La actividad parlamentaria va a ser sometida a una constante vigilancia democrática por parte de la ciudadanía. La fiscalización y la monitorización del trabajo y la práctica representativa de nuestros diputados y senadores, así como su estatus y retribuciones, forma parte de una corriente imparable de observación. Una dinámica exigente, que oscila entre la desconfianza estereotipada y la crítica severa, articula una poderosa corriente de naturaleza política, aunque también pueda derivar en germen antipolítico o apolítico.
Hay un transfondo de turbulencias que, en el marco de esta crisis financiera, económica y finalmente institucional en la que estamos inmersos, cuestiona además la calidad humana de nuestros representantes. Circulan correos incendiarios, por ejemplo, sobre la talla moral y ética de los europarlamentarios. Textos e informaciones que ponen en evidencia la falta de coherencia personal entre lo que hacen y dicen, y que deslegitiman a muchos de ellos. Movimientos de fondo, anclados en la indignación y el hastío, que son utilizados –sin escrúpulos- por todo tipo de radicalismos maximalistas para cuestionar desde la utilidad y necesidad del Senado a los “costes” de nuestra democracia.
El retraso en la presentación de las auditorías de los partidos políticos con representación parlamentaria, por parte del Tribunal de Cuentas (que el propio Tribunal ha justificado), y el incumplimiento en materia de donaciones anónimas, prohibidas en julio de 2007 con la Ley de Financiación de Partidos Políticos, no contribuye -en absoluto- a generar un clima de confianza. Tres formaciones políticas suman más del 90% de las donaciones anónimas.
Quizás por este tipo de prácticas florecen iniciativas como Sueldos Públicos cuyo objetivo es convertirse en un servicio ciudadano de transparencia y libertad en la red. “Ya que nuestros políticos no son capaces de publicar sus sueldos, nos proponemos tener conocimiento de lo que ganan y lo que gastan”, afirman. Motivaciones que comparten también, en parte, con Qué hacen los diputados, un blog que se presenta como “un parlamento de personas que sigue de cerca el trabajo de los gobernantes, especialmente en el Congreso” con un gran actividad en las redes sociales.