El tiempo también pasa y pesa para las Constituciones. La española de 1978 cumple ahora 33 años: una cifra sustancial para un texto legal cuya relevancia va irremediablemente asociada a su capacidad de seguirle el paso a esa realidad social en permanente —y cada vez más rápido— cambio que aspira a regular. Las discontinuidades entre la España de 1978 y la actual son tan anchas y profundas como obvias, y no hace falta por tanto aportar muchas pruebas al respecto. Telegráfica y selectivamente cabe recordar, por ejemplo, que hace 33 años nuestra democracia era aún muy frágil (tanto que a punto estuvo de naufragar solo 25 meses después); no existían las Autonomías; el ejército no se había convertido aún en la institución confiable y respetada que ahora es; la misma Corona pugnaba por enraizar y consolidarse; y la ciudadanía contemplaba el nuevo horizonte que se le abría con tanta esperanza como latente aprensión.
Hoy, la historia del tercio de siglo transcurrido es la historia de un claro éxito colectivo. Tres de cada cuatro españoles (el 72%) afirman que nuestro país nunca ha estado, en toda su historia, mejor que en estos tres decenios (y pese a los coyunturales y en ocasiones intensos bandazos políticos, sociales o, sobre todo, económicos). A la Constitución se le reconocen los grandes servicios prestados como hoja de ruta hacia una democracia estable y consolidada. Pero como mapa, una vez cumplido el trayecto, ha perdido utilidad y como manual de funcionamiento va quedando inevitablemente, día a día, desfasada. Para seis de cada diez españoles (58%), según datos de Metroscopia, sigue siendo, en conjunto, válida para la sociedad española actual, pero necesita retoques urgentes. Para un 37% necesita algo más intenso y detallado, pues ha quedado desfasada respecto de nuestra actual realidad. La idea unánime es así que nuestra carta magna necesita una puesta al día, aunque las opiniones varíen en cuanto al exacto alcance de la misma.
En lo que también existe una clamorosa unanimidad ciudadana es en el estilo con el que habría que abordar este aggiornamiento constitucional: con la misma predisposición al pacto, al consenso y a la concordia que caracterizó nuestra transición a la democracia. Así lo reclama el 73% de los españoles. Y es que la nostalgia del espíritu con el que los diversos partidos supieron entonces anteponer el interés general a sus particulares intereses electorales es inmensa: la expresa nueve de cada diez españoles (el 88%, exactamente); es decir, los más mayores, los de mediana y edad y muchos que a finales de los setenta no habían nacido, o eran demasiado jóvenes para participar en los asuntos colectivos.
Nuestra Constitución —lo ha escrito un connotado experto, Óscar Alzaga— tiene como argamasa la negociación y el entendimiento. Fue un texto que los “padres constituyentes” dejaron en buena medida, y voluntariamente, abierto para propiciar que las legislaturas venideras lo completaran y desarrollaran desde lo que se entendió debía ser la actitud estructural de nuestro sistema: el consenso. Por desgracia, a poco de ser promulgada, el gusto por la confrontación ideológica cerrada e irreductible fue gradualmente enseñoreándose de la escena política. El pacto pasó a ser visto como síntoma de debilidad, de dejación de principios, de entreguismo. Y así la Constitución ha ido languideciendo, cubriéndose de ese polvo triste que empaña los objetos un día bellos y devenidos, gradualmente, inservibles.
Imagen de HVargas.
Hay 3 Comentarios
El estado autonomico no es viable económicamte como se ha visto.
Publicado por: Anselmo | 05/01/2012 16:56:06
Este país necesita más de una ITV, no sólo de la Constitución, también de la clase política, la iglesia, y sobre todo la mentalidad de los propios españoles:
Menos esperar que los"salvapatrias" de turno nos saquen las castañas del fuego, y más arrimar el hombro para solucionar los problemas; Menos quejas y críticas a todo y a todos y más poner de nuestra parte en las soluciones; menos telebasura y futbol y más trabajar.
Después de eso habrá que dejarnos de tanta indignación y acampar en las plazas para pasar a la acción: quitar el polvo y sacar brillo a la gillotinas, y cual Robespierre, empezar a cortar algunas cabezas de las castas privilegiadas: banqueros, tiburones financieros, políticos, empresarios...y también el clero, que aún hoy en día sigue siendo un poder fáctico y tiene mucho poder y privilegios.
Publicado por: Runaway | 05/12/2011 20:33:54
Y muchas otras cosas necesitan una ITV, buena parte de nuestros políticos, de la Iglesia, de las jornadas labolares basadas en el presencismo, y por no echar todos los balones fuera, a nuestra sexualidad tampoco le vendría mal una ITV de vez en cuando.
Carla
www.lasbolaschinas.com
Publicado por: Carla | 05/12/2011 19:38:18