Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Pasear y la renovación de la política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 29 mar 2015

Una de las críticas más certeras que se hace a la mayoría de los representantes políticos es que sus prácticas cotidianas, en el ejercicio del poder, les acaban «alejando de la calle, del pueblo». El reproche cívico se formula así: «Los políticos no pisan la calle, no saben lo que pasa, porque van siempre subidos en su coche oficial». Hay una íntima conexión entre pisar la calle (patearla) y el conocimiento que genera y que se obtiene desde la proximidad, sin intermediación. Pasear y pensar es un ecosistema fértil. Porque caminar y conocer, desde la propia vivencia y experiencia física del hecho de andar, son realidades inseparables. Desde los orígenes. Una vez más, ver y conocer gracias a la comprensión vivida.

La escuela peripatética fue un círculo filosófico de la Antigua Grecia que seguía las enseñanzas de Aristóteles, su fundador. Sus seguidores recibían el nombre de peripatéticos porque en la escuela del filósofo era costumbre enseñar paseando. Es decir: el paseo era el aula de las ideas. Recientemente, asistimos a una nueva mirada al hecho de andar como práctica que favorece el pensamiento, la reflexión, la meditación y la creatividad. Valores y virtudes de los que, lamentablemente, escasea la política previsible.

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Saber reaccionar

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 24 mar 2015

Minutos antes de las 11h se ha estrellado, en la región francesa de Barcelonette, el Airbus A320 de la compañía Germanwings (filial de Lufthansa) que volaba desde Barcelona a Düsseldorf. A las 12:10h el presidente François Hollande ya daba una rueda de prensa. Mientras la desesperación y el impacto emocional nos commocionaba a todos, el Twitter de Mariano Rajoy, seguía emitiendo con normalidad hablándonos de la actividad programada del Presidente español.

No es la primera vez que pasa. El retraso en la reacción institucional, sea mediática, operativa o política destroza la legitimidad de los responsables públicos. Un análisis de la primera respuesta pública en Twitter, por ejemplo, en el dramático accidente del Alvia en 2013 ya revelaba dos cosas: que las redes sociales no están suficientemente integradas en los planes de comunicación de crisis y que el retraso en la actuación en relación a ellas (que fue desde las 2 horas a 3 horas o más, incluso un día después) es también un reflejo de otras deficiencias. Hoy, otra vez está pasando. Que la cuenta de la Moncloa haya retuiteado ―mientras Hollande hablaba― sobre que «Vuelve la Fiesta del Cine los días 11, 12 y 13 de mayo» es un reflejo de inoportunidad que se siente y percibe como de insensibilidad y de falta de preparación mayúsculas.

Esta (in)capacidad de saber reaccionar es el símbolo, para muchos ciudadanos, de la calidad del liderazgo político. Casi nunca se está a la altura de las circunstancias y esto genera desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones públicas. Este accidente, y sus desgarradoras consecuencias, reclama otra gestión de la comunicación inmediata del Gobierno y de su Presidente. NO se trata de correr, se trata de saber reaccionar, que no es lo mismo. Y de comprender que la reacción (su momento, su intensidad, su eficacia, su continuidad, su calidad) son, casi siempre, el termómetro de la capacidad para ejercer la responsabilidad que se tiene, y que se le supone. Una hora después del accidente, nos seguían informando que Rajoy inauguraba la nueva sede de la Tesorería General de la Seguridad Social en Vitoria.

No puede volver a pasar.

Las víctimas se merecen, al menos, reacción.

12:46h

Lecciones de unas elecciones

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 22 mar 2015

El resultado de las elecciones andaluzas de este domingo, al margen de las lecturas que se puedan hacer en clave territorial y de la valoración sobre la apuesta claramente vencedora de Susana Díaz, abre un escenario incierto e indefinido sobre la configuración política final de los actores políticos en el ecosistema español. De los conocidos y de los emergentes. Las percepciones de hoy y las perspectivas de mañana van a ir modificándose a lo largo de estos meses y de las sucesivas citas electorales. Pero podemos aventurarnos a afirmar que la transición hacia un nuevo mapa político no es ―¿todavía?― la materialización inequívoca de una segunda transición española. Al contrario. El bipartidismo no se hunde en absoluto, aunque el PP paga caro sus políticas, y Rajoy sufre un severo correctivo.

Vamos a vivir un período donde, al margen de las marcas políticas y los liderazgos que las representen, asistiremos a un triple reto: las soluciones continuistas, las ofertas reformadoras y las opciones rupturistas. Todas ellas tienen menos paredes estancas e impermeables de lo que parece. Porque, independientemente de las tres grandes alternativas, la transversalidad ideológica es la característica que tienen en común. El mapa electoral se mueve, lentamente, hacia valores y actitudes, en detrimento de las propuestas y las ideologías. Y lo viejo y lo nuevo se entrelazan, se relacionan, se retroalimentan y… se necesitan.

Las fuerzas emergentes comprobarán que convertir las emociones y percepciones en proyectos políticos y en mayorías sociales reclama tiempo. Casi paciencia. La que no se tiene y no se está en disposición de conceder. Y todo el mundo tiene prisa, porque las urgencias que ha provocado la gestión de la crisis económica y política son lacerantes e hirientes. A lo que hay que añadir una innegable tensión que genera el combate entre la modernidad (estética, generacional, digital, cultural) y lo caduco, obsoleto y agotado. Quien sepa gestionar el tempo en este proceso dinámico, en ebullición y contradictorio, emergerá como el actor político de fondo y para el fondo de los problemas.

Podemos se agita y agita con su imperativo «ahora» un entorno excitado y cabreado. Pero el «después» va a ir dominando, creo, la hegemonía política. Saber administrar lo urgente y lo importante ―que casi nunca van de la mano en la política tradicional― situará las bases y los fundamentos del nuevo mapa. Ciudadanos, en cambio, ha gestionado bien las ganas de un cambio estético y generacional.   

¿En estas elecciones se decidía el futuro de Andalucía o de los partidos que concurrían a esta cita electoral? El resultado, y sus interpretaciones, trasladarán el foco de la política de los problemas de las personas a los desafíos políticos de los partidos que los interpretan. Estas elecciones han demostrado la resiliencia y el dominio cultural, social y político del PSOE en Andalucía, el deterioro del PP, la solvencia de Ciudadanos, la agonía de IU y la fuerza real de Podemos.

Joan Subirats y Fernando Vallespín, en su reciente libro España/Reset, alertan de la necesidad de plantear «una segunda transición» y que lo que sucede «no es una crisis política, es un cambio de época». Parece que no será tan radical, o no tan rápido. Hace tres años, en el barómetro de Metroscopia de octubre de 2012 se afirmaba que «la brecha social afectaba al sistema». Es cierto, pero ni la afectación es global, ni tiene las mismas consecuencias para todos.

Estamos en el primer asalto electoral. Pero el PP, a nivel del Estado, no tiene tiempo para refundarse y sus liderazgos electorales no se han renovado como los de los demás. Rajoy apuesta por la continuidad. De las tres opciones (continuidad, reforma, ruptura) ha perdido la que el PP representa. Los electores parece que no la desean. Tampoco una buena parte de los suyos, si es que todavía se puede hablar en términos de propiedad electoral de los votos de los ciudadanos.

Las encuestas y el Teorema de Thomas

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 08 mar 2015

El Teorema de Thomas es un principio fundamental en sociología explorado por William I. Thomas. El teorema dice: «Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias». Es decir, pensar en la posibilidad crea causalidad. En un contexto tan frágil y volátil de la opinión pública, podemos afirmar que las encuestas políticas que vamos conociendo últimamente, y que anuncian grandes cambios, tienen una nueva dimensión, y responsabilidad. Su propia hipótesis demoscópica, aplicando el principio sociológico enunciado, se convierte en el argumento fundamental para que suceda el escenario que reflejan. Actualmente, las encuestas ya no describen simplemente la realidad, sino que la escriben.

La encuesta que publica hoy Metroscopia ofrece un escenario insólito y muy sugerente. Del bipartidismo al cuádruple empate. Con un impacto muy incierto en la distribución de escaños. Cuando las horquillas se cierran tanto, y las diferencias son mínimas, la Ley d’Hont —que condiciona y ordena nuestro sistema electoral— ya no prima a los primeros y su distribución puede ofrecer grandes sorpresas.

Este nuevo retrato demoscópico refleja que el tsunami de Podemos era sólo la primera ola. Que la réplica de Ciudadanos es poderosa, también. Y que en la sociedad española, la demanda de alternativas es, quizá, superior a la mera alternabilidad. Cuando las izquierdas y las derechas tradicionales se parecen tanto —o así lo percibe una parte muy significativa de la opinión pública— la nueva ecuación pasa por lo conocido frente a lo nuevo. Lo previsible frente a la innovación. Estas podrían ser algunas claves:

1. Nuevos ejes. El eje tradicional de izquierda-derecha parecía cuestionado por el disruptivo y enérgico mensaje de Podemos de arriba-abajo (casta). Ahora, con Ciudadanos, aparece una nueva variable: antiguo-nuevo. Con su perversa derivada: viejo-joven.

2. Nuevos formatos. Suben las formaciones que intentan organizarse políticamente en formatos no convencionales como los partidos. Círculos y nodos son las nuevas plasticidades de la política. Las agrupaciones, las sedes y las casas, dan paso a los círculos, las redes y las causas. Es el tiempo de la tecnopolítica.

3. Nuevos lenguajes. El crecimiento de Podemos y de Ciudadanos no es, en absoluto, ajeno a la inteligente y creativa gestión de redes y plataformas digitales. La comunicación política deviene en algo más que un instrumento. Es ya identidad. Dime cómo comunicas y te diré quién eres. Las fortalezas y debilidades de cada formación en esta disciplina son el reflejo de mucho más que conocimiento y experiencia técnica. 

4. Nuevos líderes. La demanda social de nuevos liderazgos otorga un plus de crédito a los liderazgos desconocidos, en construcción o emergentes. Las alternativas empiezan con las formas y los estilos. Hay espacio y oportunidad para los nuevos liderazgos. Y para los laboratorios de la política que importan o exportan modelos de éxito.

5. Nuevas energías. En el caso de Ciudadanos, la vitalidad y energía de su líder, Albert Rivera, parece un factor destacado y que cuenta. Es el más joven de los cuatro líderes nacionales. El agotamiento visual —y político— de algunos de nuestros gobernantes bordea el colapso. La ciudadanía está enfadada, harta, cansada y agotada de lo mismo, de más de lo mismo, y de sólo lo parecido. La ruptura, sea estética, ideológica, formal o retórica, tiene premio. O crédito.

6. Nuevos relevos. El relevo en los campos ideológicos tradicionales (derecha-izquierda), y aunque sus protagonistas no quieran interpretar estas etiquetas clásicas, parece incuestionable. ¿Es Podemos la nueva izquierda? ¿Es Ciudadanos la nueva derecha? Estos esquemas de anclajes estáticos pueden no ser suficientes para explicar lo que sucede. Pero sí para identificar la evidencia de que una parte de los relevos en el bipartidismo no parecen garantizados suficientemente por la vía endogámica. Y que el estímulo exterior competitivo, ante la lentitud o insuficiencia de los procesos de regeneración interna iniciados, parece jugar un papel importante.  

El País

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