¡Llueve, llueve, tu neblina
que se torne en aguanieve,
y otra vez en agua fina!
¡Llueve, Señor, llueve, llueve!
Antonio Machado
Podemos cantar “que llueva, que llueva” o, en plan cultureta, invocar versos de Machado, pero con una u otra salmodia lo cierto es que el recién acabado invierno ha sido el menos lluvioso desde que tenemos estadísticas y España sigue siendo un país fundamental e irremediablemente seco (por más que ayer lloviera —al fin— algo).
Lo sabemos. Es más, lo sabemos incluso algo exageradamente. Por ejemplo, el 80% de los españoles cree que, en la zona donde vive, la temperatura media ha aumentado en estos últimos 20 años, y un 68% afirma que, en cambio, han disminuido de forma apreciable las lluvias y precipitaciones; un 90% cree probable que se produzcan sequías cada vez más prolongadas en los años venideros y, sin duda por ello, un 84% prevé un claro aumento de la desertificación en nuestro país. Si estas son las ideas que predominan en nuestra sociedad, el mal invierno hidrológico recién terminado no debe de haber supuesto una sorpresa.
Así las cosas, hoy 22 de marzo, Día Mundial del Agua, parece momento de preguntarnos si, contando con esta generalizada concienciación, estamos sabiendo hacer el adecuado balance de situación y desarrollar una consecuente “cultura del agua” con efectos prácticos perceptibles. No lo parece.
Para empezar tenemos que España sigue siendo uno de los países del mundo (el tercero incluso, se dice) que más agua consume por habitante y día. Cierto que el 80% de ese consumo corresponde a la agricultura, y solo el 15% a consumo urbano o personal (el 5% restante a usos industriales), y no parece por tanto que la cosa se pueda mejorar sustancialmente con solo cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes (algo que, por cierto, dice hacer el 77%).
Sin duda hay que ahorrar agua pero, sobre todo, hay que gastarla mejor. ¿Lo hacemos? El 80% de los españoles afirma que, personalmente, hace un uso razonable del agua; pero, al mismo tiempo, el 63% asegura que, en cambio, el conjunto de nuestra sociedad no. La contradicción entre como se percibe lo que hacemos individualmente “nosotros” y lo que hace, colectivamente, “la sociedad” (o “los demás”) es clásica en los estudios de opinión y plantea una asimismo clásica disyuntiva: ¿qué debe creerse más: lo que las personas entrevistadas dicen que es su comportamiento o el que perciben como característico del resto de la sociedad? Teniendo en cuenta que todos somos, a la vez “nosotros” (a nuestros ojos) y “ellos” (a ojos de los demás) solo caben dos interpretaciones a este tipo de respuestas que de forma tan frontal parecen contradecirse: a) lo que los entrevistados dicen que, individualmente, hacen es cierto pero perciben erróneamente lo que hace el conjunto de la sociedad; o bien, b) cada persona entrevistada tiende a dar, para su caso personal, la respuesta tenida por socialmente esperada (pero que no se corresponde necesariamente con su verdadera forma de actuar) y es al describir la conducta colectiva cuando, de forma indirecta y proyectiva, acaba revelando su modo real de proceder.
En el caso del uso del agua en nuestro país, cabe sin embargo pensar en una posible tercera interpretación: ambas respuestas pueden ser ciertas por igual, aunque a primera vista parezcan contradecirse. Es posible, en efecto, que esté coexistiendo, aquí y ahora, un uso cada vez más razonable del agua por parte de los consumidores individuales (responsables, por último, de apenas la sexta parte de toda la que gastamos) junto con un uso quizá no tan razonable por parte de los otros dos masivos tipos de consumidores.
En la fotografía, Manuel Toharia anuncia borrasca.
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¡A ver si llueve!
Publicado por: Felizísima Fortuna | 26/03/2012 1:08:28