UN CAMBIO QUE NO ALARMA (A LA CIUDADANÍA)
José Juan Toharia
De celebrarse ahora las elecciones generales previstas para finales de este año, el resultado que cabría estimar como más probable sería, en realidad, un cuádruple empate. Podemos (con un 22.5% de voto estimado) seguiría siendo, como en meses pasados, la fuerza más votada, pero con 5.2 puntos menos que hace un mes. Por su parte, Ciudadanos consolidaría de forma clara su tendencia ascendente pasando del 12.2% del voto a primeros de febrero al 18.4% que podría lograr ahora. Su líder, Albert Rivera, es además la única figura pública española que obtiene un claro, y creciente, saldo evaluativo ciudadano: +23 puntos.
Por su parte, PSOE (con un 20.2%) y PP (con un 18.6%) intercambiarían posiciones en relación con las que ocupaban hace un mes. Este último partido estaría, quizá, viéndose penalizado (muy probablemente de forma solo transitoria) por la evaluación ciudadana —más negativa que positiva— de su actuación en el último Debate sobre el estado de la nación. Falta aún mucho tiempo para las elecciones generales, y conviene tener por tanto en cuenta que esta estimación de la distribución de los votos en modo alguno constituye una predicción del posible resultado de las mismas: solo supone una traducción, en hipotéticos votos, del estado de ánimo actualmente predominante entre la ciudadanía.
Los españoles siguen fuertemente enfadados con PSOE y PP y de ahí el serio correctivo que se muestran dispuestos a aplicarles. Al primero le reprochan no haber visto venir la crisis económica; al segundo, haber utilizado para atajarla medidas excesivamente dolorosas, y de ahí la amplia renuencia a reconocerle mérito alguno por su ejecutoria en estos tres años. El 84% de los españoles siguen pensando que la situación económica del país es mala, el 63% cree que en los meses próximos seguirá igual o incluso peor que ahora, y el 58% da por seguro que el paro no va a disminuir en mucho tiempo. Y, en todo caso, la mayoría —58%— no cree que las mejoras que pueda estar experimentando la economía nacional se deban a las medidas adoptadas por el actual Gobierno. El enfado no propicia precisamente la ecuanimidad.
Desde este amplio desapego actual de muchos de sus anteriores votantes con los dos principales partidos que han gobernado el país resulta entendible el entusiasmo con que la ciudadanía está acogiendo la aparición de fuerzas nuevas. Los españoles llevaban ya cuatro años reclamando una regeneración a fondo de los partidos existentes o, alternativamente, la aparición de partidos nuevos. Y esto último es lo que ha acabado ocurriendo. Podemos primero, y Ciudadanos después, han hecho una irrupción fulgurante, que solo puede resultar desconcertante e inesperada a quien no haya seguido con atención el pulso ciudadano y haya ignorado las señales —múltiples— que marcaban la cercanía de un final de etapa. Que no de trayecto: el 84% los españoles se sigue identificando con el actual sistema democrático. Pero, al mismo tiempo, un asimismo abrumador 70% se muestra insatisfecho con el modo en que funciona ahora nuestra democracia.
La ciudadanía lleva años solicitando, sondeo tras sondeo, reformas sin ser atendida, y sintiéndose al tiempo abochornada con las permanentes noticias sobre casos —puntuales pero graves— de corrupción de los principales partidos. ¿Cómo asombrarse entonces del apoyo que parece dispuesta a prestar a formaciones recién aparecidas en la escena nacional y que ofrecen —y a la vez simbolizan— renovación, cambio y aire limpio? PP y PSOE se han convertido en organizaciones crecientemente escleróticas y ajenas a la realidad circundante. Y ya se sabe —lo advirtió Ortega—toda realidad ignorada prepara su venganza. Bien es verdad que, en este caso, dicha venganza sería, por el momento al menos, moderada. PP y PSOE no parecen estar, en modo alguno, en riesgo de desaparecer: solo en riesgo de no poder gobernar, al menos en solitario. Algo que no solo no preocupa sino que por el contrario agrada a los españoles: el 77% dice que lo mejor para España es que en las próximas elecciones PP y PSOE dejen de ser los dos únicos partidos predominantes en nuestra vida política para que así vuelva a predominar la negociación, el pacto y el acuerdo. Y son claramente más numerosos (50% frente a 37%) quienes dicen que esta hipotética interrupción (temporal o definitiva) del bipartidismo no supondría perjuicio alguno para la recuperación de la economía nacional. Es entendible: el cambio que parece avecinarse consistiría, a fin de cuentas, en la emergencia de un partido de centro, en el mantenimiento —recortado— de PSOE y PP y en hacer sitio a un nuevo partido de izquierda. Un panorama con pocas probabilidades de alarmar gravemente al ciudadano medio.
José Juan Toharia, catedrático de Sociología, es presidente de Metroscopia.
UNA SOCIEDAD EN BUSCA DE REFERENTES
Ignacio Urquizu
El último clima social de Metroscopia nos muestra una fragmentación partidista desconocida en nuestra democracia: nunca cuatro partidos de ámbito nacional se habían situado a tan poca distancia entre ellos. De hecho, los porcentajes están tan cercanos, que podríamos hablar de un empate técnico. Este escenario sólo podemos comprenderlo si entendemos qué está pasando en nuestra sociedad en los últimos años. Fruto de las múltiples crisis por las que pasa nuestro país, la ciudadanía se ha mostrado desconcertada y perdida. En esta situación los partidos tradicionales han mostrado cierta incapacidad puesto que no han logrado empatizar con el estado de ánimo de los españoles. Y fruto de este desconcierto, en la ciudadanía se han instalado dos deseos.
Por un lado, desde hace bastante tiempo hay instaurada una fuerte pulsión de cambio. La magnitud de la crisis económica y sus consecuencias sociales y políticas parecen haber configurado en el imaginario colectivo el fin de una etapa que daría paso a nuevos actores. Estos sentimientos están siendo canalizados en los últimos meses a través de Podemos y Ciudadanos. Son dos formaciones que responden a motivaciones totalmente distintas. Mientras que el partido de Pablo Iglesias es fruto del desencanto, la formación de Albert Rivera está mucho más relacionada con la búsqueda de alternativas técnicas. Pero a ambos les une una conexión con el deseo ciudadano de cambio.
Por otro lado, estamos ante una ciudadanía en busca de referentes. Todos los datos sociológicos de esta legislatura han revelado una gran orfandad política en nuestra sociedad. Pero no sólo respecto a los partidos, sino que en muchos ámbitos cuesta encontrar en estos momentos referentes con algo de credibilidad. Y ante estas ausencias, la ciudadanía parece estar escuchando con atención a los nuevos.
Sólo si entendemos estas dos motivaciones ciudadanas podemos situar en un contexto mucho más amplio el famoso debate entre élites y ciudadanos (o los de abajo frente a los de arriba). Una interpretación excesivamente simplista sería pensar que el resultado de este conflicto social es una democracia asamblearia, sin dirigentes ni partidos. Pero los datos de opinión pública no dicen eso. En una reciente encuesta elaborada por Metroscopia observamos que el 75% de los españoles consideran necesarias a las formaciones políticas y casi el 70% cree que sin partidos no es posible la democracia. Lo que les produce una profunda desafección es su funcionamiento: el 70% dice estar poco o nada satisfecho. Y si echamos la vista atrás, ya en 2012 el 65% de los españoles consideraba que otros líderes deberían ponerse al frente de los principales partidos.
En definitiva, la enorme fragmentación política que empieza a visualizarse en nuestro país tiene mucho que ver con los deseos de cambio que hay en una sociedad carente de referentes sólidos. La única duda que queda en el aire es si esta división electoral se trasladará al parlamento. Nuestro sistema electoral ha generado un fuerte bipartidismo en el 60% de los distritos electorales, los cuales reparten casi el 40% de los escaños. Por ello la implantación territorial de los distintos partidos será fundamental a la hora de transformar los deseos de los españoles en diputados.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del seminario de análisis político de Metroscopia.
INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO Y VOTO PROBABLE DECLARADO (VOTO + SIMPATÍA)
La Intención directa de voto (IDV) es la respuesta más inmediata y espontánea expresada por los entrevistados al preguntarles a quien votarían en unas elecciones generales que tuviesen lugar mañana. A quienes no mencionan partido alguno se les pregunta por el partido con el que sienten más afinidad o con el que identifican en mayor medida: estas respuestas constituye la “Simpatía” que, en la segunda columna, aparece sumada a la IDV.
Por voto probable declarado se entiende aquí la suma de dos conjuntos de respuesta: por un lado, las intenciones directas de voto que, en este sondeo manifiesta, en total, el 66.5% de los españoles; y, por otro, la mayor preferencia, simpatía o cercanía por algún partido que declara un 9% adicional de electores que dicen estar dispuestos a votar en una elección que fuese inminente, pero no tienen totalmente decidido si, finalmente, acabarían haciéndolo y, en ese caso, por quién. Se trata, por tanto, de un dato que combina intenciones e identificaciones partidarias de muy distinta intensidad, lo que hace que su solidez como predictor del posible comportamiento final sea solo aproximada. Debe además tenerse presente que no se trata en todo caso de un voto estimado, pues los datos no han sido sometidos a tratamiento de depuración y refinamiento alguno. Es decir, no estamos ante una estimación de los alineamientos electorales en que, en el supuesto real —y no meramente hipotético— de una elección inminente, podrían finalmente cristalizar las intenciones ahora declaradas. Los datos de este Cuadro reflejan, sencillamente, lo que cabe considerar como “la voz de la calle”, es decir, el estado de ánimo, en el terreno electoral, que parece predominar, y que con más facilidad y prontitud aflora, en este concreto momento. Los datos de esta oleada del Clima Social de Marzo corresponden al 68.5 % de la ciudadanía (porcentaje, por cierto, inferior al de votantes —sobre censo— en 2011: 71.7%).
TRANSFERENCIA DE VOTO
En el cuadro de transferencia de voto se puede observar el grado de fidelidad de los votantes de cada partido. La fidelidad de voto se refiere al porcentaje de electores que votaron por un partido en unas elecciones y vuelven a hacerlo en las siguientes. Es un dato que alude, por tanto, a la capacidad que tienen los partidos para retener a sus votantes de una elección a otra y estudia, en definitiva, el cambio neto en los apoyos electorales de los distintos partidos en las sucesivas elecciones.
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Hay 3 Comentarios
Que desolación, esto va a ser una merienda de chorizos. me iré a un local a intentar teletransportarme a aquellos maravillos años http://www.45revoluciones.es
Publicado por: 45Revoluciones bar | 12/03/2015 12:45:57
Que desolación, esto va a ser una merienda de chorizos. me iré a un local a intentar teletransportarme a aquellos maravillos años http:www.45revoluciones.es
Publicado por: 45Revoluciones bar | 12/03/2015 12:45:42
Cuatripartito a la vista!!
Publicado por: madbid hermida | 09/03/2015 16:02:18