Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Últimas entradas

Pujol, desnudo

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 26 sep 2014

En su arrogante réplica, Jordi Pujol ha afirmado que nadie como él se había desnudado así en el Parlament. Y es cierto, pero no se ha desnudado por lo que ha dicho, sino por cómo lo ha dicho. Sí, más desnudo que nunca, aunque se envuelva en la historia familiar y en los 40 años de servicio a Catalunya. Su réplica sin respuestas a las preguntas incómodas (¿cómo podía imaginarse que no lo serían tras su declaración de julio y su intervención en la Comisión?) ha mostrado −sin filtros− a una persona que todavía no ha comprendido lo que pasa. O sí.

El formato de la comparecencia de Jordi Pujol (30 minutos de intervención inicial y una respuesta conjunta a todas las intervenciones de los grupos parlamentarios), así como el día elegido (viernes por la tarde) y las circunstancias políticas que la acompañan (con la agenda centrada intencionadamente en la firma de mañana de la Ley de Consultas y del Decreto de convocatoria del 9N por parte de Artur Mas) favorecían el trámite parlamentario de Jordi Pujol y su historia. Pero con su réplica ha revelado algo más que la verdad. Que su reacción parece una evidencia de lo que niega.

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La astucia en política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 23 sep 2014

«La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante». Con esa frase, atribuida al poeta griego Arquíloco, comenzaba Isaiah Berlin su influyente ensayo El erizo y la zorra de 1953. Para Berlin, están los erizos que «lo relacionan todo con una única visión central, con un sistema más o menos congruente o integrado, en función del cual comprenden, piensan y sienten –un principio único universal y organizador que por sí solo da significado a cuanto son y dicen–»… y las zorras, «quienes persiguen muchos fines distintos, a menudo inconexos y hasta contradictorios, ligados si acaso por alguna razón de facto, alguna causa psicológica o fisiológica, sin intervención de ningún principio moral ni estético». Con esta distinción, Berlin agrupó y clasificó a los filósofos: Platón, Hegel, Nietzsche, Proust y Dante son erizos. Herodoto, Aristóteles, Montaigne, Molière, Goethe y Balzac son zorras.

La tentación de hacer el ejercicio clasificatorio con nuestros políticos y políticas es estimulante…, y sugerente. Como ya se ha hecho, por ejemplo, en el mundo del management empresarial con Good to Great: Why Some Companies Make the Leap... and Others Don't de Jim Collins. Pero volvamos a la política: ¿Qué animal es Rajoy, Mas, Lara, Díez, Iglesias o Sánchez? ¿Quiénes son zorros y quiénes son erizos? Las comparaciones entre animales y liderazgos políticos son frecuentes en la comunicación política, hasta el punto de que a muchos políticos se les conoce por el animal que representan. La pregunta sobre nuestros zorros y erizos parece oportuna ahora que, con tics fariseos, a algunos les sorprenda –o les preocupe o les irrite– la apelación a la astucia que ha hecho, recientemente, Artur Mas. «Determinación, firmeza, habilidad y astucia» son las claves, afirma el president, para el éxito de su pulso político.

A los zorros se les atribuye astucia y cautela, casi cobarde. Y a los erizos instinto y seguridad, no siempre fundada. Movimiento frente a firmeza. Iniciativa frente a pasividad. Sus fortalezas se nutren de dos maneras de ver a los demás y de verse a sí mismos. Pero las habilidades en el comportamiento que deben desarrollar ambas naturalezas animales son bien distintas. Vargas Llosa, en el interesante e imprescindible prólogo que escribe a la edición española del libro de Berlin, explica: «la zorra está confinada en lo particular. Para ella, en última instancia, lo general no existe: sólo existen los casos particulares, tantos y tan diversos unos de otros que la suma de ellos no constituye una unidad significativa sino, más bien, una confusión vertiginosa, un magma de contradicciones». Y continúa: «Disfrazado o explícito, en todo erizo hay un fanático; en una zorra, un escéptico. Quien cree haber encontrado una explicación última del mundo termina por acuartelarse en ella y negarse a saber nada de las otras».

La referencia a la astucia de Artur Mas ha recibido severas críticas. Aunque astucia es también lo que argumenta reiteradamente Podemos –en su reciente documento aprobado– para justificar, por ejemplo, por qué no deben presentarse a las próximas elecciones municipales. En el caso de Mas, a su astucia se le atribuyen connotaciones perversas, frívolas o irresponsables. Sus opositores muestran su irritación. Sus seguidores, sonríen indisimuladamente. Pero más allá de estas consideraciones, la astucia en política es clave. Y decisiva. Sustituir –o complementar– los argumentos por las habilidades que los harían posibles, creíbles o realizables es parte de la tradición política. Maquiavelo, en El Príncipe, señalaba: «conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca experiencia».

En las próximas horas, descubriremos la combinación –y su compatibilidad– de los conceptos «determinación, firmeza, habilidad y astucia» de Mas. La política se desplaza –o se instala, definitivamente– en el mundo táctico. Con el cálculo día a día, aunque los desafíos políticos se envuelvan de razones centenarias y futuros seculares. La táctica se ha apoderado del debate político, de la agenda política y del horizonte político. En términos de comunicación, nuestros líderes deberían releer las fábulas clásicas. Y estudiar a liebres y tortugas, zorras y erizos. Del comportamiento animal podemos seguir aprendiendo para conocernos mejor y para comprender a los demás. La política es ya una fábula permanente. Pura zoología.

Abrir los ojos

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 11 sep 2014

Como no hay marco (legal), no hay causa ni problema (político). Sólo alguien que renuncia a la política, como práctica para canalizar el acuerdo y el bien común, puede aplicar esa secuencia procedimental para resolver los desafíos. Mariano Rajoy, con su estrategia inmóvil frente a los retos en Catalunya, se enfrenta a un grave riesgo: que quizá teniendo parte de la razón (jurídica) pueda perder toda la credibilidad (política), al parecer que se desentiende de las causas de los problemas que subyacen en el contexto catalán actual. Ataca la forma (la consulta «ilegal», dice), pero olvida el fondo (el derecho a decidir, tal y como lo vive y lo piensa una mayoría muy amplia de ciudadanos catalanes).

Cerrar los ojos. Esperar a que amaine. Hacerse el sordo. Esta no puede ser la fórmula. Porque ni mirar para otro lado, o desenfocar la realidad, ni esperar a que el tiempo –o las contradicciones o los errores de la política catalana–  resuelvan el problema, ni el hecho de no darse por enterado van a permitir a Rajoy liderar la respuesta adecuada. El Presidente corre el peligro de que su inacción empiece a ser percibida como el principal riesgo, paradójicamente, para lo que dice defender: la unidad de España y el estado de derecho. O lo que sería peor: que detrás de su calculada inmovilidad se esconda una estudiada estrategia que perseguiría como objetivos la ingobernabilidad de Catalunya o su colapso. Si se sospecha que Rajoy aplica el «cuanto peor, mejor», su credibilidad estará seriamente cuestionada y dañada.

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Rajoy y Sánchez, a la carrera

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 01 sep 2014

Rápido, rápido, rápido. Rajoy y Sánchez están a la carrera, sin tregua, con una cantidad y calidad de propuestas reformadoras democráticas inauditas, o impensables, hasta hace muy pocas semanas. Tan rápidos que no se puede ni analizar suficientemente –con la calma y atención que merecen- ni evaluar las medidas, su impacto y sus posibles puntos de acuerdo, a pesar del tacticismo que atenaza casi siempre a los líderes políticos.

Rápido porque sienten que van tarde, muy tarde (en las reformas democráticas). Rápido porque queda poco tiempo (para las próximas elecciones y porque los datos demoscópicos son brutales en cuanto a desafección causada por la corrupción y el funcionamiento democrático). Rápido porque la competencia aprieta (por la irrupción –extraordinaria disrupción- de Podemos y su discurso regeneracionista, sin concesiones). Más que nunca el poeta explica mejor que nadie la agitación, casi desesperada, del PP y del PSOE en esta competición acelerada: “Cuando las horas decisivas han / pasado / es inútil correr para / alcanzarlas” (Sófocles). ¿Será inútil lo que proponen, ahora? Pienso que no.

Esta aceleración es forzada por la realidad y por la presión social. Pero no por ello debe ser desconsiderada por los sectores sociales y políticos que han exigido reacción y cambios en la política formal y, en particular, en las dos grandes fuerzas políticas. La descualificación ad hominem, venga de donde venga, es perversa y prejuiciosa. Y nos aleja del debate democrático para enlodarnos en la trinchera ideológica y sus trincheras sectarias. Se abren oportunidades. Lo deseable es explorarlas. Entre los partidos y con la sociedad.

Las urgencias casi nunca son buenas consejeras en política. Pero el empecinamiento, la pereza, la arrogancia acomodaticia, todavía son peores. La inacción es peligrosa, cuando lo que está en juego son valores y principios que se perciben conculcados por prácticas y comportamientos políticos que desprecian las leyes y la ejemplaridad política y moral, sin las cuales no hay ejercicio de la representación política en democracia.  

El empecinamiento en el error es una de las características menos estudiadas en el uso del poder político, pero que tiene patrones de comportamiento a lo largo de la historia. En el extraordinario libro de Barbara W. Tuchman, La Marcha de la Locura [The March of Folly, 1984] la autora aborda un asunto tan turbador -e incomprensible- como la paradójica omnipresencia, a lo largo de los siglos, de la insensatez y la irracionalidad en el gobierno. “Y en todos ellos descubre un denominador común: el empecinamiento por parte de los gobiernos, y en particular de individuos obsesionados con el poder, en políticas contrarias al interés general, a pesar de tener la posibilidad de recurrir a otras alternativas viables”.

La urgencia competitiva con la que hemos iniciado el curso político, así como la agenda de temas y fechas claves y decisivas, pueden imponer un ritmo frenético de hechos consumados que impidan los debates, las negociaciones, y los pactos –amplios, transversales, políticos y sociales- que permitan que estas reformas sean profundas por compartidas. Útiles por plurales. Oportunas por participadas. Aceptadas por discutidas. Rapidez es lo que casi siempre se le pide a la política. Pero cuando esta llega tarde y mal, lo mejor –más que ir rápido- es hacerlo bien, y mucho mejor que con anterioridad.

El País

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