Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Política y días internacionales

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 30 abr 2012

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1 de Mayo.
Mañana se celebra el Día Internacional del Trabajo. Manifestaciones, manifiestos, declaraciones políticas y actividades sindicales recorrerán, otra vez, plazas y avenidas. La fiesta reivindicativa de los derechos de los trabajadores, que se celebra en muchos países, tiene su origen en el acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889. 

La Asamblea General de las Naciones Unidas, y la propia organización, eligen una serie de “Días Internacionales” para marcar aspectos importantes de la vida humana y de la historia. En esta lista no aparece el Día Internacional del Trabajo. Es un dato sorprendente.

La política se nutre de un denso calendario de efemérides que marcan el curso político. A veces, en ausencia de propuestas o capacidad de intervención, las conmemoraciones sustituyen la acción política por el recuerdo y la memoria. Año tras año, los días que señalamos sirven para concentrar y agrupar iniciativas políticas, sindicales y sociales. Son momentos para la concienciación y la sensibilización, pero también adolecen de una liturgia y ritualidad previsibles que limitan y condicionan su desarrollo, a las que hay que añadir la sensación de inadecuación a la realidad cambiante y el cansancio (y muchas veces la resignación melancólica) que produce celebrar efemérides del pasado, en presentes que no evolucionan y hacia futuros más inciertos todavía. 

España padece una evolución del desempleo creciente muy preocupante (actualmente, la tasa alcanza ya al 24,44% de la población activa). El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indica que -con el 82,7%- ésta es la primera de las preocupaciones de los españoles. Y ¿para qué sirve el Día Internacional del Trabajo? ¿Y el resto de días internacionales sirven para algo?

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Esperanza y Espeonza: política y fakes

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 27 abr 2012

Esperanza

Esperanza
no tiene rival. Sólo Espeonza puede competir –y ganar- en popularidad digital con la Presidenta de la Comunidad de Madrid, y candidata única a revalidar el liderazgo del Partido Popular en la región, durante el 15 Congreso del partido que se celebra este fin de semana.

EspeonzaAguirre es el fake en Twitter de EsperanzAguirre. Tiene casi 3 veces más seguidores que la cuenta oficial (265.000 frente a 91.000) Los fakes (imitaciones de la identidad con registros de humor histriónico e irónico) tienen gran acogida en las redes sociales. Son la válvula de escape para la contraprogramación inteligente, la sátira y el humor irreverente que gana cada día más adeptos en un marco de descrédito de la política. Es como si los ciudadanos se mofaran de la política por su poca seriedad, precisamente.

Esperanza no es como Rajoy, ni para sortear a estos fakes. El equipo del actual presidente, por ejemplo, pidió a Twitter que retirara una cuenta que parodiaba, sin insultar, a Mariano Rajoy, durante la campaña electoral. Dicha cuenta contaba sólo con 1.900 seguidores y 340 mensajes, bajo el nombre de "Naniano Rajoy". El 10 de noviembre, finalmente, fue censurada y eliminada, lo que generó un tsunami popular en esa red, reclamando respuestas al Partido Popular. Los tuiteros reaccionaron creando el hashtag #freenaniano y la auparon al primer lugar de los trending topic de España. También se pedía por su alma digital en #prayfornaniano.

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Montoro, la sonrisa disonante

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 25 abr 2012

Montoro

Cristóbal Montoro
, ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, ha superado -gracias a la mayoría tan absoluta como solitaria del PP- el trámite parlamentario de la aprobación de los Presupuestos Generales. Aquellos que presentó con un simpático y sorprendente código QR. Durante toda la sesión y, en especial, en el duelo con el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, mostró una de sus facetas más personales: un juguetón sentido del humor que adorna con una sonrisa, entre burlesca y pícara, y, cuando conviene, cínica. Una sonrisa de joker.

El humor en política es un arma de doble filo. Como la sonrisa. Oportuna e inoportuna, acierto o error, según las circunstancias, el entorno y la exposición mediática. Y más en un contexto de crisis, cuando muchos ciudadanos se preguntan, muchas veces, ¿de qué se ríen nuestros políticos?. Montoro presentó un presupuesto con puño de hierro y guante de seda. Unas cuentas que le borran a cualquiera la sonrisa de la cara, pero que él no dudó en mostrar, sin reparos ni complejos, durante toda la sesión, para entretenimiento de sus correligionarios que suelen reírle las gracias, las tenga o no.

Pareciera que a Montoro le gusta dar malas noticias con sorna. Como si le complaciera el hecho de que puede hacer lo que dice, porque no hay alternativa, poder corrector o compensador que pueda matizar o impedir su voluntad. Es la sonrisa de la victoria permanente sea cual sea el juego… ya que el resultado siempre es el mismo: se puede llevar a cabo, siempre vencedor. Después de ocho años esperando en la oposición, Montoro se muestra más irónico que nunca. El que fuera ministro de Hacienda con Aznar nos recuerda, con ese gesto, que estuvo, aguantó… y volvió. Lo dijo ayer, como reflejo de un comportamiento psicológico muy interiorizado, en la misma tribuna: Es el quinto presupuesto que presento en esta Cámara y los míos se han cumplido”. Tuvo que recordarlo, no pudo evitarlo. Su sonrisa le delató.

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La fuerza del activismo en red

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 21 abr 2012

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El activismo político está de enhorabuena. Su fuerza nos obliga a una reflexión sobre el poder y la responsabilidad. Las cifras lo confirman. Change.org, de la cual forma parte Actuable, ha anunciado recientemente que ha llegado a la cifra de diez millones de usuarios registrados. Con más de 100.000 campañas creadas. Detrás de cada una de ellas se encuentra la fuerza de un usuario, o de un grupo, que ha iniciado una petición. La suma de adhesiones genera poder ciudadano y posibilita que muchas peticiones se conviertan en pequeñas-grandes victorias. Es el reencuentro de un “nosotros” desde la nueva individualidad comprometida y consciente.  

Analizando la evolución de miembros que han confiado en esta plataforma para hacer escuchar su voz, nos daremos cuenta de que su evolución no es lineal. Los éxitos obtenidos lo convierten en un instrumento útil y creíble para aquel ciudadano que desea provocar un determinado cambio. Por otro lado, la acción colectiva para la defensa de causas comunes tiene un carácter global, ya que la gran cantidad de usuarios se distribuye en 150 países.

El activismo político y social, también manifestándose a través de la creatividad y el arte, tiene en la tecnología un elemento facilitador que ofrece un amplio abanico de oportunidades. La movilización local puede encontrar réplicas en otras partes del mundo. El ingenio y la capacidad de conectar dotan a las multitudes inteligentes de poder para actuar.

Las organizaciones e instituciones tradicionales no parecen responder con la misma velocidad a los cambios que la ciudadanía digital reclama. La nueva escala de valores que engendra la cultura digital, la evolución en la forma de apoderar a los jóvenes hacia la política y la escala de preocupaciones de la Sociedad Red -más próximas a la realidad de la ciudadanía- dificultan el tránsito de convertir estos cambios puntuales, que posibilitan las victorias concretas, a nuevas estructuras organizativas.  

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Pedir perdón

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 18 abr 2012

Rey

El papel lo aguanta todo. Pero la cara… ¡ay, la cara! El rostro sí que revela la autenticidad y el sentimiento. El Rey ha optado por la mejor opción: dar la cara, mostrarla. Las palabras pronunciadas son un paso en la buena dirección, pero veremos en los próximos días si es demasiado pequeño para superar el abismo que se abre bajo los pies de la monarquía y, del monarca, en particular.

Pedir perdón no es lo mismo que disculparse, y para que sea creíble y efectivo, este acto reclama contrición, arrepentimiento y vergüenza. Y cambio, muchos cambios. Estas emociones, que son las que el monarca más necesita transmitir en estos momentos, no las garantizaba un papel -por bien escrito que estuviera-, aunque llevara el sello real. El Rey no ha utilizado la palabra “perdón”, pero prometer que “no volverá a ocurrir” es casi un sinónimo. Y su cara transmitía una mezcla de emociones entre rubor y tristeza. 

El gesto será útil, al menos, para los propios miembros de la Casa Real. Ayer, la Infanta Elena, en una irresponsable y provocadora declaración dijo textualmente: “No he oído nada, estaba trabajando”. No sé que suerte de trabajo tenía, en un país con casi 6 millones de parados, pero lo que sí que es seguro es que no debería ser “al servicio de España”, porque si así fuera seguro que se habría enterado. No ha podido resultar más torpe e insensible. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

El Rey debería explorar también el desagravio como penitencia, como parte de un proceso de regeneración moral y personal. El arrepentimiento se practica, no se proclama. Seguro que encontraría, además, buenas causas hacia las que canalizar parte de su fortuna personal más allá de las presidencias honoríficas. Pero más que su dinero o sus palabras, lo que necesita en estos momentos es actuar con el ejemplo. ‘La excelencia es un hábito’ decía Aristóteles. Cuando una institución permite o tolera comportamientos anacrónicos se vuelve también anacrónica.

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A un mes del #15M

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 17 abr 2012

15M

El rumor de fondo ya es cada vez más audible. La proximidad del primer aniversario del #15M excita y anima a los que veían con escepticismo y preocupación cómo la multitud les disputaba el protagonismo de lo público y lo político. El cinismo avanza confiado en la idea de que el cansancio y el desánimo de los que llenaron las plazas y las calles será la mejor demostración de su inanidad. Sienten que, por fin, va a llegar su momento para poner las cosas en su sitio. Las dificultades para convertir en progresos democráticos el espíritu de la primavera egipcia, por ejemplo, les facilitan una nueva coartada. Hay quien cree que es mejor Mubarak que una mayoría islamista en el Parlamento egipcio democrático. Aquellos que nunca vieron esperanzas, o temieron perder sus privilegios, se apresuran a certificar la desilusión. Pero se equivocan.

Los días previos al 15 de mayo serán, seguramente, el escenario de un auténtico chaparrón de análisis, declaraciones y opiniones que argumentarán el descrédito y la decepción sobre la capacidad de estos movimientos para ir más allá de la agitación, la denuncia y la concienciación democrática, como si esto fuera poco. La violencia que ha salpicado algunas concentraciones recientes, en especial alrededor de la huelga general del 29M, flota en el ambiente como amenaza y excusa. Amenaza para los nuevos movimientos sociales. Excusa para desacreditarlos, confundirlos y mezclarlos por parte de quienes -sin comprender lo que pasó- se apresuran a certificar lo que sucede y sucederá en el futuro. Excusa también para que el Gobierno anuncie la reforma del Código Penal.  Intelectuales, abogados y activistas afines al movimiento creen que Rajoy pretende "amedrentar" a los ciudadanos con este anuncio y que recorre a la "estrategia del miedo"  para incriminar formas de respuesta pacífica pero alternativas.

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¿Y si no se hubiera caído?

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 14 abr 2012

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El rey Juan Carlos ha perdido el contacto con la realidad. O al menos, eso parece. Solo una profunda desorientación y desconexión con la sociedad a la que debe servir, explicaría –y mal- que le parezca bien ir a cazar elefantes. El viaje es totalmente inadecuado, impropio e injustificado.

Inadecuado, porque España está en uno de los momentos más críticos de su reputación internacional. El viaje del monarca, para darse un capricho inoportuno, no contribuye a la imagen de moderación, esfuerzo y sacrificio que debemos dar en nuestra pelea reputacional con los mercados y las instituciones comunitarias.

Impropio, porque el monarca no puede, ni debe, ignorar que cazar elefantes por placer es obsceno y hiere, profundamente, millones de sensibilidades. Tiene todos los componentes para resultar despreciable. Además, la puesta en escena de una cacería preparada para el goce, alimenta todas las imágenes perversas de la opulencia y el poder.

Injustificado, porque no hay ninguna razón para hacer este viaje, a su edad, con sus condiciones físicas, para practicar la caza, y de elefantes. Ninguna explicación hace comprensible tal cúmulo de errores imprudentes e innecesarios.

Pero la pregunta clave es: ¿Y si no se hubiera caído? Pues no lo sabríamos ya que la Casa Real no informa de las actividades privadas del rey. Es muy discutible que, en pleno siglo XXI, podamos considerar como privado un viaje de estas características, pero lo realmente alarmante es descubrir que nadie se lo impidió.

¿Cómo es posible que nadie viera el peligro físico, estético y ético de esta aventurilla? La Casa Real no está para satisfacer los caprichos de su inquilino, sino para servir al Jefe del Estado. Y actuar, siempre, en consecuencia con esta alta responsabilidad. Y ¿quién más lo sabía? ¿El Príncipe? ¿Nadie le desaconsejó tal despropósito? ¿En qué mundo viven?

La acumulación de errores de la monarquía en los últimos años es propia de una institución que ya no entiende su misión en la sociedad. Es difícil servir a una comunidad con la que ya no te identificas, no comprendes y no atiendes. La insensibilidad es el primer paso para la ruptura. No es que la sociedad española se aleje de la monarquía, es al revés. Además, cuando se pierde el pudor, como es el caso de esta cacería impúdica, ya no es posible la dignidad. Y el rubor no la restaura.

(Fuente de la fotografía)

El pánico en política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 11 abr 2012

Correr

El pánico en política es muy contagioso. La RAE lo define así: “Se dice del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso”. Pero su origen, en la palabra griega marenguakös, resulta revelador e interesante. Hace referencia al "terror pánico" de los viajeros en las encrucijadas de los caminos, cuando se les aparecía el semidiós Pan, similar a un fauno con cuernos y extremidades inferiores de cabra. El temor que provocaba en los caminantes, hacía tomar el sendero equivocado a los que huían presos del pánico. Y se perdían.

¿Qué le pasa al presidente? ¿Por qué huye? ¿Qué semidiós ha visto para salir, casi corriendo, por la puerta del garaje del Senado? Mariano Rajoy ayer cometió un grave error, lloviendo sobre mojado con la nota de prensa del día anterior en la que como camuflado, de incógnito, se anunciaba un nuevo recorte de 10.000 millones de euros en Sanidad y Educación. La sensación de que Rajoy evita dar la cara se ha confirmado con la gincana de ayer por los pasillos. Hemos pasado de la arrogancia de no conceder ruedas de prensa en la campaña electoral, a ignorar a los periodistas durante los 100 primeros días de su Gobierno sugiriendo incluso que se aparten de él en la entrada del Congreso, para acabar huyendo de ellos.

Supongo que habrá visto las imágenes. Sería terapéutico para él y conveniente para su gestión. Es probable que no fuera consciente del impacto que van a tener en su imagen, y en la de España. La sensación de fragilidad y debilidad es máxima, en el peor momento. El siguiente movimiento frente a la prensa y a la opinión pública va a estar escrutado al detalle. Sus nervios y su capacidad de reacción se pondrán a prueba.

Es obvio que así no puede seguir. No me cabe ninguna duda que la situación que debe gestionar es de una extraordinaria complejidad y dificultad. Sería razonable, incluso, que estuviera incómodo, nervioso y ansioso. Y muy preocupado, claro. Sin descartar otras tensiones más personales. Pero no se lo puede permitir. Sus equipos deben de comprender que se han roto las redes de seguridad de protección. Y que hay que empezar, casi de nuevo, a restablecer la autoridad y el respeto zarandeados por él mismo y por una torpe y egoísta estrategia de comunicación que confiaba en que alejarlo, protegerlo de la exposición mediática y pública, era lo más conveniente en tiempo de turbulencias. Justo lo contrario. Tiraron de Manual de Liderazgo desfasado y perdieron el termómetro social. De esta crisis no salimos solo con el poder del BOE, sino con el poder de la reputación. Hoy está deteriorada, gravemente.

Hay que volver a empezar. Esta crisis reclama una comunicación de crisis. Es imprescindible recuperar la autoritas y la credibilidad política. Estas serían, a mi juicio, algunas de las claves:

1. Pedagogía. Los esfuerzos y sacrificios que se deben enfrentar no se pueden asumir sin comprensión. Se pueden imponer, sí; pero más importante que gobernar es gestionar la cultura del cambio de comportamientos sociales, personales y económicos que se deben asumir. Lo que no se explica, no se entiende. Y sin comprensión, no hay esfuerzos. Solo dolor.

2. Humildad. Las hemerotecas van a echar humo. La implacable oposición del PP ha dejado un rastro digital que va ser munición para la oposición, y rubor permanente para el presidente. Sin asumir dosis importantes de humildad y de rectificación no va a poder liderar las reformas. Todo es demasiado reciente. Y la memoria no olvida. Michael Ignatieff afirma: “Los líderes prudentes se obligan a prestar la misma atención a los defensores y los detractores de la línea de acción que están planeando”. Rajoy debería parecer menos obstinado y más receptivo. Ahí radicará su fortaleza.

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Crisis y notas de prensa

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 10 abr 2012

Bloc

Las notas de prensa ya no tienen buena fama, aunque ayer Mariano Rajoy les dio un nuevo brío. Ya no se leen. Por excesivas, por imprecisas, por previsibles. Los periodistas reciben muchísimos mails que no pueden atender, cuando lo hacen muchas veces no encuentran lo que buscan, y lo que encuentran ya lo saben o ya es público. Muchas de estas notas van directamente a la papelera de reciclaje. Y la mayoría de los mails que las adjuntan, no llegan a ser nunca abiertos. La remisión indiscriminada de notas de prensa o e-mails informativos sin segmentar motiva que la información pueda ser considerada en muchos casos puro spam.

El 70% de los periodistas cree, además, que las salas de prensa online de las empresas o instituciones no son de mucha utilidad. Uno de cada cuatro no encuentra la información que necesita en la página web corporativa y considera que la nota de prensa, en su pretensión reveladora, no es fiable por ser interesada.

Tampoco las formas ayudan. El actual formato de nota de prensa es a menudo poco atractivo y con poca información adicional más allá de alguna imagen. Escasos links de valor y contenidos multimedia hacen de las notas de prensa un producto  analógico, difícilmente reutilizable y con poco valor añadido. Esto hace que muchos periodistas (especialmente de medios online) utilicen internet como fuente complementaria donde completar sus informaciones con contenidos multimedia, información de base o adicional. Una información generada por terceros que no siempre responde a los intereses y objetivos de la empresa o institución.

Ayer Rajoy reinventó el futuro de la nota de prensa en política, pero no fue por mérito de la nota, sino por su demérito. Con un título vago e impreciso, “Reunión del presidente del Gobierno con su equipo económico”, el presidente introdujo, como a hurtadillas, la noticia real de un recorte extraordinario en Sanidad y Educación. Hasta la última frase del tercer párrafo no sabemos de qué va el tema: “El ahorro previsto superará los 10.000 millones de euros”. Ni plazos, ni detalles. Un titular escondido que acaba siendo el titular de todos los medios. Las formas son fondo.

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Infografías, visualizaciones y política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 09 abr 2012

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Generamos una gran cantidad de datos. Según el International Data Corporation (IDC)  la expectativa de generación de datos es de  35 zettabytes/año. Entender y transmitir esta información que crece exponencialmente gracias a la utilización de nuevos sensores, dispositivos y redes es una tarea sumamente compleja. El horizonte del Internet de las cosas” hace, todavía más, denso el espacio informativo y comunicativo. En este contexto,  la necesidad de visualización de la información es imprescindible, y se convierte en una herramienta muy útil para explicarla. La narrativa textual y numérica necesita nuevas miradas interpretativas. Las imágenes nos ayudan. Y, aunque el rasgo distintivo de lo humano es el lenguaje…, hay que afirmar que nuestro cerebro es, fundamentalmente, visual. La neuropolítica así lo confirma.

La aproximación de la información a la belleza es innegable. El  artista Aaron Koblin – autor de proyectos de crowdsourcing fantásticos como The Johnny Cash Project- utiliza los datos para inspirarse.  La ilustración que acompaña este artículo, del proyecto New York Talk Exchange para el MoMA de Nueva York, ilustra el intercambio mundial de información en tiempo real mediante la visualización de los volúmenes de llamadas de larga distancia e IP (Protocolo de Internet) que fluyen entre Nueva York y ciudades de todo el mundo. Mediante esta información visual es muy ágil comprender cuáles son las ciudades con una conectividad más destacada con la gran manzana. A su vez, la imagen resultante es sugerente y atractiva.

A través de esta óptica de la belleza y las emociones, para la comunicación política la visualización de la información se convierte en un elemento fundamental por varios motivos:

1. Los usuarios tienen una gran capacidad para interpretar información gráfica. La cultura de la imagen se ha impuesto como canal de comunicación de masas y permite conectar ideas y ciudadanía, a través de los datos.

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El País

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