De forma prácticamente unánime (96%), los españoles definen como mala la situación actual de nuestra economía. La idea generalizada es que el nivel de desempleo va a seguir creciendo durante bastante tiempo todavía, que cuando las cosas finalmente se estabilicen ya no volverán a ser como antes de septiembre de 2008, y que la actual generación joven está abocada a vivir peor que las de sus padres o abuelos.
Pero al mismo tiempo, y en tan sombrío panorama, siguen mostrando un inequívoco respaldo a los productos y servicios que ofrecen las empresas españolas. La prolongada y profunda crisis no solo no ha mellado la alta calidad que les reconoce la ciudadanía, sino que incluso parece estarla reforzando. Cabe plantearse cuál pueda ser exactamente, en la escena internacional y en el impredecible momento actual, el valor exacto que pueda tener la marca España; pero de lo que no cabe duda es del formidable respaldo que consigue de fronteras adentro.
Los datos son contundentes: en una escala de 0 a 10, nuestra ciudadanía expresa con un 8.2 el grado de confianza que le inspiran los productos hechos en España. Esta puntuación no solo es cuatro décimas más elevada que la de hace tres meses, sino que, además y sobre todo, es superior en casi un punto (7.3) a la que consiguen los productos elaborados en Alemania. Es decir, para el español medio, la marca España resulta hoy más confiable que la propia marca Alemania, tradicionalmente tenida entre nosotros como estándar supremo de calidad (¿cómo no recordar aquel —hoy enternecedor— spot televisivo que, tras enumerar las excelencias de lo anunciado, redondeaba el mensaje con un rotundo argumento de autoridad: “¡y es alemán!”). En el momento actual, es incluso por encima de ese mítico nivel óptimo de calidad donde los españoles sitúan nuestros productos.
Por otro lado, si una empresa española declara que fabrica sus productos íntegramente en España, su imagen mejora para un 73% de la población; y a un 65% le lleva a confiar más en sus productos. Incluso en un supuesto hipotético extremo (a saber: que un producto fabricado en otro país sea de similar calidad a otro nacional pero algo más barato) el 65% de los españoles afirma que optaría por el producto español que, en todo caso, es el que a un 83% merecería más confianza. Por supuesto, estas respuestas deben ser tomadas con la debida cautela pues en modo alguno expresan compromisos firmes de actuación, aunque sí revelan el grado de identificación con los productos nacionales, así como una masiva predisposición a prestarles ayuda mediante su compra. ¿Resurgir de un “nacionalismo económico” propiciado por la crisis? ¿Cuestionamiento oblicuo de la deslocalización de empresas, una de las caras menos amables y menos populares de la globalización? En todo caso, inequívoco respaldo interno a la marca España, obligado primer paso, sin duda, en cualquier intento de conseguirle respaldo externo.