Es comprensible. Acostumbrados a las alternancias, la espera democrática para ver si es posible construir una alternativa de Gobierno se nos antoja como pesada e insatisfactoria. Las alternancias del bipartidismo no tenían sorpresas, sólo turnos. Y eran, casi, inmediatas. Pero tras el resultado electoral del 20D, todo ha cambiado. Y la complejidad de la pluralidad, con su incertidumbre, está sustituyendo a las certezas de la simplicidad binaria de los dos grandes partidos, que han protagonizado más de 35 años de democracia parlamentaria. El 20D cambió todo. ¿No era eso lo que quería la mayoría de la ciudadanía? Lamentablemente, las encuestas están reflejando un cansancio de los electores porque la ecuación que ellos mismos provocaron no se está despejando. La esperanza del voto mutó en expectación negociadora. Y se está transformando, lentamente, en decepción y una creciente exasperación. Tres de cada cuatro electores desearía ya un Gobierno y que los partidos llegaran a acuerdos de gobernabilidad. Tres de cada cuatro, también, creen que no va a ser posible y que nos encaminamos hacia unas nuevas elecciones, seguramente, el 26J.
Lentamente, se va apoderando de la opinión pública la atmósfera de un tiempo perdido. De oportunidad desperdiciada. El desenlace de la sesión de investidura, por previsible que fuera a priori, ha provocado una sensación de frustración, alimentada también por algunas fuerzas políticas. Nuestra paciencia es ya poco resistente. Venimos de una legislatura agotadora, durísima y con grietas y problemas muy profundos que han agitado la epidermis social sobre una estructura ósea social muy quebrantada. Y la ciudadanía deseaba ―y desea todavía― resultados inmediatos, decisivos y claros en un nuevo rumbo de los asuntos públicos. Pero no se vislumbra, de momento, otro horizonte que el electoral. Otra vez.
¿Y si no estuviéramos perdiendo el tiempo?
Creo, sinceramente, que este período está ―por el contrario― ofreciéndonos una gran información. Valiosa y muy relevante para el futuro. Las estrategias negociadoras de los partidos y sus líderes nos están mostrando, más allá de la teatralidad táctica excesiva, una rica y variada gama de cualidades políticas (y defectos) que son una prueba magnífica de sus capacidades en el liderazgo de lo público. Dime cómo negocias y me imaginaré cómo gobernarás. La ciudadanía está descubriendo aspectos desconocidos ―o poco percibidos― de nuestros líderes. Pasar del modo competición al modo colaboración está revelando todas las costuras, limitaciones y prejuicios de los líderes políticos. También sus habilidades en la gestión de los intangibles, la creación de percepciones y su disposición a mirar más allá del cálculo aritmético.
Este período también está redescubriendo (desconocida por no utilizada) parte de nuestra arquitectura institucional más profunda y básica. Los límites de un Gobierno en funciones, el papel (más o menos activo) del Jefe del Estado en sus atribuciones y responsabilidades constitucionales, así como las opciones de un futuro ejecutivo y las diferentes posibilidades de encabezarlo son aspectos que hasta ahora no habían ocupado ―ni preocupado― a nuestra sociedad. Además, en la actual situación, la politización de la opinión pública (que asiste a las diversas propuestas programáticas) y las diferentes maneras de entender la legitimidad democrática de las sumas posibles están generando un sano ―creo― debate público sobre la política y la gobernabilidad.
Este no es un tiempo perdido. En absoluto. Estamos, colectivamente, aprendiendo a convivir con la diversidad, con la negociación y el pacto. Este proceso no es fácil. Creo que las fuerzas políticas se merecen nuestra paciencia crítica. Es más, ha sido el conjunto de la ciudadanía la que ha mostrado el camino: quiere más pluralidad, y no menos. Tampoco se arrepiente del resultado electoral, según nos confirman las encuestas, aunque asista con decepción, incluso con preocupación, al impasse actual. Hemos esperado mucho tiempo, mucho, para que la política española pasará del péndulo inevitable al pacto posible.
Creo que, razonablemente, la actual incertidumbre nos está ―paradójicamente― ofreciendo muchas certezas sobre nuestros líderes y sus partidos. Si vamos a abrir una legislatura decisiva de grandes reformas, mejor será saber en manos de quiénes ponemos el futuro antes de que nos precipitemos. Unas nuevas elecciones serían un fracaso, sí. Pero también serían una segunda oportunidad para un voto más reflexivo, menos circunstancial, menos inmediato. Una segunda oportunidad para pensar en el valor del voto: en su utilidad y en su dimensión colectiva. Votos individuales y singulares, pero mayorías múltiples y plurales. Una segunda oportunidad para lo realmente estratégico, y no para el regate corto del impulso táctico.
Este aprendizaje, por extenuante que parezca, bien vale este período. El 20D fue sólo una foto de un presente, aunque abrió, sin vuelta atrás, las puertas del futuro de la política española. Si hay elecciones, los electores quizá castiguen ―o premien― a los partidos por su comportamiento en estas semanas pasadas. Y quizá piensen también en clave de futuro y decidan sobre qué mimbres hay que construir, más que un nuevo Gobierno, una nueva y larga etapa en la vida política española.
Hay 7 Comentarios
Coincido en que no es un tiempo perdido.
Aunque yo apenas empiezo a entender la política que se hace en este país por ilógica, intuyo que el bipartidismo ha pinchado en hueso. Lo cierto es que la formación de nuevos partidos no se gestó para que el sistema los engulla, o por lo menos yo jamás lo entendí así. Por lo tanto si los viejos partidos maquillaron su cara y cambiaron el traje por una vestimenta menos formal para parecer otra cosa se han equivocado de nuevo.
Posiblemente no hayan entendido todavía que hoy es "el pueblo llano" el que ocupa parte de los escaños del Congreso y que a éste no se le compra con confetis de colores, ya no.
Publicado por: Alba | 27/03/2016 20:17:00
Desconocía tu faceta optimismo desbordante, que envidia me das. Ojalá tengas razón, como comenté hace poco yo estoy en la fase confusión-asombro que además se me recrudece por momentos. Tal vez mi visión sea muy simplista pero mientras el PP siga teniendo mayoría absoluta en el Senado no soy capaz de ver la utilidad de ningún pacto o acuerdo que no pase por sacarlos de ahí, es decir reflexión y nuevas elecciones desgraciadamente.
Publicado por: rogelio | 15/03/2016 9:27:06
¿Cómo se explica que lo que en España es el demonio, es decir, el bipartidismo, sea la norma de gobierno de países mucho más estables, ricos, democráticos y avanzados que nosotros en Europa?¿Nunca miramos a nuestro alrededor antes de lanzarnos a este tipo de ideas-kamikaze que se están convirtiendo, desgraciadamente, en el pan nuestro de cada día en España?
Publicado por: Fernan Dez | 13/03/2016 23:10:25
Se repite y se repite la misma demagogia, el mandato de la ciudadanía no existe en nuestro formato electoral. El que votó al PP lo único que mandó es que gobernara el PP y de igual forma el que votó PSOE solo mandó que quería un gobierno socialista. El mandato colectivo no existe, no se cansan de tratar de crear una dimensión que no puede mantenerse desde la singularidad de un voto. Y cualquiera que tenga un mínimo de visión crítica se da cuenta de eso. No digo que sea justo o injusto, simplemente digo que mientras en España no tengamos listas abiertas y democracia directa y un sistema de segunda vuelta, por mas que se repita y se diga, solo habrá partidos mayoritarios que se reparten al electorado por sectores de opinión con discursos enlatados y partidos bisagra que se disputaran el voto útil y tendrán por necesidad que vender posiciones centrales, no hay mas.
Publicado por: Jose Alberto García Gutiérrez | 13/03/2016 22:53:53
Se repite y se repite la misma demagogia, el mandato de la ciudadanía no existe en nuestro formato electoral. El que voto al PP la único que mandó es que deseaba que gobernara el PP y de igual forma el que votó PSOE solo mandó que quería un gobierno socialista. El mandato colectivo no existe, no se cansan de tratar de crear una dimensión que no puede mantenerse desde la singularidad de un voto. No digo que sea justo o injusto, simplemente digo que mientras en España no tengamos listas abiertas y democracia directa y un sistema de segunda vuelta, por mas que se repita solo habrá partidos mayoritarios que se reparten al electorado por sectores de opinión y partidos bisagra que se disputaran el voto útil y tendrán por necesidad que vender posiciones centrales.
Publicado por: Jose Alberto García Gutiérrez | 13/03/2016 22:52:00
El mandato electoral de la ciudadanía a los políticos, es que negocien y consigan formar un Gobierno que resuelva los problemas que tenemos planteados. Nuestro problema es, como bien comentas, que "Pasar del modo competición al modo colaboración está revelando todas las costuras, limitaciones y prejuicios de los líderes políticos."
La solución de este problema la veo difícil. Dialogar y negociar son dos verbos desconocidos para la mayoría de nuestros políticos.
Ojala esté totalmente equivocado y podamos salir airosos de la situación en la que nos encontramos.
Un saludo.
Publicado por: Armando Alonso | 13/03/2016 22:18:30
Estupendo, alguien que ha demostrado pensar bien en muchas ocasiones, vuelve a ver las cosas desde un punto de vista positivo y a trasladar la responsabilidad a los votantes. ¿Votaremos con una pequeña reflexión antes?
Publicado por: Ángelo | 13/03/2016 22:14:28