Un vuelco electoral ¿transitorio?
José Juan Toharia / José Pablo Ferrándiz
De tener lugar ahora unas elecciones generales, la estimación de Metroscopia sobre el resultado más probable apunta a una victoria de Podemos, que superaría en 1.5 puntos al PSOE y en 7 puntos al PP. ¿Resulta verosímil esta estimación? Sí, y con las debidas cautelas, si se la entiende —así realmente procede— como un intento de traducir en cifras electorales el estado de ánimo ciudadano existente en este concreto momento; no, si se le atribuye un carácter predictivo que en modo alguno puede tener. Es mucho el tiempo que queda hasta las elecciones, muchas las incógnitas por despejar y muchas las variaciones que pueden experimentar las intenciones de voto que ahora declara la ciudadanía.
Por lo que hace al PP, cuyo hundimiento —de producirse realmente este resultado— sería estrepitoso, conviene tener en cuenta que el sondeo se ha llevado a cabo en una nueva “semana negra” para el partido gobernante; que una parte importante de sus anteriores votantes está sumamente enfadada y opta en este momento por la abstención (el 20%: el doble que en el caso del PSOE); que incluso un 8% dice que votaría a Podemos; y que la mejora de la economía, en la que tanto confían los dirigentes populares para recuperar apoyo ciudadano, no resulta todavía tangible para los españoles (el 89% sigue definiendo como mala la situación económica general del país). Queda por ver si las circunstancias cambiarán lo suficiente de aquí al día electoral para reanimar a un electorado que ahora se muestra tan desafecto.
En cuanto al PSOE, dañado también por algunos de los escándalos que se han conocido recientemente, consigue en alguna mayor medida mantenerse a flote gracias al esfuerzo de su nuevo Secretario General, Pedro Sánchez, por renovar y relanzar el partido, como reconocen tres de cada cuatro de sus potenciales votantes. Su principal desafío es conseguir recuperar ese 31% de sus votantes anteriores que ahora dicen inclinarse por dar su voto a Podemos.
Pero la gran novedad, sin duda, es el apoyo que en este momento parece capaz de suscitar Podemos, coincidiendo con la consolidación formal como líder de su figura más popular. Ahora bien, varias sombras gravitan sobre el sustancial caudal electoral (27.7% del voto) que ahora parecería ser capaz de obtener este partido. Por un lado, una gran parte de quienes se dicen posibles futuros votantes de Podemos reconocen que no lo son tanto por identificación real con lo que esta formación representa como por enfado con el partido por el que habitualmente votan: es decir, se trata de un sector de votantes posiblemente volátil y de fidelidad dudosa llegada la hora de la verdad. Por otro lado, Podemos capta una parte sustancial de apoyos (20%) entre quienes en 2011 se abstuvieron de votar (por cierto, esto puede explicar que el porcentaje de abstención estimado resulte similar al de 2011: en buena medida, los neoabstencionistas procedentes del PP relevarían ahora a los abstencionistas de entonces que ahora se declaran futuros votantes de Podemos).
Además, aun cuando Podemos haya logrado erigirse en portavoz de la ira popular, no por ello es percibido por la mayoría de los españoles como el único partido en el que se pueda confiar. Existe, ciertamente, un profundo enfado con los actuales partidos, aunque no hasta el punto de su total e irremediable descalificación. Todo esto invita a tomar con cautela el resultado aquí estimado para la formación de Pablo Iglesias. Pero sería erróneo infravalorar lo que este movimiento parece en condiciones de poder lograr. Sencillamente, no parece impensable que pudiera irrumpir finalmente en el tablero político nacional originando una reestructuración del mismo de consecuencias imprevisibles.
INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO
La intención directa de voto equivale a la voz de la calle. Es lo que los españoles responden de forma directa y espontánea cuando se les pregunta por su comportamiento electoral más probable. Es un dato clave para captar el estado de opinión predominante, pero debe ser interpretado con cautela pues no siempre refleja todo lo que los electores piensan, sino sólo lo que deciden revelar al ser preguntados. Distintos factores de coacción ambiental hacen que la verbalización de las distintas opciones ideológicas (su probabilidad de ser expresadas de forma espontánea y natural) no sea siempre la misma. La intención directa de voto (IDV) es, así, sometida a una serie de procesos de ajuste (a partir, fundamentalmente, del recuerdo de voto, de la fidelidad de voto, de la tasa de participación estimada, de la valoración por cada grupo de votantes de la gestión de cada partido y de sus líderes y de otros datos complementarios proporcionados por el sondeo sobre el estado de ánimo general de las personas entrevistadas) que permitan estimar cuál es, en esas circunstancias, el resultado más probablemente esperable. Obviamente, a partir de una misma IDV sería posible, utilizando otros criterios analíticos e interpretativos, obtener estimaciones de resultado electoral no necesariamente coincidentes con la que aquí se ofrece. La estimación de voto probable, por tanto, no es ya un dato directamente conseguido de la ciudadanía, sino una interpretación de sus declaraciones realizada a partir de unos supuestos determinados (lo que se conoce como “cocina electoral”). Aunque con frecuencia, por un uso descuidado, se confunda intención directa de voto y voto probable estimado, en realidad son cosas distintas. Una intención directa de voto muy elevada puede terminar, tras ser procesada, en una estimación de voto probable más reducida, o a la inversa. La IDV se compara con el resultado real que cada partido obtuvo sobre el Censo de españoles residentes (CER). Por su parte, los datos de voto estimado se comparan con el resultado real de cada partido sobre el total de votos válidos.
En esta oleada del Clima Social correspondiente al mes de Noviembre de 2014 la intención directa de voto es la siguiente:
TRANSFERENCIA DE VOTO
En el cuadro de transferencia de voto se puede observar el grado de fidelidad de los votantes de cada partido. La fidelidad de voto se refiere al porcentaje de electores que votaron por un partido en unas elecciones y vuelven a hacerlo en las siguientes. Es un dato que alude, por tanto, a la capacidad que tienen los partidos para retener a sus votantes de una elección a otra y estudia, en definitiva, el cambio neto en los apoyos electorales de los distintos partidos en las sucesivas elecciones.
En twitter:
@JPFerrandiz
Fotografía: Election night crowd, Wellington, 1931. William Hall Raine. Photographic Archive, Alexander Turnbull Library
Hay 0 Comentarios