La crisis, el caso Bárcenas y el de los ERE, y la sostenida incapacidad de los dos grandes partidos para alcanzar los pactos y acuerdos que reclama el 74% de la ciudadanía, ensombrecen seriamente el panorama político en este fin de curso. El estado de ánimo de los españoles, y especialmente el de los votantes populares y socialistas, se encuentra bajo mínimos. Su trasposición milimétrica a un hipotético resultado electoral arrojaría cifras del estilo de las recogidas en el cuadro y el gráfico que acompañan a estas líneas.
Es decir, por un lado, y sobre todo, tendríamos hoy una masiva abstención (del orden del 48 %), cifra sin precedente en las elecciones generales hasta ahora celebradas; y por otro, y en paralelo a este hipotético voluminoso alejamiento ciudadano de las urnas, una formidable caída del PP que, con el 23 % de los votos, quedaría prácticamente empatado con el PSOE (que obtendría el 22.8 %) y a no mucha distancia de las otras dos formaciones de ámbito nacional, IU (con un 16.2 %) y UPyD (con un 11.8 %). El voto en blanco, además, podría alcanzar niveles espectaculares (en torno al 8 %).
Evidentemente, esto no debe entenderse en modo alguno como una predicción más o menos fundada de lo que en su momento ocurrirá, sino solo como una forma de expresar el estado de ánimo que ahora predomina en nuestra sociedad y el modo en que podría electoralmente cristalizar si se celebraran ya mismo, de forma inmediata y sin mayor trámite, unas elecciones a las que efectivamente concurriese únicamente el 52 % del cuerpo electoral (es decir, unos 18 millones de personas: en torno a 6.6 millones menos que en noviembre de 2011). Este es el específico y limitado sentido —conviene insistir en ello— en el que debe entenderse la estimación electoral que aquí se ofrece y que, forzosamente, representa tan solo un ejercicio de simulación. Y ello por la sencilla razón de que se basa en el supuesto irreal y meramente imaginario de unas súbitas e instantáneas elecciones que reflejasen milimétricamente, sin variación alguna, los hipotéticos alineamientos electorales que ahora, desde su estado de hondo enfado y desafección, expresan los españoles. Todo lo cual resulta altamente improbable.
De hecho, si realmente se convocasen ahora elecciones, cambiaría automáticamente, por fuerza y sustancialmente, el marco contextual de los datos que han quedado recogidos en el sondeo y, por tanto, la interpretación que procedería dar a los mismos. Una vez puesto efectivamente en marcha el proceso electoral, resulta difícilmente pensable que este no tuviera efecto tangible alguno ni sobre la predisposición a votar ni sobre la reactivación de lealtades partidistas ahora irritadas, distraídas o silentes. Sencillamente, la intención de participar pasaría a ser, con toda probabilidad, más alta que la que ahora se declara y, en consecuencia, el caudal electoral de los distintos partidos (y sobre todo, de los dos principales) no sería ya tan escuálido como ahora se presenta. No es, ciertamente, lo mismo que voten 18 millones de españoles que lo hagan, por ejemplo, 22 millones, que es lo que ocurriría con una participación en torno al 65 %, algo no imposible incluso con un estado de ánimo ciudadano como el actual. Conviene recordar que los sondeos de Metroscopia han venido recurrentemente reflejando que los españoles están muy enfadados con el funcionamiento actual de los partidos (sobre todo de PP y PSOE), pero ni reniegan de ellos ni del sistema de partidos ni de la democracia, con la que se identifican más que nunca. No hay, en el horizonte, indicio alguno de posible movimiento antisistema o radical (de derecha o de izquierda) partidario de arramblar con todo el actual entramado institucional, al modo, por ejemplo, de aquel movimiento de l´Uomo Qualunque de la postguerra italiana cuya propuesta era —para qué andarse con sutilezas— “abajo todo”. Por el contrario, si algo caracteriza a la ciudadanía española actual es su elevado grado de conciencia cívica, de respeto institucional y de compromiso con las virtudes democráticas. Y por eso mismo está tan irritada: porque considera que quienes pilotan muchas de nuestras instituciones básicas no saben estar a la altura que las circunstancias exigen. Y por eso piden cambios en las personas o en su forma de actuar, no en las instituciones. Al menos por ahora.
En todo caso, esos posibles cuatro millones adicionales de votos que reportaría una participación algo mayor que la que ahora se atisba no se repartirían, verosímilmente, de modo lineal o estrictamente proporcional entre todos los partidos, sino que, con toda probabilidad, acrecerían en mayor medida el caudal electoral de PP y PSOE que el de los demás contendientes. Y ello, valga la insistencia, a pesar del estado de bronca en que ahora se encuentran sus respectivos electorados. A partir de la amplia información complementaria que proporciona este Barómetro de Clima Social, resulta posible aventurar, sin forzar excesivamente las cosas, que si la participación rondase finalmente el 65 % (porcentaje que, con todo, seguiría siendo casi 7 puntos inferior al registrado en noviembre de 2011), el PP podría conseguir casi el 35 % de los votos y el PSOE casi el 28 %. IU y UPyD quedarían en un 11.4 % y un 7.7 %, respectivamente. Con esas cifras, no sería muy arriesgado pensar en una distribución de escaños que rondaría los 145 a 150 para el PP, los 125 a 130 para el PSOE, entre 25 y 30 para IU y entre 10 y 15 para UPyD. Es decir, el tan temido o esperado —según los casos— ocaso del bipartidismo podría quedar más bien en espejismo. Con este escenario seguirían existiendo dos grandes partidos nacionales, flanqueados por otros dos, de implantación asimismo nacional, que complementarían el actual abanico compuesto exclusivamente por partidos nacionalistas o regionalistas. Las posibilidades de combinaciones y pactos electorales se ampliarían así sustancialmente, y en direcciones más diversas y complejas que las hasta ahora posibles, y sin comprometer por ello, al mismo tiempo y de forma grave, la gobernabilidad y estabilidad del sistema.
Pero lo cierto, hoy por hoy, es que existe un profundo derrumbamiento anímico entre los votantes del PP y del PSOE. Es, como se ha visto, muy probable que de sonar la corneta electoral se produjera un cierto rearme y reagrupamiento en ambos casos. Pero por probable que esto parezca no deja de ser algo que está por ver.
INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO
La intención directa de voto equivale a la voz de la calle. Es lo que los españoles responden de forma directa y espontánea cuando se les pregunta por su comportamiento electoral más probable. Es un dato clave para captar el estado de opinión predominante, pero debe ser interpretado con cautela pues no siempre refleja todo lo que los electores piensan, sino sólo lo que deciden revelar al ser preguntados. Distintos factores de coacción ambiental hacen que la verbalización de las distintas opciones ideológicas (su probabilidad de ser expresadas de forma espontánea y natural) no sea siempre la misma. La intención directa de voto (UDV) es, así, sometida a una serie de procesos de ajuste (a partir, fundamentalmente, del recuerdo de voto, de la fidelidad de voto, de la tasa de participación estimada, de la valoración por cada grupo de votantes de la gestión de cada partido y de sus líderes y de otros datos complementarios proporcionados por el sondeo sobre el estado de ánimo general de las personas entrevistadas) que permitan estimar cuál es, en esas circunstancias, el resultado más probablemente esperable. Obviamente, a partir de una misma IDV sería posible, utilizando otros criterios analíticos e interpretativos, obtener estimaciones de resultado electoral no necesariamente coincidentes con la que aquí se ofrece. La estimación de voto probable, por tanto, no es ya un dato directamente conseguido de la ciudadanía, sino una interpretación de sus declaraciones realizada a partir de unos supuestos determinados (lo que se conoce como “cocina electoral”). Aunque con frecuencia, por un uso descuidado, se confunda intención directa de voto y voto probable estimado, en realidad son cosas distintas. Una intención directa de voto muy elevada puede terminar, tras ser procesada, en una estimación de voto probable más reducida, o a la inversa. La IDV se compara con el resultado real que cada partido obtuvo sobre el Censo de españoles residentes (CER). Por su parte, los datos de voto estimado se comparan con el resultado real de cada partido sobre el total de votos válidos.
En esta oleada del Clima Social correspondiente al mes de agosto de 2013 la intención directa de voto es la siguiente:
Este artículo, firmdo por José Juan Toharia y José Pablo Ferránidz (@JPFerrandiz), fue publicado en la edición impresa del diario EL PAÍS el domingo 28 de julio de 2013.
Hay 4 Comentarios
Pues parece que al menos hay uno que deja la política....
http://cuidadoconloshuevos.blogspot.com/
Publicado por: VícToR | 20/08/2013 9:56:34
MIEDO EN LA JUNTA DE ANDALUCÍA, ANTE LA INMINENTE LLEGADA DE SUSANA DÍAZ
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…Existe inquietud, e incluso temor, entre algunos dirigente de IU y PSOE-A, por el inminente cambio de cara de la nueva Junta de Andalucía, el próximo mes de noviembre, toda vez que Susana Díaz, actual consejera de Presidencia e Igualdad, reciba formalmente la dimisión de Griñán y sea después nombrada presidenta del Ejecutivo andaluz. La dimisión del señor Griñán se presume será el próximo 27 de agosto; la toma de posesión de Susana Diaz, el sábado 7 de septiembre, según han asegurado fuentes parlamentarias; el cambio de consejeros, para noviembre. Y es aquí donde está el temor de algunos.
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…Izquierda Unida teme que el inminente “new style” de Susana Díaz acabe con el bipartito de la Junta. Por esta razón, el portavoz de IU en el Parlamento, José Antonio Castro, le ha recordado estos días a la futura presidenta de Andalucía que Griñán no ganó las elecciones autonómicas hace un año, sino que fue el PP, y que sólo la improvisada unión entre ambas formaciones de izquierdas pudo detener, a última hora, la voluntad popular dictada en las urnas. Por tanto, el voto de IU sigue siendo necesario para el PSOE, al no contar éste con la mayoría absoluta en el parlamento andaluz. Castro ha advertido a Susana de que los cambios en el gobierno deben suponer una mejora para ambos formaciones, ya que “tienen que ser a mejor para Andalucía, y no para un solo partido”.
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…Esas mejoras implican, para el señor Castro, no sólo el blindaje de los actuales consejeros comunistas, Diego Valderas, Elena Cortés y Rafael Rodríguez, sino también la implicación de IU en otras consejerías de la Junta; el mantenimiento del pacto de gobierno y sus famosas “250 medidas y 28 leyes”, (de las que apenas se han cumplidos una décima parte); más recortes en el funcionariado público y la aprobación de un impuesto revolucionario para las grandes superficies en Andalucía, algo a lo que siempre se ha opuesto el PSOE.
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…Miedo también, y sin ser consejero, es el que tiene el presidente de la Diputación de Sevilla, don Fernando Rodríguez Villalobos, a ser destituido en noviembre por Susana Díaz, después de casi 10 años de ejercicio en el cargo. Villalobos, que ha conseguido mantener el clientelismo de su sucesor en la Diputación, a costa de pagar sueldos a cargos nombrados a dedo, teme ahora que todo el enchufismo institucional pueda venirse abajo después de 20 años sin ofertar plazas de empleo público en la Diputación de Sevilla. Aunque él ya ha advertido con chulería a Susana Díaz de que, de su puesto, no lo echa ni Moyano: “Nadie me va a echar”, porque “no exite problema alguno en que continúe el tiempo que tenga que continuar”, ha insinuado. En la actualidad, casi tres millones de euros de los fondos anuales de los municipios de la provincia se destinan a pagar los sueldos de todos estos enchufados.
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…Por último, tampoco falta cierto temor entre algunos de los actuales consejeros de la Junta ante el nuevo cambio de cara que está diseñando Díaz. Entre ellos, en la actual consejera de Salud y Bienestar Social, María Jesús Montero, quien sigue siendo la mejor valorada del gabinete andaluz, por encima de Griñán, Valderas y la propia Susana Díaz. Montero es una mujer inteligente, comprometida con la política andaluza y que ha sabido llevar muy bien la gestión de su área, al contar con una amplia especialización en gestión sanitaria y gerencia hospitalaria. Y eso los andaluces lo han sabido valorar, según los últimos sondeos realizados por el CAPDEA. Otros políticos bien valorados y que ven peligrar su función pública son Mar Moreno (Educación), Luciano Alonso (Cultura) y Rafael Rodríguez (Turismo), pues a Susana Díaz no le gusta que nadie le haga sombrar en la Junta.
Publicado por: Trigolimpio | 13/08/2013 16:12:18
Hola, amigos. El panorama político no pude ser más desolador: odiamos lo que tenemos pero no tenemos más. Humanamente, no hay salida. Pero hay que salir. Salir de RAJOY y el PP, salir de Cospedal, de Arenas, de Floriano, de Trillo, de Cascos, de Mayor Oreja, de todos esos que han demostrado ser unos descarados desaprensivos escudados en la moyoría de votos. No sirven para nada. Solo hacen y seguirán haciendo daño. Bueno, dejemos que terminen sus vaciones, pobrecitos, que algo han tenido que aguantar con los sustos y sopresas de cada día que les brindaba BÁRCENAS, el poderoso señor Barcenas. Pero están rajados de antemano para los exámenes de septiembre: son una partida de vagos aprovechadores del poder y no servidores de la gente, para lo que fueron elegidos. ¡Fueran con ellos! Busquemos otros, a ver si los hay. Y si no los hay, pues hagamos la revolución. Crucémonos de brazos y que venga Dios y lo vea.
Publicado por: Francisco Tostón de la Calle | 11/08/2013 1:57:20
Mi primera impresión anímica ante este panorama es la siguiente: a) que, en lugar de elecciones anticipadas, cuanto más se retrasen las elecciones generales, mejor: mayor merma del PP y el PSOE; y b) que los pactos PP-PSOE me dan el mismo pavor que la mayoría del gobierno popular.
Publicado por: Extra | 05/08/2013 14:20:32