Cuando José Pablo te manda una foto de los crustáceos a la plancha que se va a tomar y empiezas a mascullar en arameo es momento de plantearse algunas cosas (¿mar o montaña?), colgar el último post y salir hacia algún sitio.
Estos días nos preguntábamos en Metroscopia hasta qué punto la crisis estaría afectando al descanso vacacional. Y obtuvimos una respuesta similar a la que tenemos cada mes cuando sondeamos la situación económica: en general, se percibe algo peor el impacto de la crisis sobre los demás que sobre uno mismo. En este caso, tres de cada cuatro creen que la crisis está afectando negativamente las posibilidades de los españoles de irse de vacaciones, pero “solo” la mitad dice que es su caso. Esto no resta gravedad a las dificultades económicas que están viviendo muchas familias, pero puede resultar llamativa esa sobrevaloración del impacto sobre “los otros”.
La percepción de la economía sigue empantanada en sus horas más bajas. Únicamente el 4% de los ciudadanos se atreve a afirmar que la situación económica general es buena, mientras que un abrumador 91% dice que es mala o muy mala. En cambio, los ciudadanos nos dividimos por tercios cuando hablamos de nuestra economía familiar: el 36% asegura que es mala o muy mala; otro 34% economía buena o muy buena y el restante 30% regular.
Como ya comentamos en este mismo blog, las sensaciones que se tienen acerca de la economía familiar y la general son muy distintas. Mientras la primera está arraigada principalmente en lo concreto, en lo cotidiano, la segunda se ve afectada más por el clima de opinión general, por los avatares de la prima de riesgo y el diferencial con el bono alemán. Esta percepción dual de la economía se repite cuando pensamos en nuestras vacaciones o en la de los demás. Son también dos cosas muy distintas. Eso explica, en cierta manera, que sean menos los que ven sus propias vacaciones amenazadas por la crisis (aunque, no olvidemos, es uno de cada dos españoles) que los que creen que la crisis amenaza las vacaciones de los demás.
Nosotros volveremos en septiembre. Nos espera un otoño demoscópico interesante, con rachas electorales fuertes, intervalos de debate y alguna movilización especialmente en las zonas urbanas.
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