¿Qué hubiera ocurrido si el pasado hubiese sido diferente? ¿qué hubiéramos hecho en el pasado sabiendo lo que ocurriría en el futuro? Es el drama que, basado en cómo se descubrió la estructura del ADN, sucede en “Fotografía 51”. La obra, escrita por Anna Ziegler, se ha representado estos días en el Teatro Inglés de Berlín. Ya casi todo el mundo sabe que el descubrimiento que llevó a la concesión en 1963 del Premio Nobel a James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins, estuvo rodeado de una historia de intriga y espionaje de las que, en nuestra inocencia, nunca esperaríamos ver si no es en una película de James Bond. En resumidas cuentas el trío de personajes de la ficción, cuyos respectivos papeles podrían caricaturizarse como “el pillo, el listo y el bobo”, acaban por engañar a la esquiva dama para dejarla sin el botín, el codiciado premio que Rosalind Franklin no solo no recibió, sino que por desgracia tampoco llegó a ver cómo recibían quienes ella consideraba sus colegas.
Cuando todos salen de escena, el modelo de la doble hélice del ADN permanece. Es un símbolo del protagonismo que representa la fotografía 51 para el progreso de la Biología actual. Y quizás también un signo del amor que Rosalind Franklin tenía por su trabajo. 13 noviembre 2012. Foto del autor.