Metroscopia

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“No creo en las encuestas”. Mal empezamos... Es tanto como decir “no creo en los termómetros”. Las encuestas, como los termómetros, no son una cuestión de fe, pertenecen al mundo más humilde y pragmático de la medición. Si están bien hechas, son una herramienta para medir, y así describir, los estados de opinión de una sociedad en un momento determinado. Los datos están ahí y son los mismos para todos. Otra cosa es cómo se analizan e interpretan...

Sobre los autores

Este Blog es obra colectiva del equipo técnico de Metroscopia. Los responsables de sus análisis y comentarios son , , Silvia Bravo, Susana Arbas, Mar Toharia, Marcos Sanz, Ignacio Urquizu, Antonio López Vega, Francisco Camas y Gumersindo Lafuente.

Metroscopia

Metroscopia combina la experiencia de su equipo profesional en estudios de la opinión de la sociedad española con una actitud de curiosidad permanente. Referente en sondeos políticos y estimaciones electorales, aborda investigaciones sobre todos los ámbitos de la vida social. Este blog aporta algunos de los datos públicos de estudios de Metroscopia, así como reflexiones sobre opinión pública en general.

Libros

Pulso Social de España 2 (enero 2011-mayo 2012)

Pulso Social de España 2 (enero 2011-mayo 2012)

Toda realidad ignorada prepara su venganza», advierte Ortega en uno de los párrafos finales del «Epílogo para ingleses» de su Rebelión de la masas. Y no hay realidad que, en democracia y sobre todo en tiempos de crisis, resulte más arriesgado ignorar que la opinión pública. El objetivo de esta serie de estudios es poner a disposición general datos de opinión solventes, relevantes y acerca de una amplia variedad de temas. Porque cuanto mejor conozcamos nuestro estado de ánimo colectivo menor será el riesgo de tener que afrontar las consecuencias de haberlo ignorado.

Pulso de España 2010

Pulso de España 2010

Intentando ser fiel a uno de los lemas orteguianos («vivir de claridades y lo más despierto posible»), el Departamento de Estudios de Opinión Pública de la Fundación Ortega-Marañón (FOM), con la colaboración de Metroscopia, y gracias al patrocinio de Telefónica, ha elaborado el presente "Pulso de España 2010", que aspira a ser el primero de una serie de informes periódicos sobre la realidad social española desde un planteamiento sosegado, independiente y plural.

Los sondeos y las elecciones andaluzas

Por: | 27 de marzo de 2012

Colegio electoral en Ronda

Parasitando la afortunada frase inicial de Anna Karénina, cabría decir que “todas las estimaciones electorales con final feliz se parecen; las que resultan desdichadas lo son cada una a su modo”. Y así es: no hay un relato único que sirva para todos los casos en que, como ha ocurrido ahora, la práctica totalidad de los pronósticos conocidos quedan desmentidos en la noche electoral.

Cada vez que los sondeos electorales yerran (o mejor dicho, cada vez que erramos quienes tenemos por oficio la interpretación de lo que nuestros conciudadanos acceden a contestar en las encuestas para, a partir de ahí, tratar de estimar su comportamiento final más probable) se debe a factores que solo se perciben con claridad a posteriori, es decir, cuando la cosa ya no tiene remedio. Y lo peor es que esta “autopsia” de lo pronosticado solo sirve para explicar las causas de ese concreto caso, pero ayuda poco o nada a prevenir que algo parecido pueda volver a ocurrir en otro. Nunca hay dos elecciones exactamente iguales, cada una es un mundo en sí misma, y lo que en cada ocasión se aprende no se puede trasponer, automáticamente y sin más, a la siguiente. De ahí la contumacia con que los encuestólogos repetimos que el análisis de datos de opinión constituye solo un arte estimatorio y en modo alguno una ciencia exacta; que las encuestas y sondeos no son instrumentos predictivos sino descriptivos; que solo proporcionan fotos fijas (por tanto, susceptibles de caducidad temporal), y más o menos claras o borrosas, de los estados de opinión, lo que hace precisa una interpretación experta, pero no infalible (la famosa “cocina”); y que, en consecuencia, el yerro en las conclusiones que finalmente se proponen nunca puede quedar del todo excluido, por claras que las cosas parezcan.

Pero dicho —y sin duda aceptado— esto, ¿qué ha pasado en el caso concreto de las (fallidas) estimaciones electorales para las elecciones autonómicas andaluzas? Probablemente (y por mencionar solo lo que resulta más verosímil en un apresurado primer análisis) una de las siguientes tres cosas —o, quizá, incluso, y en medida variable, las tres a la vez.

En primer lugar, puede haberse producido lo que se conoce como una espiral del silencio: es decir, la conjunción de una serie de factores ambientales que propician la aparición de un voto oculto y silente (en este caso socialista), avergonzado y remiso a identificarse como tal (de ahí que no pueda ser adecuadamente detectado en los sondeos), pero dispuesto, pese a todo, a permanecer fiel a sus siglas en estas concretas elecciones. ¿Y por qué se ha producido esta reacción de fidelidad, a última hora, del electorado socialista precisamente ahora, en las elecciones autonómicas, y no en las aún cercanas generales y municipales? ¿Quizá porque el protagonismo central estos pasados días del escándalo de los ERE ha podido acabar propiciando una reacción de orgullo herido en algunos votantes socialistas, molestos por ver metido, indiscriminadamente, en el mismo podrido saco a todo el socialismo andaluz? ¿Quizá porque el electorado socialista tiene un especial enganche emocional, superior al del electorado popular, con las elecciones autonómicas, que percibe como más prototípicamente andaluzas, es decir, como “más nuestras”, que las generales (que son en el fondo “cosa de Madrid”) o que las municipales (demasiado localistas)? El caso es que esta parte callada, no detectada, pero al final movilizada, del voto socialista parece haber bastado para convertir el derrumbamiento previsto en una “derrota dulce” —incluso muy dulce—.

Una segunda posible explicación, relacionada con esta primera, es que, en los últimos días de la campaña, se puede haber producido un leve pero relevante vuelco electoral: es decir, que al menos parte de esa cuarta parte del electorado socialista que en los últimos sondeos se mostraba dubitativa o indecisa haya sido finalmente sensible al temor a la anunciada “marea azul”, o al llamamiento a reaccionar frente a las medidas del Ejecutivo nacional (las ya tomadas y las por venir), o al claro desenganche de Griñán respecto de la anterior etapa de gobierno de su partido (algo, por ejemplo, que no quiso o no logró hacer Rubalcaba en las generales). Ciertamente, en las encuestas, siete de cada diez andaluces decían desear un cambio de partido gobernante en su región. Incluso casi la mitad del electorado socialista lo decía. Pero, a la hora de la verdad, no pocos pueden haber experimentado alguna suerte de vértigo ante la significación y las posibles consecuencias de cambio tan rotundo como simbólico. Y en consecuencia pueden haber terminado por renunciar al desentendimiento respecto de la elección que durante semanas habían declarado.

Y en tercer lugar, ¿cómo no pensar también que la tan anunciada clara victoria del PP puede haber propiciado un exceso de confianza en su electorado? ¿Cómo entender si no que, con una tasa de participación total apenas superior al 60%, con una elevada fidelidad de voto declarada (y demostrada en dos elecciones consecutivas hace tan solo cuatro y diez meses) los votantes populares no hayan anegado a un electorado socialista que en buena medida se presentaba decepcionado y desentendido de la contienda? En esta ocasión, han vuelto a confluir los dos procesos que en las últimas elecciones se han venido dando y que también ahora se esperaban (plus de motivación participativa en unos, desentendimiento relativo en otros): ¡pero —inesperadamente— con los protagonistas cambiados!

En todo caso, y desde la radical humildad que no puede sino acompañar a todo intento de prospección electoral, conviene admitir de una vez por todas que esta es una actividad irremisiblemente marcada por el —“síndrome Djukic” (aquel jugador de fútbol recordado no tanto por su apreciable trayectoria deportiva como por haber fallado un penalti que pudo haber supuesto un título de Liga para su equipo)—. En efecto, tras cada estimación electoral fallida resurgen, impertérritamente potentes, los consabidos tópicos (del tipo: “no creo en las encuestas”, “las encuestas no dan una”). Y es que cuando los sondeos aciertan (que suele ser la gran mayoría de las veces: recuérdense si no la casi totalidad de los publicados para las elecciones europeas de 2009, o para las municipales y autonómicas del pasado mayo, o para las generales del 20-N) su propio éxito al anticipar lo que, una vez producido, deviene banal realidad cotidiana a su vez los banaliza y difumina. Pero, en cambio, cada estimación electoral fallida parece dejar en la memoria colectiva un hueco, perenne e irrellenable, a modo de inmarcesible dedo acusador, temporalmente durmiente pero nunca del todo desaparecido. Qué le vamos a hacer.

 

Una cultura del agua

Por: | 22 de marzo de 2012

El hombre del tiempo

¡Llueve, llueve, tu neblina

que se torne en aguanieve,

y otra vez en agua fina!

¡Llueve, Señor, llueve, llueve!

Antonio Machado

Podemos cantar “que llueva, que llueva” o, en plan cultureta, invocar versos de Machado, pero con una u otra salmodia lo cierto es que el recién acabado invierno ha sido el menos lluvioso desde que tenemos estadísticas y España sigue siendo un país fundamental e irremediablemente seco (por más que ayer lloviera —al fin— algo).

Lo sabemos. Es más, lo sabemos incluso algo exageradamente. Por ejemplo, el 80% de los españoles cree que, en la zona donde vive, la temperatura media ha aumentado en estos últimos 20 años, y un 68% afirma que, en cambio, han disminuido de forma apreciable las lluvias y precipitaciones; un 90% cree probable que se produzcan sequías cada vez más prolongadas en los años venideros y, sin duda por ello, un 84% prevé un claro aumento de la desertificación en nuestro país. Si estas son las ideas que predominan en nuestra sociedad, el mal invierno hidrológico recién terminado no debe de haber supuesto una sorpresa.

Así las cosas, hoy 22 de marzo, Día Mundial del Agua, parece momento de preguntarnos si, contando con esta generalizada concienciación, estamos sabiendo hacer el adecuado balance de situación y desarrollar una consecuente “cultura del agua” con efectos prácticos perceptibles. No lo parece.

Para empezar tenemos que España sigue siendo uno de los países del mundo (el tercero incluso, se dice) que más agua consume por habitante y día. Cierto que el 80% de ese consumo corresponde a la agricultura, y solo el 15% a consumo urbano o personal (el 5% restante a usos industriales), y no parece por tanto que la cosa se pueda mejorar sustancialmente con solo cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes (algo que, por cierto, dice hacer el 77%).

Sin duda hay que ahorrar agua pero, sobre todo, hay que gastarla mejor. ¿Lo hacemos? El 80% de los españoles afirma que, personalmente, hace un uso razonable del agua; pero, al mismo tiempo, el 63% asegura que, en cambio, el conjunto de nuestra sociedad no. La contradicción entre como se percibe lo que hacemos individualmente “nosotros” y lo que hace, colectivamente, “la sociedad” (o “los demás”) es clásica en los estudios de opinión y plantea una asimismo clásica disyuntiva: ¿qué debe creerse más: lo que las personas entrevistadas dicen que es su comportamiento o el que perciben como característico del resto de la sociedad? Teniendo en cuenta que todos somos, a la vez “nosotros” (a nuestros ojos) y “ellos” (a ojos de los demás) solo caben dos interpretaciones a este tipo de respuestas que de forma tan frontal parecen contradecirse: a) lo que los entrevistados dicen que, individualmente, hacen es cierto pero perciben erróneamente lo que hace el conjunto de la sociedad; o bien, b) cada persona entrevistada tiende a dar, para su caso personal, la respuesta tenida por socialmente esperada (pero que no se corresponde necesariamente con su verdadera forma de actuar) y es al describir la conducta colectiva cuando, de forma indirecta y proyectiva, acaba revelando su modo real de proceder.

En el caso del uso del agua en nuestro país, cabe sin embargo pensar en una posible tercera interpretación: ambas respuestas pueden ser ciertas por igual, aunque a primera vista parezcan contradecirse. Es posible, en efecto, que esté coexistiendo, aquí y ahora, un uso cada vez más razonable del agua por parte de los consumidores individuales (responsables, por último, de apenas la sexta parte de toda la que gastamos) junto con un uso quizá no tan razonable por parte de los otros dos masivos tipos de consumidores.

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En la fotografía, Manuel Toharia anuncia borrasca.

De puertas adentro

Por: | 20 de marzo de 2012

Housewife
Su ocupación se ha etiquetado de muchas maneras: trabajo doméstico no remunerado, amas de casa, sus labores…, y representan algo más del 8% de la población mayor de edad. ¿Cómo son quienes, en exclusiva, se dedican al cuidado del hogar?

Ante todo son (casi totalmente) mujeres —concretamente más del 99%— y tienen, en su gran mayoría, más de 54 años (67%). Apenas un 3% tiene menos de 35 años y algo menos del 1% es de sexo masculino. No nos referimos a quienes echan una mano o a quienes comparten la búsqueda activa de empleo con las tareas domésticas. Hablamos de aquellas personas que se dedican a tiempo completo al hogar y no cobran por ese trabajo.

Antaño, la amplia mayoría de las españolas estaba dedicada a sus labores. Durante la mayor parte del siglo XX, no eran más de dos de cada diez quienes tenían un trabajo remunerado fuera del hogar. No es hasta finales de la década de 1980 cuando esa cifra empieza a aumentar sensiblemente hasta llegar a invertir las cifras. Ahora, el 16% de las mujeres mayores de edad se dedica en exclusiva al cuidado de la casa y no está buscando otro trabajo. A grandes rasgos, se trata de mujeres mayores de 55 años sin estudios postobligatorios que residen en municipios pequeños o medianos:

- Solamente el 4% de las mujeres que tienen estudios universitarios opta por el cuidado de la casa. El 72% de las amas de casa no tiene estudios por encima de la secundaria obligatoria frente al 33% del resto de la población.

- En los pueblos de menos de 2.000 habitantes llegan a ser el 23% de las mujeres, mientras que en las ciudades de más de un millón apenas representan el 7%.

- Las Comunidades Autónomas con una mayor proporción de mujeres dedicadas al hogar son Castilla-La Mancha (28%), Asturias (27%) y Cantabria (23%). En el otro extremo, Madrid (11%), Baleares (11%) y Cataluña (12%).


¿Cómo piensan? ¿A quién votan? ¿En qué creen?

1. Más católicas. El 41% de las amas de casa se declara católica practicante. Teniendo en cuenta que entre el resto de los españoles esa proporción se sitúa en el 19%, la diferencia es más que considerable. En el otro extremo, únicamente el 6% afirma ser no creyente —frente al 21% entre el resto de los españoles—.


2. Más del PP. Las amas de casa se sitúan ideológicamente más a la derecha que el resto de las mujeres (5.2 frente a 4.8 en una escala de 0 a 10). En ellas el PP tiene uno de sus graneros electorales. En 2008, el 35% de ellas votaron al PP, 10 puntos porcentuales más que entre el resto de las mujeres. 2011 no fue una excepción, el 39% depositó la papeleta de Mariano Rajoy. Además, el 37% de ellas asegura que no votaría al PSOE en ningún caso. Por si fuera poco, es el colectivo que mejor evalúa la actuación del presidente del gobierno en sus primeros meses de mandato: 5.8 sobre 10, casi un punto más que el resto de los ciudadanos.

Los hombres que se dedican en exclusiva al cuidado del hogar apenas llegan a unas decenas de miles en toda España y tienen un perfil similar al que hemos analizado en este post, excepto en un aspecto: la mayoría votan al PSOE.

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Se agudiza el miedo al paro

Por: | 15 de marzo de 2012

Cruzar los dedos
Las cifras del paro no han encontrado aún su techo. Esa es al menos la sensación que comparte la mayoría de los ciudadanos: un abrumador 83% cree que el desempleo va a seguir igual o incluso más alto que ahora durante bastante tiempo.

Además, tres de cada diez trabajadores creen que es bastante probable que vayan a perder su empleo actual en los próximos meses. Este pálpito pesimista es aún más acentuado entre los empleados menores de 34 años (40%) y entre las mujeres (38%), cohortes más expuestas a contrataciones temporales. Solamente un 24% de los trabajadores ve como algo improbable la pérdida de su puesto de trabajo en un futuro cercano.

El panorama laboral es aciago. En caso de perder su empleo, la mitad de los trabajadores (48%) cree que sería difícil encontrar otro similar y un tercio adicional (34%) lo ve como prácticamente imposible. Entre los desempleados, la perspectiva es todavía más pesimista: solo el 30% considera que es bastante probable que vaya a encontrar trabajo en un futuro cercano. El 78% de los españoles tiene, en su familia o círculo de amigos más cercanos, a alguien que se encuentra ahora en situación de desempleo.

La evolución de los próximos meses inquieta a la mayoría. Todo ello repercute en la valoración de la situación familiar, que ha empeorado diez puntos desde el mes de enero. Hoy casi son tantos los españoles que valoran negativamente la situación económica de su hogar (35%) que quienes la valoran positivamente (37%). En diciembre, la mayoría creía haber dejado atrás un año horribilis y afrontaba 2012 con optimismo (51%); tras los dos primeros meses de 2012, muchos contienen la respiración y se preguntan si lo peor está por llegar.

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Fotografía de briemarie

¿Hasta cuándo?

Por: | 13 de marzo de 2012

Hasta cuándo
Cuando en el mes de mayo de 2010 el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, presentó en el Congreso de los Diputados sus medidas destinadas a recortar el gasto público para hacer frente a la crisis económica, Mariano Rajoy, en aquellos momentos principal líder de la oposición, las criticó duramente tachándolas de “improvisadas, impuestas desde fuera e injustas”. En términos similares se manifestaban los sindicatos para quienes el plan del Gobierno para reducir el déficit era, en palabras del secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo"injusto" y "antieconómico", por lo que no descartaba ningún tipo de movilización para expresar el rechazo social a las medidas. Una opinión que, según un sondeo de urgencia llevado a cabo por Metroscopia para El País, era compartida por la mayoría de ciudadanos.

Casi dos años después, y tras unas elecciones generales anticipadas, el panorama político es radicalmente diferente - no solo los socialistas ya no gobiernan, sino que lo hace el PP con una mayoría absoluta- pero no así la situación económica. El paro sigue en aumento y las perspectivas de mejora son escasas –ocho de cada diez españoles creen que se va a mantener como hasta ahora o que, incluso, va a seguir aumentando.

Para intentar poner freno a esta situación, el actual Gobierno popular ha aprobado una reforma laboral que, sin embargo, y en contra de lo que cabría suponer por el resultado electoral, desaprueba un 63% de los españoles. Los calificativos usados para rechazar la reforma nos retrotraen a 2010: las medidas de esta reforma son impuestas –un 62% considera que responden a presiones externas- son injustas - 55%- son excesivas -47%- y apenas van a servir para crear empleo -74%. De hecho, un tercio de los trabajadores piensen que a corto plazo es probable que pierdan su trabajo y que un 70% de los parados consideran que es poco o nada probable que logren encontrar empleo en un futuro cercano.

Unas cifras que encajarían perfectamente con el apoyo a una huelga general como la convocada por los sindicatos para el próximo 29 de marzo. Y, sin embargo, dos de cada tres españoles- 67%- consideran que, en estos momentos, una huelga general no serviría de nada.

¿Es compatible la crítica mayoritaria a la reforma laboral con un, también, mayoritario rechazo a una huelga general? Parece que sí. Primero porque los ciudadanos parecen no visualizar otra opción política alternativa y diferente que de solución a sus problemas más acuciantes (el paro y la situación económica). Y segundo, y quizá lo principal, porque mientras que hace dos años las medidas anticrisis del gobierno socialista eran criticadas –además de por la abrumadora mayoría de votantes populares- por casi la mitad de su electorado, la nueva reforma laboral es apoyada por la mayoría de votantes que dieron su apoyo a Mariano Rajoy el pasado 20 de noviembre. Es decir, al contrario de lo que le ocurrió al PSOE en 2010, cuando perdió el apoyo de una sustancial parte de su base electoral, el PP sigue contando con el colchón de sus votantes que, de momento, le permite seguir adelante con su proyecto. La pregunta es: ¿hasta cuándo?

 

Fotografía de Ser.!

Una nueva categoría social

Por: | 12 de marzo de 2012

El color del dineroSi hace unos pocos años ser mileurista equivalía prácticamente a ser un paria social, la actual crisis económica, con su más de 50% de desempleo juvenil, ha cambiado sustancialmente las cosas. Los mileuristas han subido un peldaño en la escala social, a hombros de una nueva y creciente categoría laboral: los nimileuristas. La crisis convierte así poco menos que en unos privilegiados a quienes eran tenidos (y se tenían) poco menos que por casi marginados: al menos tienen un trabajo (aunque sea malo) y al menos tienen un sueldo (aunque apenas sea realmente digno de ese nombre).

La percepción de que todo podría ser peor, es, quizá, lo que les hace valorar más lo que tienen: al contrario que el conjunto de los españoles, la mayoría de mileuristas califica positivamente su actual situación económica familiar. Ven el vaso medio lleno. Ahora —al igual que el pobre sabio de La vida es sueño de Calderón— ven a otros detrás suyo cogiendo las hierbas que ellos van arrojando. Los nimileuristas: una nueva categoría de pobres en occidente según palabras del sociólogo francés, Louis Chauvel.

Si para los españoles en su conjunto, el panorama económico y político actual de España es desolador, para los nimileuristas, estos jóvenes menores de 35 años con bajos ingresos, es angustioso: en lo económico, la práctica totalidad —por encima del 95%— considera mala o muy mala la actual situación de España y cerca del 90% no solo cree que aún falta tiempo para que la crisis económica empiece a remitir —estiman que hasta dentro de cuatro años nada va a cambiar— sino que, además, piensa que el paro va a seguir igual de alto que ahora o incluso que va a ir en aumento. Tampoco ven que la recién aprobada reforma laboral —con la que se muestran especialmente críticos— vaya a cambiar sustancialmente sus opciones de futuro. Los nimileuristas creen —junto con los parados de su misma edad, con los que comparten un perfil similar— que aquello que otros tienen miedo a perder, ellos ni siquiera lo van a poder conseguir. 

Su percepción sobre la situación política española no es mucho mejor: son más del 80% quienes la califican negativamente y la amplia mayoría no solo desaprueba la gestión de los dos principales líderes políticos de nuestro país —la de Rajoy como Presidente y la de Rubalcaba como oposición— sino que también confía poco o nada en ellos. Una percepción que, probablemente, esté detrás de su menor participación electoral en las elecciones generales del pasado 20 de noviembre: en torno a 10 puntos menos que el conjunto del electorado español.

No obstante, si se celebrasen ahora unas nuevas elecciones generales, el comportamiento electoral de los nimileuristas apenas variaría con respecto al mostrado hace cuatro meses: serían algunos más quienes votarían al PP que al PSOE —aunque, en ambos casos, en menor proporción que el resto de españoles— si bien confiarían algo más en otras opciones políticas (sobre todo IU pero también UPyD). Una conducta quizá afectada por los planteamientos más sonoros del movimiento 15M: apoyo a otras opciones diferentes a las que representan los dos partidos mayoritarios.

En definitiva, los nimileuristas comparten con el resto de ciudadanos una visión grisácea de la actual situación político-económica española, pero que en su caso, está más extendida y es más profunda. La generación quizá mejor preparada de nuestra historia y con un mayor acceso a, también, una mayor cantidad de información, proyecta un futuro muy oscuro.

 

Fotografía de sammzoo

¿Las mismas oportunidades?

Por: | 08 de marzo de 2012

1950s-office

La sensación que tiene el 76% de los españoles que trabajan es que en su empresa existen las mismas oportunidades de promoción para hombres y mujeres. En conjunto, piensan esto en la misma proporción tanto hombres como mujeres y jóvenes como mayores.

Pero emergen diferencias significativas si los datos se analizan teniendo en cuenta a la vez la edad y el sexo. Para los hombres menores de 34 años, esa sensación se convierte casi en certeza, pues el 94% está convencido de que, efectivamente, las mujeres no se tropiezan con más dificultades que ellos para una promoción laboral. Parecen haber asimilado lo que socialmente se prescribe como deseable y ven alcanzado prácticamente este ideal en la sociedad española.

Entre las mujeres jóvenes, comparte esta idea un porcentaje claramente menos elevado (66%). Su impresión de la realidad deja traslucir un presente al que aún le queda recorrido hacia la igualdad. A la vez, esta apreciación de las jóvenes se distancia de lo percibido por las mujeres de más de 55 años: para el 85% de estas, las oportunidades de ambos sexos están equilibradas. Probablemente, al dar esta respuesta, comparan situaciones vividas en el pasado con la actual, y no tienen dudas sobre qué época es mejor.

Por otro lado, el 64% de los trabajadores aceptaría un puesto con mayor responsabilidad, remuneración y dedicación, si su empresa se lo ofreciera. Y aquí vuelven a surgir diferencias en las respuestas aunando sexo y edad. Por ejemplo, el 42% de las mujeres entre 35 y 54 años declinaría la oferta: en la treintena se concentra actualmente la crianza de los hijos y además la mujer, en términos generales, tiende a inclinarse más por su calidad de vida que por el éxito profesional. Después de los 55 años, o antes de los 35, se sienten en cambio más dispuestas a asumir mayor responsabilidad laboral.

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Barómetro electoral: marzo 2012

Por: | 06 de marzo de 2012

Election
Transcurridos dos meses largos desde el 20-N, y cuando el gobierno que preside Mariano Rajoy ha empezado ya a adoptar medidas forzosamente impopulares, los posibles apoyos electorales de los dos principales partidos (PP y PSOE) se mantienen sustancialmente incambiados. En unas hipotéticas elecciones que tuviesen lugar ahora, el primero sacaría al segundo, con toda probabilidad, una ventaja de 16.5 puntos (seis décimas más, incluso, que en noviembre). IU y UPyD, por su parte, no solo renovarían su porcentaje de voto sino que lo incrementarían, y además de forma sustancial en el caso de la primera de estas dos formaciones, que llegaría al 9.1%: un incremento de más del 30% sobre sus votos del 20-N.

Los datos del Barómetro de Clima Social de Marzo (EL PAÍS, 4-3-2012) reflejan ciertamente un desgaste de la  imagen global del PP, derivado del juicio cada vez más severo que el gobierno de Rajoy va mereciendo… a quienes no le votaron, pues los votantes del PP le siguen prestando un apoyo sin fisuras. Esto explica que pueda detectarse a la vez, en el caso del partido gobernante, una caída general de imagen y una fortaleza electoral intacta.

El 20-N, el PP obtuvo el 31.6% del voto sobre censo CER (es decir, sin incluir el voto de los residentes en el extranjero). En el momento actual, entre los ciudadanos a los que se dirigió el último Barómetro de Clima Social (los residentes en el país, es decir, los que componen el Censo CER), el 41% expresa una impresión de conjunto positiva sobre el actual gobierno popular y el 35% aprueba, en concreto, la gestión que está realizando Rajoy: porcentajes ambos superiores a ese 31.6% de votantes populares. Al mismo tiempo, conviene tener en cuenta que el 47% de la ciudadanía (una vez más, un porcentaje ampliamente superior al 31.6% de votantes populares) tiene en el momento actual la sensación de que el gobierno sabe lo que hace. Como referente comparativo puede recordarse que en agosto pasado quienes decían eso mismo del entonces Presidente del Gobierno (Rodríguez Zapatero) llegaban solo al 16%.

Barómetro marzo2012

La conclusión que de estos datos cabe extraer es que la imagen ciudadana del gobierno cuenta aun con un margen de posible desgaste global sin que, por ello, se vea necesariamente afectado su potencial electoral. La clave está en la perdurabilidad que alcance la, desde hace ya largo tiempo, inconmovible fidelidad de los votantes populares.

Fotografía: Election night crowd, Wellington, 1931. William Hall Raine. Photographic Archive, Alexander Turnbull Library.

Pesetistas: nostálgicos de la otra economía

Por: | 01 de marzo de 2012

Pesetas
Las tenemos en los cajones, en el resquicio del sofá, en aquel monedero que ya no usamos. Si las pusiésemos juntas, reuniríamos, entre todos, 284 mil millones —1.706 millones de euros, para los que ya nos cuesta calcular en pesetas—.

Las pesetas representan, para algunos, un tiempo mejor. La crisis económica ha truncado las expectativas de muchos españoles y, en la búsqueda de lo perdido, uno de cada cuatro españoles (27%) vuelve su mirada hacia la peseta, proporción que se mantiene prácticamente constante desde 2010.

Esta preferencia, además, suele implicar el rechazo de la Unión Europea. El 48% de los pesetistas opinan que pertenecer a la Unión es negativo para España —sentir que comparte tan solo el 10% de los partidarios del euro—.  

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La nostalgia por la peseta abunda entre quienes están más preocupados por su situación económica. Así, entre quienes  prefieren la vuelta a la peseta la mayoría — el 52% — asegura tener una situación económica familiar mala o muy mala. En cambio, entre los que se inclinarían por mantener el euro solo el 29% afirma tener una situación económica negativa en casa. Asimismo, la preferencia por la peseta es más frecuente entre las mujeres (34%) que entre los hombres (19%).

Desde su incorporación en 1986, los españoles han percibido la Unión Europea como un proceso beneficioso que les alejaba de los fantasmas aislacionistas del pasado. Sin embargo, la dureza de la crisis económica ha erosionado algo las ilusiones europeístas de muchos y así tres de cada cuatro creen ahora que a la construcción europea está carente de instrumentos eficaces para hacer frente a la situación actual. La percepción de que la Unión Europea es beneficiosa para España sigue con todo siendo claramente mayoritaria (65%),  si bien con un claro desgasteel europeísmo ha perdido quince puntos en menos de tres años entre los españoles— y nada indica que haya tocado suelo aún.

 

Unión europea

 

Fotografía de Alegría Salvador.

El País

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