Pedro Sánchez acierta al insuflar toda su oferta política de energía movilizadora. Sabe que el optimismo es tan contagioso como el pesimismo. Y el PSOE tiene los biorritmos bajos. Parece un dinamizador más que un líder carismático. Su fuerza es la energía positiva con la que quiere transmitir e impregnar toda su actuación. Pasión frente a teoría. Coraje frente a melancolía. Acción frente a introspección. Aquí, quizá, también podamos encontrar algunas claves de su éxito entre los militantes. Quieren creer antes que pensar. El PSOE se agarra al brío de Sánchez.
El optimismo en política es clave. Y en la comunicación política, más. Los tristes (casi) nunca ganan elecciones. Tali Sharot, neurocientífica en la University College of London, estudia el sesgo optimista como factor evolutivo para la supervivencia. Esta condición mejora las condiciones de adaptación, desarrollo y éxito de las personas. Y de las organizaciones. La inteligencia emocional es irrefutable como ciencia que explica las relaciones causales entre los resultados y los comportamientos, también en política. La íntima relación entre actitudes y aptitudes es una poderosa ecuación sin la cual no es posible comprender por qué la energía positiva genera cambios que parecen imposibles.
Sánchez, con su comunicación no verbal y su puesta en escena, parece muy consciente de la enorme capacidad tractora de las percepciones. Y frente a un partido agotado, envejecido, melancólico y deprimido ofrece una cuidada combinación de fuerza, juventud, energía y optimismo. Pero el PSOE no sólo necesita brío renovador, sino pensamiento y reflexión para comprender y entender los cambios que se han producido en la sociedad española y en el electorado progresista. Cambios que son culturales, de fondo.
¿Por qué cómo hacemos las cosas significa tanto? Porque reflejan, en parte, el fondo de nuestra propuesta. Si el cómo es relevante, el por qué es definitivo. Y es aquí donde Sánchez y su equipo tienen una gran oportunidad por la que se medirá el tamaño, la duración y la profundidad de su liderazgo. Resolver la pregunta fundamental: ¿por qué los electores deben continuar, volver o pensar en votar al PSOE? ¿Por qué? Algunos de sus principales compañeros y compañeras proclaman y reclaman, con simplicidad, que la clave es el «orgullo de partido» y «volver a ser los de antes». Pero no se trata (simplemente) de mejorar la autoestima y relamerse en la añoranza. Cuando quieres que vuelva algo, no te mueves, esperando. Justo lo contrario de lo que, quizá, hay que hacer.
Esther Duflo, economista del Massachusetts Institute of Technology, estudia el «factor esperanza» en la efectividad, por ejemplo, de los planes e intervenciones en la lucha contra la pobreza. Y documenta y acredita cómo la esperanza se convierte en el elemento decisivo para obtener resultados impensables. Sánchez, que ha escrito en un libro reciente sobre La nueva diplomacia económica española, conoce el valor de los intangibles en los éxitos económicos y en los planes de desarrollo. Los intangibles son muy importantes en la comunicación (política) y en la gestión de procesos. Sánchez ofrece dosis de esperanza. Es inevitable que su estilo reencarne (y recuerde) patrones y estilos de éxito socialista. Paradójicamente, es su activo y también su pasivo. Puede parecer nuevo y, a la vez, ya conocido por recordado o por previsible.
El brío tiene, además de su efecto movilizador, tractor y contagioso, algo de desafío. Y los retos son un estímulo fundamental para las organizaciones y las personas. El escritor Johann W. Goethe decía: «Sé osado y fuerzas poderosas te ayudarán… Lo que puedes hacer o pensar que puedes hacer, hazlo, porque la determinación contiene magia, poder y genialidad». Es cierto, la osadía es condición necesaria. Pero los desafíos del PSOE no necesitan sólo hormonas, sino neuronas. Si Sánchez combina ambas tendrá una oportunidad. Pero solo una, seguramente.
(Arículo publicado el domingo 27 de julio a las 7:45h)