Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Suicidios políticos

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 06 abr 2012

Suicidio-de-jubilado-en-grecia

Se llamaba Dimitris Christoulas,
de 77 años, griego. Se suicidó hace un par de días. No podía más: “No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura”. Un nuevo suicidio, como arma de denuncia desesperada, nos ha sacudido la conciencia. La nota que dejó como testamento político (“Creo que los jóvenes sin futuro algún día cogerán las armas… y colgarán a los que traicionaron la nación”) es un grito descarnado, desgarrador. Es un alegato épico y dramático. Prefirió una muerte digna, a una vida sin ella.
Lo hizo a la luz del día. A escasos metros del Parlamento, en Atenas. A media mañana, a la vista de todos, y en la plaza Sintagma, kilómetro cero de la capital y del país. Fue una tragedia griega, íntima y personal, pero de resonancias públicas y colectivas. 

Se llamaba Mohamed Bouazizi, era de Túnez. Se suicidó el pasado 17 de diciembre de 2010. Los tunecinos no necesitaban el efecto de la revelación de cables estadounidenses, a través de Wikileaks, sobre la corrupción del régimen en una sociedad con más del 40% de ciudadanos en paro. No necesitaban la constatación documental de que sufrían en carne propia cotidianamente. La desesperación económica personal llevó a Bouazizi al suicidio. La arrogancia déspota de la administración, al negarle su permiso para vender frutas y verduras en el mercado, le arrastró al precipicio. Pero los jóvenes de su generación lo vivieron como un martirio y un sacrificio excesivo para quien, desposeído de todo, se arrancó lo único que le quedaba: la vida.

Se quemó a lo bonzo. Sus llamas se convirtieron en la chispa que explotó el polvorín de las revueltas tunecinas. Y de todo el norte de África. Ni al derrocado presidente Ben Alí (que expulsó a la delegación de Al Yazira en Túnez en el año 2006), ni a Hosni Mubarak les valió para nada cerrar las sedes de la televisión o impedir el acceso a Internet. Las llamas ya estaban en la red.

Se llamaba Albert Santiago Du Bouchet Hernández. Era de Cuba, pero llegó a España después de ser aprobado el proceso de excarcelaciones del actual Gobierno del hermano de Fidel Castro. Se ha suicidado este miércoles en las Palmas de Gran Canaria. Era un preso político más, uno de tantos. Periodista y desterrado. Fue perseguido, encarcelado y exiliado el pasado 2011. Su mujer y sus dos hijos, en Móstoles. Él, en Las Palmas de Gran Canaria esperando una ayuda que no llegó.

Du Bouchet, que fue director de la agencia independiente Habana Press, pertenecía al Grupo de los 75, opositores condenados en 2003. Ahorcarse ha sido su opción ante la falta de ayudas, de recursos, ante la falta de escasez de todo.

Cuando ya no tienes nada, te queda tu cuerpo. Tu último espacio de libertad. Tu última propiedad se convierte en tu dignidad. El suicidio en política es la constatación del fracaso de la política. Y, a la vez, sorprendentemente, el detonante de la reacción.

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Presupuestos QR

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 04 abr 2012

 
El ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, cumplió ayer con la litúrgica foto de presentación del Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado, con una innovación: el acceso a la abundante documentación se podía hacer a través de un código QR para aquellos dispositivos móviles que dispongan de esta aplicación y funcionalidad. Las fotos de presentación de presupuestos son un icono habitual en la comunicación política. Hay algo de metafórico en la evolución del formato de presentación. Hemos pasado de las voluminosas cajas con toda la documentación (que eran descargadas por profesionales del transporte, provocando incomodidad y sonrojo -en algunos casos- por el contraste con los trajes chaqueta de ministros y presidentes del Congreso), a la introducción de los archivos digitales (CD’s y lápices de memoria) hasta llegar a la inmaterialidad del código QR. Millones y millones de euros reducidos a un usb o a un link.

Los códigos QR están creciendo en la Administración pública. Entre los diversos retos y propuestas vinculados al Open Government, que se deben afrontar ya en 2012, apuntaba la posibilidad de conectar con los ciudadanos en cualquier momento para informar y/o resolver dudas en un solo clic, a través de su dispositivo móvil, una oportunidad que no se debería dejar escapar. El potencial de usabilidad, así como las prestaciones de conversaciones grupales, el envío de ficheros, o la sincronización automática con estos códigos QR e identificación de usuarios, van a cambiar las ecuaciones de lo presencial y lo no presencial en el uso de conversaciones bilaterales y multilaterales en tiempo real o diferido. La integración de códigos QR en los edificios públicos, grandes equipamientos o espacios singulares, será también una realidad cotidiana que se recoge en distintas predicciones vinculadas a Administración y redes sociales.

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Rajoy, 100 días de comunicación: arrogancia, error, ofensiva

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 01 abr 2012

First100days

Los cien primeros días de comunicación del presidente han tenido tres etapas muy marcadas: el silencio arrogante, los deslices y errores, y la ofensiva planificada.

1. Las primeras semanas fueron un ensayo y una continuidad de la campaña electoral, durante las que no concedió entrevistas. Comunicaba sin hablar. No, no se escondía, todo lo contrario: medía sus fuerzas y las de los demás. La telegenia sustituyó a la retórica. Rajoy callaba, para irritación de los medios y de buena parte de la opinión pública.

Así, el primer tercio de este período fue de silencio calculado. Una demostración de que podía gobernar sin tener que explicarse. Sin ceder a ninguna justificación, sin hacer pedagogía, refugiado en sus dichos y frases hechas. Y sin que nadie le marcara el paso. Fue el culto al poder, a su autonomía y a la acción. Evidentemente, en una sociedad democrática madura y densa, esto tiene sus límites.

2. La siguiente fase estuvo caracterizada por los descuidos y los errores en conferencias internacionales o encuentros políticos. Frases “robadas” por inoportunos micros abiertos, o declaraciones filtradas o toleradas, marcaron estas semanas. La frase “Vivo en el lío”, que le dijo Mariano Rajoy a Artur Mas en su primer encuentro en La Moncloa, es el símbolo de este período de fugas -conscientes o inconscientes- que anticipaban problemas y escenarios. La cacofonía y la improvisación en la gestión de la comunicación sobre la cifra final del déficit público, que debía ser pactada y aceptada por nuestros socios europeos, fue un error notable de cálculo. O no. El gobierno ha ido creando una atmósfera comunicativa de crisis y dificultades. Es parte de la estrategia del shock. Mejor el marco mental que la declaración política. Más fácil, más eficaz.

Las imágenes y etiquetas que sea capaz de fijar en estos 100 días valen, casi, toda una legislatura. Actuar con rapidez es también la premisa táctica establecida por Milton Friedman, padre de la doctrina del shock que guía cómo imponer de forma irreversible los cambios en tiempos de crisis. Friedman estima que una nueva Administración “dispone de seis a nueve meses para poner en marcha cambios legislativos importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no volverá a disfrutar de ocasión igual”.

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