La depresión es una enfermedad muy seria. Y grave. Entre el 8 % y el 15 % de los españoles sufrirán depresión en algún momento de su vida. Los casos han aumentado, en los últimos cuatro años, debido al incremento de la esperanza de vida, el mayor consumo de fármacos y a causa de la crisis económica. Además, se confirma —según un análisis de la prestigiosa revista médica BMJ, firmado por expertos en salud pública españoles y de Reino Unido— el impacto que los recortes en Sanidad pueden estar teniendo en la salud.
Existe un subtipo de depresión, definido como depresión melancólica, que se caracteriza fundamentalmente por la anhedonía, que es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en la mayoría de las actividades. Su diagnóstico es complicado por la facilidad de confundirlo con un estado de ánimo. Respecto al tratamiento, más allá de fármacos, es necesario un esfuerzo extra (cambio de actitud o de perspectiva) para indagar, reflexionar, alejar sentimientos de culpa y mejorar la autoestima. Es decir, parte de la solución está dentro, en uno mismo, en su fuero interno.
En los últimos días, la melancolía está atrapando a buena parte de los dirigentes socialistas, a sus militantes y activistas y, también, a los propios electores. La melancolía te paraliza tanto como te reconforta, artificialmente. El tiempo pasado (o perdido) —en su esplendor o en su oportunidad— se ofrece como refugio emocional. El presente no tiene sentido. El futuro no se imagina, no se espera, no se anhela. Pedro Sánchez intuye la profundidad del desánimo y en el último Comité Federal de su partido arengó: «Ni melancolía, ni frustración», en un intento de insuflar energía movilizadora a los suyos. Y a sí mismo, seguramente.
En política, el estado de ánimo es clave. En una campaña electoral, decisivo. Quien gestione mejor el capital intangible de las emociones compartidas, de las percepciones públicas, de la energía del ánimo, obtendrá un mejor resultado. Pensamos lo que sentimos. Nuestro cerebro es emocional. Los electores están perplejos, cansados, cabreados, decepcionados e irritados. Va por barrios. Pero de lo que estoy seguro es que, además, los tristes no pueden cautivarles. Ni darles esperanza. Y mucho menos combatir tanto sentimiento negativo —incluso hostil— hacia la política. Los tristes no ganan elecciones (ni lideran, ni seducen, ni convencen).
Los socialistas se enfrentan a unas elecciones que pueden definir el futuro del Gobierno de España, pero también el de un partido con tanto pasado histórico. Y el ánimo no parece desbordante. Hay que cambiar, rápidamente, de atmósfera o los electores no rescatarán a quien no crea en la victoria, en la esperanza. El voto no es un tratamiento médico. El voto es un contrato público sobre el bien común. Sin capacidad de ilusionar, la capacidad de liderar se marchita y la de representar se reduce. Nadie confía en quien no inspira seguridad.
Las encuestas recientes parecen consolidar el mapa que emergió el pasado 20D. Pero las aparentes pequeñas diferencias pueden dar grandes y nuevas combinaciones, en función de cuáles sean los duelos directos, la tasa de abstención, las transferencias de votos entre competidores en las izquierdas y el resultado del último escaño en casi una docena de provincias. En todas estas ecuaciones, la movilización de los electores, hasta el último segundo y voto, es decisiva para el resultado electoral. En las pasadas elecciones, casi un 40 % de los votantes decidió en plena campaña. Nadie moviliza sin ánimo, sin ilusión, sin ganas.
Explorar el enorme potencial de energía política de la música, el ARTivismo, el humor o la videopolítica, por ejemplo, puede (y debe) ser una alternativa e instrumento para una campaña más emocional, inspiracional y movilizadora. Sin energía activista no hay dinero que una campaña pueda substituir. No hablo de sonrisas publicitarias. Hablo de entusiasmo colectivo. Y el pesimismo es tan contagioso como el optimismo. Lo sabe nuestro cerebro.
Hay 5 Comentarios
Con todo lo que he leído y visto he llegado a la conclusión de, por una parte, a los políticos no les interesa el bien común, los ciudadanos; y, por otra, que los ciudadanos somos imbéciles, "tontos de capirote". Con todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo, deberíamos haber aprendido que los políticos no solo no nos representan, sino que, ademas, nos tratran como a tontos. La época de la democracia representativa ha pasado; todos los filósofos políticos y también los vo filósofos, hablan de democracia participativa, nada dificil de llevar a cabo debido, entre otras cosas, a las TIC. Más vale equivacarse, que no hacer nada.
Termino. Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 11/05/2016 13:34:43
Buen ángulo.
Pero recuerda que no esta reñido con el uso de las herramientas que la ciencia contemporánea nos procura.
Las matemáticas, la estadística, el machine learning, nos permiten modelizar y anticipar tendencias y comportamientos...
Pero yo diría que la variable menos proclive a la modelización es la ignorancia.
Que pueda haber tantos votantes del PP con tantos juicios, solo puede ocurrir en paises imprevisibles por ignorantes y faciles de manipular.
La mentira del PSOE solo cuela en un pais de electores crédulos...
La politica, no deja de ser un arte, una inteligencia en la que se manipula a las masas para llegar a un objetivo marcado por las convicciones.
Pero, en España (y todos los paises carentes de intelectuales/pensadores de altura que influyan en la sociedad), la politica se resume a una lucha de poder (el sistema tan elogiado por los mediocres que nos lo impusieron) y de quién será más listo para llevarse el rebaño al agua, con la complicidad de un sistema que favorece al poder establecido y no a la voluntad del número mayoritario de votantes...
Dejaos de hablar de sexo de los ángeles.
Lo que se juega en España, ahora, es si ganarán los jóvenes instruidos y nos traeran una reforma, lógica y esperada, bajo el brazo o si los más viejos conseguirán demorar aún más la reforma tan necesaria.
No lo pueden parar, pero si lo pueden demorar.
Si nos pueden j... a todos, con descaro y muy a la española: Si no como yo, aqui no come nadie... Lo harán
Viva España ! Viva la capacidad perpétua de la ignorancia, la teocracia/autocrazia de regenerarse y hacer obstaculo al progreso y a la modernidad !
Publicado por: Sisifo | 10/05/2016 16:23:17
Disculpadme, pero no lo puedo evitar. Lo de si el pesimismo o el optimismo son contagiosos me lleva a este breve post que espero os guste: https://dametresminutos.wordpress.com/2015/10/17/razones-para-el-optimismo/
Publicado por: José Iribas (@jiribas) | 05/05/2016 10:20:21
Tengo que reconocer que en esto de las campañas Rajoy es el que más fácil lo tiene, con participar en una paellada gigante en Valcarajillo de Arriba, echar unas partidas de dominó en unos centros de jubilados, besar marujas en los mercados de frutas y verduras y dar tres conferencias a un puñado de empresarios iluminados ya tiene los votos en el bolsillo.
Publicado por: rogelio | 05/05/2016 9:09:52
El problema no es la depresión o el optimismo o ¿ es que piensas que con optimismo iba a cambiar todo?, no creo; el problema es que ya nadie confía en los políticos que tenemos, o, al menos, la mayor parte de la gente: Estos últimos meses han sido de risa: que si pacto con fulanito, que si pacto con menganito, que si mejor no pacto, , etc, etc, etc. ¿Se creen de verdad los políticos los problemas que sufren los españoles?, si hubieran pensado en eso se hubiera pactado para el bien común de todos, aunque hubiera habido un bi partidismo de izquierda o de derecha, pero al menos se podía haber intentado, ¿qué hubiera pasado si hubieran pactado PP, Psoe y Ciudadanos y por otro lado Podemos, IU y los independentistas? ¿hubiera sido muy grave?, en fin al menos intentar algo, algo y no quedarse parados a verlas veenir como están haciendo ahora, a ver cómo salen estas nuevas elecciones.
Publicado por: Nina | 04/05/2016 23:04:52