP las ganaría con el 44.8% de los votos, catorce puntos más que el PSOE, que quedaría en el 30.8%. Es decir, un resultado prácticamente idéntico al estimado hace un mes.
A lo largo de la última semana se ha especulado (sobre todo a raíz de la publicación parcial del Barómetro de julio del CIS) con la posibilidad de un sustancial recorte de la distancia entre PP y PSOE como consecuencia de un supuesto “efecto Rubalcaba”. Nada en los datos del presente sondeo parece avalar esta hipótesis. Ciertamente hay un mínimo recorte de la anterior distancia (tres décimas), pero la fidelidad de voto socialista sigue en un magro 52%, es decir, 29 puntos inferior a la fidelidad de voto popular. El electorado socialista sigue dando los mismos síntomas de desmovilización y apatía que en los últimos meses y ni siquiera la incuestionable buena imagen de Alfredo Pérez Rubalcaba parece estar logrando sacarle, por ahora, de su tendencia al desentendimiento. Por supuesto, cabe pensar que conocida ya la fecha electoral y en la inmediata cuenta atrás ya iniciada, la campaña del candidato Rubalcaba consiga una mayor atención por parte de esa mitad del electorado socialista que por ahora propende a dar la espalda a su partido. Pero hoy por hoy, en el momento del pistoletazo de salida para la carrera electoral, las posiciones de partida son muy desiguales: Rajoy parte con catorce puntos de ventaja. Y en estas condiciones le bastará con conservar el ya elevado apoyo de sus votantes; en cambio, para el candidato socialista se abre una carrera contra reloj en la que tendrá que tratar de elevar al máximo posible la actual fidelidad de voto a sus siglas. Empeño no imposible pero en modo alguno fácil.
Ciertamente entre el conjunto de la ciudadanía Alfredo Pérez Rubalcaba es mejor valorado, en conjunto, que Rajoy. En un sistema electoral a doble vuelta, como el francés actual, que posibilita que un candidato termine recibiendo el apoyo de electores que en un primer momento no le dieron su voto, Rubalcaba sería probablemente el vencedor final. Pero en un sistema parlamentario como el español cada candidato depende exclusivamente del apoyo de sus propios votantes, con independencia de la simpatía que pueda despertar en los votantes de otros partidos o de la medida en que pueda ser considerado por estos la segunda mejor opción. Por ello, en realidad, de poco sirve al candidato socialista ser mejor considerado que su contrincante por el conjunto de la ciudadanía como mejor líder y posible mejor Presidente del Gobierno (Rajoy, en cambio, es percibido como más preparado para hacer frente a la actual crisis —precisamente el principal problema ahora para los españoles—). Lo verdaderamente significativo es que los votantes del PP valoran en dos de esas tres dimensiones a Rajoy mejor de como los votantes socialistas valoran a Rubalcaba.
En todo caso, y pese a darse ya por descontada, de forma generalizada, la victoria del PP, la figura de Rubalcaba no sufre por ello menoscabo alguno. El 76% de los votantes socialistas consideran que no cuentan con otro candidato mejor para hacer ahora frente a Rajoy, y el 61% piensa que, aunque pierda las elecciones, debe seguir al frente del partido pues es quien mejor puede reorganizarlo con vistas al futuro. Además, la opinión dominante (la expresa un 48%) es que el hecho de concurrir a las elecciones sin ser Secretario General del PSOE no va a afectar sus posibilidades electorales; incluso un 33% estima que hasta le puede venir bien.
En cuanto al Gobierno y su Presidente, la ciudadanía los daba ya por amortizados incluso antes del anuncio del adelanto electoral. Tiende a aumentar de nuevo la sensación de pesimismo sobre la crisis mundial y sobre la española, suben hasta el 82% quienes definen como mala nuestra situación política y se mantiene en niveles máximos (80%) la sensación de que el Jefe del Ejecutivo sigue improvisando sobre la marcha según vienen las cosas. Una vez fuera Rubalcaba del Gobierno, solo la Ministra de Defensa, Carme Chacón, obtiene un balance positivo en su evaluación ciudadana, pero con el saldo más bajo de los últimos seis meses.