Autora: Mar Toharia Terán
El concepto de sostenibilidad se utiliza por primera vez, en 1987, en el Informe Brundtland de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD) de Naciones Unidas, y se definió como "la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades". El texto, cuyo objetivo fue el análisis de la situación del momento, demostró cómo el modelo de desarrollo elegido provocaba un creciente deterioro medioambiental y, además, pobreza y vulnerabilidad para un amplio porcentaje de la población mundial. Casi tres décadas después, la sostenibilidad del modo de vida humano y la satisfacción de las necesidades básicas siguen siendo un desafío planetario. Hoy, 85 personas acumulan tanta riqueza como los 3 570 millones de personas más pobres, y casi la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1 % de la población.
El Club de Roma, en su informe Los límites del crecimiento (1972), ya había planteado la imposibilidad de un modelo económico global basado en el crecimiento ilimitado y en el consumo de unos recursos naturales que son finitos. A menudo, se ha concebido la naturaleza como un acompañante de capacidades prácticamente inagotables y se ha ligado la idea de desarrollo a los bienes materiales. De hecho, si todas las naciones vivieran al ritmo de Estados Unidos (que consume casi la cuarta parte de los recursos mundiales), se necesitarían al menos cinco planetas como la Tierra. Y más de tres si lo hiciéramos como en España.
Aproximadamente la mitad de los españoles (54 %), según un sondeo reciente de Metroscopia, no sabe explicar en líneas generales y con razonable precisión qué es eso de la sostenibilidad. Sin embargo, esto no impide que el 72 % esté a favor de dedicar más recursos para proteger el medio ambiente y que el 48 % diga que los problemas del medio ambiente le afectan directamente en su vida diaria. Pero los desafíos socioecológicos no podrán resolverse de forma espontánea, la sostenibilidad de nuestros territorios, economías y sociedades debe ser una elección. Por eso, desde los años noventa, toman fuerza en Francia propuestas favorables al decrecimiento que abogan por la disminución controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza; iniciativas como los huertos urbanos se multiplican en las ciudades europeas en los últimos años; y surgen diversas propuestas encaminadas a satisfacer las necesidades humanas básicas (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad) bajo un modelo de desarrollo redefinido a escala humana y centrado en las personas.
Mar Toharia Terán es geógrafa y analista de Metroscopia.
Ilustración: Mar Toharia
Hay 0 Comentarios