Si ahora tuviesen lugar unas elecciones generales, el resultado más probable sería un empate —extremadamente ajustado— entre las cuatro formaciones que en este momento protagonizan la escena política nacional. Si en las elecciones de 2011 la distancia —sobre voto válido— entre el partido más votado (el PP) y el que quedó en cuarto lugar (IU) fue de 40 puntos, la diferencia entre quien ahora quedaría en primer lugar y el que quedaría cuarto sería de menos de tres puntos. Y si en 2011 PP y PSOE sumaron el 73.3% de todos los votos, esa suma sería ahora el 42.7%, al tiempo que, en conjunto, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos se repartirían en estos momentos, y por igual, el 84.3% de los votos.
Por el momento, Podemos sigue siendo el partido con alguna ligera mayor probabilidad de acabar siendo el más votado (22.1%), solo dos décimas por encima del PSOE (21.9%). El PP quedaría en tercer lugar (con un 20.9%) y Ciudadanos seguiría siendo cuarto, pero ya con un 19.4% y cada vez más cerca del terceto de cabeza. Teniendo en cuenta el margen de error estadístico del sondeo, no sería en absoluto erróneo imaginar una ordenación relativa de estas cuatro formaciones distinta de la aquí ofrecida: con los datos disponibles, resultaría casi igualmente probable cualquier otra clasificación alternativa.
Este nuevo escenario político se corresponde plenamente con el resultado que un 77% de los españoles dice desear para las próximas elecciones (las generales de fin de año, pero también para las municipales y autonómicas de mayo): que PP y PSOE dejen de ser los partidos predominantes, y que compartan el protagonismo político con otros partidos de ámbito nacional con los que tendrían que contar para poder gobernar.
Este anhelo ciudadano de una nueva cultura política que haga que el diálogo, la negociación y el pacto sean el motor —permanente y en todas las posibles direcciones y variantes— de la vida política queda reflejado en dos datos adicionales: por un lado, el 74 % de los españoles está a favor de que sea el partido relativamente más votado el que gobierne con apoyos puntuales (y no necesariamente permanentes) de otros partidos; por otro, el 68% deja, de entrada, plena libertad al partido por el que piensa votar para que, tras elecciones, opte por los acuerdos o coaliciones que considere más adecuados. Esto viene a cuestionar, frontalmente, la extendida idea de que los ciudadanos necesitan saber, con claridad y por anticipado, la posible política de alianzas de los partidos antes de decidir su voto. Más bien parecen dar a entender que solo tras la contienda resulta procedente el recuento de las bazas con que cada cual puede, razonablemente, jugar.
En cuanto al PP, permanece básicamente estancado: ni da señales de repuntar significativamente ni, tampoco, de poder perder sus actuales apoyos. El 81% de los españoles (y, significativamente, la mitad de los futuros votantes del PP) cree que las mejoras en el desempleo que apuntan los últimos datos oficiales en nada varían la gravedad de fondo del problema; el 63% afirma que la mejoría de la economía española no guarda relación con la acción del Gobierno; y el 74% (y un relativamente mayoritario 44% entre los futuros votantes del PP) percibe que con las medidas adoptadas para luchar contra la crisis la desigualdad ha aumentado en la sociedad española. Con este estado anímico general, no parece esperable una recuperación fulgurante del partido del Gobierno.
Entre los principales líderes políticos nacionales, solo Albert Rivera obtiene más evaluaciones positivas que negativas (con un saldo de + 18 puntos). Todos los demás siguen siendo reprobados, y algunos de forma clara: es el caso de Pablo Iglesias (-30), Mariano Rajoy (-48) y Rosa Díez (-49). Entre los respectivos potenciales votantes, destaca también el apoyo que obtiene Albert Rivera (+90 puntos), seguido del +75 que obtiene Rajoy y el +71 de Pablo Iglesias. Esto invita a pensar, en el caso de los dos últimos, que ambos comparten una similar capacidad de ganarse el favor de sus potenciales votantes y el rechazo de todos los demás.
INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO Y VOTO PROBABLE DECLARADO (VOTO + SIMPATÍA)
La Intención directa de voto (IDV) es la respuesta más inmediata y espontánea expresada por los entrevistados al preguntarles a quien votarían en unas elecciones generales que tuviesen lugar mañana. A quienes no mencionan partido alguno se les pregunta por el partido con el que sienten más afinidad o con el que identifican en mayor medida: estas respuestas constituye la “Simpatía” que, en la segunda columna, aparece sumada a la IDV.
Por voto probable declarado se entiende aquí la suma de dos conjuntos de respuesta: por un lado, las intenciones directas de voto que, en este sondeo manifiesta, en total, el 66.5% de los españoles; y, por otro, la mayor preferencia, simpatía o cercanía por algún partido que declara un 9% adicional de electores que dicen estar dispuestos a votar en una elección que fuese inminente, pero no tienen totalmente decidido si, finalmente, acabarían haciéndolo y, en ese caso, por quién. Se trata, por tanto, de un dato que combina intenciones e identificaciones partidarias de muy distinta intensidad, lo que hace que su solidez como predictor del posible comportamiento final sea solo aproximada. Debe además tenerse presente que no se trata en todo caso de un voto estimado, pues los datos no han sido sometidos a tratamiento de depuración y refinamiento alguno. Es decir, no estamos ante una estimación de los alineamientos electorales en que, en el supuesto real —y no meramente hipotético— de una elección inminente, podrían finalmente cristalizar las intenciones ahora declaradas. Los datos de este Cuadro reflejan, sencillamente, lo que cabe considerar como “la voz de la calle”, es decir, el estado de ánimo, en el terreno electoral, que parece predominar, y que con más facilidad y prontitud aflora, en este concreto momento. Los datos de esta oleada del Clima Social de Abril corresponden al 77.1% de la ciudadanía (porcentaje, por cierto, superior al de votantes —sobre censo— en 2011: 71.7%).
TRANSFERENCIA DE VOTO
En el cuadro de transferencia de voto se puede observar el grado de fidelidad de los votantes de cada partido. La fidelidad de voto se refiere al porcentaje de electores que votaron por un partido en unas elecciones y vuelven a hacerlo en las siguientes. Es un dato que alude, por tanto, a la capacidad que tienen los partidos para retener a sus votantes de una elección a otra y estudia, en definitiva, el cambio neto en los apoyos electorales de los distintos partidos en las sucesivas elecciones.
Hay 3 Comentarios
Espero los españoles tengan memoria y no voten a los que los dejaron en la ruina al al pais, ni a los que en los ultimos 4 años les han confiscado con autentica soberbia sus bienes y sus derechos
Publicado por: Anton | 13/04/2015 20:49:10
Me alegra ver como ciudadanos y otros partidos nuevo suben, mientras el bipartidismo y los nacionalistas caen, ya era hora de un cambio.
Publicado por: Regeneración política | 13/04/2015 16:30:14
Todavía Podemos es la primera intención de voto. Si fuese otro partido seguro que lo pondríais de titular...
Publicado por: Javier G | 13/04/2015 15:27:02