No se puede gobernar en coalición con complejos. Ni de inferioridad. Ni de superioridad. El miedo a gobernar puede impedir oportunidades históricas y responsabilidades políticas ineludibles. La coalición no es para arrogantes, sino para humildes. No es para impacientes, sino lo contrario. Coaligarse es comprender los límites de tu propio poder, y hacerlos compatibles con los límites de tus socios. España necesita un gobierno estable y fuerte, sí. Pero necesita, también, una larga etapa de pedagogía política y ciudadana sobre el concepto de coalición. Pasar de las cómodas y seguras alternancias a las complejas e inciertas alternativas es un ejercicio de responsabilidad colectiva. De los dirigentes políticos y de los activistas, que no pueden ―ni deben― impedir la cultura del pacto con maximalismos y exigencias, de quienes ignoran la historia y los procesos de maduración y creación de mayorías tanto culturales como políticas.
La coalición es incompatible con la hegemonía y con la destrucción del socio. O su superación. Hay que sustituir la cultura caníbal por la de compartir: éxitos y fracasos. Se trata de crear un escenario y un clima de larga duración. Si la cultura de la coalición fracasa en España, todo lo ganado por la nueva pluralidad política será laminado. Los ciudadanos quieren acuerdos. España los necesita. Y el futuro, y sus inclemencias económicas y políticas, debe ser compartido. Es legítimo competir, pero nadie crea condiciones de pacto sin corresponsabilidad. Un gobierno de coalición no puede ser un gobierno receloso. ¿Cómo va a obtener la confianza de la ciudadanía si sus socios desconfían ―hasta la paranoia― entre sí? Un gobierno de coalición no debe empezar como la crónica de su muerte anunciada.
El estudio y la experiencia de los gobiernos de coalición pudiera ayudar a los dirigentes políticos que deben explorar acuerdos, es decir ceder para ganar. Se trata de negociar, no de engañar ni de engañarse. Ese estilo es cortoplacista. Y un grave error. Deja la tierra quemada cuando de lo que se trata es de fertilizarla.
A lo que nos enfrentamos es tarea de titanes, no de trileros. Los retos en España, en Europa y en el mundo exigen un gobierno de verdad, no uno con alfileres. ¿Vamos a dimitir de nuestra responsabilidad local y global por un regate corto, de efectividad dudosa, sin comprender lo que nos jugamos y dónde estamos? En una imprescindible entrevista a Étienne Davignon, exvicepresidente de la CE y uno de los últimos miembros de la generación que forjó la integración del continente tras la Segunda Guerra Mundial, lo explicaba muy bien: «La UE está a punto de colapsar y casi ningún líder la defiende». No somos una isla, aunque a veces algunos se empeñen en aislarse. El futuro gobierno de coalición ―si lo hay― debe saber que también entrará en coalición con nuestros socios europeos. Ser socio (de otro, de otros, de afines y adversarios) es la naturaleza política actualmente, ahora, en Europa. Hacer política hoy es construir alianzas. Otra vez la lucidez de los poetas: «No es lo que importa llegar solo ni pronto sino llegar con todos y a tiempo» (León Felipe).
La periodista Soledad Gallego-Díaz afirmaba en un reciente artículo que los problemas no se pueden resolver con el mismo pensamiento con el que se crearon y que, por tanto, son necesarios nuevos enfoques y debates que den lugar a soluciones que, lógicamente, deben inscribirse en el medio y largo plazo. Pero tan importante como alcanzar diagnósticos acertados y proponer soluciones viables es atinar con los mecanismos necesarios para desatascar los bloqueos y los catalizadores que faciliten los procesos, que proporcionen ―en palabras de Davignon― la perspectiva adecuada a los problemas. Por ello, un gobierno de coalición necesita una mirada nueva, alejada de la contienda electoral, del tacticismo ridículo, de beneficios particulares y con la generosidad adecuada que emana del que se siente responsable, del que es consciente de que las renuncias y cesiones, en cogestión, obtienen beneficios mayores. Nadie puede mirar adelante, y necesitamos un gobierno que lo haga, si sus dirigentes consumen su tiempo en cuidar sus espaldas esperando la traición anunciada o esperada. Necesitamos un gobierno confiado, no de rivales que dedican su tiempo a vigilarse y traicionarse. ¿Es posible? España lo necesita.
En este momento, quizá sería de más utilidad una guía para negociar un acuerdo de gobernabilidad, que puede concretarse en un gobierno de coalición, en un pacto de apoyo parlamentario explícito o en un pacto de apoyo parlamentario tácito. Es evidente que en el punto de partida de toda negociación son más evidentes las diferencias que las coincidencias. No en vano las partes negociadoras acaban de competir electoralmente. Pero hay una clave decisiva: una vez establecido un escenario de negociación hay que suponer que existe un mínimo decidido y sincero de voluntad política para intentar un acuerdo. Sin esta voluntad se falsea el proceso negociador en aras a cálculos tácticos pensados en función del escenario de fracaso de la negociación. Si van a especular con el fracaso no pretendan obtener un éxito. Será imposible.
Para los que aseguran que cualquier coalición está condenada al fracaso, recomiendo leer La política de las coaliciones en Cataluña, un trabajo pertinente de los profesores Jordi Matas y Josep M. Reniu. Y, en especial, el oportuno libro de J. Matas La Formación de un Gobierno de Coalición. Un libro honesto que explica muy bien, entre otras cosas, cómo la semilla de la desconfianza es capaz de destrozar un buen gobierno. Ambos trabajos, y otras referencias, confirman la tesis de que gobernar en coalición es complejo, y con evidentes riesgos políticos, pero que aporta perspectivas más fundamentadas, más incluyentes y más necesarias para afrontar situaciones difíciles y complejas. Es decir que, en coalición, juntos, compartiendo y sumando, se pueden enfrentar mejor los desafíos que nos esperan impacientes e inexorables.
Ahora que hay quien descubre la actualidad del pasado y de sus protagonistas, es decir de las permanentes y vigorosas lecciones de la historia, conviene releer a nuestros dirigentes que antaño gobernaron en coalición. No me resisto a compartir un fragmento de Mi rebelión en Barcelona de Manuel Azaña: «Imaginación estéril, o atrasada de noticias, es incontable el número de gentes que puebla de simples repeticiones su horizonte político. Porque las cosas pasaron de cierta manera, han de pasar lo mismo otra vez; no imaginan más, no se preguntan si la repetición es posible. La plasticidad de lo pasado, pura memoria, se les impone con fuerza de invención y andan por ahí dándole cuerpo, con evidencia puramente retrospectiva. La credulidad contagiosa que hablando bajito engruesa un rumor de trueno, es de peligro y puede engendrar terribles disparates si el gobierno de España recae en gente sin mundo, ni tacto, cuya sensibilidad política no sea una fase de la sensibilidad personal cultivada, sino astrosa indumentaria corcusida con barreduras de redacción y aculotada con chabacanerías de comité suburbano. Entonces no se imprime gobierno a una nave, a favor o en contra del viento: se la deja abandonada al ímpetu caprichoso de las alucinaciones».
Pues eso: mentes abiertas. El miedo a gobernar no se supera con aferrarse a tus propias convicciones, tan confortables en su seguridad. Sino con la fortaleza de las contradicciones ―en la corresponsabilidad compartida― cuando éstas se superan con la grandeza de trabajar para el bien común. Gobernar en coalición es un antídoto muy oportuno para comprender los límites del poder (El fin del poder, en palabras de Moisés Naím) y una experiencia que enriquece tanto como limita. Un buen gobierno es un gobierno de talento compartido. Un gobierno que hace de las líneas rojas, de las trincheras, una madeja, una red de líneas, que, entrelazadas, se convierten en un campo abierto. Un gobierno de coalición puede ser la solución a la complejidad actual, no una etapa inevitable de la siguiente precampaña.
Hay 8 Comentarios
Coalición si, pero no con corruptos. No con quien miente sitemáticamente, no con quienes no denuncian las irregularidades en su propio partido y las combaten de manera efectiva. ¡No!.. No todo vale, ni te pueden hacer creer que no se enteran de lo que pasa en su partido o en el despacho de al lado, porque entonces ya no son aptos ni para llevar el carrito de los helados.
Publicado por: Alba | 03/03/2016 13:41:31
Gran artículo Antoni, no se si llegará a los que tiene que llegar y si servirá de algo. Tan contundente me parece lo que planteas que no pienso hacer chistecillos fáciles, aunque reirnos de nosotros mismos es muchas veces la última válvula de escape que nos queda. Además me entristece tu artículo en cierto modo, ya que viendo lo que hemos visto las últimas semanas, no se atisba ningún líder en ningún partido capaz de entender el mensaje y tratar de llevarlo a cabo.
Puedo, por otro lado, estar de acuerdo con el compañero “Ciudadano” en que tal vez el mal menor sea unas nuevas elecciones, pero con lo que nos gusta a los españoles tropezar dos veces en la misma piedra lo que me acojona es la posibilidad de que se repitan los resultados, y ¿entonces qué? Recordemos la frase del genial Fofo “ Siempre que pasa igual, ocurre lo mismo”
Publicado por: rogelio reza | 15/02/2016 9:55:26
En una palabra: excelente.
En cinco: cuánta cultura política nos falta.
Publicado por: José María Piera | 14/02/2016 22:45:35
Todo eso está bien, pero la realidad es que estamos asistiendo a una especie de Gran hermano, donde cada movimiento de cada partido es inmediatamente retransmitido en forma de rueda de prensa. Están todos más preocupados en demostrar al pueblo que si se fracasa es por culpa del otro, que por tener éxito. Y yo diría que ellos (los políticos) no son los culpables, sino la prensa, uqe gracias a eso tiene noticias para vender más todos los días, y sobre todo el pueblo, que es quien legitima toda esta verbena. Con un electorado con mayor nivel cultural o intelectual, esta feria no se producuría
Publicado por: Grunch | 14/02/2016 19:22:50
esta muy bien, lo que pasa que me recuerda demasiado a los tochos de las paginas salmon de los domingos en los diarios, donde pontifican sobre las relaciones laborales, empresariales.....desde una óptica de colaboración, de mutuo beneficio, de horizontalidad.....etc, etc de palabros y entornos chachiguays.....y luego ves la realidad. En cualquier caso creo que los socialistas son quien mejor han entendido la situación, junto con ciudadanos, iu y compromis. el veto podemos ciudadanos no da ni pa pipas, hay elementos de acuerdo entre ambos, que unido a una postura leal del pp cuadraría un circulo cercano a lo que propones, sin tener que depender en demasia y en un principio de fuerzas independentistas, pero ojo, susceptibles de moderar y recibir moderación también, de ser tenidos en cuenta y tener en cuenta.
Publicado por: eclectico culo mojao | 14/02/2016 18:49:13
Hace usted un análisis de nuestra realidad, pensado para personas maduras y de buena voluntad. La pregunta es: ¿Lo somos los españoles?
La derecha, con su concepto patrimonial de España, la nueva derecha liberal con sus recetas renovadoras, la izquierda clásica con afán de distanciarse de antiguos errores y la nueva izquierda aterrorizada al tener que perder la virginidad política, se muestran unos incompatibles con otros, sin darse cuenta que no pueden imponer, al otro, sus propias soluciones.
Gobernar, es priorizar las decisiones. Y si antes de hacerlo, no saben distinguir lo que es necesario y aquello que es accesorio, mal vamos.
Una vez celebradas las elecciones, tienen que demostrar que tienen utilidad social, caso contrario ¿para qué nos sirven?
Publicado por: ártabro | 14/02/2016 14:00:24
Los que han conformado los sucesivos gobiernos de España poco saben de lo que significa negociar para poder gobernar. La negociación en el País Vasco es una condición sine qua non para poder conseguir que algo funcione. Pero eso ha sido así por la configuración del mapa político, que siempre ha sido complicado. En España, no. El bipartidismo lo simplificaba todo. O se ganaba o se perdía.
Pero llegó la crisis económica y política, que todo lo cambia, y llegó Rajoy con sus políticas indignantes. Eso hizo que apareciesen movimientos de descontento. El 15-M trajo con ello la formación de una coalición de círculos que formaron Podemos. Ciudadanos también vio la posibilidad de salir de Cataluña para ocupar un lugar en el mapa político nacional, más que nada, en contraposición de lo que Podemos representa.
Las sucesivas elecciones fueron elevando el listón de Podemos haciendo creer a sus líderes que estaban conquistando el poder. Luego la realidad vino a traer la verdad de las cosas. Pero Pablo Iglesias no se conformó con eso y formó un gobierno acaparando los mejores ministerios. Si hay que tomar el cielo por asalto, también el gobierno, qué coño.
Su bisoñez y su pardillismo le llevaron a tal disparate mientras el líder socialista se las veía con el rey. A saber quién estaría dispuesto a arriesgarse para la investidura.
A la vista de la cobardía de Rajoy, Pedro Sánchez entendió que él podría atreverse a dar el salto necesario para sacar al país del impass. Pero a sus espaldas ya le estaban formando un gobierno sin consultarle.
La falta de humildad y sencillez de Pablo Iglesias le pueden traer problemas ahora y más adelante. Si quiere pertenecer al próximo gobierno tendrá que bajarse del pedestal y tocar el suelo con los pies. Su falta de visión política nos llevó a entender que su ambición por el poder es mayor que la necesidad de arreglar los problemas de los ciudadanos. Mientras tanto, Albert Rivera ha cogido el gato y se lo está llevando al agua. Se ha quitado de líneas rojas tontas y prefiere mirar adelante. Lo que importa es la nación, resolver los grandes problemas que la política de Rajoy ha provocado y reformar lo que sea necesario. Lo otro, en lo que no se está de acuerdo, de eso, ya se hablará.
Publicado por: txarlibraun | 14/02/2016 12:48:26
Gran artículo de Rubí. Ocurre que entre el dicho y el hecho, en España , hoy, aquí y ahora, observamos los desasosegantes síntomas que, en síntesis, son los siguientes: 1) El PP, y su candidato Rajoy, aún no se ha/n enterado que perdieron las elecciones -sólo consiguieron una mayoría minoritaría de votos y escaños y se han enrocado en un falso, estúpido y arrogante infantil triunfalismo; 2) Al PSOE, y su candidato Pedro Sánchez, tampoco es/son capaces de comprender que obtuvieron el peor resultado de toda su historia y se envuelven en la ridícula bandera de ni por activa, por pasiva ni perifrástica, dialogaremos con el PP a no ser para decirles que con ellos no, no y no por los siglos de los siglos; 3) Por si fuéramos pocos parió la burra y Pablo Iglesia, y los podemitas, no reparan que también perdieron las elecciones y. sin embargo, exigen para aceptar un gobierno de coalición la vicepresidencia del gobierno y cinco de sus principales ministerios y uno nuevo creado al solo fin de destruir un país de cinco siglos de historia. Con estos mimbres es justo y necesario pensar que antes de caer en la total insanidad de la ciudadanía española lo menos malo que nos puede afectar es la convocatoria de nuevas elecciones para que el electorado visto lo visto tome conciencia y vote en consecuencia. Lo otro es volver a repetir horrorosas historias del pasado que pensé estaban felizmente superadas.
Publicado por: Ciudadano | 14/02/2016 12:39:50