Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

El relato de Rajoy

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 24 feb 2015

«La legislatura no ha terminado» ha dicho el Presidente. Y por lo visto y escuchado hoy en su intervención, bien podría ser que Mariano Rajoy tampoco hubiera terminado su ciclo. Al contrario. Su discurso, su tono, su relato y su estilo demuestran que Rajoy va a por todas sin renunciar ni un milímetro a sí mismo. Hoy se ha reivindicado tanto políticamente como personalmente (este punto psicológico cada vez es más evidente). Una reivindicación que es oferta electoral.

«Seré un presidente previsible, patriota, independiente, moderado y resolutivo» decía Mariano Rajoy. ¡Y ya lo decía en 2008! La previsibilidad es su gran virtud. Es su manera de ofrecer seguridad, ya que no siempre despierta confianza o consigue valoración positiva. Rajoy no sorprende, a veces ni reacciona (para irritación de muchos), pero son su inmovilidad y su previsibilidad lo que le convierten en un líder sin adornos. Hoy ha sido más previsible que nunca. Incluida la ausencia de autocrítica. Ninguna.

Rajoy no se recrea, no pretende gustar, sólo ofrecer solvencia y rigor: «Me comprometo a decir la verdad, sin adornos y sin excusas. Al pan, pan y al vino, vino», dijo en su discurso de investidura. Le gustan las frases tan básicas como ausentes de épica o poética: «Se ha hecho lo que se debía hacer», ha dicho en una de sus sentencias tan insustanciales como de sorprendente eficacia. Su reiterada alusión a aquel discurso de hace tres años es su manera de pasar cuentas con la oposición, y a los que, a su juicio, dudaron y cuestionaron sus medidas y sus promesas. Rajoy recuerda el pasado como una forma de pasar cuentas, de advertir de los posibles retrocesos, de justificar sus decisiones y de exhibir resultados. Antes y después. Ayer y hoy. Es su manera de hablar del mañana.

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Guía para seguir el #DEN2015

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 23 feb 2015

Los debates del estado de la nación son la cita más esperada en la vida política parlamentaria y el momento en el que se miden los liderazgos políticos de sus protagonistas. Este año coinciden algunas circunstancias que lo hacen muy especial. Una de ellas, que el debate que se celebrará es el número veinticinco; otra, que el líder más valorado (según algunas encuestas) no estará en el hemiciclo; y acabando, por ejemplo, con el hecho de que la fuerza política que está cambiando las ecuaciones políticas en España no sólo no estará en el Pleno sino que celebrará fuera su particular duelo con el presidente Rajoy.

Por todo ello, y por otras razones, este debate será relevante. El último de esta legislatura. El decisivo. Todos los discursos irán a buscar a los electores indecisos y a retener o recuperar a los perdidos. Hay una enorme volatilidad en la fidelidad electoral. He elaborado esta breve Guía para seguirlo.

1. Introducción. El Debate de Política General sobre el Estado de la Nación es el formato de control parlamentario anual que permite a los diputados evaluar la gestión del Ejecutivo y que defiende el presidente del Gobierno en el hemiciclo. El debate se convoca anualmente, con alguna excepción que coincide casi siempre con la celebración de elecciones generales. En esta ocasión, el debate durará tres días. Aquí se puede consultar el orden del día y su desarrollo. La sesión se inicia el martes, 24 de febrero, a las 12 horas, con la intervención del presidente del Gobierno, que no dispone de un límite de tiempo.

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La política en tiempos de WhatsApp

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 12 feb 2015

WhatsApp

Desde el 21 de enero se encuentra disponible la plataforma que nos permite utilizar WhatsApp en navegadores web. «Hoy, por primera vez, millones de ustedes tienen la oportunidad de usar WhatsApp en el navegador Web de su computadora», decía el post del anuncio. Y con aquello de los millones de usuarios no exageraban: WhatsApp ya ha superado los 700 millones de usuarios activos mensuales, según un mensaje de su cofundador y CEO, Jan Koum.

El vertiginoso crecimiento de WhatsApp (del 55 % en sólo un año) se debe al aumento —también vertiginoso— de los teléfonos inteligentes entre la población mundial. Actualmente resulta extraño encontrar un smartphone que no tenga instalada la popular aplicación de mensajería instantánea. Aumentan los móviles y aumentan los usuarios de WhatsApp. Un reciente estudio de EMarketer ha pronosticado un crecimiento mundial de smartphones del 16,8 % para este año, lo que supondrá que para diciembre seamos 1.900 millones los usuarios de teléfonos inteligentes. Y para WhatsApp, un crecimiento del casi 17 %, que significaría más de 100 millones de nuevos usuarios. La integración de la tecnología móvil en la vida cotidiana, especialmente en la Generación Millennials, es total.

La política debe ver un aliado en esta herramienta. Quien no lo haga, llega tarde. Es el tiempo de la tecnopolítica, y en este marco, algunos partidos y ayuntamientos se han animado a probar WhatsApp como herramienta de comunicación y empiezan a esculpir estrategias aún sin conocer muy bien su impacto o consecuencias. A mediados de enero, el PSOE publicaba en su página su número asociado al perfil de WhatsApp; en las primeras 48 horas de funcionamiento se habían inscrito más de 3.000 personas, según palabras de su secretaria de Ciencia, Participación y Política en Red. También, recientemente, el portavoz de UPyD en Murcia, Rubén Juan Serna, publicó en su Twitter: «Hoy he puesto mi nº de WhatsApp a disposición de todos los murcianos. Dudas, opiniones, quejas, etc.». Tiempo atrás, en Cataluña, Esquerra Republicana lo había probado en las elecciones europeas de mayo de 2014 y el colectivo Ara és l'hora en la campaña del 9N.

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El CIS y el test de Rorschach

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 04 feb 2015

El test

El famoso test consiste en 10 cartulinas con manchas de tinta que, según las interprete, delimita cómo es la personalidad de un individuo, según estudió el doctor Hermann Rorschach a principios del siglo XX. La interpretación nace de la descripción. Dime lo que ves y te diré cómo eres, qué sientes… y qué piensas. El popular método, que mereció un simpático doodle hace pocos meses, saca conclusiones en base a unas variables muy sugerentes: el tiempo de latencia (cuánto se demora el individuo en dar la primera respuesta a cada lámina), la posición de la misma (es decir, desde qué ángulo y posición ve la cartulina), la localización visual de su interés, las formas o el movimiento que percibe, las gamas y texturas del color, y la interpretación figurativa (es decir, hay quien ve murciélagos o mariposas). ¿Qué verán hoy Rajoy, Sánchez, Iglesias, Díez o Rivera en el mapa del CIS?

El CIS, como otras encuestas, se podría interpretar, también, de manera psicoanalítica. ¿Debería, ahora que parece que la política española está sentada en el diván? No será así. En estos momentos, paradójicamente, mandan los excel estrategas, predominando lo que piensan con la hoja de cálculo y no con las ideas. ¿Calcular o pensar? Esta es la pregunta clave. Estas encuestas van a acelerar procesos que necesitan más maduración, más reflexión... y tiempo. La política resultadista se puede llevar por delante itinerarios que no por acortarlos u obviarlos se realizan. No se recorre nunca un camino que no se empieza. Al contrario. Se puede perder —¿definitivamente?— el curso y el pulso de la reinvención necesaria que hay que impulsar cuando los proyectos se agotan o debilitan. Ahora todo serán prisas, para algunos. Y calma y relativismo moral, para otros. Ambas opciones pueden hundirles, todavía más, al acelerar procesos que, para que sean profundos, necesitan tiempo de maduración y de transformación; o al negarlos y aplazarlos, ya que los resultados demoscópicos demostrarían, quizá, que no hay alternativa inmediata. Pan para hoy, hambre para mañana.

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El kilómetro cero de Podemos

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 01 feb 2015

En la Puerta del Sol de Madrid se encuentra, desde 1950, el denominado kilómetro cero de las carreteras radiales españolas. Es aquí, en este punto simbólico y concéntrico, donde Podemos hizo algo más que una demostración de fuerza extraordinaria. Mostraron liderazgo, algo escaso en la política española. Lideran las redes, los platós, el momentum, la agenda política y —ahora, también— las calles. El próximo reto: las urnas. El círculo de la marca Podemos se mimetizó con este punto central. Círculo, radio, centro. Todos a Madrid, por carretera, desde cualquier lugar. Marca y marcha. Espacio y evento fueron uno. Más metafórico, imposible. De nuevo, las formas son fondo.

En muchos países existe el kilómetro cero. La más famosa de estas localizaciones es la del Milliarium Aureum, ubicada en el Foro de Roma. Se consideraba que todos los caminos comenzaban en ese monumento y todas las distancias del Imperio se medían en relación a ese punto. De ahí la frase: «todos los caminos conducen a Roma». En Podemos, todos los caminos conducen a una persona, más que a un punto. El círculo es Podemos, el centro es Pablo. Todo conduce a Iglesias que ayer, una vez más, mostró sus cualidades como orador político y, especialmente, como líder de masas con todas sus consecuencias, también algunas de ellas potencialmente negativas: hiperliderazgo mesiánico, seguidismo acrítico, fascinación icónica... Aunque él ya lo sabe. 

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