Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Guía para seguir ‘la versión’ de Rajoy

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 31 jul 2013

1. Bárcenas. ¿Mariano Rajoy citará expresamente al extesorero de su partido? El innombrable está en boca de todos, menos en la suya. Este tema se ha convertido en un bastión político y semántico, y en el símbolo de la estrategia defensiva y evasiva de Mariano Rajoy. Si no lo cita, Rajoy se enrocará y el desgaste será mayúsculo. Si lo cita será un indicador clave de que quiere abordar (e intentar ganar) la batalla de la percepción pública, explicando sus relaciones (también su amistad y confianza) y las actuaciones del que fuera antes un profesional irreprochable –durante más de 20 años- y, hoy, un delincuente también para el PP. Hoy sí que toca hablar de lo importante. Le van a pedir que dimita… y deberá argumentar por qué no lo va hacer. Será interesante observar a quien se dirige Mariano Rajoy, si a los partidos y líderes presentes en el Congreso o a los ciudadanos.

2. Estrategia. Rajoy llega acorralado y sin aliados. La evidencia de que comparece contra su voluntad es muy clara… Sus errores al confundir la mayoría parlamentaria con inmunidad política le han llevado a un callejón sin salida. Cada rueda de prensa era un calvario… y la amenaza de la moción de censura ha impedido el escapismo. Convertir una obligación (comparecer) en una oportunidad dependerá de la estrategia a seguir: ¿Defensa o ataque? Si ataca puede hacerlo asumiendo dos posiciones: acusar a la oposición de farisea (quien esté libre de culpa que tire la primera piedra) o bien asumir las equivocaciones, delimitar su daño y pasar a la ofensiva en el terreno de los hechos y de su determinación para combatir la corrupción suceda donde suceda (también en su partido). Rajoy debe decidir si “su versión” (en sus propias palabras) será una rectificación, una acusación o una explicación clara y convincente frente a la “alarma social creada” tras las recientes declaraciones de Bárcenas al juez. Hemos pasado de los papeles en los medios (en blanco y negro o color) a los testimonios en sede judicial.

3. Palabras clave: perdón, error, verdad, falsedad. ¿Rajoy pedirá perdón por la imagen mostrada (la suya, la del PP)? ¿Esto será el paso previo para asumir errores (de confianza personal y política), y de gestión, también? Y, a partir de aquí ¿mostrar la determinación de liderar una ofensiva regeneracionista contra la corrupción en la política? Cómo utilice estas palabras, y en qué contexto, será clave. Así como si emplea los conceptos de verdad y falsedad en relación a lo publicado o declarado. Esto es determinante. En las últimas comparecencias en prensa, Rajoy no ha utilizado estas palabras. Rajoy se enfrenta a un reto de comunicación, a un desafío político y a una crisis de credibilidad. Y todo esta relacionado. ¿Hablará de un chantaje ‘al Estado’?

4. Tiempo verbal. ¿Utilizará el primero del singular? ¿El primero del plural? ¿Será un discurso en primera persona o utilizará un plural mayestático o inclusivo? Este punto es importante para ver el grado de cohesión y complicidad de Rajoy con su grupo… y si decide asociar la suerte del PP a la suya… o si bien mantiene alguna distancia que permita tener todas las opciones abiertas: desde continuar hasta el final o empezar a diseñar un relevo. ¿Citará a alguien en su discurso?

5. Gobierno y PP. ¿Centrará el debate en el PP… o en lo que ha hecho el Gobierno? Las citaciones recientes del juez Ruz a dirigentes del PP para mediados de agosto son un poderoso marco que pone el foco en la posible financiación irregular del PP. Lo más probable es que niegue cualquier relación que implique falta o posible delito (incluso si ha prescrito), aunque pueda asumir “irregularidades” o deslealtades. También dirá probablemente que el PP está colaborando con la justicia para aclararlo todo, y que la transparencia es importante en su gobierno, haciendo una referencia a la Ley y al Informe de la Comisión que el día antes habrá aprobado el texto que seguramente llegará al pleno para ser votado en las próximas semanas.

6. Hemeroteca (y videoteca). Rajoy ha hablado poco del caso… y, paradójicamente, ha evidenciado mucho sin decir. Sus silencios han sido elocuentes, a su pesar. En su intervención, el pasado mes de febrero, en el Comité Ejecutivo Nacional del PP (la célebre “rueda de prensa del plasma”), dejó muchas afirmaciones que ahora deberán ser contrastadas con la realidad. ¿Mintió Rajoy entonces? ¿O no dijo toda la verdad? ¿Se reafirmará en lo dicho, o lo matizará? Cuando dijo, días después, que era todo falso, “salvo alguna cosa”… ¿a qué se refería?

6. Corrupción. El 20 de febrero, el presidente del Gobierno presentó en el debate sobre el estado de la Nación un listado de propuestas legales contra la corrupción, como burladero político en pleno escándalo sobre Luis Bárcenas, tras haber publicado EL PAÍS los papeles del extesorero. Con esas propuestas se elaboró una resolución que fue apoyada por casi todos los grupos, y el 13 de marzo se constituyó la comisión para poner en marcha medidas contra la corrupción. Seguramente, esta mañana Mariano Rajoy haga referencia de nuevo a esta comisión. Sin embargo, hay que recordar que en cinco meses, esta comisión solo se ha reunido en una sola ocasión.

7. Munición. Rajoy puede optar por guardarse datos (y respuestas) en función de cómo vayan las intervenciones de los grupos… o bien hacer un discurso muy contundente y que le permita llevar la iniciativa y refugiarse en él en cada réplica parlamentaria. Veremos.

8. Audiencia global. Esta comparecencia ha despertado un interés global, a pesar del tedio estival y el agotamiento de la ciudadanía sobre la política de partidos. Los medios de comunicación internacionales van a analizar, también, los escenarios que se abran de esta comparecencia. Todos los indicadores sensibles estarán alerta. La credibilidad internacional de Rajoy es, en buena medida, la credibilidad de España.

9. El tiempo. La distribución del tiempo será muy interesante de analizar. ¿Cuánto tiempo a corrupción y cuánto a la economía? ¿Cómo relacionará estas dos realidades? Lo más probable es que el Presidente hable de la recuperación económica y de la necesidad de unidad, minimizando la corrupción y pidiendo calma. Ayer, el vicesecretario general del PP, Esteban González Pons, ya dejó claro que el Presidente Rajoy condicionará el escándalo Bárcenas a la recuperación económica, y ha advertido que "los españoles no perdonarían que los escándalos políticos frustraran esa recuperación”.

10. Las redes y la sede. Rajoy debe intentar ganar en el hemiciclo y en las redes, auténtico foco de creación de opinión compartida y en la que el PP no ha conseguido ninguna posición competitiva desde que estalló el escándalo. Por el momento, los socialistas han creado una campaña en redes sociales, con dos vídeos acusando a Mariano Rajoy. Atentos a la tribuna de invitados y también a la comunicación no verbal de los diputados y algunos grupos que puedan explorar formatos de comunicación no convencionales. Mañana es un día serio, de competencia personal y de competitividad política entre grupos y oradores, también.

La carta

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 27 jul 2013

Finalmente, empieza −de verdad− la política. Hasta ahora las gesticulaciones y las instrumentalizaciones han sustituido y, de alguna manera, hurtado el debate político de fondo. Ahora puede ser diferente, aunque los compromisos mutuos dibujen un escenario imposible. De la oralidad a la literalidad. De lo que se lleva el viento, a lo que consta en acta (por escrito). La carta de Artur Mas a Mariano Rajoy (así como la respuesta y el escenario político que se genere) puede ser una oportunidad. Para ambos. Para todos.

La correspondencia política ha tenido momentos importantes −algunos históricos− en las relaciones Catalunya y España, aunque casi siempre en un sentido único del puente áereo postal. El formato ha sido diverso. Por ejemplo, las «cartas abiertas» (para ser publicadas en prensa) como las de Pasqual Maragall a José Luis Rodríguez Zapatero en 2002. Releer sus contenidos hoy ofrece nuevos matices y perspectivas en contraste con lo sucedido. «El nuevo federalismo, o como le llamamos tú y yo, la España plural, está a punto. Todas las esperanzas están permitidas. No fallaremos.», concluía Maragall.

De hecho, Maragall en su etapa como Alcalde (olímpico), candidato (socialista) o President (tripartito) escribió muchísimas cartas políticas. Su tozudez y convicciones, así como una permanente inspiración literaria, encontraban en el medio epistolar un formato adecuado de enorme libertad y autonomía. Cuando todo parecía bloqueado, Maragall tenía fe en la letra escrita: no contemplaba otra opción que la respuesta y la reciprocidad. Y a partir de ahí retomaba, empezaba o reconstruía una relación. Sus cartas y sus correos electrónicos eran, en buena medida, su manera personal de hacer y entender la política. Textos para escribir, para leer, para contestar. Textos de persona a persona.

Años antes, a mediados de los 90, las agrias cartas de Jordi Pujol a Felipe González, en las que el President se quejaba de los incumplimientos del Gobierno, fueron el tono general. Misivas contra las evasivas. Cartas en lugar de reuniones. Se escribían, mientras cancelaban citas, encuentros y compromisos. Eran cartas de reproches y advertencias que anticiparon el Pacto del Majestic. Lo que entonces fueron quejas, mucho antes habían sido ofertas. Ya en 1983, Jordi Pujol, y otra vez por carta, reiteraba al Presidente del Gobierno español su disposición «al diálogo sobre las autonomías».  

Esta correspondencia explica y refleja, en parte, el itinerario político transcurrido en estos 30 años: de la disposición a la queja, de la renovada esperanza maragalliana, a la severa advertencia sobre la desafección catalana de José Montilla, hasta llegar a la decepción que anticipa una ruptura tal y como se puede hoy leer en la carta de Artur Mas.

En la historia, las cartas políticas han jugado un papel decisivo. Recordemos la correspondencia casi diaria entre Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt. O las cartas de la guerra fría, en especial las de John F. Kennedy a Nikita Kruschev en 1962 y viceversa, sobre la crisis de los misiles en Cuba y que evitaron una guerra mundial. O, décadas después, las cartas sobre el desarme nuclear de Mijaíl Gorbachov al presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.

La correspondencia (pública y privada), puede abrir oportunidades en política. Que estas devengan históricas, dependerá de la altura de los líderes, de su habilidad y sentido de la responsabilidad y de que entiendan la naturaleza −simbólica y democrática− de las cartas políticas. Si quien las escribe, las plantea como una comunicación, renunciando a convencer o negociar, se equivocará. Quien las lea o responda renunciando a convencer o negociar, también se equivocará. Si es escenificación, estas cartas no harán historia, en absoluto. Si es correspondencia, pueden abrir una oportunidad.

Este blog tiene una divisa, una cita de James Baldwin: «Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.» Pues eso. Escríbanse. No se envíen comunicados. Escriban cartas, léanlas… y todo es posible.

Cuando lo considere oportuno

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 21 jul 2013

Mariano Rajoy está comprendiendo, a pesar de su querencia y de lo que le aconsejan, los límites políticos del silencio. Hemos pasado de la callada por respuesta a salir por la tangente, en boca de Soraya Sáenz de Santamaría y José Manuel García-Margallo, vicepresidenta del Gobierno y ministro de Exteriores, respectivamente. Ambos, entre el viernes pasado en la rueda de prensa del Consejo de Ministros y ayer en un encuentro con cancilleres europeos, han utilizado la misma forma: cuando lo considere oportuno (Rajoy) dará las explicaciones que hagan falta para «tranquilizar a la opinión pública» (según versión del Ministro). Y en la versión de la Vicepresidenta: «Como presidente del Gobierno rinde cuentas a los ciudadanos de la manera y en el momento que considere oportuno y no al servicio de la estrategia procesal de nadie ni de la estrategia política de otro, y dará las explicaciones que corresponda y las que se deban a los que nos debemos, que son los ciudadanos», aseguró.

Ambas precisiones sobre los destinatarios finales de las posibles explicaciones (opinión pública y ciudadanos) parece que dibujan un escenario distinto y alternativo (¿otro formato?) al de una comparecencia parlamentaria por iniciativa propia o como consecuencia de la moción de censura instrumental anunciada por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y a la vez identifican el control del tiempo (cuando lo considere oportuno) y el formato (una incógnita, de momento) a las atribuciones propias de un presidente del Gobierno o al cálculo político. Una atmósfera de reivindicación de autonomía democrática y de independencia política envuelven estas afirmaciones, en medio de un ambiente cargado, también, de conspiraciones, rupturas, chantajes y guerras fratricidas.  

Pero una explicación (la ofrecida) no es una justificación (la necesaria). Esto es lo que diferencia la arbitrariedad de la política democrática: que hay que justificar las explicaciones. Que hay que argumentar cuáles son las razones, los hechos y las valoraciones que llevan al Presidente a decidir cuál es el momento oportuno. Sin justificaciones, la política queda a merced del personalismo o del autoritarismo, aunque se barnice de halo democrático.

Rajoy puede creer que no ha llegado el momento, o que no debe, ni tiene la necesidad. Incluso, alejado definitivamente de la realidad, puede pensar que no es importante. De acuerdo, aunque la mayoría de las fuerzas políticas no lo crea así, junto a la inmensa mayoría de la opinión pública y no pocos ni irrelevantes medios de comunicación internacionales. Pero no puede ser el silencio argumental el contexto con el que podamos comprender su decisión. Silencio sobre los hechos y silencio sobre su silencio. Esta deriva le hunde, definitivamente. Incapaz de justificar sus decisiones, por muy equivocadas que estén o así lo parezcan para una sólida mayoría, la especulación sustituye a la argumentación.

Necesitamos explicaciones. Y justificaciones si no se van a dar. No hay otro camino. Sin ambas, el deterioro de la política es irreversible. La teoría de la justificación es la parte de la teoría del conocimiento que se ocupa del apoyo o respaldo que tienen las creencias informales (los puntos de vista) o las formales (las proposiciones lógicas o las teorías científicas, por ejemplo). Desde Platón ya sabemos que una justificación es requisito indispensable para que tales «creencias» constituyan conocimiento legítimo, es decir, sean consideradas válidas por una comunidad o grupo social.

Rajoy se juega la legitimación democrática de su poder político. Disociar, de facto, legitimación y poder es un despeñar por el acantilado toda nuestra arquitectura institucional. Rajoy puede aguantar hasta 2015, tiene el poder y la posibilidad. Pero cuando esta realidad se impone sin justificar (sin pedagogía) se abre el suelo bajo nuestros pies. Tiene el poder, pero cada día lo deslegitima más. Esta es la auténtica tragedia: el silencio no es autonomía, ni independencia, ni derecho democrático. Es justo lo contrario, o así se percibe.

«Cuando lo estime oportuno» es una explicación propia de otro tipo de régimen. No hay que justificar, se puede hacer, y punto. Los que la pronuncian, o la estrategia que subyace en ella, no son conscientes del inmenso daño que se hacen y que nos hacen. Y si lo son, es gravísimo.

SMS: Solo Mariano Sabe

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 14 jul 2013

Solo Mariano Rajoy sabe lo que significan estos mensajes cruzados con Luis Bárcenas. Solo Rajoy puede explicar qué significan los agradecimientos, las muestras de afecto, las llamadas y las citas, así como las apelaciones a la resistencia (¿física, emocional, jurídica… política?) con las que el Presidente alecciona y anima al extesorero; ayer amigo honorable, y hoy delincuente (según el propio PP).

Solo Mariano sabe, mejor que nadie, cuál es el camino a seguir. Solo él sabe cuánto daño puede hacerse a sí mismo (y a lo que representa). Si se mantiene en la estrategia actual, solo él sabe cuántos sms, papeles, sobres, pactos, instrucciones, reuniones o grabaciones puedan existir. Tanto si escribió, firmó, recibió, acordó, instruyó, anticipó o dijo… como si no lo hizo, solo él lo sabe. De momento. Solo de momento.

Solo Mariano sabe si España y su Gobierno pueden parecer sometidos a un chantaje o una extorsión. «Esto no es fácil no hay que equivocarse. Tranquilidad… es lo único que no se puede perder», escribía Rajoy a Bárcenas hace tan solo unos meses, conocida ya la imputación y la gravedad de los delitos. No Presidente, no. No es solo la tranquilidad lo único que no podemos perder. Se me ocurren otras virtudes, estados de ánimo y palabras. Como por ejemplo: verdad, transparencia, legalidad, honorabilidad, ejemplaridad, honestidad, política y democracia.

Solo usted sabe, señor Presidente, qué hay que hacer, porque solo usted sabe lo que hizo, o no. Cada día que pasa sin conocer su versión, aumenta la sensación de acusación. Hablemos de lo importante. Hablemos de usted. No espere los titulares del día siguiente. Ofrezca los suyos.

Hablar de lo importante

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 10 jul 2013

Mariano Rajoy ha introducido una nueva variante en su estrategia de incomunicación. Al silencio habitual como respuesta se suma ahora el relativismo moral y político: «No se habla de lo importante y sí de lo que no es lo mejor». Estas sorprendentes declaraciones las ha realizado en su intervención durante el acto celebrado en la fábrica de General Motors en Zaragoza (en el que esta empresa ha confirmado la buena noticia de la fabricación en su planta de un nuevo modelo a partir de 2014). Y en el que, a la vez, coinciden con la demanda −unánime− del conjunto de fuerzas políticas del Parlamento para que dé su versión sobre los papeles de Bárcenas, petición que se acompaña de gestos adicionales en forma de plante contundente o carta sugerente

Hay, quizá, un cambio en la estrategia de Rajoy. El silencio era perverso, pero siempre ha ido acompañado de la negación de las evidencias, fueran fotocopias u originales. «Ahora son papeles en colorines», ha afirmado −frívolamente− el portavoz adjunto del PP en el Congreso, Rafael Hernando, que ha justificado el mutismo de Rajoy al asegurar que lo único que ha cambiado es que hemos pasado del «blanco y negro» a los «colorines». Pero el cambio, incluso aún más preocupante, es considerar esta nueva revelación (que ha provocado una inmediata reacción judicial con nuevas comparecencias urgentes) como irrelevante, o poco importante, al lado de los grandes temas que nos afectan y nos deben preocupar. O deberían, si atendemos la exigencia de relativismo informativo, también. Pronto dirán que es del pasado…, y que hay que mirar hacia el futuro.

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Revilla o el triunfo de la ‘politaintment’

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 06 jul 2013

Revilla«Oigo que Bárcenas juega al mus con los presos en la cárcel, los despluma seguro». Con esta humorística frase se descolgaba el martes Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria, en su cuenta de Twitter. Tuvo 750 retuits. En su cuenta de Twitter tiene cerca de 332.000 seguidores, a los que responde y con los que interactúa diariamente. Es, en términos de la Red, una estrella online. Y no es futbolista ni artista. Sus ocurrentes frases, llenas de guiños políticos y de humor, son rápidamente difundidas.

Revilla es todo un fenómeno, pero no solo en la Red, a la que mima y escucha, sino también en cualquiera de sus actos en toda España y en todos los medios de comunicación, que luchan por tenerle en pantalla. La excusa inicial fue la presentación de su libro, «Nadie es más que nadie» (que es número uno en ventas y va ya por la edición número 23, tras agotar 200.000 ejemplares), pero sus entrevistas y declaraciones han dado mucho de que hablar, tanto, que es toda una estrella y uno de los políticos mejor valorados de España. No lo es estrictamente por su gestión (en 2011 perdió las elecciones cántabras) sino por lo que dice y, sobre todo, por cómo lo dice. Sus apariciones en prensa y televisión, además, le granjean la simpatía del público por sus críticas mordaces al resto de políticos, especialmente al Gobierno. Revilla se vende como un político diferente y dice (o piensa) exactamente lo que la ciudadanía quiere escuchar, con críticas constantes a los políticos por su gestión de la crisis y sobre el contexto político actual.

Hay algo «gore» en sus críticas. Se regodea ridiculizando al poder.  Se aprovecha del enorme descrédito de la política y de los partidos. Es, en parte, un exponente de la política bufa, la que sustituye el argumento por el chiste, la crítica por el chascarrillo. Es la revuelta cómica. Tan inocente como demoledora. Se trata, parece, de reírse de los demás, descubriendo sus debilidades, ridiculizando supuestos encantos o atributos. Señalando sus errores. La multitud, en forma de audiencias ávidas de nuevas sensaciones, ataca a sus políticos o famosos. Una revuelta cómica sacude los pilares de confianza y reputación de aquellos que se consideran intocables.

Como político, ya era popular entre la población española por su estilo dicharachero, por sus chistes y apariciones en programas de TV, como el de Buenafuente. También por llevar siempre anchoas a La Moncloa en las entrevistas con su inquilino, a las que llegaba en taxi. Ahora ha continuado y mejorado exponencialmente su visibilidad pública. Invitado en El Hormiguero, cocinando −y ganando− a Chicote en un concurso de cocina… las cadenas se pegan por tenerle cerca, porque sea el plato fuerte de sus programas, con lo que tienen asegurado unas risas, contenidos siempre interesantes y, sobre todo, una buena audiencia. 

En el siglo XXI, el politaintment triunfa. Los medios de comunicación lo necesitan para conseguir mantener o aumentar a su audiencia, y Revilla lo borda. El objetivo no es solo informar al público, sino también divertirle, entretenerle. El expresidente cántabro dispone de esa gran capacidad de comunicación, donde domina perfectamente los fundamentos de la cultura popular, desde el refranero hasta el conocimiento básico de la economía primaria (la vinculada a la agricultura y al mar), que tienen siempre un cariz muy pedagógico. No aburre, no alecciona, solo dice lo que piensa y lo que queremos escuchar en un político. No es, exactamente, un populismo tremendista y apocalíptico, sino que está basado, a menudo, en el humor, en la empatía, en ser uno más, como cualquier ciudadano. Revilla, el que antes fuera un político, hoy se comporta como alguien distinto, más que un cómico. Es el reflejo de la política cómica, que se abre paso −con pretensiones electorales− en Italia o Islandia, como antes lo hizo en Francia o en Estados Unidos. Aquí reside su secreto. Es tiempo de irreverentes, sarcásticos y bufos. La risa y la guasa como sucedáneo de la indignación.

Foto: Javier Cotera

El País

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