Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

El insoportable coste de la corrupción

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 20 ago 2013

1. El Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) es una iniciativa, en el marco del Consejo de Europa, creada para estimular e impulsar la lucha contra esta lacra. El pasado 11 de julio, GRECO publicaba el “Segundo Informe de Cumplimiento en España”. De las quince recomendaciones del último Informe todavía existían nueve que no se habían aplicado o solo muy parcialmente. No es la única Institución que nos alerta de las graves deficiencias de nuestro sistema y de las insuficientes medidas adoptadas para combatir la corrupción. Las alertas y recomendaciones de GRECO coinciden, también, con el Barómetro Global sobre la Corrupción (2013) realizado por la ONG Transparencia Internacional.

2. España es el primer país de Europa en blanqueo de dinero. Un informe (ver página 188) de la Secretaría de Estado norteamericana, del pasado mes de abril, denuncia que España es el principal país de Europa en blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico y el crimen organizado. Es uno de los 64 países del mundo, contando los paraísos fiscales, que Estados Unidos incluye en la lista de destino de blanqueo de capitales, aunque reconoce que se han hecho avances significativos en los últimos años. Pero queda mucho por hacer. Y aunque el dato es demoledor, no hay ninguna pregunta parlamentaria en el Congreso sobre el tema, aunque algunos medios se hicieron eco del mismo. Curiosamente el Gibraltar Chronicle destacó la noticia de manera relevante.  

3. Un estudio reciente de la Universidad de Las Palmas (ULPGC) se atreve incluso a cifrar en 40.000 millones de euros el coste social de la corrupción en España, fenómeno que según ese estudio tiene una dimensión "mucho mayor" que la que reflejan las estadísticas oficiales. Con un método centrado en el análisis de su impacto sobre la calidad de vida de los ciudadanos, afirman, rotundamente, que “la corrupción nacional es mucho mayor que la reflejada por las estadísticas oficiales". Algunos expertos consideran, incluso, demasiado baja esta estimación.

Los tres Informes, de procedencia y naturaleza muy diversa (aunque de solvencia contrastada) tienen en común la contundencia de la alerta, la reiteración continuada de la misma, y la constatación del daño económico, además del moral y político, que causa la letal combinación de corrupción con otros delitos asociados como el blanqueo de capitales.

El Gobierno, y el Presidente Mariano Rajoy en cabeza, no pueden postergar más el combate frontal y sin cuartel contra la corrupción, aunque el frame (el marco mental) le asocie con el caso Bárcenas y las desgarradoras consecuencias políticas y electorales que tiene para el PP. Rajoy aprobó, en el pasado Debate del Estado de la Nación, una batería de medidas con el apoyo casi total de la cámara y la abstención de la izquierda como medida de denuncia por no referirse, en aquella ocasión, al innombrable. Pero meses después, la comisión que debía impulsar y supervisar estas medidas solo se ha reunido una vez desde el anuncio de su creación.

La sociedad española muestra signos de agotamiento total frente a la corrupción. Los datos demoscópicos son tenaces y crecientes, y certifican la paciencia desbordada de la opinión pública y su grave preocupación. El CIS la sitúa como el segundo problema del país. Una mezcla peligrosa de abatimiento (“siempre igual…”), indignación (“basta ya…”), rabia general (“todos son igual…”) y desesperanza (“no hay nada que hacer”…) crean un clima hostil contra la confianza política en nuestra economía, en nuestras instituciones, y en la democracia. Nueve de cada diez españoles siguen viendo mal la situación económica y un tercio cree que empeorará en un año.

El Presidente Rajoy proclama siempre que nada le distraerá de afrontar los problemas del país y que nada le impedirá primar el interés general por encima de cualquier otro. Pues la corrupción no es solo ya el segundo problema sino que subyace la convicción, cada vez más extendida, que no saldremos de la crisis sino vencemos a la corrupción y los delitos asociados a ella. En particular la corrupción política, pero no solo la que afecta a nuestros representantes sino al conjunto de las élites sociales y económicas del país.

Rajoy no podrá aducir ignorancia. Informes y datos confirman las sospechas, las dimensionan, las relacionan y muestran sus efectos e insinúan sus causas. Tampoco podrá auto eximirse por desconocimiento: aprobó él mismo las medidas que se necesitan y no se desarrollan. Y tampoco podrá pedir paciencia o calma, ni sugerir que no se exagere el problema.

Rajoy lo confía todo a la reactivación económica. La suerte de España, la del PP y la suya personal. Pero ahí está su confusión, su error y su equívoca justificación. Un riguroso estudio de las elecciones desde 1945 en Europa, con más de 1.100 observaciones y análisis, desmontan la simplicidad teórica que atribuye rédito electoral a un Gobierno (sea cual sea u orientación) cuando la situación económica mejora. Pues no es cierto, o no se puede asegurar ni sustentar empíricamente con los datos o las series estadísticas. Este estudio, recogido en el libro Las promesas políticas de José María Maravall, es la base de un preciso y meticuloso trabajo de análisis que desmonta tópicos y falsas creencias.

“La gente vota a un partido en particular porque piensa que ese partido le representa mejor que otro” (Przeworski, 2010). Esa es la clave decisiva que Rajoy parece ignorar. Mientras Rajoy tienda a considerar a los electores como ciudadanos vulnerables, desmemoriados, dóciles e interesados seguirá creyendo en su particular cuento de la lechera (el que le cuenta su asesor para asegurarle que todo vendaval amaina y que cuando escampe, él estará ahí para recoger los frutos de su paciencia y determinación). Pero no hay suficientes datos consistentes y comparables que le aseguren que resistir es vencer. Mejor será entonces que se ocupe, y a fondo, de combatir la corrupción y no esperar que sea solo la Justicia quien haga el trabajo que también le tocaría hacer a la política. O será imposible que una nueva mayoría se sienta “representada” por un partido que ignora las preocupaciones de la ciudadanía.

 

Errores y mentiras

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 13 ago 2013

En el libro Els Mandarins, su autor −Rafael Nadal− recoge una afirmación de Mariano Rajoy refiriéndose a los ciclistas en las competiciones de élite: «A ver, si todos se dopan, ¿dónde está el problema? Al final, el que gana sigue siendo el mejor». Nadal es un periodista con una larga trayectoria profesional y estoy seguro de que no se arriesgaría a transcribir una demoledora frase así, si no fuera cierta. Con los meses, aquel pensamiento deportivo se ha convertido en algo más que una reflexión peligrosamente inconsciente e irresponsable. Se nos muestra como un síntoma o una revelación. Una manera de entender la vida. «¿Dónde está el problema?», se preguntaba el Presidente, «si todos se dopan»…

Esta banalización resulta preocupante. Tanto como el relativismo moral y político. Refleja aspectos de la personalidad del Presidente sin los cuales no podemos entender lo que ha pasado, lo que pasa… y lo que puede suceder. Probablemente, Mariano Rajoy sienta una profunda irritación al ver que quien le acusa ahora fue acusado −y condenado− en el pasado; quien le ataca, fue antes aliado; quien le traiciona, antes fue beneficiado. Es decir, puede sentir −en lo personal− que la confrontación política por el caso Bárcenas es farisea, torticera y desleal. Además de considerarla inoportuna y antipatriótica, acusando de ello gravemente a la oposición, en el pleno del pasado día 1 de agosto. Pero no se trata de lo que siente Rajoy… sino de lo que es. De lo que ha dicho y de lo que ha hecho. Y de la concordancia entre lo que piensa, dice y hace. Eso es la política democrática. O debería serlo.

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Rajoy entre Margallo y Morenés

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 11 ago 2013

Probablemente, la ciudadanía no sepa qué está pasando exactamente, ni cuáles son los problemas concretos. Pesan más los antecedentes. Es decir, vemos el presente con el pensamiento del pasado, con las imágenes antiguas, con sus tópicos y sus clichés. El pasado nos impide imaginar el futuro, mientras distorsiona el presente. Y solo vemos que, otra vez, Gibraltar ocupa los titulares y las declaraciones. Es como las viejas historias familiares de rencillas y conflictos: las reacciones siempre son mucho peor que el recuerdo de las causas originarias del problema. Lo que transforma una tensión en una crisis es, siempre, la reacción.

Hay quien pensará (dudará, sospechará… −este es el resultado de la credibilidad de Mariano Rajoy−) que esta escalada de tensión diplomática con el Reino Unido es parte de una sofisticada y calculada estrategia de distracción del caso Bárcenas, por ejemplo. Una cortina de humo, se dice en el lenguaje de las estrategias de comunicación política (por cierto, no dejen de ver la película que con el mismo nombre protagonizaron Dustin Hoffman, Robert De Niro y Anne Heche. En Latinoamérica se distribuyó con el nombre «Mentiras que matan»). Y otros pensarán que el Gobierno actúa honestamente en defensa de los intereses de España y de los españoles, sin pretender rédito al lesionado crédito político del Presidente.

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Fin de la cita

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 01 ago 2013

Mariano Rajoy no ha subestimado este debate. No ha sucumbido a la tentación de diluirlo en el tedio político y ambiental. Ha llegado a la tribuna (forzado por los “irresponsables que han hecho un uso fraudulento de la moción de censura y de la Constitución”) consciente de sus problemas, que no son pocos: con su credibilidad bajo mínimos (los ciudadanos creen antes a un delincuente que a él).

En este contexto, ha cogido el toro por los cuernos con una estrategia ofensiva (al ataque y acusatoria). Una estrategia gradual. Rajoy ha dado “su versión”: una rectificación ('me equivoqué'), una acusación patriótica (a ’los insidiosos o irresponsables’) y una explicación de valores y actitudes sobre la presunción de inocencia en un estado de derecho. De los 'hechos' (sobre la verdad o falsedad de los mismos) hablará la justicia… y el tiempo.

Rajoy ha jalonado, permanentemente, su discurso con citas literales de Alfredo Pérez Rubalcaba para convertirlas en un boomerang acusatorio. Cada expresión era finalizada con el popular #findelacita (trending topic total). El tono y el gesto acompañaban el martillo picón de Rajoy. La idea era presentarse como víctima de un "moción de confianza fraudulenta", propia de un "saboteador", que actúa por "conveniencias particulares e intereses partidistas", algo "irresponsable", "poco serio y solvente" propio de un "caprichoso". Las citas textuales de Rubalcaba han sido palanca ganadora de Rajoy. El ataque ha sido frontal. Puentes rotos, definitivos. Rubalcaba ha devuelto el golpe: “Usted utiliza mis citas, yo utilizo sus sms. Que son los de un socio hacia otro socio en apuros. O los de un socio a otro que le puede poner en apuros”.

Rajoy ha tenido un repentino brote de sinceridad, los auténticos brotes verdes de la política y la democracia: "Confié en un falso inocente, pero no encubrí a un presunto culpable". Mientras afirma que el resto es falso y que nadie podrá demostrar una actividad ilícita, ni suya ni del PP. Ha reconocido los sobresueldos (pagar por un trabajo extra) y ha dicho que son "de justicia". Pero no hay contabilidad B y "he declarado siempre todos mis ingresos". O sea, ni financiación irregular, ni fraude fiscal. Rajoy ha mostrado en esta parte de su discurso una versión contundente. Tres veces dice que es falso “lo que dice el extesorero", aunque reconoce que "di crédito al señor Bárcenas", en una expresión equívoca en su literalidad. Pero lo justifica en la confianza y después de ver como las "cacerías" (políticas, mediáticas y judiciales) en otros casos casi siempre eran interesadas... y casi nunca ciertas.

Rajoy, en dos palabras: "me equivoqué". Ayer fue: "es falso". Un giro copernicano en la estrategia de comunicación que incluye un ataque frontal: las críticas son (casi) antipatrióticas e irresponsables en un momento delicado de nuestra economía y de la confianza exterior. La acusación de traición (a España) flota en el ambiente. La moción de censura es "pueril y causa un daño irreparable".

En algún plano de la retransmisión televisiva se ha visto a la Vicepresidenta pasando hojas (entiendo que siguiendo la literalidad de la comparecencia). Ha sido un señal inequívoca de centralidad y autoría, así como consultando su móvil (llamadas y mensajes) en lo que parece un trabajo en equipo y coordinado dentro y fuera del hemiciclo. En definitiva, un discurso trabajado y trabado. Una pieza sólida, al ataque y con la voluntad desviar la atención: los jueces ya decidirán, pero hoy podemos juzgar a las personas y a sus intereses políticos. Rajoy se ha preparado y ha preparado el terreno para una estrategia de combate. Ya lo ha dicho: no tiene que demostrar que es inocente (así es en una democracia) pero los demás tienen que demostrar sus acusaciones o, en caso contrario, son insinuaciones desleales, antipatrióticas e irresponsables. Fin de la cita.

PD adicional a las 11.31h: "El día en que un #hashtag se hizo discurso político. #findelacita es el intento (el ‘claim’) de Rajoy de poner #finaldebate sobre él y Bárcenas. ¿Lo conseguirá?" Gracias a los lectores y lectoras por vuestra complicidad en forma de lectura, crítica o difusión. Saludos.

PD 12.53h: #findelacita está entre paréntesis en el PDF del discurso de Rajoy. http://tinyurl.com/plm64xq  Era una acotación, parece, no texto. Al leerlo literal, lo "lanza" y lo convierte en "bandera" de comunicación y en un fenómeno imprevisible, que también puede ser un boomerang. Ya hay, incluso, un blog-agregador (y un dominio) con el concepto http://findelacita.com/

El País

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