Los españoles llevan ya largo tiempo reclamando, con insistencia y masivamente, cambios profundos en nuestra vida pública: no tanto en el sistema político en sí como en el modo en que se le hace funcionar. No está en cuestión, por ejemplo, la necesidad y utilidad de los partidos políticos: la idea ampliamente dominante es que sin partidos no hay democracia. Lo que se critica es el autismo y anquilosamiento en que, prácticamente todos, han ido poco a poco cayendo; su erróneo sentido de la lealtad, que les mueve a encubrir —en vez de denunciar— a corruptos y corruptores; su incapacidad para acordar, con prontitud, generosidad y grandeza de espíritu, soluciones para los problemas que se acumulan y, gradualmente, agravan. De todas estas quejas ciudadanas hay prueba, abundante y abrumadora, en los sondeos periódicos de Metroscopia para este diario.
El movimiento 15M fue, en este sentido, un aldabonazo que, en vez de alertar, desconcertó a la gran mayoría de nuestros representantes políticos. Se ninguneó la posible significación de unas movilizaciones que, en la primavera de 2011, merecieron, sin embargo, las simpatías del 71% de los más jóvenes, pero también del 58% de sus mayores. Y que ahora, tres años después, siguen siendo juzgadas de forma favorable por una clara mayoría, en todos los tramos de edad y a todo lo largo del arco ideológico. De hecho, un llamativo 36% de nuestra ciudadanía venía expresando el deseo de que el 15M se convirtiera en un partido político que oxigenara nuestra democracia. El masivo, e intenso, anhelo regeneracionista estaba ahí. Pero solo un partido con apenas cuatro meses de vida parece haber logrado convertirlo, de forma creíble, en su bandera. Y el tablero político se ha conmocionado.
Obviamente, no es lo mismo hacerse notar en unas elecciones europeas que en unas generales. No es, además, igual, en unas y otras, la disposición del electorado a darle un escarmiento a quien gobierna o a quien gobernó. Pero estamos ante un aviso que no cabe seguir ignorando: los españoles quieren cambios, profundos y ya. En realidad, los cuatro principales partidos de ámbito nacional han salido perjudicados de estas elecciones, aunque en obvia desigual medida: los dos más grandes porque han sufrido una grave merma de votos cuya significación sería suicida ignorar; y los dos menores porque, en realidad, no han conseguido capitalizar en toda la medida que habría parecido esperable el importante desgaste de aquellos. Un recién llegado, cuyo cabeza de lista ha logrado ser conocido en un tiempo récord por un 59% de la ciudadanía (el doble de los que dicen conocer a Willy Meyer, y cinco veces más de los que saben quién es Sosa Wagner, ambos curtidos veteranos en esta concreta lid), ha resultado el principal beneficiado.
Y por cierto, ¿por qué el fulgurante ascenso de Podemos pasó, por lo general, inadvertido en los sondeos? En el caso del de Metroscopia para este periódico, la intención explícita de voto expresada a su favor era muy baja pero entre quienes manifestaban una decidida intención de acudir a votar, algo más de la quinta parte (lo que suponía casi 10 puntos) indicaba, al mismo tiempo, no haber decidido aún por quién hacerlo, sin ofrecer mayores pistas al respecto. Cabe pensar que, al final, resolvieron su duda más a favor de Podemos que de IU o UPyD, las dos formaciones tenidas por obvios destinatarios del posible voto de castigo a PP y PSOE.
José Juan Toharia es catedrático de Sociología y presidente de Metroscopia
Foto Kecko
Hay 2 Comentarios
Las encuestas nos han dicho que los españoles quieren cambios profundos pero nada nos dicen de lo que están dispuestos a aportar para ponerlos en práctica más allá del voto anónimo cada 4 años.
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Y es que los españoles sómo fervientes creyentes en la democracia de partidos políticos siempre que sean los demás los que se afilien, sostengan y hagan funcionar esos parttidos.
Publicado por: pepe111 | 31/05/2014 11:30:59
“Lo que se critica es el autismo y anquilosamiento en que, prácticamente todos, han ido poco a poco cayendo”. Vamos a ver, el anquilosamiento no es por falta de imaginación, ni por envejecimiento de los políticos: todos saben que los españoles necesitan políticas muy diferentes. El anquilosamiento viene del hecho de que los partidos tradicionales están secuestrados por sus clientes. Están encadenados a la banca y las grandes compañías. No tienen margen de maniobra, no pueden moverse más de lo que lo han hecho hasta ahora. Por ello, esa afirmación de que “los españoles quieren cambios, profundos y ya”, sólo puede ser satisfecha por un poder que no sea dependiente del poder económico.
Publicado por: Extra | 30/05/2014 13:47:58