Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Sesión de control

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 27 jun 2012

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El concepto "sesión de control" al Gobierno no existe con tal literalidad ni en la Constitución Española, ni el Reglamento del Congreso de los Diputados. Es una expresión que se deduce, y puede derivarse, del artículo 66 de la Constitución que dice textualmente: “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución”.

Es evidente que el principal control a la acción del Gobierno debería ser, especialmente, sobre el comportamiento, visión y actuación del presidente del mismo. Pues a pesar de esta conclusión, que se nutre del sentido común, el actual Reglamento no obliga al Presidente a responder ni a comparecer personalmente en las sesiones de control que tienen el formato de preguntas orales. Se trata de respuestas del Gobierno, no específicamente del Presidente aunque sean dirigidas a él, como sucede en otros parlamentos. Y su presencia se debe a una costumbre parlamentaria que puede ser obviada en cualquier momento. El Reglamento, a pesar de haber recibido modificaciones puntuales a lo largo de varias legislaturas, sigue teniendo su arquitectura casi intacta desde 1982, cuando fue aprobado. Y su configuración es más propia de un sistema presidencialista que de uno parlamentario.

Por ello, en caso de mayoría absoluta de un grupo parlamentario, por ejemplo, el Gobierno no tiene prácticamente ninguna obligación de responder, a través del Presidente, en casi ninguna circunstancia salvo la inevitable moción de censura. El Gobierno sí que está obligado a comparecer en determinados supuestos, como después de un Consejo Europeo, porque así lo establece la Ley por la que se regula la Comisión Mixta para la Unión Europea.

Hoy hay sesión de control. Rajoy responderá, por este orden, a las siguientes preguntas:

1. ¿Qué acciones piensa emprender el Gobierno para compensar a los afectados por el fraude masivo al ahorro con productos tóxicos, como preferentes? (Alfred Bosch, de ERC, del Grupo Parlamentario Mixto).

2. ¿Qué medidas va a proponer en el Consejo Europeo de esta semana para impulsar el crecimiento y la creación de empleo? (Josu Iñaki Erkoreka, del Grupo Parlamentario Vasco).

3. ¿Qué posición va a defender en el próximo Consejo Europeo? (Alfredo Pérez Rubalcaba, del Grupo Parlamentario Socialista).

Previsiblemente, y a pesar del valor político y el interés social de las preguntas y las consiguientes respuestas, es muy probable que la sesión de control acabe con un cruce de declaraciones escleoritizado y jibarizado en el famoso y primario corte televisivo de 10 segundos por intervención. Así los retos (y sus debates) se convierten en muecas y frases huecas.

No me cabe ninguna duda de que, en el hemiciclo, flotará en el ambiente la última encuesta y estudio de opinión pública publicada que asegura, nuevamente, que la ciudadanía suspende a las instituciones democráticas y que el 62% cuestiona a los responsables públicos. Cifra que llega al 70% cuando se trata de responsables políticos. Cada sesión de control puede contribuir -o no- a reducir esta brecha de desconfianza o a aumentarla.

A pesar del interés objetivo de los temas y del coste social y democrático que una determinada práctica política y parlamentaria tiene sobre el estado de ánimo cívico, es muy probable que esta sesión no contribuya ni a clarificar nuestra posición en el próximo Consejo Europeo ni a mejorar la percepción pública sobre la vida parlamentaria. Justo cuando más necesitamos debates vitales, debates propositivos y búsqueda honesta de puntos de encuentro y soluciones de amplio consenso, la aritmética electoral y un incuestionable resultado electoral del pasado #20N dejan al Parlamento con sordina. Anestesiado, y casi amordazado, como vemos en el tema de las comisiones de investigación.

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Coros políticos

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 26 jun 2012


El activismo explora, cada vez más, nuevas formas de comunicación política que tienen en común tres características ganadoras: las multitudes, las redes, las calles. Una creatividad extraordinaria está desbordando los formatos clásicos de protesta, casi siempre asociados a las marchas, las manifestaciones o las sentadas. Los coros políticos, o la queja a través de composiciones musicales para ser interpretadas masivamente, forman parte de este nuevo fenómeno. Su atractivo reside en su capacidad para conseguir un momento memorable, altamente creativo y simpático, y con un fuerte impacto mediático. Lo lúdico y lo lúcido se dan la mano en estas nuevas tipologías de intervención pública: activismo que ocupa las calles, que nace en las redes y que impacta en los medios.

La idea viene de tan lejos como la propia democracia: los grandes autores griegos incluían en sus tragedias coros que se erigían como la voz del pueblo, juzgando a dioses, héroes y mortales e introduciendo valoraciones morales o éticas sobre las acciones que ocurrían sobre el escenario. Las partituras se han perdido, pero la efectividad del mecanismo se mantiene intacta.

El poder unificador de la música lo conoce bien la Iglesia cristiana desde sus inicios. En el canto gregoriano, los himnos son una de las composiciones más elaboradas, siempre con la intención de exaltar unos determinados valores. Los entonaba al unísono toda la congregación, al fin y al cabo, una manera de autoafirmarse no tan diferente a las de hoy en día.

Hemos olvidado que todas las revoluciones modernas tuvieron su canción para ser cantada por multitudes: la Marsellesa, la Carmagnole, la Internacional y el himno de Riego, por ejemplo. El sindicato de izquierdas americano, International Workers of the World (los Wobblies) cantaban en todas sus acciones. El risorgimento italiano adoptó a Verdi como el músico de referencia: en primer lugar, porque el coro Va, pensiero del Nabucco caló como himno a la unidad de la patria hasta tal punto que aún sirvió hace poco más de un año para que el director de orquesta Riccardo Muti pusiera en verdaderos apuros al mismísimo Berlusconi. En segundo, porque del apellido del músico se llegó a hacer una consigna política. En efecto, gritar “Viva VERDI!” era decir en siglas “Viva Vitorio Emmanuelle Re D’Italia!”. La importancia de la música en la política -en particular en los procesos electorales- y los coros políticos no son nuevos, pero ahora florecen con nuevas notas, voces y letras.

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Sin preguntas, sin ruedas, sin Debate

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 21 jun 2012

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Estamos tocando fondo. La progresión es preocupante. E inquietante. La decisión unilateral de Mariano Rajoy de cancelar durante todo el 2012 el Debate del Estado de la Nación adquiere una especial gravedad en el contexto actual, y sube un grado negativo más en la evolución alérgica y recelosa del Presidente hacia la comunicación política.

Durante la pasada campaña electoral Rajoy casi nunca permitió preguntas de los periodistas. Una práctica, compartida también por otras fuerzas políticas y que, durante la legislatura anterior, alcanzó su cénit en las elecciones del #20N. Esta deriva irrespetuosa hacia el derecho a la información ha sido respondida por los periodistas, sus empresas y las asociaciones profesionales de manera contundente. El pasado 17 de junio, la Federación Europea de Periodistas (FEP) aprobó por unanimidad una moción contra las ruedas de prensa sin preguntas, a instancias de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). El manifiesto #sinpreguntasnocobertura de mediados de 2011 fue el nexo de unión entre los profesionales y la ciudadanía, y representó una respuesta cívica con fuerte repercusión en las redes sociales.

Ya en el gobierno, Rajoy ha practicado más el silencio que la palabra, junto a una no despreciable dosis de pereza y fastidio hacia lo que cree que es una pérdida de tiempo frente a su auténtica responsabilidad, que es tomar medidas. Cada viernes. No ha comprendido que gobernar es comunicar. Sus 100 primeros días de Gobierno han sido cicateros y esquivos en términos de comunicación política. Y los siguientes han mostrado que el Gobierno, si tenía una estrategia de comunicación, no era una estrategia de crisis y para la crisis. Una mezcla de enfoque estratégico defensivo, disfunciones organizativas, errores de bulto y una cautelar gestión del capital político han escondido a Rajoy más que exponerlo. El resultado ha sido un deterioro de su imagen y una sensación de desorientación en un momento clave de la credibilidad de España.

Pero no hay rectificación. Sus estrategas le animan a mantener el desafío, apoyados por encuestas y cálculos que confirmarían que el desgaste no es tan crítico y, lo más relevante, que no se transfiere en forma de oportunidad de voto para la oposición. Cuando las estadísticas y las encuestas sustituyen al sentido común y la intuición, la política pierde su autonomía y criterio frente a los muñidores de votos.

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El suplicio de la comunicación

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 20 jun 2012

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La política de comunicación del Gobierno ha dejado de ser una oportunidad para el Ejecutivo. Es un suplicio permanente. El desdén y el exceso de superioridad de los primeros días dieron paso al desconcierto y a los errores, aterrizando en el agobio y la desorientación. La comunicación política se ha convertido en un pantano fangoso. Rajoy ha conseguido la ecuación dramática: si habla, no convence; y si calla, se hunde. Y con él, la confianza de España.

Las claves que explicarían esta situación son múltiples, pero -a mi juicio- cinco son los desajustes que nos abocan a esta parálisis comunicativa que refleja otro tipo de bloqueo: el estratégico. Cuando no se sabe a dónde se va es difícil encontrar el camino. Y el paso adecuado.

1. Falta de relato. La crisis a la que nos enfrentamos obliga a grandes esfuerzos pedagógicos y a actitudes ejemplares. Palabras para explicar, palabras para escuchar, palabras para dialogar. No hay una historia creíble que contar. La pobreza argumental y retórica es un síntoma de la confusión. En lugar de relato, el Gobierno nos ofrece una sucesión de noticias, contradicciones y ruidos cacofónicos. Cada viernes. No hay conexión ni continuidad. Las colisiones son múltiples.

2. Falta de coordinación. El culto al silencio, como fuente de legitimidad y de poder, ha estallado en plena crisis. Los tiempos de Rajoy (sus lentas digestiones sobre lo que hay que hacer y quién debe hacerlo) y sus reacciones desacompasadas y desajustadas ofrecen una imagen de evidente falta de coordinación. ¿Quién manda? No parece que nadie sepa qué decir, cuándo y por qué… salvo De Guindos que, con su estilo de hombre de negro, representa lo más serio, políglota y viajado del Gobierno de Rajoy. 

3. Falta de credibilidad. En situaciones de crisis, las palabras pueden apagar las llamas o provocarlas. Bajar la tensión o subirla. Mariano Rajoy parece que no percibe, con claridad, que no necesitamos solo franqueza campechana y un estilo muy personal sino eficacia y profesionalidad. En todo. En lo que decimos y en cómo lo decimos. No estamos jugando al mus. No se trata de ser como somos…, sino de cómo debemos ser en los momentos críticos.

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Mapas mentales para la política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 18 jun 2012

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La claridad de la exposición es la claridad de la idea. Y la política formal parece, cuando menos, bastante nublada. Una de las críticas más incuestionables en la opinión pública es que nuestros representantes no hablan claro (el debate sobre el uso de la palabra “rescate” sería el último episodio), que casi siempre hablan entre ellos, de sus temas y en sus medios. La ruptura en la confianza política se alimenta, entre otras razones, con la ofuscación y confusión con que las palabras políticas intentan trasladar ideas políticas. Y no parece que lo consigan con la eficacia con la que los retos nos obligan. Si no se sabe explicar es que, quizás, no se sabe hacia dónde se va. Y si, además, no se habla, el silencio se convierte en desazón, no en razón.

Es más fácil comprender determinadas decisiones, por muy duras que resulten para la ciudadanía, si se conoce cuál es el camino, el final o el objetivo. La dificultad para comprender y, menos aún, participar en cada una de esas decisiones se incrementa cuando estas -además- parecen contradictorias. El enfoque es lineal. Y, aún peor, parece improvisado.

La política formal se muestra incapaz de adaptarse a las nuevas metodologías de pensamiento e impotente para conectar con la ciudadanía de una forma empática. El pensamiento político parece sumido en una parálisis evidente. Los cambios que se están produciendo en nuestro entorno son tan rápidos que requieren de una inmensa capacidad para adaptarse y reinterpretar la realidad. La política, en cambio, se mueve cada vez más en un itinerario lineal, previsible y redundante. El discurso político actual es de PowerPoint. Pantalla a pantalla se enlazan ideas o decisiones que no siempre guardan sentido entre ellas. En el mejor de los casos encontramos un discurso de Prezi. Podemos visualizar ideas concretas, tenemos la capacidad para alejarnos y verlas desde una perspectiva más amplia, pero el recorrido sigue siendo lineal.

Ante este escenario, las posibilidades que ofrecen los mapas mentales aún están por descubrir. No solo como instrumento, sino como parte de una nueva manera de pensar, mirar, explorar ideas o fórmulas alternativas y de explicarlas de una manera diferente más próxima y empática.

Los mapas mentales ayudan a organizar el pensamiento político y estimulan la creatividad encontrando soluciones, enfoques y respuestas diferentes. A veces no solo es cuestión de tener buenas ideas. Es importante aprender a organizarlas para obtener respuestas adecuadas. A su vez pueden contribuir a facilitar que esas ideas, propuestas o acciones sean comprensibles y creíbles en un marco global.  Se trata de explorar más allá de lo previsible, acercarse a lo que no es tan próximo pero sí viable, y conquistar espacios aparentemente lejanos.

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El sadismo de Dívar

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 14 jun 2012

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La crisis abierta en el Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo por el presunto uso indebido de recursos públicos para actividades privadas de su presidente, Carlos Dívar, es solo una parte del problema. Grave. Aunque lo auténticamente preocupante es la línea argumental que utiliza para justificar y explicar los hechos denunciados. La justicia decidirá, en el futuro, si tales actuaciones son constitutivas, o no, de delito. Pero la sospecha de que quien debe impartir y velar por la justicia, en este caso una alta autoridad del Estado, ha utilizado los márgenes de la ley y los privilegios de la institución precisamente para sortear a la primera y aprovecharse de la segunda, sitúa el tema en un orden moral y político, no simplemente legal o institucional.

La duda que nos supera y escandaliza es si Carlos Dívar cree, realmente, que no tiene nada de qué avergonzarse, ni mucho menos disculparse, que no debe asumir error alguno. Más lejos todavía estarían las culpas o las faltas a la ley. Lo relevante es que, sinceramente, Dívar diga lo que piensa, no solo lo que le conviene para defenderse. ¿Y si, de veras, creyera que sus gastos “son unas miserias”, como dijo provocadoramente, y que quienes se lo reprochan son unos cínicos y fariseos? 

Responder afirmativamente a estas preguntas pondría en graves aprietos, por ejemplo, al PP y al PSOE (que pactaron en 2008 su candidatura, siendo aceptada y avalada por el mismo José Luis Rodríguez Zapatero). Se cuestionaría el buen juicio y acierto de aquel consenso.

Responder afirmativamente a estas preguntas colocaría contra las cuerdas a los miembros del pleno de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que acordaron este miércoles -por once votos a cuatro- no admitir a trámite la querella contra el presidente, archivando las actuaciones al no apreciar los delitos de estafa, apropiación indebida ni malversación de caudales en los gastos de 32 viajes a Marbella y a otros destinos cargados al presupuesto del Consejo General del Poder Judicial. ¿A quién defienden? ¿Solo a él?

Responder afirmativamente a estas preguntas situaría a la Fiscalía General del Estado, que abrió y cerró rápidamente unas diligencias, en una posición aparentemente cómplice. La sensación de cerrar filas corporativas dejaría a los responsables de la vigilancia fiscal en la tesitura de los que, debiendo mirar, giraron la cabeza.

Responder afirmativamente a estas preguntas evidenciaría al grupo parlamentario del PP que, al final, ha aceptado su comparecencia en el Congreso, todavía sin fecha. La presión ha sido insoportable y, en medio del tsunami financiero, Rajoy no ha tenido más remedio que abrir alguna válvula de descompresión. Llegando tarde.

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El match ball de Rajoy

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 10 jun 2012

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Mariano Rajoy ha comparecido, finalmente, ante la prensa y la opinión pública. El desgarro y la hemorragia en su reputación lo requerían. Hoy, con un nuevo escenario, puertas abiertas, una ventana al fondo y elementos florales, ha ofrecido una imagen más serena y tranquila. Un entorno confiado y seguro. Una escenificación profesional en la que destacaban las banderas española y europea, algo que ayer, en la rueda de prensa de De Guindos, no tenía el protagonismo audiovisual debido…, y conveniente.

Rajoy no se ha movido de su discurso, aunque ha estado más convincente que nunca. No ha entrado “en debates nominalistas” (rescate o ayuda); ha mantenido su agenda de reformas y actuaciones como “un plan global”; no ha perdido la oportunidad para atacar al gobierno anterior recordando que no habríamos llegado hasta aquí “si se hubieran tomado antes algunas medidas”; y ha valorado la decisión de ayer como una victoria: “ayer ganaron Europa, el euro y España”. Por este orden.

Rajoy ha reaccionado, aunque tarde y obligado. Ha salvado una pelota de match ball, como las que seguramente tendrá que salvar Rafa Nadal esta tarde en Roland Garros para ganar el trofeo. Y confía en que España gane su primer partido inaugural de la Eurocopa. Partido que verá, en directo, por responsabilidad, dice el presidente. La asociación de la petición de rescate como una ofensiva victoriosa (“el que he presionado he sido yo”, respondiendo a la pregunta sobre las presiones europeas) y el hecho de que haya citado a Nadal y a la selección española de fútbol son una apuesta estratégica. Casual o no. El enfoque estaba servido. “Ayer ganó Europa”. Pero hoy espera que ganen “los españoles”. En definitiva, Rajoy espera ganar, hoy. Ayer, perdió.

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El día que el presidente dejó de serlo

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 09 jun 2012

Salvavidas
Rajoy ha evitado nombrar y pedir el rescate. Pero al final se lo han impuesto, aunque De Guindos niegue que lo es. Le han explicado mal la teoría de los marcos mentales. Omitir la palabra sirve –a veces- para impedir un determinado marco de pensamiento, pero cuando éste está muy instalado, el silencio o la ignorancia no sirven para desactivarlo. Todo lo contrario: quedas en evidencia y agudizas la soledad o la desorientación. Y la falta de coraje en las palabras se convierte en un lastre grave para el liderazgo político.

El Scrabble es un juego de mesa muy popular en el cual cada jugador intenta ganar más puntos mediante la construcción de palabras. Éstas pueden formarse horizontalmente o verticalmente y se pueden cruzar siempre y cuando aparezcan en el diccionario. Con las mismas letras de la palabra rescate puedes construir la palabra “recetas”. Coincidencias caprichosas… e involuntariamente reveladoras.

Este rescate conllevará unas duras recetas. Rajoy, que no pidió lo primero, va a tener que imponer las segundas de manera dolorosa a la sociedad española a través de las condiciones que se van a imponer a sus instituciones financieras. Un triste destino. “Que no paguen justos por pecadores” ha pedido el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero el pecado es, también, un poco de todos.

Mariano Rajoy ha decidido esconderse en el día más importante de su presidencia. Ha optado por la peor opción posible. No es la primera decisión de comunicación equivocada en esta crisis. Los ciudadanos y ciudadanas no se lo van a perdonar. Tampoco los socios europeos. En cambio parece que, finalmente, va a mantener su viaje al partido inicial de España en la Eurocopa. Hasta la fecha y hasta el momento sigue confirmada su asistencia en la agenda pública de La Moncloa.

Su desafío a la razón y a la sensibilidad es impropio de un gobernante. O ha perdido el sentido común, ese del que tanto hacía gala, o su capacidad para insultar a la inteligencia de sus conciudadanos es superior a cualquier pesadilla. Con su arrogancia nos ha perdido el respeto. Recibirá la misma moneda por parte de la ciudadanía.

Hay algo peor todavía que esconderse. Es mirar para otro lado y hacerse el despistado. Un líder no se lo puede permitir. Pero Rajoy parece que sí puede. Haciéndolo, renuncia al liderazgo político para refugiarse en su condición natural, la que nunca parece que ha abandonado: la de registrador. Rajoy se convierte, simplemente, en un notario de la crisis y del rescate. Cuando se renuncia a ser presidente, no se puede esperar que nadie te respete como tal. El foso se abre a sus pies. El presidente ha dimitido de su responsabilidad. No podrá mantener la credibilidad. Un día triste para España y para la política.

(Fuente de la imagen: Pedrali)

NOTA:
Hoy martes, 12 junio,  a las 13h a través de Twitter me han hecho notar que la imagen que ilustra este artículo tiene copyright. Todas las fotografías que utilizo habitualmente son copyleft y cito de manera especial la fuente de origen y a su autor/a. En este caso no ha sido así, a pesar de citar al autor y enlazar al origen de la fotografía, como siempre hago. Pido disculpas públicamente al autor si ha podido molestarle.

Escaño 351: ¿quiere ser diputad@?

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 08 jun 2012

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El último barómetro de opinión pública del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) resulta demoledor con la política, sus representantes e instituciones. La fosa se hace más profunda. La crisis desgarra nuestra economía y nuestra confianza democrática. La serie de indicadores económicos y políticos que publica el CIS desde 1996 obtiene su pico más negativo en este momento.

El tsunami contra la política representativa es devastador. Nuestra democracia formal muestra signos de agotamiento y colapso institucional. Acumulamos errores y decepciones. La tensión es máxima. Las placas tectónicas entre representantes y representados están chocando. La vigilancia sustituye a la confianza. Hasta los cocineros tienen más credibilidad para dirigir lo público que nuestros electos. Los parlamentos, entonces, se convierten en el epicentro de la tempestad de legitimidades y reputaciones cuestionadas, pero también muestran signos -tímidos- de respuesta que exploran reformas e iniciativas para reconectar con la pulsión social de la ciudadanía.

El pasado 4 de junio, el PSOE realizó una proposición de ley para renovar la Comisión de Peticiones del Congreso. Con esta propuesta, pretende habilitar un mecanismo que permita a los particulares defender personalmente sus demandas en sede parlamentaria. La denomina el “escaño 351". Esta propuesta, que ya se incluía en el programa electoral de Alfredo Pérez Rubalcaba para las elecciones del 20N, quiere dar voz directa a los ciudadanos y ciudadanas (y también a asociaciones y entidades) en la vida política, ya que en la actualidad sólo está previsto que intervengan en el Congreso, además de los diputados y diputadas, los parlamentarios autonómicos para defender iniciativas que procedan de las Cámaras de las Comunidades. Nadie más puede intervenir ante el Pleno.

No es la única medida similar. En junio de 2011, José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, propuso la creación del denominado "escaño 110" en el Parlamento de Andalucía. Esta iniciativa provenía de una amplia batería de medidas de transparencia y calidad democrática, a raíz de las exigencias planteadas por los indignados del 15M. Griñán fue reelegido como presidente de Andalucía y, aunque no dijo nada del tema durante su investidura, el presidente del Parlamento, Manuel Gracia, sí afirmó que se llevaría a cabo, junto a otras medidas de transparencia.

Tras casi 30 años desde su implantación en España, la norma que rige la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) sólo ha hecho posible que una Ley (en 1999) haya llegado hasta el final. El formato y su mecanismo, a pesar de sus evidentes virtudes, no está fluyendo ni canalizando suficientemente las energías cívicas y democráticas de nuestra sociedad. Se impone un reforma urgente.

La iniciativa, acogiéndose al derecho de participar en los asuntos públicos recogido en el artículo 23 de la Constitución, explora otras vías que van más allá de la  opción de las ILP, y ahí radica su importancia. Reformar el reglamento de la Comisión de Peticiones del Congreso (en el marco de una reforma más amplia o puntual) sería abrir una compuerta a un diálogo franco y exigente entre la política formal y la emergente. Es urgente y necesario.

Estas estrategias para acercar la política a la ciudadanía permiten una apertura de nuestras instituciones a lo que piensa la ciudadanía. Posibilitan una mayor participación, más permeabilidad de la política a la sensibilidad ciudadana, más capacidad de escucha y de prestigiar la política. En definitiva, un pequeño paso para una regeneración democrática inaplazable.

Sófocles decía: “Cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr para alcanzarlas”. Estamos en un momento decisivo. Espero, esperamos, que la política democrática comprenda el tempo de la sociedad. Las urgencias se agolpan. La agenda reformadora, que va desde la Ley de Transparencia a iniciativas como ‘escaño 351’, debería tener prioridad máxima y amplios consensos. No saldremos de esta crisis sin más y mejor democracia a todos los niveles: del local al europeo. Para los bancos quizás sirve un rescate blando. Pero para rescatar nuestra política necesitamos algo mucho más fuerte que el dinero. Necesitamos más democracia. No hay tiempo que perder.

(Fuente de la fotografía)

Rato: del banco ¿al banquillo?

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 06 jun 2012

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La vía judicial se abre con fuerza para los activistas políticos. Será un espacio de resistencia y acción que todavía cree en nuestra arquitectura democrática. Una oportunidad que no se puede perder.  Las leyes, decía el filósofo Paolo Flores d’Arcais, son “el poder de los sin poder”. Ahora, y de nuevo, se van a poner a prueba las costuras de nuestras instituciones. Y las junturas de nuestras leyes cuando imparten justicia, no legalidad. Si se rompen, el desgarro será para la política y para la democracia.

En concreto, empiezan a ser usuales iniciativas cívicas contra la banca o las grandes corporaciones financieras. Y sus gestores. El Bank of America, por ejemplo, se ha visto obligado recientemente a renunciar a cobrar comisiones mensuales a los clientes que utilizan una tarjeta de débito ante la presión de las redes sociales. Cuando el banco propuso la nueva tarifa mensual, una niñera enojada decidió hacer una petición a través de Change.org que alcanzó casi las 307.000 firmas de apoyo y se propagó de la noche a la mañana por redes sociales como Twitter y Facebook. La victoria fue total.

En EEUU, entre septiembre y noviembre de 2011, adquirió mucha fuerza la iniciativa Move your money que animaba a la gente a cerrar sus cuentas en los bancos en señal de protesta y mover el dinero hacia entidades locales y cooperativas de crédito. Se calcula que unos 650.000 consumidores transfirieron su dinero, según datos de la Asociación Nacional de Cooperativas de Crédito (ANCC). Entidades financieras como JP Morgan Chase empiezan a hacer provisión de miles de millones de reservas para afrontar los posibles litigios. La banca se enfrenta al desafío más importante de su historia. Nunca había estado tan mal en términos de reputación. La percepción de usura organizada se ha instalado. La política vigilada se propaga.

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El País

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