Una cosa es retocar y actualizar las leyes y las instituciones para compensar el desgaste debido al transcurso del tiempo o al cambio de las circunstancias, y otra muy distinta hacerlo para tratar de alinearlas más plenamente con los exclusivos principios y posicionamientos ideológicos del partido gobernante de turno. De esto último, los españoles, con independencia de su orientación política, llevan tiempo ya dando claras muestras de hartazgo. Y, de hecho, a este pertinazmente cíclico ardor reformatorio achacan no pocos de nuestros males.
Por ejemplo, ahora y en el caso de la educación, nuestra ciudadanía, de forma prácticamente unánime (86%), concluye que su calidad solo podrá mejorar cuando, de una vez, los partidos sean capaces de llegar a un gran y duradero acuerdo de fondo en vez de intentar reformarla, cada uno por su cuenta y a su manera, en cuanto alcanzan el poder. En otras palabras, para el español medio, el problema ya no parece ser tanto la seria dolencia que sin duda aqueja a nuestro sistema educativo cuanto el continuo relevo de cirujanos que operan con criterios y diagnósticos divergentes —y aun contradictorios— a un paciente cada vez más maltrecho y exangüe.
Si difícil resulta, a partir de los datos de opinión disponibles, afirmar que la planeada reforma de la vigente ley sobre despenalización del aborto responde no ya a un clamor, sino siquiera a una petición relativamente mayoritaria de la ciudadanía, más difícil aún resulta justificar la pretensión de que, en la enseñanza pública, la religión constituya una asignatura cuya nota cuente (a efectos de medias totales e incluso de solicitud de becas) lo mismo que cualquier otra materia del correspondiente plan de estudios. La realidad es más bien que sobre esta propuesta del proyecto de LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) existe en nuestra sociedad un claro rechazo mayoritario (70% frente a 27%). Este rechazo es masivo (84%) entre los votantes del PSOE, pero lo expresa también la mitad (48%) de los votantes del PP; y es también ampliamente mayoritario entre los católicos poco practicantes (60%), entre los católicos no practicantes (77%) y entre los no creyentes (91%). Tan solo entre la reducida fracción de españoles que se definen como católicos practicantes (y que representan el 17% de toda nuestra población adulta) son mayoría (61%) quienes están de acuerdo con esta medida. Y aún así, entre ellos, un nada despreciable 33% se muestra en contra.
Esta pretensión del proyecto de ley solo cumple, pues, los deseos de uno de cada cuatro españoles; sin embargo, parece responder plenamente a las presiones que la jerarquía de la Iglesia católica española ejerce sobre el actual gobierno más que a consideraciones de orden educativo o académico: o al menos así lo percibe el 64% de nuestra ciudadanía (y también, y significativamente, el 44% de los votantes populares, el 56% de los católicos poco practicantes y el 66% de los no practicantes; e, incluso, el 37% de los propios católicos practicantes.
En todo caso, y si finalmente la religión se introduce como asignatura en los términos que establece el proyecto de LOMCE, la ciudadanía se muestra partidaria, de forma clara, de que los profesores que deban impartirla sean designados por el Estado, no por la Iglesia (y es de resaltar que, en esta cuestión, se presenten divididas las opiniones de los propios católicos practicantes).
En conjunto, estos datos invitan a concluir que incluso una importante fracción de los católicos practicantes (además de una clara mayoría de los católicos más tibios) no acaba de tener claro que convertir el mensaje evangélico en asignatura escolar sea el mejor modo de dignificarlo y de contribuir a su pervivencia y vigencia. Nuestra sociedad sigue carente de una reflexión serena y sinceramente compartida por no creyentes y creyentes (y de todas las religiones) sobre el modo de integrar el conocimiento y comprensión del hecho religioso en la enseñanza escolar. Debería estar ya fuera de discusión que, en una democracia pluralista, la religión no puede ser objeto en las aulas ni de descalificaciones fáciles o ligeras ni de adoctrinamientos o proselitismos (cuyo éxito pueda ser, además, académicamente puntuable).
Foto de swperman
Hay 6 Comentarios
Creo que la Constitución por un lado atribuye al Estado un papel importante en el suministro del bien educación a los ciudadanos y, por otro, lo declara no confesional.
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Quiere esto decir que en el suministro de dicho bien el Estado no debe legislar con la intención de que los ciudadanos sean creyente o ateos, que esa intención debe dejarla en manos de la sociedad civil.
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Y me parece que tampoco respecto a estos mandatos constitucionales que ahora nos ocupan sean iguales todos los partidos cuando llegan al Gobierno. Con esto de que todos son iguales no se avanza en ningún sentido, sólo nos encharcamos cada vez más en lo cómodo o fácil.
Publicado por: pepe111 | 02/06/2013 10:16:06
Hola, amigos. Lean, por favor, el artículo de ANTONIO ELORZA, en el día de hoy, en EL PAÍS. La mención del padre Feijoo, en el siglo XVIII, me hace pensar en el sano criiterio que debería imponerse en todo este asunto de la enseñanza de la materia de Religión. Es bueno, creo yo, que se enseñe como materia en el bachillerato, sin que se aproveche para hacer ningún tipo de proselitismo. Porque es paradójico que, tras tantos años de enseñar el tema, los muchachos desconozcan las bases y temas fundamentales de la religión cristiana. Y si además, viene ahora el señor cardenal a centrar su atención en la formación de exorcistas, para arrojar demonios, estamos en nada. Es la religión devocionarista, milagrera, de espectáculo y santuario que fomentó el papa Juan Pablo II. Recordemos lo que nos dice Santiago el Menor: "La verdadera religión es socorrer a los huérfanos y viudas y no contaminarse de este mundo". Esta es la religión que, creo, se debe enseñar y es la que se encuentra en los Evangelios. La religión del humanismo, del Dios hecho hombre entre los hombres; de la lucha por la justicia y la verdad, en un mundo contagiado de violencia y mentira, de avaricia y lucha por el poder. Miren lo que dice JUAN MARSÉ: "Este país sigue siendo inculto, un país que no lee". Y también hay que leer sobre religión, cómo no, incluso los que no creen deben conocer los temas fundamentales de la religión y la historia cristianas, tal como sucede en los planes del bachillerato en Francia, Italia o Alemania. El proselitismo y la manipulación religiosas es lo que debe evitarse. Ah, y también esas historias raras de posesiones diabólicas y exorcismos y dejárselas a la novela y al cine comercial.
Publicado por: Francisco Tostón de la Calle | 01/06/2013 15:33:16
muy buen artículo!!
Les dejo mi sitio para que lo visiten!
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Publicado por: Lorena | 31/05/2013 17:01:25
Parce ser que con la acual refoma la religion pasa a ser optativa y evaluable, pero nocomputable para el acceso a la Universidad. En se caso no sería tan grave
Publicado por: repsol | 27/05/2013 15:32:42
Hola, amigos. Como siempre, los españoles nos vamos a los extremos. De una pretensión de manipular ideológicamente al personal, a quitar de delante una materia que forma parte de la cultura de cualquier ciudadano común y corriente. ¿Por qué ve ver en la materia de Religión solo una forma de infiltración del episcopado en el pénsum escolar? Hagamos un buen texto de Religión y verán cuántas cosas útiles aprenden los muchachos que les siervan para la vida, sin que se sientan manipulados por ninguna ideología. ¿Es que el cristianismo en Europa no ha sido un elemento esencial en su cultura y su desarrollo? Los fallas que haya tenido, por graves y nocivos que hayan sido, no invalidan los valores que ha aportado y lo sigue haciendo para la formación y el desarrollo de las personas.
De manera que, en en mi opinión, la materia de Religión posee un aspecto intelectual e ilustrativo que es perfectamente enseñable, sin ningún tipo de proselitismo o inculturación religiosa, y, por lo tanto, evaluable académicamente, con todas las consencuencias escolares subsiguientes.
Publicado por: Francisco Tostón de la Calle | 27/05/2013 15:25:33
¿En qué se diferencia la jerarquía del islam iraní de la jerarquía católica del vaticano?. Ambos padecen de la enfermedad del poder, y ambos miran a las masas como meros corderos. ¡Ah y otra pregunta... ¿en que se diferencia la santa y diabólica inquisición de los ultras islámicos que convierten el terror en un derecho divino?
Publicado por: RAMÓN | 27/05/2013 13:26:35